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Asia :: 13/05/2019

El Movimiento 4 de Mayo y los primeros marxistas chinos

Nicolás Torino
El establecimiento de la República en 1912 marca un punto de quiebre en la historia china

El Imperio, cuyos inicios se remontaban al 200 aC., se había desmoronado. Lo viejo había muerto, como lo demostró plenamente Yuan Shikai al intentar proclamarse emperador en 1915, decisión que iba a derivar en su caída apenas unos meses después. Lo nuevo, sin embargo, no lograba tampoco tomar una forma concreta, y la compleja situación étnica y regional tornaba la situación crítica. La guerra civil no tardó mucho en empezar.

Para intelectuales y activistas como Sun Yat-Sen o Liang Qichao, el problema de la integración empezaba a plantearse de forma cada vez más clara. Era claro que los métodos con los que contaba el Imperio Chino para mantener la unión de uno de los países más grandes del mundo ya no se encontraban disponibles. Para Sun la solución pasaría por un nacionalismo basado en la identidad de la etnia Han, mayoritaria en el país. Liang, en cambio, favorecía el desarrollo de una idea nacional también, pero sin distinciones étnicas. Una y otra opción, claramente, partían de la base de que la re-integración de la sociedad china debía pasar por la generación de una identidad nacional. Esta identidad, además, tenía una ventaja adicional, que era que permitía dirigir la lucha contra el imperialismo occidental, que era para estos intelectuales la causa principal de los problemas que enfrentaba China. El nacionalismo, en esta perspectiva, funcionaba de forma combinada, uniendo al País para enfrentar al Imperio.

Los sucesos que siguieron al establecimiento de la República iban a profundizar estas posiciones. China iba a participar de la Primera Guerra Mundial del lado de los vencedores, con la esperanza de ser recompensada por las potencias con la devolución de su territorio y la eliminación de las condiciones depredadoras de los tratados desiguales. A su vez, el surgimiento de Woodrow Wilson en el escenario internacional también iba a generar ilusiones. Sus famosos Catorce Puntos incluían el derecho a la autodeterminación de los pueblos, algo muy sentido para los países coloniales o semicoloniales de Asia y África. Indios, turcos, chinos, coreanos, pensaron que Estados Unidos, que en esa época no había demostrado gran interés por Asia, iba a actuar como una defensa ante el salvaje imperialismo europeo.

Las decepciones, sin embargo, no iban a tardar en llegar. Para empezar, los países de Europa y Japón ya habían realizado un reparto de los territorios de China antes del comienzo de las conferencias de paz. El tratado de Versalles y sus discusiones previas solo agregaron insultos a la humillación.

Un ejemplo de esto fue el veto de Estados Unidos a la declaración (presentada por Japón) de que todas las naciones eran iguales. Como relata Pankaj Mishra en From the Ruins of Empire, Wilson no quería ofender al racista Primer Ministro de Australia, que hizo en la conferencia repetidos chistes sobre el canibalismo de los pueblos originarios de su país, y tampoco a Lord Balfour, representante del Reino Unido, que cuando se dijo que la Constitución de Estados Unidos afirmaba que todos los hombres habían sido creados iguales, expresó su incredulidad ante la idea de que “un hombre de África Central pudiese haber sido creado igual a uno europeo”. Mientras tanto, Lloyd George hablaba los africanos como “niggers”, y Clemenceau se quejaba porque “se encontraba atrapado entre feos japoneses, en una ciudad que estaba llena de atractivas mujeres rubias”.

La reacción de Asia no tardó en desatarse. En China en particular, el 4 de mayo de 1919, tres mil estudiantes marcharon para reclamar por los términos del Tratado de Versalles, y fueron severamente reprimidos por la policía. Esto derivó en grandes demostraciones callejeras, tanto de estudiantes como de trabajadores, que marcaron la primera incursión de las masas en la vida pública moderna del país. El movimiento que surgió de estas luchas, no iba a mantener ya las ilusiones de una ayuda de Occidente. Un joven Mao Zedong, en su texto La Gran Unión de las Masas, expresaba los sentimientos de muchos chinos de la siguiente manera: “En el presente, la condición de nuestra nación es terrible, la amargura de la existencia humana es intolerable, y nuestra sociedad pasa por su momento más oscuro. Existen muchos caminos posibles para resolver esta situación: desarrollar la educación y la industria, intentar de la mejor manera luchar por nuestra sociedad o ser agresivo, destruir la vieja sociedad y construir una nueva. En todo caso, la base de todos estos métodos es la gran unión de las masas”. La ayuda de Estados Unidos había desaparecido como posibilidad. En cambio, como inspiración de esta “gran unión de las masas”, Mao y otros pensadores dirigían sus miradas a la triunfante Revolución Rusa.

La URSS y China

Hay varios motivos que llevaron al acercamiento entre los activistas del Movimiento del Cuatro de Mayo y la Unión Soviética. Un tema central, por supuesto, será la cuestión nacional. Lenin, en debate con varios bolcheviques y revolucionarios, había logrado imponer como política del partido el reconocimiento al derecho de autodeterminación, y al otorgar también al mismo tiempo el derecho de secesión, lo había transformado en una política concreta (no como las vagas promesas de Wilson). A este reconocimiento, la teoría leninista había aportado además la tematización del Imperialismo como una forma particular del capitalismo, algo que había sido muy bien recibido en Asia.

Lenin, en este sentido, consideraba en sus recomendaciones al 12vo Congreso del Partido Bolchevique que “el resultado de la lucha va a ser determinado, en última instancia, por el hecho de que Rusia, China, India, etc.
constituyen la mayoría absoluta de la población mundial”. Tomando esto como base, la Unión Soviética recién formada tomó una serie de medidas para fomentar la revolución en esos países.

Las primeras resoluciones tuvieron un carácter simbólico. La publicación de los tratados secretos, y el rechazo a las concesiones que China había otorgado al Zarismo en los Tratados Desiguales, fueron recibidas con sorpresa y admiración por muchos chinos, dado que eran una renuncia unilateral a la opresión imperialista al mismo tiempo en el que las potencias occidentales se repartían Asia en Versalles.

E.H. Carr, en el tercer tomo de La Revolución Bolchevique 1917-1923, dedicado a la política exterior de la URSS, va a definir que el éxito en primera instancia de la misma va a estar dado por la combinación particular que había hecho el pensamiento de Lenin de las cuestiones coloniales y nacionales, con fines revolucionarios e internacionalistas. En la Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado, por ejemplo, se hablaba de una “completa ruptura con la bárbara política de la civilización burguesa, que basaba la prosperidad de los explotadores de unas pocas naciones elegidas en la esclavitud de centenares de millones de trabajadores en Asia, en las colonias en general y en los países pequeños”.

En este contexto, dos intelectuales, ambos profesores de la Universidad de Beijing, van a marcar el punto de conexión entre la Rusia Soviética y China: Chen Duxiu y Li Dazhao.

Chen Duxiu y Nueva Juventud

Chen Duxiu es una figura central dentro del desarrollo del comunismo en China. Su participación en el debate político empieza con la fundación de la revista Nueva Juventud (Xīn Qīngnián) en 1915. Por esta publicación pasaron casi todos los intelectuales que formaron el núcleo central inicial del Partido Comunista Chino, desde pensadores más políticos como Chen, Li o Qu Qiubai, hasta algunos de los mejores escritores de la época: Lu Xun y Zhou Zuoren, por ejemplo.

Varios de estos autores, especialmente los de mayor edad, habían vivido en carne propia la caída de una de las instituciones más viejas del Imperio Chino: Los exámenes que permitían el ingreso a la burocracia estatal, que fueron eliminados en 1905. Estos exámenes tenían como característica central la evaluación del conocimiento de los Clásicos, en particular la obra de Confucio (Kongzi), que en cierto sentido funcionaba como la base común de la cultura china. De acuerdo a Maurice Meisner (Mao’s China and After: A History of the People’s Republic) la eliminación de los exámenes permitió la formación por primera vez de una intelligentsia que no dependía del Estado, que iba a resultar el caldo de cultivo para la propagación de ideas revolucionarias.

Nueva Juventud, entonces, impulsaba un rechazo absoluto del confucianismo, proponiendo en cambio la adopción de valores europeos, como la democracia y la ciencia. Esto, sin embargo, no implicaba la idea de una democracia burguesa. Ya en 1915 Chen denunciaba que la desigualdad provenía de la sociedad (y no de la naturaleza, como afirmaban los darwinistas sociales), y su origen era la explotación capitalista. El socialismo era entonces la solución, dado que permitía el libre desarrollo de los individuos al buscar la eliminación de las restricciones de la sociedad.

Esta idea de socialismo, sin embargo, era más bien general, y podía combinarse bien con teorías reformistas. Este debate, entre reforma y revolución, iba a atravesar mucha de la obra de Chen y de los textos de Nueva Juventud, dividiendo al grupo que se había formado alrededor de la revista. Alrededor de 1919/1920, Chen ya se encontraba estudiando intensivamente el marxismo, y sus posiciones habían mutado a una postura más cercana a la clase obrera china, que en esa época se encontraba en pleno crecimiento. Ante el caso de un reclamo por condiciones dignas en una fábrica de Shanghai en 1920, por ejemplo, Chen se oponía a los que afirmaban que los trabajadores debían someterse a la benevolencia del dueño, diciendo que la lucha de los obreros no era solo por sus condiciones de vida, sino que implicaba además una lucha política por el control de los medios de producción. La perspectiva reformista, de esperar la benevolencia de los patrones era descartada, quedando solamente abierta la vía revolucionaria. Y estos grupos de intelectuales chinos, siguiendo el ejemplo de tantos otros anteriormente, se proponían para alcanzar este objetivo la formación de un partido. Uno de los que iba a tener, junto con Chen, un rol fundamental en esta tarea será Li Dazhao.

Li Dazhao

En los párrafos anteriores se pueden vislumbrar algunos de los problemas que resultaban centrales para los intelectuales y activistas chinos pre-1920: La cuestión de la reforma o la revolución, la cuestión del nacionalismo y el imperialismo y por último la cuestión entre la vieja y la nueva cultura. Li Dazhao va a agregar a esto un nuevo eje: la teoría y las masas.

Los intelectuales chinos de la época, en general, no se encontraban en la situación que Marx criticaba en su tan citada Tesis XI sobre Feuerbach. Muy pocos se planteaban solamente la interpretación del mundo, sino que la cuestión era transformarlo. Pero en la mayoría de los casos, esta intervención se pensaba en la dirección de arriba a abajo. Esto es algo típico de cierto pensamiento chino que pensaba la acción política en base a la noción de ejemplo. Por ejemplo, Confucio afirmaba en las Analectas (lunyu): “Si gobiernas al pueblo por medio de leyes y los mantienes en orden por medio de castigos, ellos eludirán los castigos pero perderán el sentido de la vergüenza. Pero si los gobiernas por medio de tu excelencia moral y los mantienes en orden por medio de tu conducta recta, ellos retendrán el sentido de la vergüenza y se pondrán a la altura de tu modelo.”

Li Dazhao va a cuestionar esta lógica, utilizando en parte el pensamiento marxista, pero también recuperando el daoísmo, la otra gran escuela filosófica china. El daodejing, texto clásico de esta línea filosófica, tiene ciertas inclinaciones que algunos comentaristas han ligado al anarquismo, sobre todo en lo que refiere a la potencialidad del autogobierno de las masas. Li Dazhao, en este sentido, va a ser un gran promotor de la unión de los intelectuales con los trabajadores y los campesinos, llamando a que los estudiantes abandonasen el camino de la reforma por arriba para dedicarse a despertar la potencia de la acción popular. De acuerdo a Meisner en Li Ta-Chao and the Origins of Chinese Marxism, el aporte de Li Dazhao para las ideas del futuro PCCh será fundamental en dos sentidos: Por un lado, por la confianza en la espontaneidad de las masas, en la idea de que la burocracia es el gran enemigo de los trabajadores. Por otro lado, en el énfasis que se le pondrá a la cuestión campesina como medio para alcanzar la revolución.

A modo de conclusión

En 1921, en un barco en el Lago Sur de Jiaxing, Zhejiang, y con presencia de Chen Duxiu, Mao Zedong y un observador de Comintern (Grigori Voitinsky), se produjo la fundación del Partido Comunista Chino. Con solo 50 miembros, pocos podían pensar que en tan solo cuatro años el Partido iba a tener un crecimiento tal que iba a constituirse en una amenaza para el Kuomintang, el partido del nacionalismo burgués.

El camino a la revolución, sin embargo, se iba a probar más difícil. Li Dazhao iba a morir en 1927, asesinado en las masacres que siguieron al período revolucionario de 1925-1927. Chen Duxiu, después de ser apartado de la dirección del partido en 1927, se iba a unir a la Oposición de Izquierda, lo que iba a motivar su expulsión definitiva del PCCh en 1929. Pero esto será parte de otro artículo.

La Izquierda Diario

 

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