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Mundo :: 20/05/2013

El Salvador: Movimientos electorales y correlaciones políticas

Dagoberto Gutiérrez
La guerrilla (hoy partido) FMLN, fue un agrupamiento político con predominancia de clases medias, vinculadas por un proyecto anti dictatorial pero no antisistémico

En la campaña electoral funcionan dos agrupamientos. En el primer agrupamiento actúan dos grandes tiendas constituidas por ARENA y el partido FMLN. ARENA expresa a una oligarquía decadente y el FMLN a una burguesía emergente. Ambos de derecha y compartiendo la búsqueda del control del aparato del Estado, toda vez que siendo sectores empresariales, necesitan del aparato estatal para asegurar la buena marcha de sus negocios. Volveremos sobre esto más adelante.

El segundo agrupamiento, constituido por el Movimiento Unidad y la candidatura del ex presidente Tony Saca, constituye la posibilidad de un proyecto burgués confrontado con el tradicional proyecto oligárquico.

Históricamente asistimos, muy probablemente, a la finalización del viejo Estado oligárquico montado en nuestro país desde finales del siglo XIX, que se ha mantenido, con algunas modificaciones, década tras década, incluso, con algunas Constituciones Políticas. Al quebrarse el predominio del sector cafetalero y al entrar en crisis planetaria el capitalismo neoliberal y la hegemonía del imperio estadounidense, en nuestro país se derrumba el viejo poder oligárquico y también su Estado y su bloque histórico. Este resulta ser el escenario político en el que se desarrolla la actual campaña electoral, y esto explica, aunque no suficientemente, por qué la confrontación electoral se desarrolla entre 3 proyectos de derecha, sin que juegue, aparentemente, ningún proyecto popular.

Por supuesto que es un momento de contradicciones, y es en este terreno, en el de las contradicciones, donde podemos encontrar las luces necesarias para entender lo que ocurre. Hemos dicho que entre ARENA y el partido FMLN funciona el interés común en el aparato estatal, y no funciona, todavía no, el verdadero interés, consistente en que la cúpula del partido FMLN constituye una nueva clase social burguesa con condiciones de formar una nueva fracción dominante dentro de una clase dominante que continúa pendiente de ser definida.

El final de la oligarquía cafetalera inició un vacío histórico y ese vacío es el que está llenando esta nueva cúpula empresarial partidaria. Hasta ahora, los sectores dominantes habían surgido, movidos por factores externos, vinculados a la tierra y jefeados por grupos familiares de origen extranjero, ya sea europeos o árabes. En el caso de la cúpula del FMLN, se trata de grupos humanos provenientes de la guerrilla del FMLN, que fue un agrupamiento político integrado por comunistas, anticomunistas y no comunistas, con predominancia de clases medias, vinculadas por un proyecto anti dictatorial pero no antisistémico.

Al final de la guerra de 20 años, las organizaciones integrantes se auto disolvieron para formar al partido nominado con el mismo nombre, y así, con el manto heroico de la guerrilla heroica, se hicieron parte del sistema político, sus mayores defensores y usufructuadores. Paso a paso, llegaron a ser una nueva burguesía con fuertes vasos comunicantes clasistas y empresariales que lo vinculan con la oligarquía que habita en ARENA; aunque estos vínculos no sean, por el momento, evidentes para la población ni para los electores, ni para algunos miembros de los dos partidos.

Hay que saber que ninguna de estas dos cúpulas partidarias piensa al aparato del Estado como fuerza subversiva para transformar la sociedad o al Estado mismo. Ambos entienden que se trata del botín a capturar, usufructuar y defender.

El ex presidente Saca significa, hasta ahora, el conflicto entre una cabeza oligárquica y una cabeza burguesa. Este conflicto puede ir más allá de la mera reacción ante la decisión de ARENA de expulsarlo de sus filas. Por supuesto que los alcances y profundidades dependerán de la cabeza política de Saca, de su compromiso, de su decisión de jugar un papel histórico, de sus aliados y alianzas, y de su voluntad o claridad de dejar de ser, en caso de ganar las elecciones, un presidente más, y convertirse en instrumento de transformación.

En este escenario, los candidatos de las dos tiendas electorales son figuras políticas débiles y debilitadas, sin capacidad cohesionadora ni discurso convocante, sin carisma y sin propuestas que anuncien transformaciones; más bien se trata de discursos similares. Aunque el candidato Quijano tiene la ventaja de poder hablar de un gobierno como el actual, caracterizado por la incapacidad y la falta de imaginación y la débil comunicación con las personas de carne y hueso.

En cuanto a Washington, hay que saber que hasta ahora, la Casa Blanca parece inclinarse hacia el entendimiento con sus viejos amigos y conocidos del partido ARENA. El imperio no parece entender el enorme potencial que para sus intereses ofrece la cúpula del partido FMLN.

En cuanto a Saca y su Movimiento Unidad, las encuestas últimas lo favorecen por encima del candidato Sánchez Cerén y cerca del candidato Quijano, aun cuando no se conocen planteamientos programáticos que anuncien un nuevo rumbo para el país, una nueva política o una nueva manera de hacer política. Pareciera que su ventaja depende del repudio ciudadano a las cúpulas arenera y del partido FMLN, y de la cuidadosa campaña que hasta ahora ha llevado el candidato Saca.

El escenario electoral no es lo más importante en el proceso político del país, porque ahora, ese ámbito, tiene que atravesar el terreno determinante que es el de la crisis histórica en la que se debate nuestro país.

La correlación electoral y sus resultados, así como lo que ocurre con las fuerzas participantes, son expresión de esta crisis. La situación de los partidos políticos, su descrédito y desprestigio, tiene raíces objetivas y responde a un momento histórico en el que se concentran largos años de deterioro estructural, de entrega del Estado oligárquico y de predominio del mercado. Y aunque en una primera mirada, los conflictos parecen ser personales y de choques de personalidades, lo cierto es que la hora política está pidiendo cuentas al antiguo y desgastado régimen, sin que los controladores del aparato estatal o las cúpulas empresariales se percaten que el conflicto no es de personas ni de personalidades, sino se trata de que las estructuras políticas y económicas del país carecen de condiciones para moverse y subsistir en el actual momento del capitalismo planetario. Un resultado electoral solo será previsiblemente transcendente para el país si expresa la posibilidad de establecer e iniciar un rumbo diferente. Y aquí está el aspecto decisivo de la coyuntura, porque ninguna de las 3 opciones electorales remonta el capitalismo salvaje, ni expresa elementos programáticos que vayan más allá de buscar una victoria electoral. En ese sentido, las correlaciones que se están construyendo a partir de las encuestas, anuncian problemas o ventajas. Los dos candidatos más débiles, Quijano y Sánchez Cerén, entran en un tobogán que parece amenazar sus mismas candidaturas, y ambos necesitan atacar a quien es su enemigo más cercano, y el ex presidente Saca parece crecer cada día mas.

Ahora bien, el movimiento popular no juega ningún papel político en este escenario, y éste es, justamente, el punto débil de la coyuntura. Es cierto que históricamente la derecha y figuras de la derecha han desempeñado papeles movilizadores, organizadores al servicio de la confrontación mayor con oligarquías asesinas, pero en esos momentos históricos, el movimiento popular ha estado organizado y movilizado. Basta recordar el papel del Dr. Arturo Romero en los años 44 del siglo pasado, o de Napoleón Duarte y Ernesto Claramount en los años 70 del mismo siglo.

En la actual coyuntura no ocurre así porque el pueblo luce desmovilizado, sin capacidad de acción y de reacción, sin propuesta política y sin cohesión, y todo esto define que, en esta coyuntura, el pueblo luce como objeto electoral y no como sujeto político. Este es el punto débil en la coyuntura. Aquí tenemos un retroceso histórico porque no existe ni funciona una conducción política que, situado en el pueblo, desde el pueblo, desde sus organizaciones, conduzca y determine los pasos y la dirección en la coyuntura. Hablo de movimiento político y no de partido político, porque en nuestra historia han sido estos movimientos los que han asegurado los avances, y en la actualidad, la conspiración política se vuelve compleja, fina y azarosa.

La construcción de un movimiento popular pasa por este momento electoral y lo remonta, pero este no es el mejor momento para eso, de lo que se trata es de que el pueblo supere aquella decisión de votar por el menos peor, o de ahorcarse en cualquiera de los 3 árboles del camino. El pueblo necesita pasar de ser objeto electoral a sujeto político, y aun cuando no deje de votar, juegue políticamente con su proyecto político, su programa, su relación directa con las personas que son candidatos, que construyan compromisos verificables, que incluso puedan decidir no votar en determinadas circunstancias, pero que los que lo hagan no lo hagan a ciegas. También se requiere que el pueblo capture la idea central de que el problema planteado tiene que ver con la lucha por un nuevo Estado, aunque ninguno de los contendientes se refiera a eso, porque siendo esto lo central, ha de aparecer en la cabeza de la gente.

Se trata de que la gente haga política en la coyuntura de manera independiente y que en lugar de ser simples votantes sean electores y actúen como tales. Esto quiere decir que la gente ha de expresar una opción económica, una opción política, una opción educativa, una opción de salud, una opción de género, una opción ambiental, de tal manera que el voto no sea referido simplemente a un candidato sino a un proyecto político, y que no sea el candidato el que se comprometa sino la persona. Se trata que la participación en política esté al servicio de hacer la política de la gente y no la de los partidos ni la de los candidatos. Solo así, la gente dejará de ser objeto o voto y podrá ser sujeto y elector.

Este programa social aparece vinculado a la crisis actual de la vida de las personas y por eso la exigencia de medidas gubernamentales ante la crisis resulta fundamental en la coyuntura. Aquí aparece el tema del crecimiento de la economía o el tema del desarrollo; ambas palabras son sospechosas y desacreditadas porque sepultan la sustentabilidad de la sociedad, que es lo decisivo para la gente. En la coyuntura no aparece aquella economía en donde quepamos todos, sino la economía de las grandes transnacionales, que exigen cabalmente el sacrifico de toda la gente ante el altar sagrado del crecimiento y del desarrollo. La posición de los partidos ante figuras como el “asocio para el crecimiento” ofrece para el pueblo toda una escuela de opción y definición de caminos porque las fronteras entre las izquierdas y las derechas partidarias han desaparecido y los partidos contendientes se muestran distantes, serviles a los grandes poderes económicos y evitando conflictos con las grandes empresas y con el imperio estadounidense.

Se trata de contaminar este ambiente electoral con lo político, de lograr que el pueblo irrumpa con su proyecto, sus necesidades y sus exigencias, que la elegancia perfumada de las instituciones partidarias sea desbordada por un pueblo cada vez más organizado y dispuesto a vender caro su voto y a distinguir entre los partidos que son empresas comerciales y sus proyectos, jugando independientemente. Se trata, en definitiva, que el pueblo use a la campaña electoral como instrumento y que no sea instrumento ni de los partidos, ni de los candidatos, ni del proceso electoral, y de que aprenda a impulsar el proceso político popular cruzando el mercado electoral.

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