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Europa :: 24/05/2010

El servicio secreto alemán, muy arbitrario a la hora de esclarecer su pasado nazi

Ingo Niebel
No fue casualidad cuando un diario conservador informó que el servicio secreto exterior abrió sus archivos sobre los oficiales nazis que trabajaban en su seno

En el mundo de los servicios secretos hay de todo menos una cosa: casualidades. Por lo tanto, no era ninguna casualidad cuando a mediados de marzo el diario conservador «Frankfurter Allgemeine Zeitung» sorprendió con la noticia de que el servicio secreto exterior, el Bundesnachrichtendienst (BND), había abierto sus archivos sobre los oficiales nazis de las SS que trabajaban en su seno.

El servicio de inteligencia está adscrito a la Cancillería Federal de Berlín. Su misión consiste en proporcionar al Gobierno alemán las informaciones que necesita para su trabajo. Se habla más de sus fracasos que de sus éxitos. Muy dañina para su imagen resulta su vinculación con el nacionalsocialismo.

En marzo, por fin, un redactor del diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung» recibió el permiso para acceder a documentos clasificados que certifican cómo a principios de los años sesenta un grupo especial del BND buscaba entre sus 2.500 funcionarios a aquellos que habían participado en los crímenes que el nazismo cometió durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45).

Al final de aquella investigación la lista contenía los nombres de 200 personas que procedían de la Oficina General de la Seguridad del Reich (RSHA), a la que pertenecieron tanto la Gestapo como el servicio secreto de las SS, el SD. En 1965, sólo 71 hombres tuvieron que dejar el servicio, pero no para ser juzgados por sus crímenes contra la humanidad sino para disfrutar de su jubilación anticipada.

Pocas novedades

Lo único nuevo en este asunto era que el BND permitió el acceso a aquellos documentos porque el hecho de que hubiera fichado a oficiales de las SS era cualquier cosa menos un secreto. Desde 1961, cuando se detuvo al topo Heinz Felfe, se sabía que contaba entre sus filas con miembros de las SS que habían cometido atrocidades y que, por lo tanto, eran vulnerables a ser chantajeados por la KGB soviética como el propio Felfe.

Además, hace ya una década que los Archivos Nacionales de EEUU publicaron los nombres de los nazis que trabajaron al servicio de la CIA.

Por lo tanto, la «apertura» del BND ha llegado bastante tarde. Además, es un tanto hipócrita porque, una vez más, se centra sólo en las SS aunque ha quedado demostrado que la «guerra de liquidación», el Vernichtungskrieg, la llevaron a cabo tanto las SS como las Fuerzas Armadas.

El servicio de inteligencia del Ejército de Tierra lo dirigió el general Reinhard Gehlen. Después de la derrota bélica se puso al servicio de EEUU para seguir luchando contra el comunismo. Bajo la tutela de la CIA, la Organisation Gehlen se convirtió, en 1947, en el embrión del posterior BND, que adquirió este denominación en 1956. Los altos puestos fueron ocupados por militares para, de esta forma, proteger a sus compañeros de las SS. Gehlen mantenía a todos aquellos que, además de ser miembros de las SS, ostentaban un rango militar o policial o que militaban en la denominada SS de Armas. A la luz de la investigación histórica no sólo esa decisión era arbitraria sino también lo es la reciente desclasificación de los documentos.

Con ello el servicio de inteligencia pretende lavar su imagen y desviar la atención de otro caso mucho más importante.

Los artículos del «Frankfurter Allgemeine Zeitung» salieron una semana antes de que se celebraría la fiesta inauguración del nuevo cuartel general que el BND está construyendo, con un presupuesto de 1.200 millones de euros, en la Chausseestraße de Berlín.

Cortina de humo

Para lucir como un servicio moderno, los agentes optaron por deshacerse de su pasado nazi. Por eso, con los artículos del «Frankfurter Allgemeine Zeitung», que fueron secundados por informaciones similares en otros medios, crearon una cortina de humo tras la que quieren esconder su colaboración con aquellos miembros de las SS que no llegaron a ser funcionarios.

Uno de estos colaboradores era nada más y menos que el organizador del exterminio de los judíos, Adolf Eichmann. En 1958, el BND informó a la CIA de que lo tenía fichado bajo el nombre clave de Clement y con la identidad falsa de Ricardo Clement, residente en Buenos Aires. En 1960, el Mossad israelí lo secuestró y lo llevó a Israel donde murió en 1962 tras ser condenado a muerte.

La versión oficial del secuestro la cuestiona la periodista alemana Gaby Weber. Según sus pesquisas, Eichmann fue entregado a los israelíes porque sabía demasiado sobre la colaboración entre Bonn, Tel Aviv y Buenos Aires a la hora de dotar al Gobierno israelí de la bomba atómica.

En Argentina vivían unos cuantos científicos alemanes, expertos del programa nuclear de Hitler. A Bonn le interesaba la colaboración con Tel Aviv porque su industria nuclear tenía prohibidas dichas labores en Alemania e Israel se enfrentaba al problema de que el entonces presidente de EEUU, John F. Kennedy, quería evitar que obtuviera la bomba atómica.

Weber recibió el visto bueno de la Cancillería alemana para poder consultar los documentos relativos a la conexión del BND con Eichmann, pero de repente el permiso se le fue retirado. La periodista se ha dirigido al Tribunal Federal de lo Contencioso para que decida sobre su acceso a los 4.500 folios secretos. El BND argumenta que perdería su fiabilidad ante los demás servicios, porque la mayoría de los documentos proceden de un ente «extranjero».

Más bien parece que Berlín y Tel Aviv no quieren que se vuelva a hablar ni de la colaboración de Eichmann y otros nazis con los sionistas antes del genocidio ni de su continuación después, cuando está en marcha la actual campaña mediática contra Irán, que hace referencia exclusivamente a su bomba nuclear vinculándole con la negación del Holocausto.

Gara

 

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