El sombrío futuro de Europa (y II)
El resultado más probable de la guerra de Ucrania es un conflicto congelado entre una Rusia cada vez más poderosa y una Ucrania reducida a un estado residual, respaldada por una Europa débil
El 11 de noviembre de 2025, John J. Mearsheimer, intervino en Bruselas, en el Parlamento Europeo, sobre "El sombrío futuro de Europa", esta es la transcripción de la charla. John J. Mearsheimer es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago y coautor de 'El lobby israelí y la política exterior de EEUU'. Segunda parte
El curso de la guerra hasta ahora
Permítanme ahora hablar sobre el curso de la guerra. Tras el fracaso de las negociaciones de Estambul en abril de 2022, el conflicto de Ucrania se convirtió en una guerra de desgaste con marcadas similitudes a la I Guerra Mundial en el frente occidental. La guerra, una contienda brutal, se ha prolongado durante más de tres años y medio. Durante ese tiempo, Rusia se ha anexionado formalmente 4 óblasts (provincias) ucranianos, además de Crimea, que pasó a ser parte de Rusia en 2014 tras un referéndum con amplia participación. En efecto, tras sendos referendos Rusia se ha anexionado hasta ahora cerca del 22 % del territorio ucraniano anterior a 2014, todo ello situado en la parte oriental del país.
Occidente ha brindado un apoyo inmenso a Ucrania desde que estalló la guerra, haciendo todo lo posible sin participar directamente en el conflicto. No es casualidad que los líderes rusos consideren que su país está en guerra con Occidente. Sin embargo, Trump está decidido a limitar drásticamente el papel de EEUU en la guerra y trasladar la responsabilidad del apoyo a Ucrania a Europa.
Rusia está ganando claramente la guerra y probablemente prevalecerá. La razón es simple: en una guerra de desgaste, cada bando intenta diezmar al otro, lo que significa que quien tenga más soldados y mayor potencia de fuego probablemente saldrá victorioso. Rusia cuenta con una ventaja significativa en ambos aspectos. Por ejemplo, Syrskyi afirma que Rusia tiene actualmente tres veces más tropas desplegadas en la guerra que Ucrania y que, en algunos puntos del frente, los rusos superan en número a los ucranianos en una proporción de 6 a 1. De hecho, según numerosos informes, Ucrania no tiene suficientes soldados para cubrir mínimamente todas sus posiciones en el frente, lo que facilita la penetración de las fuerzas rusas en sus líneas.
En términos de potencia de fuego, durante la mayor parte de la guerra, la ventaja rusa en artillería --un arma crucial en la guerra de desgaste-- se ha estimado en proporciones de 3:1, 7:1 o 10:1. Rusia también cuenta con un enorme arsenal de bombas planeadoras de alta precisión, que ha utilizado con letal eficacia contra las defensas ucranianas, mientras que Kiev apenas dispone de ellas. Si bien no cabe duda de que Ucrania posea una flota de drones muy eficaz, inicialmente superior a la rusa, Rusia ha revertido la situación en el último año y ahora tiene la ventaja tanto en drones como en artillería y bombas planeadoras.
Es importante destacar que Kiev no tiene una solución viable a su problema de mano de obra, ya que su población es mucho menor que la de Rusia y sufre de evasión del servicio militar y deserción. Ucrania tampoco puede abordar el desequilibrio armamentístico, principalmente porque Rusia cuenta con una sólida base industrial que produce grandes cantidades de armamento, mientras que la base industrial ucraniana es escasa. Para compensar esta situación, Ucrania depende en gran medida de Occidente en materia de armamento, pero los países occidentales carecen de la capacidad de producción necesaria para igualar la producción rusa. Para colmo, Trump está ralentizando el flujo de armamento estadounidense hacia Ucrania.
En resumen, Ucrania está en clara desventaja numérica y de armamento, lo cual es fatal en una guerra de desgaste. Además de esta grave situación en el campo de batalla, Rusia cuenta con un enorme arsenal de misiles y drones que utiliza para atacar en profundidad en Ucrania y destruir infraestructura crítica y depósitos de armas. Si bien Kiev tiene la capacidad de alcanzar objetivos en el interior de Rusia, su poder de ataque está muy lejos del de Moscú. Es más, atacar objetivos en territorio ruso tendrá escaso efecto en el desarrollo de esta guerra.
Las perspectivas para un acuerdo pacífico
¿Qué hay de las perspectivas de una solución pacífica? Durante 2025 se habló mucho sobre cómo encontrar una solución diplomática para poner fin a la guerra. Esta conversación se debe en gran parte a la promesa de Trump de que resolvería la guerra antes de llegar a la Casa Blanca o poco después. Evidentemente, fracasó; de hecho, ni siquiera estuvo cerca de lograrlo. La triste realidad es que no hay esperanza de negociar un acuerdo de paz significativo. Esta guerra se decidirá en el campo de batalla, donde es probable que los rusos obtengan una victoria que resulte en un conflicto congelado entre Rusia, por un lado, y Ucrania, Europa y EEUU, por el otro. Permítanme explicarlo.
Resolver la guerra por la vía diplomática es imposible debido a las demandas irreconciliables de las partes enfrentadas. Moscú insiste en que Ucrania debe ser un país neutral, lo que implica que no puede pertenecer a la OTAN ni contar con garantías de seguridad significativas por parte de Occidente. Los rusos también exigen que Ucrania y Occidente reconozcan la anexión de Crimea y las cuatro regiones del este de Ucrania. Su tercera demanda clave es que Kiev limite el tamaño de sus fuerzas armadas hasta el punto de que no representen una amenaza militar para Rusia.
Como era de esperar, Europa, y especialmente Ucrania, rechazan categóricamente estas demandas. Ucrania se niega a ceder territorio alguno a Rusia, mientras que los líderes europeos y ucranianos siguen presionando para que Ucrania ingrese en la OTAN o, al menos, para que Occidente le proporcione a Kiev una garantía de seguridad sólida. Desarmar a Ucrania hasta un punto que satisfaga a Moscú es también una opción inviable. No hay manera de que estas posturas opuestas puedan conciliarse para lograr un acuerdo de paz.
Así pues, la guerra se decidirá en el campo de batalla. Si bien Rusia ganará, no obtendrá una victoria decisiva que le permita conquistar toda Ucrania. En cambio, es probable que consiga una victoria desigual, ocupando entre el 20 y el 40 por ciento del territorio ucraniano anterior a 2014, mientras que Ucrania se convertirá en un estado residual disfuncional que abarcará el territorio que Rusia no conquiste. Es improbable que Moscú intente conquistar toda Ucrania, ya que el 60 por ciento occidental del país está poblado por ucranianos étnicos que se resistirían ferozmente a una ocupación rusa y la convertirían en una pesadilla para las fuerzas de ocupación.
En resumen, el resultado más probable de la guerra de Ucrania es un conflicto congelado entre una Rusia cada vez más poderosa y una Ucrania reducida a un estado residual, respaldada por Europa.
Consecuencias
Ahora analizaré las posibles consecuencias de la guerra de Ucrania, centrándome primero en las consecuencias para Ucrania y, a continuación, en las consecuencias para las relaciones entre Europa y Rusia. Finalmente, abordaré las posibles consecuencias dentro de Europa, así como para la relación transatlántica.
Para empezar, Ucrania ha quedado prácticamente devastada. Ya ha perdido una parte sustancial de su territorio y es probable que pierda aún más antes de que cesen los combates. Su economía está hecha trizas, sin perspectivas de recuperación a corto plazo, y según los cálculos más realistas, ha sufrido aproximadamente un millón de bajas, una cifra estremecedora para cualquier país, pero sobre todo para uno que se dice que está en una espiral demográfica descontrolada. Rusia también ha pagado un precio significativo, pero no ha sufrido ni de lejos tanto como Ucrania.
Es casi seguro que Europa seguirá aliada con la Ucrania residual en un futuro previsible, dados los costos irrecuperables y la profunda rusofobia que impregna Occidente. Sin embargo, esta relación continua no beneficiará a Kiev por dos razones. Primero, incentivará a Moscú a interferir en los asuntos internos de Ucrania para causarle problemas económicos y políticos, de modo que no represente una amenaza para Rusia y no esté en condiciones de unirse a la OTAN ni a la UE. Segundo, el compromiso de Europa de apoyar a Kiev a toda costa motiva a los rusos a conquistar la mayor cantidad de territorio ucraniano posible mientras la guerra continúa, para maximizar la debilidad del Estado residual ucraniano que subsista una vez que el conflicto se congele.
¿Qué depara el futuro a las relaciones entre Europa y Rusia? Probablemente serán tensas a largo plazo. Tanto los europeos como, sin duda, los ucranianos, intentarán socavar los esfuerzos de Moscú por integrar los territorios ucranianos anexionados a la Gran Rusia, además de buscar oportunidades para generarles problemas económicos y políticos. Rusia, por su parte, buscará oportunidades para causar problemas económicos y políticos dentro de Europa y entre Europa y EEUU. Los líderes rusos tendrán un fuerte incentivo para fracturar a Occidente lo máximo posible, ya que Occidente casi con seguridad tendrá a Rusia en la mira. Y no hay que olvidar que Rusia trabajará para mantener a Ucrania disfuncional, mientras que Europa trabajará para que funcione.
Las relaciones entre Europa y Rusia no solo serán tensas, sino también peligrosas. La posibilidad de que la OTAN termine lanzando una guerra estará siempre presente. Además del riesgo de que se reanude la guerra entre Ucrania y Rusia --después de todo, Ucrania querrá recuperar su territorio perdido--, existen otros seis puntos críticos donde podría estallar una guerra entre Rusia y uno o más países europeos.
En primer lugar, consideremos el Ártico, donde el deshielo ha propiciado la competencia por rutas marítimas y recursos. Recordemos que siete de los ocho países ubicados en el Ártico son miembros de la OTAN. Rusia es el octavo, lo que significa que está en desventaja numérica de siete a uno frente a los países de la OTAN en esa zona de importancia estratégica. Pero es el que más costas tiene sobre ese océano.
El segundo punto crítico es el mar Báltico, a veces denominado «lago de la OTAN» por estar rodeado en gran parte por países de dicha alianza. Esta vía marítima, sin embargo, reviste vital importancia estratégica para Rusia, al igual que Kaliningrado, tercer punto crítico, el enclave ruso en Europa del Este también rodeado por países de la OTAN.
El cuarto punto crítico es Bielorrusia, que, por su tamaño y ubicación tiene una importancia estratégica para Rusia, comparable a la de Ucrania. Es seguro que los europeos y los estadounidenses intentarán instaurar un gobierno prooccidental en Minsk tras la salida del presidente Aleksandr Lukashenko y, con el tiempo, convertirla en un bastión enemigo en la frontera rusa.
Quinto punto crítico: Occidente ya está profundamente involucrado en la política de Moldavia, país que no solo limita con Ucrania, sino que además alberga la región separatista de Transnistria, que pidió y obtuvo la ayuda de tropas rusas.
El último punto crítico es el Mar Negro, de gran importancia estratégica tanto para Rusia como para Ucrania, así como para varios países de la OTAN: Bulgaria, Grecia, Rumania y Turquía. Al igual que en el Mar Báltico, existe un alto potencial de conflictos en ese mar.
Todo esto quiere decir que, incluso después de que Ucrania se convierta en un conflicto congelado, Europa y Rusia seguirán manteniendo relaciones hostiles en un contexto geopolítico plagado de puntos conflictivos. En otras palabras, la amenaza de una gran guerra europea no desaparecerá cuando cesen los combates en Ucrania.
Ahora bien, analicemos las consecuencias de la guerra de Ucrania en Europa y sus probables efectos en las relaciones transatlánticas. Para empezar, es fundamental recalcar que una victoria rusa en Ucrania --incluso si, como anticipo, es una victoria cruenta-- supondría una derrota devastadora para Europa. Dicho de otro modo, sería una derrota devastadora para la OTAN, que ha estado profundamente involucrada en el conflicto ucraniano desde su inicio en febrero de 2014. De hecho, la alianza se comprometió a derrotar a Rusia desde que el conflicto se convirtió en una guerra a gran escala en febrero de 2022.
La derrota de la OTAN provocará recriminaciones entre los Estados miembros y también dentro de muchos de ellos. Determinar quién es el responsable de esta catástrofe será crucial para las élites gobernantes europeas, y sin duda habrá una fuerte tendencia a culpar a otros y eludir la propia responsabilidad. El debate sobre «quién perdió Ucrania» se dará en una Europa ya convulsionada por la inestabilidad política, tanto entre países como dentro de ellos.
Además de estas luchas políticas, algunos cuestionarán el futuro de la OTAN, dado que no logró contener a Rusia, país que la mayoría de los líderes europeos consideran una amenaza mortal. Y muchos cuestionarán la necesidad de gastar sumas tan grandes en armamentos. Parece casi seguro que la OTAN será mucho más débil tras el fin de la guerra de Ucrania que antes de que esta comenzara.
Cualquier debilitamiento de la OTAN tendrá repercusiones negativas para la UE, ya que un entorno de seguridad estable es esencial para su desarrollo, y la OTAN es clave para la estabilidad en Europa. Dejando a un lado las amenazas a la UE, la drástica reducción del suministro de gas y petróleo a Europa desde el inicio de la guerra ha perjudicado gravemente a las principales economías europeas y ha ralentizado el crecimiento en la zona euro en su conjunto. Existen motivos fundados para pensar que el crecimiento económico en toda Europa está lejos de recuperarse por completo de la crisis de Ucrania.
Una derrota de la OTAN en Ucrania probablemente desencadenará un cruce de acusaciones entre ambos lados del Atlántico, especialmente dado que Trump se ha negado a apoyar a Kiev con la misma firmeza que Biden y, en cambio, ha presionado a los europeos para que asuman una mayor responsabilidad en mantener a Ucrania en el conflicto. Así, cuando la guerra finalmente termine con una victoria rusa, Trump podrá acusar a los europeos de no haber estado a la altura de las circunstancias, mientras que los líderes europeos podrán acusar a Trump de abandonar a Ucrania en su momento de mayor necesidad. Por supuesto, las relaciones de Trump con Europa han sido tensas desde hace tiempo, por lo que estas recriminaciones solo empeorarán una situación ya de por sí grave.
Luego está la crucial cuestión de si EEUU reducirá significativamente su presencia militar en Europa o incluso retirará todas sus tropas de combate del continente. Como señalé al inicio de mi intervención, independientemente de la guerra de Ucrania, el histórico cambio de la unipolaridad a la multipolaridad ha creado un poderoso incentivo para que EEUU se centre en Asia Oriental, lo que en la práctica significa alejarse de Europa. Esta medida, por sí sola, podría poner fin a la OTAN, lo que equivale a decir el fin del papel pacificador estadounidense en Europa.
Lo ocurrido en Ucrania desde 2022 hace más probable ese desenlace. En resumen: Trump alberga una profunda hostilidad hacia Europa, especialmente hacia sus líderes, y los culpará de la derrota en Ucrania. No siente gran simpatía por la OTAN y ha descrito a la UE como un ente creado «para perjudicar a EEUU».
Además, el hecho de que Ucrania perdiera la guerra a pesar del enorme apoyo de la OTAN probablemente lo lleve a tachar a la alianza de ineficaz e inútil. Este argumento le permitirá presionar a Europa para que vele por su propia seguridad y no se aproveche de EEUU. En definitiva, parece probable que las consecuencias de la guerra de Ucrania, junto con el espectacular ascenso de China, erosionen las relaciones transatlánticas en los próximos años, en detrimento de Europa.
Conclusión
Para concluir, quisiera hacer algunas observaciones generales. Para empezar, la guerra de Ucrania ha sido un desastre. De hecho, es un desastre que casi con toda seguridad seguirá generando consecuencias en los años venideros. Ha tenido consecuencias catastróficas para Ucrania. Ha envenenado las relaciones entre Europa y Rusia de forma permanente y ha convertido a Europa en un lugar más peligroso. También ha causado graves daños económicos y políticos dentro de Europa (pero no dentro de Rusia, y menos tras la consolidación de su alianza con China) y ha deteriorado seriamente las relaciones transatlánticas.
Esta calamidad plantea la inevitable pregunta: ¿Quién es responsable de esta guerra? Esta pregunta no desaparecerá pronto, y es probable que, con el tiempo, cobre mayor relevancia a medida que la magnitud del daño se haga más evidente para más personas.
La respuesta, por supuesto, es que EEUU y sus aliados europeos son los principales responsables. La decisión de abril de 2008 de incorporar a Ucrania a la OTAN, que Occidente ha impulsado sin descanso desde entonces, reforzando ese compromiso una y otra vez, es la principal causa de la guerra de Ucrania.
La mayoría de los líderes europeos, sin embargo, culparán al presidente Putin de haber provocado la guerra y, por ende, de sus terribles consecuencias. Pero se equivocan. La guerra se podría haber evitado si Occidente no hubiera decidido integrar a Ucrania en la OTAN, o incluso si hubiera retractado de ese compromiso una vez que Rusia manifestó claramente su oposición. De haber sido así, Ucrania casi con seguridad estaría hoy intacta dentro de sus fronteras anteriores a 2014, y Europa sería más estable y próspera. Pero esa oportunidad ya pasó, y Europa ahora debe afrontar las desastrosas consecuencias de una serie de errores evitables.
The American Conservative, 18/11/25







