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Bolivia :: 23/02/2006

El "capitalismo andino-amazónico" de García Linera. Estado, política y economía

Juan Pedro Denaday
Linera y el MAS han optado por el camino del salvataje estatal a la caducidad histórica de las clases dominantes, cuando el único camino verdaderamente nacionalista y antiimperialista consiste en reconstruir la nación boliviana sobre nuevas bases sociales

El flamante vicepresidente electo en la fórmula con Evo Morales, el intelectual Álvaro García Linera, ha declarado durante la campaña electoral que el proyecto del MAS es constituir lo que él denomina un tipo de "capitalismo andino-amazónico". Como su función en el transcurso de la disputa electoral fue estrechar la brecha existente entre el líder indígena y sectores importantes de las capas medias de la sociedad, la moderación de su discurso en varias cuestiones responde en gran medida a la resolución de este problema político.

Pero además, puesto que García Linera se ha transformado en el nuevo ideólogo del MAS, resume el proyecto estratégico de gestión estatal que pretende tener su próximo gobierno, que consistiría como él mismo explica en "...la construcción de un Estado fuerte, que regule la expansión de la economía industrial, extraiga sus excedentes y los transfiera al ámbito comunitario para potenciar formas de autoorganización y desarrollo mercantil propiamente andino y amazónico (...) Hoy pensamos que, al menos, podemos idear un modelo para que lo comunitario deje de estar subsumido de manera brutal a la economía industrial, evitando que lo moderno exprima y quite todas sus energías a lo comunitario, potenciando su desarrollo autónomo. Para ello contamos con el Estado y con el excedente de los hidrocarburos nacionalizados.

El triunfo del MAS abre una posibilidad -prosigue Linera- de transformación radical de la sociedad y el Estado, pero no en una perspectiva socialista (al menos en corto plazo), como plantea una parte de la izquierda. Actualmente hay dos razones que no permiten visualizar la posibilidad de un régimen socialista en nuestro país. Por un lado existe un proletariado minoritario e inexistente políticamente; y no se construye socialismo sin proletariado. Segundo: el potencial comunitarista agrario y urbano está muy debilitado. (...) Lenin proponía soñar con los ojos abiertos, lo que significa tener la capacidad de mirar el horizonte estratégico, pero saber manejar la táctica. El capitalismo andino-amazónico es la manera que, creo, se adapta más a nuestra realidad para mejorar las posibilidades de las fuerzas de emancipación obrera y comunitaria a mediano plazo. Por eso, lo concebimos como un mecanismo temporal y transitorio"[1].

El sociólogo Linera, que ha pasado en muy poco tiempo de propagar un autonomismo indigenista basado en las teorías de Negri y Holloway ha abrazar el estatismo capitalista, desarrolla una serie de argumentos interesantes de porque él se decide por la "táctica" de apostar a un desarrollo capitalista para la Bolivia de las próximas décadas. Dicho sea de paso, con este discurso García Linera ya le está dando a su gobierno un carácter ideológicamente más conservador que el de Chávez, porque aunque sea desde un punto de vista abstracto y retórico el presidente venezolano ha iniciado el debate sobre el "socialismo del siglo XXI", lo que contribuye -aún de forma contradictoria y confusa- a relanzar el ideario socialista.

La apuesta de Linera consiste en retomar el viejo capitalismo de Estado, que se inició en los años 30 con los militares nacionalistas y se potenció luego de la revolución del 52, y fue sistemáticamente desmantelado por el neoliberalismo que comenzó a instalarse desde mediados de los 80. El capitalismo de Estado de los 50 con el nacionalismo revolucionario en el poder, que incluyó la nacionalización efectiva de las minas de estaño y una reforma agraria, fue el reflejo de la mayor relación de fuerzas impuesta por las masas bajo el modo capitalista de producción. El capitalismo de Estado cumplió un doble papel de respuesta al atraso boliviano. En primer lugar, fue la forma de encarar un proyecto capitalista nacional desde el Estado porque no existía una burguesía orgánica que pudiera llevarlo a cabo. Así el capitalismo fue consolidado casi pura y exclusivamente desde el aparato estatal.

Por otra parte, la centralización estatal de la economía fue la forma de fortalecer relativamente un andamiaje estatal e institucional históricamente débil, de características "orientales"[2] para usar un término gramsciano, más aún frente al doble poder establecido por las milicias obreras de la COB posteriormente a la revolución del 52. Bajo el régimen del capitalismo de Estado, el gobierno nacionalista del MNR, trabajó sistemáticamente para desarticular y derrotar políticamente el doble poder impuesto por la COB, lo que implicó en primer lugar la progresiva reconstrucción del ejército burgués regular. Este proceso culminó hacia 1964 con una victoria política de las clases dominantes, que ganaron para si al campesinado y sellaron una alianza social reaccionaria contra el proletariado.

Es decir, que más allá de las conquistas indiscutibles que significaron para la clase obrera y los campesinos bolivianos la nacionalización de la economía y la reforma agraria, dada la incapacidad del proletariado de conquistar el poder y dirigir políticamente este proceso, a mediano plazo la burguesía y el imperialismo derrotaron a la clase trabajadora. Esta experiencia histórica permite ver la relación dialéctica que existe entre política y economía, y entre tareas democrático-burguesas y socialistas. Garcia Linera apunta a un problema real, en este estricto sentido, cuando señala que el "capitalismo andino-amazónico" es una cuestión táctica[3].

Porque en los países semi-coloniales y en particular en algunos particularmente atrasados como es Bolivia, hay muchas tareas de carácter nacional democrático-burgués que están inconclusas todavía; pero que no pueden ser realizadas más que mediante un proyecto socialista. Incluso más, luego del "estado mínimo" neoliberal, la recuperación de espacios de la economía capitalista por el Estado constituye un proceso progresivo y de conquistas parciales que son siempre importantes. Pero aún así es indudable que no existe ninguna posibilidad de desarrollo nacional de las fuerzas productivas sino se parte de expropiar a las empresas capitalistas que realizan una explotación mercantil de los recursos naturales y sectores estratégicos de la economía, que deben ser explotados en función de las necesidades sociales y naturales, y no mediante la lógica depredadora del mercado capitalista.

Pero el problema es sobre todo político, porque la cuestión no sólo qué tareas deben ser llevadas a cabo, sino por quién y de que forma. Así el proyecto de reflotar el capitalismo de Estado de García Linera y el MAS constituye no una opción táctica sino estratégica porque pretende reflotar la repetición de un fracaso histórico; que consiste en la artificialidad de realizar desde la gestión del Estado capitalista lo que una burguesía (anti)nacional, retrógrada y proimperialista es completamente incapaz de llevar a cabo por su condición históricamente caduca como clase social progresiva.

En Bolivia sucede lo que señalaba agudamente José Carlos Mariátegui para el Perú, es la historia de un doble fracaso: el de la construcción de una nación y de un desarrollo capitalista moderno. El peso del colonialismo en la formación económica y unas clases dominantes sin "espíritu capitalista" bloquearon la posibilidad de un desarrollo capitalista progresivo. El proyecto de reconstruir la Nación se imbrica entonces con la necesidad de construir el socialismo y la vía política de su realización es la acción de las fuerzas populares mediante la unión revolucionaria de obreros y campesinos[4].

Las opciones estratégicas son, entonces, políticas. Linera y el MAS han optado por el camino del salvataje estatal a la caducidad histórica de las clases dominantes, cuando el único camino verdaderamente nacionalista y antiimperialista consiste en reconstruir la nación boliviana sobre nuevas bases sociales, a través de la proyección política revolucionaria de la clase trabajadora y los millones de campesinos e indígenas pobres.

Buenos Aires, 16 de febrero de 2006. Este artículo es ANEXO de ¿Qué representa el gobierno del MAS?

ormación en La Haine: ¿Existe un capitalismo distinto al que conocemos?


Notas

[1] El "capitalismo andino-amazónico", Álvaro García Linera, Le Monde Diplomatique, enero de 2006.
[2] "En Oriente, el estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente existía una relación apropiada entre estado y sociedad civil, y cuando el estado temblaba, la robusta estructura de la sociedad civil se manifestaba en el acto. El estado sólo era una trinchera avanzada, tras la cual había un poderoso sistema de fortalezas y casamatas (...) La sólida estructura de las democracias modernas, tanto como organizaciones del estado como en cuanto complejos de asociaciones en la sociedad civil, son para el arte de la política lo que las "trincheras" y las fortificaciones permanentes del frente son para la guerra de posición. Convierten el elemento de movimiento, que solía ser el "todo" de la guerra, en algo meramente "parcial". Esta cuestión se plantea para los estados modernos, pero no para los países atrasados o para las colonias, donde todavía siguen en vigor formas que en todas partes han sido superadas y se han transformado en anacrónicas." Antonio Gramsci, La política y el Estado moderno, editorial Planeta-Agostini. Más precisamente, "En Bolivia, la clase obrera utilizó con éxito una característica de la realidad que era la debilidad estructural del aparato del Estado, la débil articulación del sistema estatal, su falta de instalación precisa en el tiempo. Es una clase que creció a expensas del poder estatal de sus enemigos, aunque todavía, si así puede decirse, sin vencerse a si misma, o sea, sin pasar de su formidable fuerza espontánea a su organización como partido proletario." El poder dual en América Latina, René Zavaleta Mercado, Siglo Veintuno Editores, primera edición 1974.
[3] No siempre las cuestiones meramente económicas son centrales en si mismas, sino que es fundamental en el marco de que proceso político y social son realizadas. Por ejemplo, León Trotsky, en su condición de miembro dirigente del gobierno bolchevique, sostuvo que el gobierno revolucionario se vio obligado a expropiar rápidamente por las necesidades de la guerra civil, pero que no hubiese sido lo mejor desde un punto de vista de una transición exclusivamente económica. Más aún, frente a la pregunta de un periodista norteamericano en marzo de 1918 de si la intención del partido gobernante era expropiar a los propietarios de las plantas industriales en Rusia, Trotsky respondió: "No, no estamos listos todavía para hacernos cargo de toda la industria. Esto vendrá a su tiempo, pero nadie puede decir cuán pronto. Por ahora, esperamos pagarles de las ganancias de una fábrica un cinco o seis por ciento al propietario sobre la inversión actual. A lo que apuntamos ahora es más al control que a la propiedad’. (Control obrero y nacionalización, entrevista con León Trotsky, en Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición, compilación de escritos de León Trotsky, CEIP, Buenos Aires). Luego de la guerra civil, la implementación de la NEP, que daba lugar a cierto margen de libre mercado y acumulación para revitalizar las fuerzas productivas destrozadas por la guerra imperialista y la civil sucesivamente, fue una medida económica que puede ser considerada de orientación capitalista y de apertura al mercado mundial. Sin embargo, aquí la clave era el control de los trabajadores a través del Estado y del partido bolchevique. En este sentido la política "determina" la economía.
[4] Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui, Editorial Gorla, Buenos Aires, 2005.

Corriente Praxis. http://www.corrientepraxis.org.ar/. Enviado por Correspondencia de Prensa. germain@chasque.net

 

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