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James Petras :: 17/12/2002

El verdadero Giuliani

James Petras - La Haine
Fue la expansión económica y el relativo pleno empleo lo que redujo la criminalidad en Nueva York, no las tácticas de Estado policiaco de Giuliani

La degeneración de los imperios, desde los tiempos romanos hasta el presente, comprende dos procesos interrelacionados:

(1) Corrupción masiva de la clase política y endeudamiento de sus principales ciudades, que conduce a la decadencia social;

(2) Arrogancia imperial desaforada, que conduce a los publicistas y políticos del imperio a formular las más vergonzosas justificaciones de guerras de conquista que provocan violenta resistencia dentro y fuera del imperio.

Una ciudad en bancarrota: la corrupción política e imperial

Mayor que el escándalo de Enron, la deuda "fuera de libros" en que incurrió el entonces alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, ha arruinado a esa ciudad. El alcalde recién electo, el multimillonario Bloomberg, se encontró con un endeudamiento de más de 25 mil millones de dólares, la mayoría del cual se refiere a compromisos "fuera de presupuesto" pactados por dependencias del gobierno de la ciudad en el periodo de Giuliani. En otras palabras, el ex alcalde ocultó deudas por una cantidad al menos cinco veces mayor que la más importante bancarrota corporativa en la historia empresarial estadunidense.

¿Cómo ocultó Giuliani la quiebra de Nueva York? Primero, manipulando el presupuesto. Su contabilidad presupuestal no incluyó la deuda creciente de varias dependencias. En segundo, reportó sólo dependencias que debían menos. Cuando dejó el cargo la "deuda oficial" era de unos 5 mil millones de dólares, de la cual culpó al "ataque terrorista del 11 de septiembre" y a la ineficacia de la ayuda del gobierno federal. Sólo posteriormente descubrió el nuevo alcalde que los libros fueron cocinados por su predecesor y que la ciudad de Nueva York estaba en una profunda crisis financiera, que hacía necesarios "severos recortes" en el gasto de salud, educación y servicios sociales, así como incrementos en impuestos regresivos para evitar el colapso.

¿Por qué incurrió Giuliani en tal ocultamiento o, más específicamente, qué explica el enorme déficit después de años de bonanza en Wall Street? El ex alcalde otorgó cientos de millones de dólares en deducciones de impuestos a todas las grandes empresas inmobiliarias de la ciudad y gastó miles de millones en incentivos para conservar y promover a Nueva York como "un centro global de las finanzas, los seguros, los bienes raíces y el turismo", con lo cual socavó la economía diversificada que prevalecía hasta entonces. Giuliani convirtió de hecho a Nueva York en una economía de un solo producto -los servicios-, profundamente vulnerable a la volatilidad del mercado de valores.

Durante el auge espectulativo del decenio de 1990, la estrategia de desarrollo de Giuliani pareció tener éxito: los ingresos por impuestos de Wall Street se incrementaron y el descenso del desempleo causó que la tasa de criminalidad decayera, como ocurrió en el resto del país. Sin embargo, con el colapso de la burbuja especulativa, los rampantes fraudes financieros y corporativos en Wall Street y las auditorías contables amañadas, los ingresos de la ciudad se redujeron.

Esta crisis fue anterior a los sucesos del 11 de septiembre de 2001, que sólo acentuaron la crisis estructural existente. En vez de admitir el fracaso de su "estrategia de economía de servicios", Giuliani exacerbó la crisis fiscal al otorgar aún mayores concesiones a Wall Street y a los multimillonarios magnates de los bienes raíces. Al crecer en progresión geométrica la deuda de la ciudad, Giuliani retiró cada vez más cuentas deudoras de los libros oficiales. En otras palabras, el gobierno de la ciudad siguió las prácticas de Wall Street, sólo que en escala mucho mayor.

En una vena similar, el presidente Bush minimiza en 50 por ciento el actual déficit fiscal de 400 mil millones de dólares despojando de fondos a la seguridad social para reducir aún más los impuestos a los súper ricos. En otras palabras, la corrupción y el fraude no son sólo problemas que afectan a Wall Street o a las grandes empresas, sino que permean las instituciones políticas más importantes.

El problema de la corrupción en gran escala y a largo plazo en el gobierno y en las instituciones económicas estadunidenses no sólo es de índole ética, sino sistémica: formalmente Estados Unidos es una democracia capitalista en la que los políticos y los directivos empresariales son responsables ante los ciudadanos y los accionistas. En la práctica, sin embargo, los políticos se han sumergido por completo en un mundo de capital especulativo, utilizando los ingresos fiscales para el singular propósito de subsidiar a las grandes empresas y reducir los impuestos que pagan. Con tal de desviar ingresos cuantiosos hacia los ricos, los políticos recurren a todos los subterfugios posibles, inclusive la contabilidad "extralibros" y otras formas de fraude y engaño.

En el caso de la ciudad de Nueva York, ni el nuevo alcalde ni los medios masivos -ni siquiera el New York Times- exponen y denuncian estas trapacerías, porque han sido los primeros en respaldar la estrategia económica de servicios financieros (especulativos). Entre los beneficiarios de estos fraudes en Nueva York se contaron la Hermandad de Sandy Weil, de Citibank; Zuckerman, el magnate de los bienes raíces; Hank Greenberg, rey de los seguros, y el ex alcalde Rudolph Giuliani. Pero para los medios estadunidenses todos ellos son intocables.

Precisamente al mismo tiempo que Elliot Spitzer, fiscal general de distrito de Nueva York, expone algunos de los casos más repugnantes de prácticas criminales corporativas en Wall Street, a Giuliani se le evalúa como posible presidente ejecutivo del consorcio WorldCom, verdadera piedra de escándalo. Tal vez el consejo de administración de esa empresa está impresionado por el éxito del ex alcalde en cocinar los libros de Nueva York y salir del cargo envuelto en aroma de rosas, mientras la ciudad global carga con una deuda de 25 mil millones de dólares.

Otros signos de degeneración

La degeneración del imperio se percibe en los arrogantes despliegues de cínica duplicidad de los altos funcionarios de Bush. Richard Perle, uno de los principales consejeros militares del presidente, alardeó de que "Estados Unidos atacará a Irak aunque los inspectores de la ONU no encuentren armas". Perle, amigo cercano del primer ministro israelí Ariel Sharon, expresó: "No veo cómo Hans Blix pueda decir más de lo que puede saber. Y todo lo que puede saber son los resultados de su propia investigación. Y eso no prueba que Saddam no posea armas de destrucción masiva".

En otras palabras, 300 inspectores trabajando 24 horas al día en todo Irak no obtendrán conocimientos que convenzan a un sicópata político como Perle, cuyo oído está afinado con el dedo que tiene en el gatillo. Estados Unidos ya ha decidido invadir Irak y todo el proceso de inspección es una farsa.

El imperio se expande, la república declina

Mientras las filas de desempleados que reciben ayuda alimentaria crecen de 25 a 30 por ciento en todo el territorio estadunidense, el presidente Bush incrementa la ayuda militar a Israel de 2 mil 400 millones de dólares a 14 mil millones. No hay oposición en el Congreso: el lobby judío eliminó a los dos legisladores negros que habrían dado prioridad a los pobres del país sobre los fondos destinados al Estado militar israelí.

Tras el estallido de la burbuja económica, la criminalidad está en ascenso en el país, en especial en Nueva York. El alcalde Oregon debe tomar nota de que fue la expansión económica y el relativo pleno empleo lo que redujo la criminalidad, no las tácticas de Estado policiaco de Giuliani.

El año nuevo

El 2003 será un año de ciudades en bancarrota, guerras imperiales y civiles. Los niveles de vida irán hacia abajo y las economías de Norteamérica y Europa entrarán en profunda recesión. Las descaradas mentiras y arrogantes exhibiciones de poder del gobierno de Bush dejarán poco lugar a la ilusión reformista.

Este año puede ser también el de levantamientos masivos y derrotas imperiales en el Oriente árabe, en los países andinos y en otros lugares. Surgirá una alianza revitalizada de trabajadores y fuerzas antimilitaristas en Europa. Tal vez los fraudes, guerras y mentiras se vuelvan tan odiosas, las filas de desempleados hambrientos lleguen a ser tan largas, y los ricos y poderosos tan arrogantes y abusivos, que hasta en Estados Unidos los ciudadanos descubran que los verdaderos terroristas son los que están allí sonriendo y saludando en sus pantallas de televisión.

Traducción para La Jornada: Jorge Anaya

 

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