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Argentina :: 13/01/2023

En Argentina nadie quiere recordar a Bolsonaro

Guillermo Cieza
La política partidaria disputa el sentido de todos los hechos que impactan en el plano local e internacional. En los últimos días la pelea ha sido por despegarse de Bolsonaro

Muy desacreditada por el fracaso de su asonada golpista, y responsabilizar al adversario por la cercanía con el ex- mandatario brasileño.

En el plano argumentativo Juntos por el Cambio [derecha] lleva las de perder. Bolsonaro se identificó siempre con las posturas de la derecha argentina. Hay muchas fotos entre dirigentes que los comprometen y frases como las de Patricia Bullrich que lo acreditan. Dijo en febrero de 2019: “Nosotros somos los maestros de las cosas que está haciendo Moro (el Juez que metió preso a Lula) en Brasil, de lo que está haciendo Bolsonaro”. Y también: “Brasil hace esto porque viene de un modelo político similar al modelo del que venímos nosotros”.

Bolsonaro apoyó en distintas elecciones al macrismo y se encargó de puntualizar que el kirchnerismo y el Frente de Todos [peronismo] de la Argentina, eran compinches de Lula. Hace cuatro meses, a horas del ballotage que terminaría perdiendo, afirmó: “La ideología del Presidente de Chile y la de Fernández es muy parecida a la de Lula. Nosotros no queremos perder nuestra libertad”.

El único argumento para vincular al gobierno del Frente de Todos con Bolsonaro fue la buena relación que construyó el ahora presidenciable, Daniel Scioli, con el ex- mandatario brasileño. Intentando argumentar por fuera de toda lógica, Juntos por el Cambio ha tratado de asociar la iniciativa del gobierno contra los Jueces de la Corte Suprema, o la movilización contra la reforma previsional, que fue protagonizada mayoritariamente por la izquierda, con el asalto a los edificios de los Poderes del Estado en Brasilia. Juntos por el Cambio no tiene argumentos para despegar de Bolsonaro, pero sí un poderoso aparato mediático capaz de imponer las ideas más disparatadas.

Tratando de profundizar más el análisis, es evidente que en la disputa geopolítica mundial, tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio han elegido alinearse con EEUU y las potencias occidentales aliadas. Pero en la actualidad ese alineamiento exige otras precisiones, porque la gran potencia del Norte vive una aguda crisis política interna y la disputa entre los demócratas de Biden y los republicanos de Trump es furibunda. El gobierno de Biden ha alentado o, al menos, no ha saboteado los triunfos de Petro en Colombia, Boric en Chile, Lula en Brasil y Fernández en la Argentina. Con la derrota de Bolsonaro, Trump ha perdido una ficha clave en América Latina. En el último intento golpista en Brasil, seguramente no faltaron generales que estaban comprometidos en la asonada. Pero el temprano apoyo de Biden a la continuidad democrática desalentó esa iniciativa.

Bolsonaro y el expresidente Macri.

Juntos por el Cambio se siente ganador de las próximas elecciones, pero en un marco regional que les será adverso, salvo que los republicanos recuperen el gobierno en las presidenciales de 2024 en EEUU.

En este nuevo contexto, las disputas políticas domésticas entre los grandes partidos se siguen incrementando. Amenazan trabar el funcionamiento del Congreso, por la postura de Juntos por el Cambio de no dar quorum en diputados si el gobierno no abandona el proyecto de enjuiciar al Juez Rosatti y sus compinches.

La disputa sobre las escuchas ilegales exhibe la descomposición de la política argentina. No hay posiciones doctrinarias, sólo intereses. Cuando estas sirvieron para meter presos a Héctor Timerman y otros funcionarios del gobierno de Cristina Fernández, Juntos por el Cambio y sus jueces adictos las daban como pruebas válidas y el peronismo ponía el grito en el cielo. Ahora ocurre a la inversa. Cuando las escuchas ilegales permiten desnudar la complicidad de grandes medios de prensa, jueces y dirigentes de derecha, e inclusive enjuiciar a miembros de la Corte Suprema, las posiciones se invierten. El gobierno las da por válidas y Juntos por el Cambio reclama por su origen dudoso.

Cada vez parece más evidente que estas disputas políticas sólo tienen el destino de neutralizarse y que los cambios en el país van a generarse por movimientos producidos en otros ámbitos. Por ejemplo, en el plano geopolítico, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, han elegido el bando de los perdedores. La alianza estratégica económico-militar entre China y Rusia y el multipolarismo en ascenso están ganando la batalla y harán ingresar al orden mundial en una nueva era, que no podemos asegurar que sea mejor, pero seguramente no contará con el gendarme de occidente, sancionando e interviniendo a los países que adopten posturas soberanas.

Por eso no será tan importante quién gane las elecciones en EEUU, sino cómo operarán los nuevos cambios mundiales en el orden local. En el nuevo contexto surgirán modificaciones por la decisión de los grandes grupos económicos locales, que tratarán de adaptarse a los nuevos escenarios y promoverán orientaciones que tendrán más peso que las que tomen los gestores de la política. No debe olvidarse a los pueblos, que sintiéndose cada vez menos representados por las grandes fuerzas políticas, pueden tomar cartas en el asunto.

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