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México :: 12/03/2018

Frida Kahlo: hija de la Revolución

Pilar Gambera
La mujer que marcó la historia de México con sus pasiones profundas

Nació en Coyoacán el 6 de Julio de 1907, sin embargo aseguraba haber nacido en 1910, año donde empezó a gestarse la Revolución Mexicana. Al igual que los ejércitos campesinos de Emiliano Zapata y Pancho Villa, Frida fue fruto de la revolución y de la tierra, de su tierra, su adorado México.

A la edad de 6 años Frida sufrió de poliomielitis, padecimiento que le dejó una pierna enferma de por vida y que comenzó a delinear el destino tortuoso por el que transitaría su cuerpo.

En 1925, a los 18 años “la ciudad que Frida tanto amaba y tanto temía, la atacó sin piedad”, expresa Carlos Fuentes en El Diario de Frida Kahlo. Un tranvía impactó contra el modesto autobús en el que Frida regresaba de la escuela, destrozándole la columna vertebral, el cuello, las costillas, la pelvis y las piernas. Un pasamanos atravesó su cuerpo como una lanza arrancándole para siempre la posibilidad de ser madre, uno de sus mayores anhelos. Desnuda y bañada en sangre, Frida recibió una lluvia de oro en polvo que la cubrió entera, proveniente de un paquete que llevaba un artesano al trabajo. Como el mismísimo sol, inmensa, brillante y regada de luz permaneció Frida. Durante cientos de años los pueblos de Mesoamérica relacionaron la apariencia de este metal con el maravilloso sol y le atribuyeron al oro simbolismos divinos. Así, dorada como el sol yacía Frida, quizás por una poética obra del destino, anticipando el esplendor que más tarde demostraría esta mujer al mundo.

A partir del accidente su vida estuvo signada por el dolor, un dolor que jamás cesó, un dolor que le carcomía el cuerpo, las entrañas, la humanidad. Renació una y otra vez, se reconstruyó a sí misma y postrada en una cama comenzó a pintarse en autorretratos, completando con un pincel lentamente su existir.

El Elefante y la Paloma

A él lo eligió dos veces. Y en ambas ocasiones lo hizo para siempre. “Mi Diego, el hueco de tus axilas es mi refugio”, escribió en las hojas de su diario, “Nadie sabrá jamás cómo quiero a Diego. No quiero que nada lo hiera”. Diego Rivera, su gran amor. El famoso muralista mexicano, veinte años mayor que ella, logró despertar en Frida la más diversa gama de sensaciones.

Se admiraban mutuamente, él arreglaba sus partes rotas. Al describir su boda, la artista mexicana escribió: “Me enamoré de Diego, lo cual no les pareció a los míos [sus padres], pues Diego era comunista y decían que parecía un Brueghel gordo, gordo, gordo. Afirmaban que era como un casamiento entre una paloma y un elefante. No obstante, hice todos los arreglos necesarios en el registro de Coyoacán para podernos casar el 21 de agosto de 1929”.

Coexistían en su cuerpo dos seres y así lo materializó en el cuadro Las dos Fridas, que pintó en 1939. Año en el que se divorcia de Diego, por las repetidas infidelidades, que culminaron en la relación que sostuvo el pintor con Cristina Kahlo, la hermana menor de Frida.

Las dos Fridas

La dualidad que caracterizaba a la artista se refleja en este cuadro, en el que se representa a sí misma como dos personas aparentemente idénticas pero totalmente diferentes. Por un lado la Frida de raíces europeas, por su padre Guillermo Kahlo, de nacionalidad húngaro-alemán. Por el otro, la Frida mexicana sujeta al origen de su madre, Matilde Calderón, procedente de Oaxaca y con ascendencia indígena.

La identidad de la pintora se componía de estas dos esencias, una era la que Diego rechazaba (su parte europea) y la otra la que él amaba, admiraba, la Frida que lo enloquecía. Con vestimentas características son descriptas cada una y ambas están unidas por arterias, la europea sostiene una tijera con la que acaba de cortar una arteria y la mexicana atesora en su mano una pequeña foto de Diego. Pinta este cuadro en uno de los momentos más críticos de su vida y de su relación, el periodo en el que se encuentra separada de su gran amor. Este momento es constituido en el lienzo por el tormentoso cielo que envuelve a las Fridas.

Ella plasmaba en sus obras sus propias vivencias y aseguraba que no es una artista surrealista, ya que sus cuadros representan la expresión más franca de sí misma.

Finalmente y luego de un año de separación, Frida perdona a Diego y ambos vuelven a dar el si. Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbó al suelo… El otro accidente es Diego.

El marxismo dará salud a los enfermos

Frida y su militancia política

Otra de sus pasiones intensas fue la que sintió por el Partido Comunista. “Deseo cooperar en la revolución para la transformación del mundo en uno sin clases, para llegar a un ritmo mejor para las clases oprimidas (…)” reflexionaba Frida. “Yo no soy sino una pinche parte de un movimiento revolucionario. Siempre revolucionario, nunca muerto, nunca inútil”.

Frida fue una fiel activista del partido y junto a Rivera, acondicionó su propio hogar, La Casa Azul, para refugiar durante dos años a León Trotsky y a su esposa Natalia.

En los últimos años de su vida, Frida fue recurrente en replantearse el contenido político de su obra. Le preocupaba no haber contribuido lo suficiente con su arte al marxismo, por haberse enfocado más en su propio cosmos.

Como resultado de esta controversia que sentía, en 1954 Frida pinta El marxismo dará salud a los enfermos, uno de los cuadros con mayor simbolismo político de la artista. En él, puede observarse la figura de una Frida luciendo un corsé y soltando las muletas, representando el débil estado de salud que la acompañó durante gran parte de su vida. Además se la ve sostenida por unas manos que personifican la corriente marxista. La imagen del águila simboliza el indeseable imperialismo norteamericano; y el rostro de Karl Marx en la parte superior expresa que el marxismo es capaz de terminar con los intereses que ocasionan todos los males de la humanidad.

Recuperar el origen

Frida y Diego admiraban y valoraban el arte mexicano prehispánico, su casa estaba repleta de hermosos objetos de arte procedentes de las distintas regiones de México. Durante una época en la que la belleza artística sólo era mesurada dentro de los parámetros en los que cabía el arte Europeo, ellos pretendían rescatar la verdadera cultura mexicana a partir del estos objetos. Aquella cultura que una vez Hernán Cortés sepultó, para erigir un nuevo imperio. La actual ciudad de México fue cementada sobre las ruinas del grandioso Tenochtitlan, devastado por el etnocentrismo europeo. Con lo que no contaba Hernán Cortés era con que esas ruinas serían las semillas de las que germinarían artistas como Diego y Frida. Artistas que se ocuparían de recuperar los vestigios del pasado y de acercarnos el arte y la historia de los entonces caídos para reivindicarlos.

“Lupe no comprende el afán de Diego por los cacharros y los tepalcates, como llama al tesoro bajo tierra de los antiguos mexicanos” escribe Elena Poniatowska en Dos veces única, novela biográfica dedicada a Lupe Marín, la ex esposa de Diego. ”Imposible comprender por qué Diego se extasía con pedazos de cerámica en cuya compra invierte su sueldo en vez de hacerse de una casa” ironiza la escritora.

Frida reflejaba su amor por lo propio también a través de su vestimenta, en la que exhibía su creatividad y fuerte identidad mexicana por medio de elementos autóctonos que combinaba para darle origen a su estilo único. Escondía sus corsés ortopédicos bajo las enaguas, puntillas y volados. Siempre alegre, colorida y vivaz. Solía utilizar joyas, accesorios, listones, bordados y flores para coronar sus trajes. Sus cabellos trenzados y “los tocados tehuanos enmarcando como lunas ese rostro de mariposa oscura”, escribe Carlos Fuentes.

Viva la vida

Si hay algo imposible de objetar es que Frida se aferró a la vida y la vivió intensamente. A pesar de un dolor permanente, supo encontrar razones no solo para sobrevivir sino para hacer trascender sus ideas.

“La angustia y el dolor, el placer y la muerte no son más que un proceso para existir (…)”, escribió la artista en 1951. “Debo luchar con todas mis fuerzas para que lo poco positivo que mi salud me deje hacer sea en dirección a ayudar a la revolución. La única razón real para vivir”.

Al contemplar la obra de Frida, en muchas ocasiones pueden inferirse estos sentimientos de “angustia y dolor”. Sin embargo eran sensaciones que ella manifestaba en su intimidad y canalizaba sólo a través de sus cuadros. Frente al resto, Frida se mostraba muy alegre y sociable, le encantaba estar con amigos, divertirse, vivir la vida. “(…) desde 1929 hasta el presente 1944, no recuerdo ninguna temporada en que el matrimonio Rivera no haya contado por lo menos con un acompañante dentro de su hogar. ¡Home, sweet home!”, escribió la propia Frida.

Viva la vida

Como homenaje a esta vida que tanta tristeza y alegría le causó, Frida pintó su último cuadro en 1954, al que tituló Viva la vida. En él se pueden observar varias Sandías que poseen los colores de la bandera mexicana (verde, blanco y rojo) y representan la vida. La sandía de la izquierda sugiere la fecundación de un ovulo y los espermatozoides son las semillas. En el fondo se observa un cielo dividido en dos, de un lado más oscuro haciendo referencia al dolor y del otro más claro representando la felicidad. Por último Frida escribe la frase Viva la Vida, el lugar de su nacimiento, su nombre y el año en el que finalmente muere (1954).

Una de las frases más celebres de la artista es sin duda “Pies para qué los quiero si tengo alas pa´ volar”, fue escrita un año antes de su muerte a raíz de la amputación de su pie derecho a causa de una gangrena. Durante este último periodo de vida Frida se sumergió en un profundo estado de depresión. El alcohol y los fármacos se convirtieron en sus compañeros más fieles.

El 13 de julio de 1954, Frida Kahlo muere en la misma casa que la vio nacer. Las causas de su muerte no están claras. Es probable que Frida haya decidido morir, dejar este mundo en ese instante para renacer una y otra vez y nunca dejar de nacer. Porque como dice Eduardo Galeano, la muerte es mentira.

culturabohemia.com

 

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