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Chile :: 02/01/2022

Gobernar con el pueblo y desatender la política de 30 años de los dueños de Chile

Leopoldo Lavín Mujica
Los ex concertacionistas son percibidos como el lastre de la vieja casta política neoliberalizada que nunca profesó el ideario socialdemócrata con el que hoy se arropan

La tendencia general en los medios de prensa donde escriben columnistas, politólogos y analistas de derecha y de la llamada centro-izquierda ha sido evitar pronunciarse sobre la esencia o el carácter de la derrota electoral y psicológica en regla infligida al neo fascismo por el pueblo. Se prefiere ignorar que el amplio margen de la derrota apabullante en las urnas con un millón de votos más en el balotaje se debió al inobjetable hecho que este voto contra Kast se despertó en la segunda vuelta en resonancia con la consciencia, los afectos, el imaginario social y las reivindicaciones surgidas principalmente en las jornadas extraordinarias de la Rebelión del 18/O del 2019.

Así se evita sacar conclusiones políticas: que lo que llevó a Gabriel Boric a La Moneda fue un voto duro de sectores que no se identifican con las derechas neoliberales y autoritarias ni con el concertacionismo. Fue fundamentalmente el voto de los desposeídos y excluidas del país quienes se expresaron esta vez como disciplinados electores y electoras el que impidió que continuara el proyecto oligárquico del capitalismo neoliberal que con Piñera se ensañó con violencia contra el pueblo.

Y que con Kast no hubiese hecho otra cosa que acentuar desde el poder del Estado su faceta autoritaria y represiva a lo largo del territorio nacional y especialmente en el Wallmapu. Esta realidad política-sociológica se busca relativizar al insistir en el trabajo de terreno realizado por la Dra. Izkia Siches que, en el Norte, según los propagandistas del FA, habría sido clave para conquistar votos para Boric.

 Sectores de la juventud popular – muchas y muchos jóvenes proletarios / funcionarias / empleadas / clases medias asalariadas técnicas/profesionales – a quienes les nació una consciencia de género y de clase, con clara distinción de los proyectos sociales y políticos en conflicto, votaron contra el peligro y la odiosidad que representaba el candidato que expresaba lo que designamos como una neo- fascistización de la derecha.

La consigna de Parisi, de apoyar a Kast tampoco fue seguida. Como el discurso del economista neoliberal no era fabricado solo con ideas de derecha, sino que estaba mezclado a aspiraciones populares, no tuvo influencia en sus votantes el llamado a votar por Kast.

El hecho fue que el relato más “moderado” o criptofascista, para buscar el “centro”, pero muy neoliberal (baja de impuestos a empresas y a altos patrimonios, prioridad al crecimiento por sobre la regulación ambiental) y del orden/seguridad, que comenzó a utilizar el abanderado Kast, no sólo del Frente Social Cristiano sino que de todas las derechas –incluidos los autoproclamados “liberales” de Evópoli que arrojaron por la borda todos los valores de apertura articulados hasta Sichel– fue considerado falso e hipócrita y en clara contradicción con las sensibilidades en curso en el pueblo.

Kast fue visto, por esta franja que se expresó en el balotaje, no como un mero “mal banal”, un reaccionario ingenuo con sonrisa boba (parafraseando a Hannah Arendt en el caso de Adolf Eichmann), sino un político de ultraderecha con convicciones de carácter fascista que había roto con las derechas más clásicas al haber hecho suyos temas agitados por las extremas derechas neo fascistas occidentales. (Ver los análisis de Johann Chapoutot sobre la insuficiencia del concepto de “la banalidad del mal” de Hannah Arendt aplicado a Adolf Eichmann).

 La actual campaña de propaganda de los sectores legitimadores del orden dominante, consolidado durante los “Treinta Años” de la era concertacionista con el fin de presionar psicológicamente al joven presidente electo, no cesa de repetir las manoseadas consignas de “moderación”, “diálogo”, “búsqueda de acuerdos y pactos políticos amplios” y de entrega de “certezas a los mercados” y poderes financieros globales que dirigen la economía capitalista mundial.

Obvio, es forma de imponerle al Gobierno del presidente electo el esquema del “diálogo” en comisiones, donde (tampoco somos ingenuos) el mismo Boric dice sentirse a sus anchas. No obstante, las ex fuerzas concertacionistas (PS-PPD-DC-PPD) son percibidas por el pueblo como el lastre de la vieja casta política neoliberalizada que nunca profesó el ideario socialdemócrata con el que hoy se arropan. Es más bien el abrazo de un oso fatigado e inepto (basta con mirar a Carlos Montes) que gobernó con el Partido Comunista en la Nueva Mayoría con Bachelet II (2).

Al contrario, el pueblo sabe lo que quiere y espera del gobierno del pacto Frente Amplio/Partido comunista. Sólo se le exige que haga los cambios reclamados y urgentes una vez en posesión del aparato de poder del ejecutivo, que permite hacer mucho si se es un buen estratega con un rumbo cierto. Que, ante realidades acuciantes como las zonas de sacrificio ambiental y humano, resultado del funcionamiento de economía capitalista depredadora, por ejemplo, no solo “cuide” el medio-ambiente sino que dé los pasos decisivos para una transición ecológica que desmantele las industrias que atentan contra la vida buena y la salud del pueblo.

Este Gobierno tiene la responsabilidad de llevar a buen puerto las medidas urgentes para enfrentar las crisis actuales (sanitaria-educativa-ecológica-social/desigualdad-vivienda—calidad de vida y de la representación política en una democracia deficiente) hablándole directo al pueblo. No es el tiempo de adoptar una posición de “líderes y expertos” – pues fue precisamente lo que se cuestionó durante las jornadas de la Rebelión del 18/O – sino que desde una coalición política que contará con el apoyo y la legitimidad de los movimientos sociales sólo si es capaz de maniobrar para cumplir lo prometido y operar de manera disruptiva en un contexto de instituciones y poderes que buscan capturarlo.

Eso de “presidente de todos los chilenos” (frasecita repetitiva de las editoriales mercuriales) no se condice con los datos reales que enseñan que los que eligieron a Gabriel Boric presidente exigen cambios, y certezas de que estos se realizarán…pronto. ¿Para quién se debe gobernar? Quienes deben recibir los efectos positivos del ejercicio del poder es un dilema que la Ciencia Política no ha resuelto ni resolverá. La política son juegos de poder entre actores sociales con intereses y en el mejor de los casos con proyectos; y el poder, son relaciones de poder. Y el pueblo (como lo vimos en el 18/O) puede estar durante mucho tiempo desposeído de poder, o él mismo potenciarse e irrumpir creando nuevos escenarios.

El proyecto popular habló otra vez y sin embargo la casta política hace como si no hubiera sido así. Hay un pacto de silencio ante esta realidad. Antes lo había hecho en el plebiscito y después en la elección de los convencionales populares y de izquierda para redactar una nueva constitución que acompañe los cambios urgentes y necesarios que muchas veces serán disruptivos y no “graduales”.

Bien sabemos, según la ideología neoliberal de su inventor Walter Lippmann, su principal fundador en 1938 (el “Coloquio Lippmann en París”), “evacuar toda forma de conflicto por una reforma gradual de las reglas, imitando el ritmo homogéneo de las pequeñas variaciones darwinianas y de su selección natural” es el procedimiento propio de las democracias representativas hoy en crisis. Por lo mismo, ante los retos que vive la humanidad, prisionera del modo de vida destructor del capitalismo depredador impuesto por las oligarquías, necesitamos cambios que sólo se harán realidad con la participación, la consciencia y la educación de las grandes mayorías populares organizadas en poder, y no desde comisiones de expertos iluminados.

Olvidar que de todas maneras venimos del 18/O disruptivo es entregarse a los enemigos del cambio. Bárbara J. Fields y Karen E. Fields, autoras norteamericanas de un libro acerca de la construcción de la desigualdad en EEUU, escribieron “[…] la humanidad redescubre constantemente que un color de piel o una nacionalidad compartida no es una barrera automática contra la opresión”: en otras palabras, desde las instituciones de un país, incluida la presidencia de una República, no se gobierna nunca para “todos” los habitantes de un territorio nacional.

El “sentimiento nacional” no se condice con los paraísos fiscales donde están depositadas las fortunas de los Kast, Piñera ni con las inversiones foráneas de los Luksic, Angelini y Paulmann. El taxativo “presidente de todos”, en sociedades divididas en clases sociales y con voto anclado socio-demográficamente en territorios sociales, es otro mito forjado por la oligarquía propietaria y sus medios para perpetuarse en el poder e intentar capturar las mentes y las ideas de los llamados “líderes emergentes”.

Sólo una nueva Constitución configurada para que el pueblo gobierne lo más directamente posible puede contribuir a crear ese sentimiento de pertenencia nacional tan invocado como manoseado.

CALPU

 

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