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Mundo :: 13/05/2005

Guinea: El caso Severo Moto, un resto neocolonial

Rafael Cid
Guinea no es el Sahara. Los ciudadanos no vigilan el cumplimiento por España de sus obligaciones con la ex colonia

Pero la posición de las autoridades españolas respecto a Guinea siempre ha sido clara. Ha consistido en formar, encumbrar y proteger a sus sucesivos tiranos. Desde que en 1968 las cúpulas políticas, económicas y militares del franquismo optaron por otorgar una independencia controlada al único país de habla castellana en África Negra, el sistema ha sido el mismo.

Una saga de dictadores sangrientos. Ocurrió con Francisco Macias, amamantado en los pechos de los hombres de Carrero Blanco y su SECED -cantera del CESID y del actual CNI-, quienes monitorizaron la "descolonización" mediante gentes como Manuel Fraga y su plan de "teleclub" para tomar el pulso a la población; el magistrado derechista Rafael Mendizábal, primer presidente de la Audiencia Nacional, en el papel de asesor del presidente Macias, y Francisco Paesa, el topo todo terreno del espionaje español, en el puesto de primer presidente de la Sociedad Financiera Guineana de Desarrollo y del Banco de Guinea. En principio, todo atado y bien atado.

Pero los canallas a veces se salen de la pista. Cuando el siniestro Macias pensó que ya no necesitaba a sus progenitores, un golpe de palacio dirigido en 1979 por su vicepresidente y ministro de Defensa, Teodoro Obiang Nguema, acabó a la vez con sus ínfulas y su vida. Muerto el perro se acabó la rabia, debieron pensar los responsables del ministerio español de Asuntos Exteriores al ver al joven oficial formado en las academias militares de Toledo y Zaragoza arrastrar al patíbulo a su propio tío y protector. La declaración de "materia reservada" que desde 1972 gravitaba sobre toda información referente a Guinea Ecuatorial había dado sus letales frutos.

Y otra vez, la retórica de la Hispanidad (incomprensiblemente todavía homenajeada con el eslogan de Día de la Raza) volvió donde solía. Por poco tiempo. La historia se repetía. Un Obiang no menos genocida que el derrocado Macias, gracias a la ayuda oculta de los lobbys peninsulares, se salía de madre. Las continuas exigencias y chantajes del "regicida" para obtener más subvenciones a fondo perdido mientras Madrid tapaba sus crímenes, empezó a quebrar las tradicionales buenas relaciones entre ex colonia y ex metrópoli. Por eso el "bunker" político-económico-financiero-militar que siempre ha controlado el "caso Guinea" se dispuso a tomarle las medidas al osado Obiang con la intención de cortar un traje como el que sirvió para amortajar a Macias. Pero el sastre militar no encontró más modelo que el de un periodista formado en seminarios españoles, de nombre Severo Moto, que había trabajo en la TVE de Fraga-Macias

Para cuando los pigmaliones de Severo Moto procedentes de UCD y PP reaccionaron, Obiang ya era demasiado Obiang. La aparición de importantes yacimientos de petróleo en territorio guineano había convertido al carnicero de Malabo en un personaje fuera de toda sospecha. Al mismo tiempo que la ONU y Amnistía Internacional denunciaban la constante y masiva violación de derechos humanos en el país, con torturas, desapariciones y purgas permanentes, Teodoro Obiang se paseaba por Moncloa y Zarzuela de la mano del Rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno José María Aznar, quienes además, por el módico precio de una cuota en el negocio del crudo para Repsol, avalaban al genocida ante los principales foros internacionales.

Sin embargo, haciendo mérito a la tradición, Obiang incumplió la letra pequeña de su pacto de sangre y, en vez de dar entrada a la petrolera española controlada por los amigos de Aznar y Juan Carlos, entregó la parte del león de las licencias de explotación al mejor postor. Así, en pocos años, Guinea Ecuatorial se convirtió en la tierra de promisión en África Central de las principales multinacionales del sector, estadounidenses y francesas sobre todo, que convirtieron a Obiang en uno de los hombres más ricos del continente y al pueblo de Guinea en uno de los más pobres. Comme il faut. No hay uno sin el otro.

De ahí que la comisión de sabios del Langley español decidiera nuevamente dar la alternativa al siempre económicamente disponible Severo Moto. Dos tramas y dos fracasos. En el proyectado golpe de Estado de 1997, Moto y sus mercenarios españoles fueron atrapados en Angola cuando se disponían a levantar anclas con destino a las costas guineanas. Los servicios secretos franceses y norteamericanos compensaban así a Obiang por permitir operar libremente en Guinea a sus petroleras. Por eso, en el segundo intento del 2004, Severo y sus mercenarios, seguramente mejor aconsejados por los sabuesos de la madrileña Cuesta de las Perdices y Defensa, echaron mano de profesionales extranjeros. Ni por esas. El comando de mercenarios, a cuyo frente se encontraba el hijo de la ex primera ministra inglesa Margaret Thatcher, no sólo fue detenido antes de que sus viejos aviones pudieran despegar, sino que denunciaron a Severo Moto y al Gobierno español como muñidores de aquel esperpéntico zafarrancho de combate.

Porque lo curioso de la política de doble rasero aplicada por el Estado español al caso Guinea es que mientras, con una mano, palmea al criminal Obiang, con la otra le mina, financiando, apoyando y propulsando como líder de la oposición al dócil chico de los recados Severo Moto, presidente de una formación política, Partido del Progreso (PP), con pleonasmo ideológico en sus siglas. Un político fabricado a cal y canto por los medios de comunicación españoles que, con objeto de democratizar Guinea Ecuatorial, ha tenido la osadía de declarar que pretendía nombrar a ciudadanos españoles para los ministerios claves de Economía, Defensa y Exteriores.

Tres datos para el contexto. Primero, el incombustible Rodolfo Martín Villa, ex jefe provincial del Movimiento Nacional en Barcelona, de Endesa y ahora de Sogecable, fue la persona encargada en su día de viajar a Guinea para sacar a Moto de las garras de Obiang. Segundo, la armada española se desplegó frente a las costas guineanas coincidiendo con las fechas previstas para el último golpe. Tercero, el diario El País, donde figuran como accionistas algunos de los financieros más importantes del lobby de apoyo a Moto, fue el encargado de dar la exclusiva noticia-foto de la constitución -en un hotel de cinco estrellas en Madrid- de un Gobierno de Guinea en el exilio (¡de un régimen con el que el Estado español mantiene relaciones de cooperación!). Y ha sido también quien recientemente lanzó la primicia sobre un supuesto complot del Gobierno socialista para matar a Severo Moto.

¿Caso Moto o campaña de victimización para que el criado de los lobbys recupere la credibilidad pérdida y perpetuar la política del atado y bien atado para Guinea?

Fuente: A-infos

 

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