Haití: Declaración luego del terremoto del 12 de enero del 2010
Entre palabras vacías del gobierno y actos concretos de imposición de parte de los imperialistas, el pueblo atontado…
El caos, la desolación general, el dolor de cabeza y sobre todo la pena… sobrepasan lo decible.
De aquel terremoto del 12 de enero del 2010, quedarán imágenes que torturarán largo tiempo el espíritu, y memorias inaccesibles: de muertos tan queridos, de ciudades ya fantasmas, de risas desvanecidas…
Pero es necesario, a pesar de todo, mantener la cabeza fría; es obligatorio plantear los problemas reales, para visualizar una salida.
Para empezar, descartar la interpretación que nos deja creer que fue Dios quién actuó, que se trata de una “maldición”… Esa consideración, muy fuerte en este pueblo tan creyente, no deja ver sin embargo las verdaderas causas que son totalmente naturales y que, de cierta manera, fueron previstas por especialistas. Por una parte, participa fuertemente en aumentar la resignación frente a tal “acto divino”, dejándonos incapaces y dando lugar, pues, a un atentismo, una alienación; por otra parte, tapa la ausencia y la irresponsabilidad del Estado que fue debidamente advertido y pudiera haber hecho lo posible, aún con sus pocas capacidades, para tratar de resolver sea algo de algunas de las consecuencias. ¡No hizo nada!
Mantener pues la cabeza fría - en lo posible - y plantear los verdaderos problemas para, entonces, desembocar en reales soluciones. Tres ejes nos ayudarán a aclarecer la situación:
Contexto y momento en los cuales nos sacudió el terremoto
Algunos peligros que tenemos al frente
¿Qué hacer para levantar tan enorme desafío?