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Venezuela :: 19/12/2006

Historia de los obstáculos a la democracia en Venezuela (I)

Chris Carlson
[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] En Venezuela, el único enemigo real de Washington es la democracia :: La verdad oculta ha sido siempre que debe impedirse la democracia, cueste lo que y por los medios que sea

Hugo Chávez no es el único dirigente venezolano que ha desafiado y encolerizado a Estados Unidos. Cipriano Castro, presidente de Venezuela desde 1899 a 1908, fue seguramente un adversario de Washington tan importante como lo es hoy Hugo Chávez.

Durante el mandato de Castro, el presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt estuvo buscando una excusa para invadir Venezuela. Consideraba al presidente venezolano "un infame monito" y amenazó con tomar medidas para dar una lección a Castro. Refiriéndose al pueblo venezolano, Roosevelt afirmó que "iba a enseñar a esos latinos(1) a comportarse decentemente." Sin embargo, para consternación suya, nunca pudo conseguir el apoyo de la opinión pública estadounidense para una intervención en Venezuela y tuvo, por el momento, que aguantar la desobediencia de Castro.

Castro no fue un revolucionario pero, como Chávez, era un intruso, rechazado por la elite blanca. Tenía rasgos mestizos evidentes con huellas de su origen indio y provenía de la región andina de Tachira. Fue un nacionalista ambicioso y desafió públicamente los intereses estadounidenses. Enemigo del imperialismo de Estados Unidos y de las compañías extranjeras que cometían excesos en su país, quizás por encima de todo, Castro estaba harto de la corrupta elite de Caracas y de su control del sistema político, por lo que se pudo a la cabeza de un movimiento para controlarlo y cambiarlo.

La amenaza de cambio produjo tanto temor entonces como desata ahora: para las elites locales y para sus aliados en Washington, el cambio nunca ha formado parte de sus intereses. Desde la época colonial, una elite minoritaria blanca controlaba el país económica y políticamente y se había enriquecido mediante un injusto sistema antidemocrático de explotación. Sistema, estrechamente ligado a los intereses de Washington ya que Venezuela exportaba una gran cantidad de materias primas a Estados Unidos, y constituía un lucrativo mercado para los productos estadounidenses así que cualquier cambio de esas estructuras resultaba muy amenazador para los intereses de la elite.

Los políticos estadounidenses hicieron todo lo que estaba en su mano para difamar a Castro, calificándoles de anti estadounidense y corrupto. El secretario de Estado, Eliu Root, dijo de él que era "una bestia loca" y los caricaturistas estadounidenses lo representaban de forma racista, o como un cascarrabias desagradable. Francis B. Loomis, ministro estadounidense para asuntos venezolanos, le describía como "un hombre pequeño de piel oscura" con "mezcla de sangre india" y añadía que tenía insuficientes relaciones con políticos y escasos conocimientos de los asuntos gubernamentales. Aunque Castro gozaba del apoyo de los nacionalistas venezolanos, los funcionarios estadounidenses aseguraban que no tenía partidarios entre "la gente bien."

A Hugo Chávez se le considera de forma muy parecida. Las clases altas y medias de Venezuela les asegurarán que sólo le apoyan las personas pobres, "estúpidas" e "ineducadas". Entre las elites se le desprecia y considera como un idiota desagradable, como un "campesino" atrasado del interior del país. Y les dirán que ninguna persona "educada" apoyará jamás a Chávez. "Pregunte a cualquier delincuente o matón, ellos son sus únicos partidarios", me decía un estudiante de clase media. Según un vecino mío: "son los pobres quienes votan a Chávez pero, habida cuenta de que la mayoría del país es pobre, gana las elecciones." A la mayoría de la población se la considera infrahumana: son demasiado estúpidos para saber nada, demasiado ignorantes para saber a quien votan.

De la misma manera que con Chávez, la elite de Caracas fue vehementemente contraria a Cipriano Castro. Con financiación de empresas estadounidenses y de otras compañías extranjeras, Manuel Antonio Matos, el hombre más rico del país, lanzó una larga y costosa insurrección contra el movimiento de Castro. Tras dos años y veinte mil muertos, la insurrección fracasó y Castro permaneció en su puesto. Sin embargo, las elites siguieron haciendo llamamientos para que interviniera Estados Unidos y los funcionarios estadounidenses parecían dispuestos a complacerlas.

Los militares estadounidenses elaboraron un plan para secuestrar al presidente y enviarlo al exilio. Un gobierno provisional, formado por los dirigentes de la elite se haría cargo del poder, pero tendría que ser protegido de la población ya que la elite caraqueña no representaba a la mayoría de los venezolanos y podrían tener que enfrentarse a acciones violentas. Sin embargo, la invasión no se llevó a cabo porque se encontró otra solución. Cuando Castro tuvo que viajar a Europa por motivos de salud, se le impidió regresar a Venezuela mediante un bloqueo naval estadounidense. El dictador, Juan Vicente Gómez, apoyado por Estados Unidos y favorable a los intereses de las elites, gobernaría durante los 30 años siguientes. Para mantener el orden establecido era preferible la dictadura que la democracia, y la participación de las masas tenía que impedirse.

Con casi cien años de historia transcurridos entre ellos, Castro y Chávez han recibido una acogida muy parecida de la elite caraqueña y de sus aliados de Washington. Dado que ninguno de los ha pertenecido a la clase blanca venezolana dominante, ambos han representado una amenaza similar: no son serviles a los intereses de la elite.

En un país basado en la explotación de los indios y de los esclavos africanos, enfocado a enriquecer a unos pocos a costa del trabajo de los demás, los conflictos de clase siempre han estado presentes. Desde sus primeros tiempos, la economía venezolana se movió exclusivamente en provecho de los propietarios de tierra españoles y de los comerciantes. Para generar riqueza mediante la explotación de las riquezas del país, fue necesario establecer este sistema injusto. Un sistema al servicio de una minoría, e inevitablemente, un sistema que excluía a la inmensa mayoría.

En una sociedad semejante, basada en un sistema político y económico no democrático, la mayor amenaza es la propia democracia. La amenaza es que el pueblo elija a alguien que realmente lo represente, que luche por sus intereses, que promueva auténticos cambios estructurales y que haga posible la participación real y democrática de las masas; un sistema al servicio de los intereses de la mayoría y no de la minoría. Pero ser democrático y servir a los intereses de la mayoría implica el desmantelamiento de la totalidad del sistema colonial. Así que la verdad oculta ha sido siempre que debe impedirse la democracia, cueste lo que y por los medios que sea.


Chris Carlson es estudiante y activista estadounidense que vive en Venezuela. Tiene un blog personal: www.gringoinvenezuela.com

Nota

1. N.T.: El autor utiliza el término "dagos", ofensivo para designar a españoles, portugueses e italianos.

ZNet, 15 de diciembre de 2006

 

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