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Chile :: 12/12/2006

¿Cuál es el significado de la crisis de la Concertación, y cuál es su importancia?

Nicolás Miranda
El "clima bacheletista" mantiene, aunque cada vez más débilmente, expectativas de que se dará respuesta a las demandas. Esto fortalece circunstancialmente a la izquierda del régimen que, en boca de su principal partido, el PC, reivindica el haber llamado a votar por Bachelet, cuya única y mejor función, como aquí decimos, es revitalizar a la Concertación como (falsos) "amigos del pueblo"

Nota editorial Clase contra Clase n° 101

Se está atravesando un momento político enredado, repleto de hechos, noticias, discusiones, operaciones políticas por medio de la prensa. La clase trabajadora debe seguirlos atentamente y reflexionar, porque está afectando toda la situación política nacional, planteando cambios objetivos que pugnan por abrirse paso y que inciden en la lucha de la clase trabajadora y el pueblo pobre por sus derechos e intereses.

Por ejemplo, la Concertación ha venido jugando el rol de (falsos) "amigos del pueblo" conteniendo sus luchas y demandas. De profundizarse esta crisis, de debilitarse la Concertación, se podrían abrir condiciones objetivas más favorables para la lucha por los derechos e intereses de la clase trabajadora y el pueblo pobre.

El origen del actual momento político

Un caso de corrupción (Chiledeportes), confluyó con otros hechos políticos. Entre ellos: con polémicas ideológicas (con el proyecto de ley sobre el aborto, la píldora del día después, el rol del Estado en la educación, etc). Con investigaciones parlamentarias que en realidad sirven para que entre parlamentarios y diferentes sectores se hagan pasadas de cuentas (como el financiamiento de las campañas políticas y la investigación de los PGE en la V Región). Con la disputa por espacios de poder (la pelea por la presidencia de la Comisión parlamentaria para investigar el caso Chiledeportes, la pelea por la titularidad de la Contraloría General de la República, etc). Con la crisis de los partidos del conglomerado, que abre espacios al caudillismo, a proyectos personales o tendenciales (el PPD con el florismo, la disputa adolfistas y alvearistas en la DC, etc).

Todos estos hechos políticos confluyeron para disparar un nuevo episodio de la crisis de la Concertación. Pero aunque son muchos hechos políticos y noticiosos, vale preguntarse: ¿alcanzan para desatar lo que se ha calificado como la "mayor crisis" de la Concertación, y hasta una "guerra civil" en su interior?, ¿será realmente la "mayor crisis", una "guerra civil" en la Concertación?

Para intentar aclarar las cosas de entrada. Creemos que no. Creemos que se trata de un episodio dentro de una crisis latente de la Concertación, que se remonta al menos al 2003. Pero que no es un episodio más, sino que profundiza los elementos que desataron esta crisis. Y que, por último, este episodio está comenzando a ser cerrado parcialmente, en forma reaccionaria.

En el desarrollo de este nuevo episodio, desde su apertura hace poco más de un mes hasta hoy que comienza a ser cerrado parcialmente, actuaron tres elementos. El primero, que lo activó y descontroló, que la Concertación está a la defensiva ante el asedio de la derecha. El segundo, que esto se debe a que la Concertación está en lo que desde estas páginas llamamos un "período de indefiniciones", porque para poder seguir sirviendo a los intereses de sus jefes los patrones, debe reposicionarse a izquierda. Esto, obliga a redefinirse a todos los partidos. Entonces, en tercer lugar, esta obligación de redefinirse de todos los partidos, les provoca un remezón al que aún no saben como responder, agravado porque los partidos del régimen tienden a perder raíces entre las clases sociales, tendiendo a perder el rumbo.

Vamos por partes.

Primero. La Concertación a la defensiva
¿Cómo se transforma la herida en gangrena?

Aún siendo graves, los hechos de corrupción, polémicas ideológicas, las disputas por espacios de poder, etc, no alcanzan por sí mismos para desatar un nuevo episodio en la crisis de la Concertación. Hace falta algo más.

Entre este algo más está el hecho de que la derecha asedia a la Concertación sin cesar. En todos los terrenos: intentaron (sin éxito) movimientos "ciudadanos" por la seguridad pública con marchas callejeras. Siguieron en las calles (contra la imagen de una derecha de salón) intentando montarse sobre las luchas secundarias (con dirigentes suyos alentándolas, al menos hasta que vieron que no era lo suyo y escapaban a su pretendido control). Después de probar esto, siguieron con denuncias parlamentarias que sus medios como El Mercurio y La Tercera, canales de TV y radios, amplifican y transforman en campañas de agitación de masas.

Pero aún así no es suficiente. Todavía hacía falta algo más para desatar un nuevo episodio en la crisis de la Concertación. ¿Qué más faltó? Hizo falta también que la Concertación se haya ubicado a la defensiva.

Y ubicada a la defensiva, le da explicaciones a la derecha, buscando calmarla. Tanto es así que incluso a la derecha le alcanza con decir una sola frase. Por ejemplo: se planteó que los casos de corrupción concertacionista eran muy menores al lado de los 17 años de la dictadura de Pinochet. Pero la derecha clamó, y con decir una sola frase (que no podía buscarse "empatar" los casos de corrupción), logró callar a la Concertación y que todo se concentrara en sus hechos de corrupción, dejando de hablar de la corrupción de ellos (de aquella monstruosa de ayer, y también de las denuncias de clientelismo en las recientes campañas electorales de la derecha).

Pero no sólo ahora la Concertación se ubica a la defensiva, permitiendo que la derecha aumente e intensifique este episodio de crisis de la Concertación. Porque la Concertación viene ubicada así todo este año. Veamos un solo ejemplo: cuando las primeras encuestas dieron una caída en el apoyo a Bachelet, a casi un 45%, la Concertación salió a justificarse en vez de remarcar que la derecha apenas alcanza un 22%.

Pero hay más todavía: aunque la Concertación habla de la equidad y de hacer eje en la protección social (que es lo que podría ayudar a permitir que puedan seguir presentándose como (falsos) "amigos del pueblo"), apenas si se atreven a introducir unas insignificantes medidas técnicas en la reforma previsional (que sería el proyecto estrella), unos cambios en la Ficha CAS, etc. Es decir, apenas si cambian algo menor, para que todo pueda seguir igual, favoreciendo los negocios de sus jefes los patrones (haciendo más rentable el negocio de la jubilación, de la educación, de la salud, etc).

Cuando la mayor medida de protección social (salarios que alcancen para vivir y trabajo estable) sigue ausente en la vida del trabajador (sin siquiera la habilidad de, por ejemplo, haber presentado anticipándose, un "aumento general de sueldos" de 5,5% que es lo que terminaron repartiendo en mezquinas negociaciones aquí y allá).

De esta manera, con la Concertación a la defensiva (y eso que la derecha, aunque la está asediando, se limita apenas a aprovechar una oportunidad, más que a desplegar un "proyecto país"), la herida se transforma en gangrena rápidamente. Es decir, de un caso de corrupción, se abre un entero episodio nuevo de crisis en la Concertación.

¿Pero es por falta de habilidad, o por desubicación política? No. Hay dos causas que son más perdurables, más profundas, más de fondo (es decir, no sólo una ubicación coyuntural a la defensiva).

Segundo. Un período de indefiniciones.
¿Qué es lo que está pasando? Entre la tenaza obrera y patronal

Si no es tan sólo algo coyuntural de si se ubica más a la defensiva o más a la ofensiva frente a la derecha, y hay algo más perdurable, más de fondo, volvemos a preguntar ¿sí es que será entonces la "mayor crisis" de la Concertación?, de no ser así, ¿qué es lo que está pasando, cómo definirlo?

Creemos que no es "la mayor crisis" de la Concertación. Creemos que se trata de un nuevo punto de partida en una crisis que se remonta al menos al 2003. No una crisis terminal, como con catastrofismo dicen muchos protagonistas y repiten muchos analistas incautos o interesados, dando de comer al periodismo. ¿De qué se trata entonces si no es una crisis terminal?

Se trata de un episodio nuevo en la crisis de la Concertación. Crisis que, como queda dicho, viene anidándose al menos desde el 2003, y que en su momento se planteó desde estas páginas. Como también se planteó que ese episodio de crisis expresaba, y apuntalaba, tendencias al agotamiento- lento y controlado- del neoliberalismo en Chile, como también a la recomposición, progresiva, de las fuerzas de la clase trabajadora. Quedó también planteado, que la Concertación, y todos los partidos, van perdiendo raíces entre las clases sociales.

Aquel episodio de su crisis fue posteriormente contenido por una serie de elementos. Entre ellos, que las fuerzas de la clase patronal, a las que sirve, se mantienen unidas en lo fundamental, ayudando a evitar que se hiciera irreversible.

Pero hoy estalló un nuevo episodio (seguramente no el definitivo), que profundiza todas esas tendencias que alimentan la crisis de la Concertación, y la mantienen latente.

¿Por qué estalló ahora un nuevo episodio? Porque hay exigencias objetivas de la realidad a tener que ubicarse a izquierda para poder seguir jugando el rol de (falsos) "amigos del pueblo", para seguir sirviendo eficazmente los intereses de sus jefes los patrones. Advertidos por los obispos católicos de que había que comenzar a preocuparse de las "escandalosas desigualdades", todos los partidos patronales comenzaron a buscar reposicionarse a izquierda. No hubo uno sólo que no hablara de la desigualdad, los trabajadores, los pobres, etc.

De esta manera distorsionada, se comenzaba a dar cuenta que la clase trabajadora y el pueblo pobre viene comenzando a pesar en la vida política nacional, y para dar cuenta de esto, los partidos patronales deben hablar en términos que a la clase trabajadora le interesen: sus problemas y necesidades. Pero para servir a los intereses de sus jefes los patrones. Esta situación es la que crispa y tensiona toda la situación política nacional.

En la DC Adolfo Zaldívar dio cuenta de ésta exigencia hablando de "rectificar el modelo", posición que fue derrotada en la DC. Tarde salieron a plantearlo en la derecha, y nadie les puede creer. Quien mejor lo pudo encarnar fue Bachelet, con la Concertación, saliendo finalmente elegida (con la militante ayuda de la dirección oficial de la CUT, de dirigentes sindicales combativos, y del PC, todos pidiendo votos por ella).

Pero esta exigencia objetiva de tener que ubicarse a izquierda para poder seguir jugando el rol de ser los (falsos) "amigos del pueblo", dio, inesperadamente, lo que llamamos desde estas páginas un período de indefiniciones.

Este período de indefiniciones se viene expresando a lo largo de todo este año, y lo vimos al menos ante cuatro situaciones. La primera, la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde para servir a los intereses de Estados Unidos, no podía votar por su candidato (Guatemala), pero tampoco por Venezuela (entonces se abstuvo). La segunda, que para asegurar los intereses de la educación de mercado, debió recibir a los apoderados de los estudiantes reprimidos e injustamente sancionados, pero no pudo confrontar a los alcaldes represores (Labbé, Alcaíno, etc). La tercera situación, que para avanzar con la flexibilización laboral, debió (y deberá seguir haciéndolo) visitar a la dirección oficial de la CUT. La cuarta situación, que para avanzar en la precarización del trabajo, debe plantear como eje la protección social.

Ante todas estas situaciones, superficialmente, periodistas y analistas hablan de la incapacidad de Bachele, de que le "falta liderazgo" (entonces pide, que de frentón y a secas, "lidere", es decir, que vote por Guatemala, que avale la sanción y represión a los estudiantes, que avance en la flexibilización laboral, etc). Pero es al revés, si logra revitalizarse y presentarse como (falsos) "amigos del pueblo" (sin dar su voto a Estados Unidos, con su plan de protección social, etc) podría dejar huella.

Pero es al mismo tiempo lo que la mantiene marcando el paso, en un período de indefiniciones. Porque está entre la tenaza obrera y patronal. Para mejor servir los intereses de la clase patronal, en la Concertación deben afirmarse como (falsos) "amigos del pueblo", para atacar más fuertemente a la clase trabajadora, que viene recomponiendo sus fuerzas, por lo que les irá resultando más costoso imponer los planes de ataque de la clase patronal.

Todo, esto, insistimos, impone exigencias objetivas a tener que reposicionarse a izquierda, mientras que la clase patronal, comienza a buscar imponer mayores ataques contra la clase trabajadora.

Y así, se van desarrollando tendencias a polarizar a derecha e izquierda. Estas tendencias a polarizar, se ven más que nada, por el momento, en el renacer de polémicas ideológicas: laicos y religiosos (píldora del día después, aborto), estatistas y mercaderes (en la educación), etc. Polémicas ideológicas que expresan distorsionadamente, pero también preparan, futuras luchas políticas por los intereses opuestos de patrones y trabajadores.

Todo esto último está removiendo toda la vida política nacional que se fue construyendo en estos 16 años posteriores a la dictadura: la placidez del PS es insostenible, el PPD refleja la inestabilidad propia de las capas medias profesionales acomodadas o por acomodarse, la DC pierde su espacio tradicional, la derecha debe desplazarse aún más a la derecha pero al mismo tiempo travestirse de preocupación por una nueva cuestión social que puja por terminar de emerger.

Y esto casi sin raíz alguna en las clases sociales, exceptuando la minoritaria clase patronal (además que hoy por hoy, ir al choque, que es lo que la caracteriza, imponer a la fuerza un "Chile precario" (ver CcC n° 100), es alentar y acelerar el proceso de recomposición de las fuerzas de la clase trabajadora). Este estremecimiento alimenta la crisis de los partidos, manteniendo latente que nuevas heridas se transformen en gangrena... hasta que haya que amputar.

Tercero. El remezón de los partidos del régimen.
La crisis de los partidos: de partidos a círculos

Hay una tendencia a dejar de ser partidos y transformarse en círculos, es decir, a seguir perdiendo raíces entre las clases sociales, teniendo más bien volátiles bases electorales. Y así, tienden a aflorar los personalismos, la multiplicación de tendencias, la imposibilidad de definir una línea clara para volver a echar raíces entre las clases sociales, la dificultad de contener las luchas del pueblo trabajador y servir como deben los intereses de sus jefes los patrones. Esto en todo el espectro de partidos.

En la derecha afloran los personalismos: se presenta Longueira declarando que sería inaceptable apoyar a Piñera, protesta Espina, le interponen a J. van Rysselberghe, quien debe justificarse por ser precandidateada, amenaza con renunciar Longueira, apalea a Piñera, es reprendido por sus directivas, responde Piñera, quien también es reprendido por sus directivas. Y además de este ímpetu pendenciero, no pueden terminar de definir si la línea será el humanismo cristiano, la justicia social como la discursea la derecha (con Longueira y sus fundaciones), las capas medias, el mil veces proclamado trabajo poblacional, la clase trabajadora.

Y es que con nada pueden ir hasta el final: para responder a las capas medias, hoy por hoy, deberían responder a la demanda objetiva contra la educación de mercado, para responder a las capas poblacionales al problema de la vivienda, para responder a la clase trabajadora a la precarización del trabajo. (Por nombrar sólo algunos de los elementos centrales que atraviesan sus luchas y demandas actuales). Y a ninguna pueden responder: defienden sin condiciones los intereses empresariales en la educación, en la salud, en la vivienda, y sus necesidades de redoblar la explotación del trabajo precarizándolo.

Por último, su ceguera está en no reconocer que quebrar a la Concertación es liquidarla como canal de contención de las luchas y demandas del pueblo trabajador, su rol de (falsos) amigos del pueblo, alentando los reposicionamientos a izquierda. Y así, es más fácil que el "conflicto social" se transforme en "lucha de clases"; en definitiva, que una crisis de la Concertación es más bien una crisis del régimen.

En la DC, el adolfismo no logró imponer su línea de "rectificar el modelo", el alvearismo... bien gracias, unos tratan de "miserables" a los otros, unos expulsan o sancionan a los otros. Y así, tampoco terminan de definir su línea: si es la de "rectificar el modelo" o cuál otra. Si la línea elegida es rectificar el modelo, deben presentarse como de izquierda.

Pero así no pueden, aunque hablen (como Adolfo Zaldívar) de "aliados circunstanciales", ir con la derecha (ni con la que quiere posar de amigos de los trabajadores y los pobres, como Longueira, pues resultaría inaceptable por ser de ese partido pinochetista y de ricos empresarios en sus organismos directivos, a la sombra. Ni tampoco podría ir con la derecha de los viejos aristócratas (que tratan de "la señora" a Bachelet) rejuntados con los nuevos ricos entre sus candidatos y figura públicas, a la luz, pues resultaría también poco viable, porque el candidato es emblema del modelo que se dice querer rectificar).

Además, el premio mayor (la candidatura presidencial) sería para las figuras de la derecha, no para la DC. La alternativa de Soledad Alvear, al adolfismo y su línea de rectificar el modelo, parece ser tan sólo esperar a que les toque a ellos en la próxima presidencial, lo que desarma políticamente a la DC. Además, de conjunto como DC, es cada vez más ajena a la clase social que vuelve a levantar su cabeza, la clase trabajadora (salvo que alguien pueda pensar seriamente en la UNT, que sirve más que nada para la propaganda flexibilizadora en las páginas del Diario Financiero).

Por último, y contra las comentadas presiones de la DC internacional, si se fueran de la Concertación, se destrabaría esa exigencia objetiva de tener que reposicionarse a izquierda, alimentando las tendencias a la polarización a izquierda y derecha. Es decir: el espacio de centro pierde importancia entre la tenaza obrera y patronal, el movimiento es hacia izquierda o hacia derecha. Lo corto de miras es que se lo quiere mantener artificialmente, gesticulando contra "la izquierda", amargándose con la derecha, y alimentando fricciones sin destino.

El PPD, por lo mismo, ve achicado su espacio. Y además, con la irrupción de Piñera, se desdibuja aún más, al revivir (pero más bien con Piñera), la ilusión de la diminuta subcapa media de profesionales, de ser "emprendedores" y enriquecerse con buena conciencia. El resto (decepcionados de otros partidos que fueron a parar al PPD, buscadores de puestos, escaladores) apenas le permitirán sobrevivirse.

El PS, es el que está en mejores condiciones para responder a esa exigencia objetiva de reposicionarse a izquierda. Y lo viene ensayando: los chupasangres de Escalona, la polémica del salmón de F. Espinoza, el mismo aborto del díscolo Enriquez- Ominami, la marcha con el PC el 11 de septiembre, etc. El drama que tienen es que, al mismo tiempo que lo necesitan, para contener la crisis y seguir apareciendo como (falsos) amigos del pueblo, desplaza a la DC, aumentando la crisis.

¿Es que entonces no tienen salida?
Un cierre parcial, favorable a la derecha, y a la clase patronal

Sí, tienen salida. Al menos circunstancial. Para empezar, sus jefes, la clase patronal, han dejado correr la crisis sin incentivarla. Incluso, uno de sus representantes más duros, se quejaba de la falta de pronunciamientos contra la corrupción, y no es porque les faltara papel para sacar una declaración. Sino que es porque (aunque están en procesos similares de desgajamiento -con tres candidatos, inéditamente, a la presidencia de la CPC-), mantienen su unidad de clase contra la clase trabajadora, y así imponen límites a los episodios de crisis de los partidos patronales de la Concertación (y también de la derecha).

La Concertación está acercándose a un cierre parcial de la crisis, aunque llega a acuerdos que apenas sirven para "poner paños fríos". Es algo tan limitado porque aún oscilan entre la metafísica (apelando a un incierto "proyecto común") y el cuartel (pretendiendo imponer "disciplina" y "códigos de conducta").

Si es tan sólo poner "paños fríos", ¿no ganan nada? No, algo ganan: tiempo, para intentar encontrar más adelante mejor fórmulas que les permitan un cierre más perdurable y favorable a sus intereses. Así, este segundo episodio, se está acercando a su cierre (aunque será convulsivo, con nuevos eventos).

La derecha sale ganando en todos los sentidos: se los incorporará a la administración (derechos de repartición) de los cargos públicos: Por un lado, por ejemplo, se anunció que se adelantará (incluyendo a Codelco), la postulación a puestos dirigentes de las reparticiones y empresas públicas mediante el Consejo de Alta Dirección Pública (que es el camino acordado con la derecha para insertarse en el aparato estatal, aún administrado por la Concertación). Por otro lado, la Concertación queda debilitada.

La gran ganadora es la clase patronal: Con ocasión del encuentro empresarial ENADE 2006, y en respuesta a este nuevo episodio de crisis, la Concertación se apuró en su agenda anti- corrupción en comprometerse a privatizar más, en comprometerse a neoliberalizar más el aparato del Estado e incluso la forma misma de hacer política. Porque ahora se habla de "gerentes" para llevar adelante la política. Porque se adelanta la designación de cargos mediante este Consejo de Alta Dirección Pública (y que significa que el partido que gane una elección no será el que administre el aparato del Estado, sino que lo harán "gerentes", el consenso entre el ganador y el perdedor). Porque se abren las puertas a la privatización de Codelco ( en forma gradual, comenzando ahora por incorporarle a su directorio gerentes que estarán ligados a la derecha y el empresariado). Porque se plantean nuevos beneficios tributarios a los patrones. Porque se repone la idea de flexibilizar.

De este modo, y de contragolpe, se consolida un cierre reaccionario que el gobierno de Bachelet venía logrando este año, es decir, una coyuntura desfavorable a la clase trabajadora y el pueblo pobre.

Esta coyuntura reaccionaria, de todas maneras, no logra revertir las tendencias más profundas, perdurables, que aquí mencionamos, y que son, por el contrario, objetivamente más favorables a la clase trabajadora y la tendencia a la recomposición de sus fuerzas. Tendencias más profundas, más perdurables, que mantienen planteada una crisis- por ahora contenida, desviada, pero no resuelta- del régimen de esta democracia para ricos, poniendo en la picota a sus principales instituciones (partidos patronales, parlamento, etc). Que, por ejemplo, obliga a los servidores de la clase patronal a tener que llamarlos chupasangres, para poder seguir sirviendo a sus intereses.

Porque lo que llamamos el "clima bacheletista" mantiene, aunque cada vez más débilmente, expectativas en que se dará respuesta a sus demandas, y que con luchas de presión será suficiente, que con demandas a los parlamentarios se podría alcanzar algo. Esto fortalece circunstancialmente a la izquierda del régimen que, en boca de su principal partido, el PC, reivindica el haber llamado a votar por Bachelet, cuya única y mejor función, como aquí decimos, es revitalizar a la Concertación como (falsos) "amigos del pueblo" (y preferentemente, por ahora en forma cauta, a sus sectores progresistas).

Así, relativamente fortalecidos, sostienen por izquierda al gobierno, lo que contribuye también a que cierre sus crisis. Y lo sostienen con hechos. Mencionemos sólo dos. En la lucha [de los estudiantes de] secundaria, sus principales figuras públicas legitimaron y fortalecieron así con su participación, el Consejo Asesor Presidencial, que fue el camino elegido por Bachelet para desviar la lucha. En la lucha de los trabajadores de la Salud, aunque sus principales dirigentes públicos (en sus diferentes "sensibilidades") se mostraron muy combativos en las acciones, avalaron el acuerdo de Alarcón, y por sobre todo, el hecho de que fuera el Parlamento el que resolviera los términos de la lucha y la negociación trabada con el Ministerio.

Sólo mencionamos estos dos hechos para no mencionar otros, como los acuerdos preliminares para lo que pareciera ser lo que no sería más que pasar de un sistema electoral binominal a otro trinominal.

Así, se van produciendo cierres parciales reaccionarios que en su resultado de conjunto terminan por favorecer a la clase patronal.

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27/11/2006

do por La Haine

 

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