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Medio Oriente, Asia, EE.UU. :: 19/10/2023

¿Destruirá la ocupación de la franja de Gaza el “techo estratégico” de Occidente en Oriente Medio?

Alastair Crooke
Lo que se esconde tras la oleada de resistencia palestina tiene sus raíces precisamente en una realidad inversa a la que sostiene con tozudez la diplomacia estadounidense

La semana pasada escribí que la raíz del actual conflicto de EEUU con Rusia fue la omisión de un tratado escrito que estableciera los límites y la definición de los "intereses" occidentales, y “pari passu”, de los de Rusia y la seguridad e intereses comerciales de China (https://lahaine.org/gF1i).

Todo quedó intencionadamente vago, en la euforia posterior a la Guerra Fría, para darle a EEUU un margen de maniobra que tomó con creces. En primer lugar maniobró para remilitarizar Alemania y hacer que la OTAN avanzara más hacia el corazón del Este. Como muchos advirtieron, esta política estadounidense en última instancia significaría la guerra.

Y efectivamente, se han abierto frentes de guerra asimétricos y horizontales a partir de la Operación Especial de Rusia en Ucrania. Y aunque en apariencia la acción rusa se centró en obstaculizar la absorción sigilosa de Ucrania por parte de la OTAN, también el Kremlin se propuso contener la penetración occidental en el este.

Hoy, cuando todas las miradas están puestas en la "guerra" en Oriente Medio nos hacemos muchas preguntas, pero la principal es ¿Por qué?.

Entonces aparecen conflictos inquietantemente similares. Al final de la II Guerra Mundial, Occidente quería que los judíos europeos tuvieran una "patria", por lo que en 1947 Palestina quedó perentoriamente -y sin consultar a sus habitantes históricos- dividida entre judíos y árabes.

La narrativa predominante en Occidente ha sido que las tribulaciones y guerras que siguieron – particularmente la confrontación actual Israel/Palestina – son el resultado de la “perversa” incapacidad de los Estados árabes para reconocer la existencia del Estado de Israel. Muchos en Occidente ven esta actitud como irracional, o como un anomia cultural.

Bueno, como ocurrió con la Europa de posguerra, con Palestina no se llegó a ningún acuerdo formal con respecto a judíos y árabes que vivían en un mismo territorio.

Los Acuerdos de Oslo de 1993 fueron un intento de llegar a algún tipo de concordia, pero nuevamente todo fue vago, y la llave quedó en manos de los israelíes.

Al igual que al final de la guerra fría, esto tuvo como objetivo darle a Israel el máximo margen de maniobra. Más que eso, se pretendía que Israel tuviera ventaja estratégica y EEUU garantizó que Israel tuviera también ventaja militar sobre sus vecinos.

Dicho sin rodeos, el objetivo nunca fue que los Estados árabes aceptaran la presencia de Israel. Los hechos posteriores han demostrado que Washington ha tratado de imponer sus planes mediante intervenciones militares y financieras (Siria, Irak, Líbano, Irán). La única excepción fue Egipto, a quien se le devolvió el Sinai.

Sin embargo, la iteración actual con la "normalización de Abraham" (llegar a un acuerdo con Israel) efectivamente arrojó a los palestinos a los leones en aras de mejorar la relación de la dictadura saudí con los israelíes.

Así como el avance de la OTAN tenía como objetivo poner a Asia bajo el dominio estadounidense, la hegemonía cultural del Gran Israel en el Medio Oriente – se creía en los círculos diplomáticos estadounidense – colocaría al Medio Oriente también bajo el dominio occidental.

Lo que se esconde detrás de la actual oleada de resistencia palestina tiene sus raíces precisamente en una realidad inversa a la que sostiene con tozudez la diplomacia estadounidense.

La realidad inversa es que, durante la última década, Israel se ha ido alejando cada vez más de los cimientos sobre los que podría haberse construido una paz regional sostenible. Israel, de manera inhumana, ha estado avanzando en la dirección opuesta: derribando los pilares de un acercamiento regional posible.

Netanyahu, durante la última década, ha llevado al electorado israelí hacia la extrema derecha, y lo ha hecho utilizando a Irán como el gran fantasma. (No siempre fue así: después de la Revolución iraní de 1979, Israel se acercó a Irán contra la "vecindad cercana" árabe).

El primer ministro israeli impuso su propia narrativa, a saber: gracias al "éxito" de los Acuerdos de Abraham al mundo ya NO le importa el pueblo palestino… sus problemas son cosas del pasado.

Esta desinformación de los medios ha distraído al mundo occidental que no ha querido conocer lo que han estado planificando los ministros radicales del gobierno de Netanyahu:

El primer compromiso del gabinete de Netanyahu es construir el Tercer Templo (histórico) donde actualmente se encuentra la Mezquita de al-Aqsa (Jerusalén). En pocas palabras, esto implica demoler Al-Aqsa y construir un templo judío en su lugar.

La segunda promesa es refundar Israel – con la supuesta extensión territorial que habría tenido en tiempos bíblicos-. Dicho claramente, esto desposeería a los palestinos de Cisjordania; en estos días lo dejó claro el ministro de Seguridad Nacional, Ben Gvir: “los palestinos deberán elegir entre marcharse o vivir bajo la servidumbre del Estado judío”.

El punto tercero es instituir la ley judía (Halajá) en lugar de la ley secular. Esto despojaría a los no judíos que viven en Israel de su estatus legal.

En conjunto estas tres decisiones políticas – la judaificación de al-Aqsa; la fundación del Estado sobre la bíblica ‘Tierra de Israel’ y el fin de la Ley Básica secular- significarían simplemente que el pueblo palestino sería totalmente expulsado de su tierra.

Hace tres semanas, Netanyahu agitó un mapa de Israel mientras pronunciaba un discurso en la Asamblea General de la ONU; en ese mapa la franja de Gaza y los territorios palestinos no aparecen. Están borrados. La situación es así de existencial.

Estos son los peligros que en última instancia subyacen con la actuación extrema realizada por las milicias de Hamas contra Israel. Su objetivo es romper el paradigma de sumisión (no se trata de un clamor por un retorno al marco de Oslo).

Sin embargo, al reaccionar de forma exagerada, Netanyahu y su gabinete de guerra podría derribar el "techo estratégico" de todo el proyecto occidental. Biden no parece ver el peligro que acecha con su exagerado lenguaje al comparar a Hamás con el ISIS y respaldar una respuesta “rápida, decisiva y abrumadora” de Israel.

Biden declaró, inopinadamente, que cree que Israel no sólo tiene el derecho, sino que el "deber" de contraatacar, y por si hiciera falta añadió que "EEUU respalda a Israel".

La actitud de Biden puede producir una tragedia humanitaria con la represalia total contra los palestinos en Gaza. Netanyahu está atrapado por la dinámica de su propio miedo, actuando como Dioniso, el Dios del exceso. Y Biden -con elecciones cerca- lo incita.

Así como el team Biden expuso a EEUU y la OTAN a una humillación en Afganistán y Ucrania, ahora Joe Biden parece incapaz de imaginar lo que podría seguir con la terrible venganza israelí en Gaza.

Ucrania trajo graves corolarios financieros a Europa. En Israel, su estructura militar y de inteligencia simplemente implosionó. Habría que imaginar que pasaría si la estructura política se volviera disfuncional.

Cuando Occidente mira la situación en modo instrumental, es decir, las fuerzas armadas del régimen de Israel son enormemente más poderosas que Hamás y, por tanto, Hamás está destinado a ser destruido, en fin, se trata sólo de una cuestión de ingeniería.

La pregunta que cabe plantearse entonces es: ¿cómo evolucionará esta drama con el tiempo? ¿De qué manera la guerra de Israel en Gaza podría moldear las estrategias de Hezbolá, Siria y la esfera musulmana, y abrir oportunidades políticas que hasta ahora no estaban disponibles?

Podríamos observar un cambio: según el portavoz del Pentágono, John Kirby, ahora Rusia podría poner fin anticipadamente a la guerra de Ucrania.

Esto es lo que se está desarrollando mientras el mundo islámico observa cómo se desmorona Gaza.

El (‘quietista’) Gran Ayatolá iraquí Seyed al-Sistani ha hecho un llamamiento para que “el mundo entero se enfrente a esta terrible brutalidad”. ¿Estallará ahora Cisjordania? ¿Se levantarán los palestinos que viven dentro de la Línea Verde?

Si las fuerzas israelíes invaden Gaza, el escenario podría convertirse en una suerte de Bakhmut/Artyomovsk: en una picadora de carne.

Mientras tanto, Hezbolá está cocinando lentamente el frente norte, aunque lo hace con cuidado. ¿Reaccionará EEUU de forma exagerada como en 1983, cuando el USS New Jersey bombardeó posiciones drusas en el Líbano?

Recordemos cómo terminó eso: con la destrucción de la embajada de EEUU y la demolición del cuartel de los marines. Murieron 241 militares y funcionarios estadounidenses, y Reagan huyó con la cola entre las patas. Hoy, el Grupo de Ataque del portaaviones USS Gerald Ford está frente al Líbano, listo para "disuadir" a Hezbolá.

Hezbolá y el Frente de Resistencia han anunciado sus líneas rojas. Si se cruzan, Nasrallah ha prometido abrir un nuevo frente.

Por lo tanto, debemos tratar de ver los acontecimientos de manera dinámica, y no sólo a través de la burbuja de las distracciones mediáticas: si Netanyahu y el Ministro de Defensa Gallant –consumidos por el deseo de vengarse– se exceden, Israel puede encontrarse en peligro existencial.

Israel está rodeado por decenas de miles de misiles inteligentes y enjambres de drones. Un ataque contra Hezbolá o Irán constituye una frontera para Israel. ¿Se arriesgará un Netayahu, preso de la ira y el pánico? Y si él, Gallant y Gantz cruzan la frontera, ¿podría caerse el techo estratégico construido durante décadas por EEUU?

www.observatoriocrisis.com / La Haine

 

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