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Europa :: 14/02/2007

¿Es progresista la burguesía rusa?

Ariel Dacal Díaz
Se están repitiendo, bajo nuevas condiciones, similitudes históricas de una burguesía rusa incapaz de asumir su tarea histórica de progreso, lo que condujo al límite de la tolerancia de los sectores populares rusos y al estallido de la revoluciones de 1905 y luego de 1917

El análisis histórico que sigue el marxismo como concepción teórica es aquel que toma como premisa la concepción materialista de la historia. La simplificación de esta concepción en un sistema de proposiciones cerrado desbanca el potencial dialéctico, materialista y crítico que el marxismo de los clásicos inauguró en el pensamiento social y filosófico.

La llamada ortodoxia, cuyo ejemplo más extendido fueron los manuales soviéticos, da cuenta de esa simplificación al convertir al marxismo en un ideal reiterativo y acrítico, con pretendidos axiomáticos, e implicó la adopción de una postura academicista que supone al marxismo escolástico y especulativo.

En el caso que nos ocupa, para la tradición historiográfica marxista, la consideración de la clase social, en tanto categoría de análisis, posee un incuestionable valor heurístico. Se hace necesario, no obstante, el deslinde entre las posturas mecanicistas del reduccionismo de clase, que naturalizan lo clasista para la explicación lineal de todos los acontecimientos, de la inteligibilidad incuestionable que aporta el principio clasista como referente explicativo de profunda significación objetivo-subjetiva para los estudios históricos.

Una cuestión es la formalización de la teoría y otra el proceso de desarrollo de la misma. La explicación de la noción de clase, tanto en Lenin como en Marx, aparece a lo largo de sus trabajos teóricos generales como de los trabajos histórico-críticos. De ello se infiere que aquellos conocidos rasgos objetivos dados por Lenin deben ser contextualizados y revelados en cada condición concreta y a la vez completados con los llamados rasgos secundarios o subjetivos de la clase, no de menor importancia a la hora de percibir las actitudes y los comportamientos de los distintos actores y sujetos en la escena histórica.

Este razonamiento es válido a la hora de definir, o no, como burguesía a la clase que se fue conformando en dominante en el tránsito de una sociedad no capitalista (nombrada socialista) hacia una sociedad capitalista en Rusia, entendiendo que si bien estos grupos humanos clasifican en tanto tal, la manera particular en que se realiza la "acumulación originaria" hacia el capitalismo impone su sello distintivo en el perfil de dicha clase, diferente al de otros procesos que no pasaron por esta experiencia sui generis.

Partiendo de esta puntualización teórica, vayamos al proceso histórico.

Las estructuras

La burguesía rusa viene casi íntegramente de las estructuras económicas y políticas existentes en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Por tanto, un elemento que la tipifica de manera determinante es haber aparecido en la escena política prácticamente por decreto y de manera abrupta. El proceso de privatización comenzó en 1992 y ya en 1994 el 87 % de los antiguos directores de empresa eran propietarios de las mismas. Formalmente, en dos años una parte considerable de la burocracia económica de la URSS se convirtió en propietaria de los medios de producción, resultando, teóricamente, la burguesía rusa. Este origen permite entender más objetivamente sus características, actuaciones y proyecciones.

El objetivo esencial de las reformas "económicas" iniciadas en 1992 fue político: instaurar un régimen de propiedad privada que hiciera irreversible las estructuras precedentes. Este hecho delinea la tendencia ideológica y la opción política de origen del sector dominante soviético/ruso que realizó un "travestismo político", como lo definió el profesor cubano Jorge Luis Acanda, a inicio de los 90, elemento inédito en los procesos históricos de conformación de la burguesía.

Gennadi Burbulis, ideólogo del proceso y encargado por Yeltsin para formar el primer gobierno de Rusia después de diciembre de 1991, caracterizaba al mismo como: "Un gobierno de dinamitadores que ineludiblemente estallará en su labor, pero antes de eso se habrá abierto el camino"1.(1)

Por tanto, la utilización racional de los recursos, la creación de un sistema eficiente de producción de riquezas, trabajar por la estabilidad nacional, concebir un plan integral de transformaciones negociado con diversos sectores sociales que permitiera competitividad en el mercado mundial no estaba en la prioridad ideológica/programática de la burocracia que técnicamente se trasmutaba en burguesía.

De esta "misión" era consciente el principal arquitecto de las reformas, Anatoli Chubais: "La creación de la propiedad privada en Rusia era un valor absoluto y para alcanzar esa meta había que sacrificar algunos esquemas de eficacia económica" El mismo Chubais dijo que: "el objetivo de la privatización es la construcción del capitalismo en Rusia, y hay que realizarlo de golpe, en unos cuantos años, completando así el trabajo que otros países hicieron en siglos"2.(2)

Lógicamente, es una muestra de la miopía política de la burocracia soviética y de la miopía cultural para entender los procesos históricos. De lo que su propia actuación da cuentas. Por tanto, desde sus inicios la burguesía rusa ha sido depredadora y nunca tuvo un carácter progresista. Su formación casi de manera mecánica dista mucho de la conformación de una conciencia clasista lo que dificulta parcelar un pensamiento ideológico político definido, y mucho menos creador, de carácter burgués.

Vinculado a lo anterior, al tiempo que se privatizaron los medios de producción se crearon las estructuras políticas y los marcos jurídicos que han ido afianzando los intereses de la burguesía rusa, en claro detrimento de los intereses de los trabajadores y de importantes sectores sociales.

En esta etapa hubo un fuerte debate respecto a la forma constitucional que debería asumir el Estado ruso donde el presidencialimo y el parlamentarismo, como referente de organización política burguesa, tuvieron detractores y defensores. Proceso que como es conocido terminó de manera violenta en 1993, con la imposición de una Constitución que carga con una pobre legitimidad de inicio.

El grupo más importante de la clase dominante rusa ha sido el sector oligarca. Este controla el mayor porciento de los recursos energéticos y la extracción de materias primas, columna vertebral de la economía rusa y por donde ha drenado un elevado porciento de las riquezas del pueblo ruso. Además, su expansión económica se realiza de cara al mercado internacional por lo que constituye un lastre de importancia para el desarrollo económico interno.

De ahí que sean los mayores beneficiarios de la inserción de Rusia en los mecanismos de la economía globalizada y sean una punta de lanza de los intereses trasnacionales al interior del país con un discurso político a favor del neoliberalismo económico y la limitación de la influencia estatal en los asuntos de la economía.

Para entender el entramado de dominación de la burguesía rusa y desde dónde se mueven los hilos del poder, hay que seguir la trayectoria de los oligarcas. Algunos especialistas definen justamente el sistema político ruso como una "oligocracia". Han sido los mayores beneficiados con el proceso de privatización y con la aplicación de las políticas neoliberales instauradas y siguen siendo el principal grupo de poder dentro de Rusia.

No obstante, es necesario destacar que no es un sector homogéneo y que su influencia en la vida pública de Rusia presenta diferencias entre los períodos de mandato de Boris Yeltsin y de Vladimir Putin lo que se manifista, en el primer caso, por una libertad casi absoluta para realizar sus intereses y, en el segundo, el establecimiento de orden que, bajo un contrato social entre los oligarcas y el Kremlin, permita regular en alguna medida sus actividades.

En el periodo de gobierno del primer presidente ruso, un grupo de siete oligarcas tomaban decisiones esenciales de la política rusa que implicaban, fundamentalmente, la aprobación legal de los procesos de privatización que los beneficiaban. Esta ha sido una de las características de la acumulación originaria de esta burguesía. En algunos casos sustituían de facto a Yeltsin durante los períodos de convalecencia del mismo. Cuando un ministro era sustituido los análisis versaban sobre qué grupo de oligarcas se beneficiaba con la medida. El magnate Boris Berezoski fue conocido como el Rasputin moderno y se paseaba por los pasillos del Kremlin sin límites de ningún tipo.

En el período de Putin una de los aspectos más complicados con los que se enfrentó desde el inició fue poner límites a ese relacionamiento, establecer, como ya dijimos, una suerte de contrato social con los oligarcas, lo que no implicaba eliminar su influencia.

Teóricamente se debate mucho en Rusia la necesidad de potenciar el desarrollo de la mediana y pequeña burguesía, que permita favorecer los intereses nacionales fomentando la industria interna. El basamento ideológico de esta tendencia está en una mayor intervención estatal en la actividad económica y una mayor regulación de los intercambios comerciales. Las posiciones más extremas, dentro de estas reformulaciones, apuntan a una reevaluación de los procesos de privatización.

Hasta el momento este sector no tiene un peso determinante en la economía y por tanto su influencia política no es de consideración. Lo que avala el criterio de la casi nula existencia de una clase media, expuesto a lo largo de la tesis. No obstante, el ligero repunte de la industria nacional permite ver una diferencia, más perspectiva que tácita, de este sector. Téngase en cuenta que en el presente año Rusia pudiera ingresar a la OMC y se prevén daños a algunas áreas económicas de dicho sector lo que implicaría una evaluación futura de sus consecuencias para la estructuración de la burguesía rusa.

El resultado de una investigación realizada por al interior de la sociedad rusa se trazó un perfil de su burguesía de la siguiente manera: "Su vida está llena de paradoja y no tiene nada en común con la sosegada vida de los miembros de la clase burguesa occidental. El occidental medio no pasa su tiempo libre en casinos y no es tiroteado en el portal de su casa. El "nuevo ruso" (está) caracterizado por una frívola atracción hacia el lujo, una total ausencia de confianza en el futuro y un ansia histérica de divertimento, una disposición a asumir riesgos extremos en los negocios y un disgusto orgánico hacia todo lo que huela al "feliz promedio". En una palabra: vive el tipo de vida de gente que ayer estaba en la pobreza y que espera desaparecer mañana sumida en el olvido"3.(3)

La clase dominante rusa cuenta con un sector de enorme importancia para entender su dinámica de realización política: la burocracia. Su peso determinante dentro de la sociedad rusa se remonta a la segunda mitad del XIX, y no por casualidad Lenin la calificó como una excrescencia parasitaria en el organismo del Estado obrero. Volvemos nuevamente a los orígenes del actual poder en Rusia y encontramos a la burocracia política soviética convertida en clase política y funcionariado de las instancias de gobierno a los distintos niveles.

Este sector continúa teniendo una influencia notoria en la vida de Rusia y su número se ha triplicado entre 1991 y 2002, así como su influencia política. La principal característica del mismo es los altos niveles de corrupción. La utilización del pago de tributos para hacer negocios es enormemente extendida.

Es normal la solicitud de coimas a ciudadanos y a las empresas. Para estas últimas, las fuentes más comunes son el otorgamiento de licencias, de cuotas de importación, la recaudación de impuestos, las privatizaciones, etc. De ahí, como explica Juan Chingo, la fragilidad de los derechos de propiedad que ha ido elaborando la burguesía ya que éstos no dependen del "Estado de derecho" sino, en buena medida, de la arbitrariedad de la burocracia. La propiedad privada queda, así, inserta en una especie de derecho informal de vasallaje que conecta al propietario con el burócrata en los distintos niveles de la jerarquía. Esto se repite del nivel central a las regiones. No por casualidad se dice que en Rusia uno no "se hace" millonario, sino que "es nombrado como tal".

Un estudio patrocinado por el Banco Mundial y publicado a mediados de 2002 reveló que los rusos gastan anualmente -en coimas y pagos bajo mano- 36.000 millones de dólares. El grueso de esa suma son tributos del mundo de los negocios a los funcionarios. Según el propio informe, el 82% de las compañías y los empresarios rusos están inmersos en ese tejido.

La burguesía rusa tiene en los partidos políticos un instrumento inacabado que es otra diferencia con su homóloga occidental. Los partidos son instrumentos política en construcción que en la actualidad no son un reflejo fiel de las tendencias políticas dentro del país. Al contrario de lo que ocurrió originariamente con los partidos políticos, el poder necesita crear partidos que le den una base, en lugar de que estos sean una fuerza política mediadora entre esta y el poder.

La tumultuosa aparición de los partidos políticos en Rusia con escasa claridad ideológica y programática y con una limitada existencia se resolvió, nuevamente, por decreto mediando una ley que regule los partidos por su membresía y otros asuntos, pero sin que realmente refrenden una conformación de fuerzas y tendencias aun difusas. Un dato que valida el poco impacto de las entidades partidarias en el sistema político ruso es que ningunos de los presidentes que han pasado por el Kremlin llegaron a la cima desde la membresía de partido alguno.

Las ideas

El referente ideológico que ha tipificado a la clase dominante rusa, y que lógicamente es el sustento justificativo para ejecutar el desmonte de las estructuras políticas, económicas, jurídicas e ideológicas de la era soviética es el anti comunismo.

Su tarea ideológica fundamental ha sido eliminar las posibilidades de regreso no solo de esas estructuras, sino de los ideales socialistas mismos. Como se refiere en el capítulo primero de la presente tesis, los términos socialistas (de por si maltratados por la práctica post leninista) se fueron diluyendo progresivamente hasta que afloraron los términos nacionalismo democracia, libertad, libre mercado, independencia, conceptos que sugerían "cambios progresistas" referente al sistema comunista.

No obstante, se debe señalar que el proceso de restauración capitalista en Rusia encontró cierta resistencia en los sectores dominados. En algunos casos se manejaron las reformas como una realización de los ideales de Octubre y muchos trabajadores participaron en la primera etapa de la privatización con la idea de que se acercaban al verdadero control obrero.

Vinculado a lo anterior, el discurso socialdemócrata fue de utilidad ideológica en los primeros momentos, lo que revelaba una enorme confusión, no solo dentro de los sectores dominados sino dentro de algunos grupos de los dominadores que podían creer genuinamente en lo que hacían. Pero en la práctica, se aplicó el esquema neoliberal en una variante extrema, como se expone ampliamente en la tesis que acá presentamos.

Una vez más retomamos el origen de la burguesía rusa para aproximarnos a la comprensión de su proyección ideológica, política e histórica. Para ello me basaré en un extraordinario análisis escrito por Isaac Deutscher en 1950, titulado "Herejes y Renegados" en el que, entre otras ideas, anunciaba que "la lucha final será entre comunistas y ex comunistas". En su caracterización de este conflicto proyectaba que el ex comunista une sus fuerzas a los defensores del capitalismo y aporta a esa tarea la falta de escrúpulo, la estrechez mental, el desprecio a la verdad y el odio intenso en el que fue imbuido por el stalinismo. Continúa siendo un sectario. Es un stalinista vuelto al revés. Sigue viendo el mundo en blanco y negro. Como comunista no ve la diferencia entre el fascismo y la socialdemocracia. Como ex comunista no ve diferencias entre el nazismo y el comunismo".

Entender esta particularidad histórica de la burguesía rusa ayuda a comprender algunos componentes de sus percepciones culturales de partida para la conformación de sus planteos ideológicos, políticos, éticos y culturales con independencia de los matices que se pueden percibir, y permite prever sus límites históricos.

Desde 1991, como nos recuerda Juan Chingo, los rusos han sido bombardeados con artículos, libros y programas de televisión denunciando los crímenes Bolcheviques: el Terror Rojo bajo Lenin y Trotsky; el Gran Terror bajo Stalin; la hambruna de 1932-33; el gulag; la deportación de individuos castigados por o sospechosos de colaborar con la Alemania nazi; y la represión de la era de Brezhnev. La batalla por la memoria, combinada con la promoción de los valores democráticos comerciales ha sido fuertemente peleada por los medios, periodistas e historiadores, apoyados por una vasta cadena de instituciones, universidades y fundaciones occidentales, fundamentalmente de los Estados Unidos. Ford, Soros, Hoover, Heritage, Carnegie, USIS y Usaid.

Paralelo al resorte ideológico del anti comunimo, el que puede afirmarse como punto común de los planteos de la clase dominante rusa, reapareció el debate "Rusia y Occidente". Desde la etapa de la perestroika aparecieron reeditados trabajos clásicos sobre el centenario contrapunteo y ya en los primeros años de los noventas abundaban los debates en la prensa y medios académicos sobre el particular.

El rescate de este problema, fruto de una discusión filosófica comenzada en la década del 30 del siglo XIX, tiene varios significados. De una parte, la búsqueda de un referente histórico sustitutivo del proyecto comunista que dotara a la clase dominante reconvertida de una memoria histórica sobre la cual erigir su legitimidad. En este sentido funcionó como una justificación ideológica, además de mostrar el carácter conservador del nuevo pensamiento de la clase llamado a ser hegemónico.

De otro lado, el debate de "Rusia frente a Occidente" divide opiniones respecto a las soluciones que debe asumir Rusia para garantizar su futuro. El sentimiento "gran ruso", el sentido imperial de potencia, se contrapone a la subordinación o calco de las estructuras europeas. Se esgrime este dilema como la expresión cultural de la nación rusa, de sus herencias, de sus potencialidades, frente a la dominación de la cultura occidental. Se presenta como una cosmovisión distinta, un sentido universalista distinto.

Este referente se sustenta en valores éticos universales, que resultan funcionales a los intereses de los dominadores en tanto distancian la reflexión de los asuntos estructurales y las particularidades sociales de la realidad rusa, evadiendo su cuestionamiento. La asunción de este debate también es utilizado para contraponer los intereses de sectores económicos que ven en occidente su realización y aquellos que pretende potenciar un desarrollo endógeno. Como fue explicado en párrafos anteriores.

La conformación de los marcos ideológicos de la clase dominante en Rusia dista de estar conclusa. Muestra de ello son la palabras de Putin en la última reunión del Consejo de Estado realizada en diciembre de 2006 al destacar que "el colapso de la antigua doctrina comunista ha generado en Rusia un vacío ideológico que se irá llenando obligatoriamente - ora de ideas destructivas, como extremismo, chovinismo, nacionalismo e intolerancia étnica, ora de valores humanitarios de carácter universal" Lo importante, según el mandatario ruso, es desarrollar esta labor de reconstrucción de los valores humanistas sobre las bases de la cultura y las tradiciones de todos los pueblos que habitan en Rusia, para mantener una identidad propia en las condiciones de la globalización. Concluyó que Rusia se va recuperando y hay un despertar del patriotismo en el país.

La burguesía rusa, como clase dominante, tiene una difícil tarea en su empeño por imponer su liderazgo moral o hegemonía al resto de los sectores de la sociedad y consolidarse como clase dominante en Rusia.

Esta conclusión se avala en el cuestionamiento social a los procesos de privatización y a la manera despilfarradora y ostentosa en la que viven los "nuevos ricos", el engaño histórico sufrido por el pueblo, uno de cuyos resultados es que las palabras "libertad’ y "democracia"tan esgrimidas para legitimar la restauración capitalista, se han convertido en malas palabras, simbolizando los pecados de la nueva sociedad y del crecimiento de las divisiones sociales, y además, la existencia de una clase de los trabajadores que, si bien aún no sale del letargo causado por los años del poder burocrático y por las desastrosas consecuencias de la restauración capitalista, da importantes señales de despertar y comenzar a moverse con la lenta emergencia de la memoria histórica de Octubre.

En este contexto se repiten, bajo nuevas condiciones, similitudes históricas de una burguesía rusa incapaz de asumir su tarea histórica de progreso, lo que condujo al límite de la tolerancia de los sectores populares rusos y al estallido de la revoluciones de 1905 y luego de 1917.

* Ariel Dacal Díaz es investigador del Centro Memorial Martin Luther King Jr, La Habana.


Notas

1. Citado por Juan Chingo. El destino de Rusia y sus consecuencias para el sistema capitalista mundial.http://www.lahaine.org/index.php?p=13568
2.Ibid
3.Ibid

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