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Mundo :: 29/03/2004

¿Existe el terrorismo internacional?

Jaime Richart
Hablan de terrorismo, maquinalmente, insistentemente, hasta reblandecer la misma palabra. Nunca olvidan las pautas de Goebbels. Cuando se trata de opciones tendentes a desmotivarlo más que a desactivarlo, no dejan de repetir, aquí y allá, que eso es claud

Es evidente que atizan el sentimiento antiterrorista pero también el propio terrorismo, alimentado por aquél y en una espiral sin fin. Repetir una idea obsesivamente, alimentar los hechos para abonarla y basar el modus operandi en la idea repetida hasta que todos veamos lo que a ellos interesa, no es mala idea para adueñarse del Poder absoluto. Pero no nos engañan. Los que tienen un bajo cociente mental son ellos. Los inteligentes atribuyen a los demás por lo menos una inteliencia como la suya, si no más, mientras que los menguados calculan la ajena por su cortedad cuando lo cierto es que su cortedad se traduce sólo en listeza y no en inteligencia propiamente dicha.

Porque lo cierto es que, objetivamente, dos hechos trágicos, uno un 11 de setiembre y otro un 11 de marzo, con no más de 3.000 víctimas entre ambos atentados -la mayoría extraídas del pueblo llano para ser precisos- es un resultado en bajas bien "pobre" en comparación con las docenas de miles y miles de muertos en Afganistán e Irak como efecto represalia. Es chocante por ello, que, puestos a librar una batalla, un choque de culturas, pudiendo ese terrorismo internacional causar estragos mil veces mayores por otros medios más simples y a la vez más efectivos aunque no tan espectaculares y de tanta plasticidad cinematográfica como el atentado de las TWC, nada haya ocurrido verdaderamente cataclísmico en cuanto al número de víctimas, aunque naturalmente esto nada signifique ni pueda consolar a las occidentales y a sus familias supervivientes.

Por esto mismo, porque la cifra de los caídos del "ene-migo" aunque se mantiene oficial y deliberadamente en secreto sabemos que son desproporcionadamente mayores, y porque la desconfianza radical que nos inspiran unos dirigentes mágicos, superentrenados en un sólo propósito, va acompañada de un in crescendo, la realidad que puede haber detrás de todo esto del terrorismo internacional es en opinión de muchos otra muy diferente. Lo que sucede a juicio de muchos es que, para la gente que no está aún dormida por las técnicas alucinatorias o hipnópticas que pusieron en marcha desde el 11-S, hay un obstáculo de momento insuperable que impide creerles, además del dato significativo apuntado de la desproporción entre las bajas de uno y otro bando.

Y ese obstáculo es el de la falta de credibilidad de "nuestros" salvadores. Pues, habida cuenta la baja catadura moral y la falta de escrúpulos que exhiben los campeones del antiterrorismo en los dos países que han llevado las cosas a los extremos que sabemos, desde que un 20 de marzo de 2003 y sirviéndose de mentiras mezcladas conveniente-mente con insolencia ocupan otro país para robarle su petróleo ¿quién será capaz de convencernos de que no son ellos mismos, los antiterroristas, los que sufragan y mandan ejecutar los atentados? No me pregunte, porque eso es lo de menos, quién o quienes habría de hacerlo, pues sabemos bien que los circuitos son casi infinitos. La cuestión apunta a la cabeza, no al brazo ejecutor...

Tanto énfasis ponen en el terrorismo -un modo criminal para unos y guerrillero para otros que no tiene que estar necesariamente organizado y menos dejar huellas-, y tanta es su desvergüenza, su manipulación y su manejo del embuste, que a no pocos nos hace sospechar, desde ese infausto 11-S, que son capaces no ya de provocarlo indirectamente con sus desprecios constantes al mundo marginado y con su prepotencia y abuso sobre las regiones asiáticas ricas en petróleo, sino directamente, mediante la correspondiente acción mercenaria, por las cloacas de los Estados, para percutir unos efectos y forzar una doctrina anticipatoria y una política predadora revestidas de razón moral.

Estrategia ésta, la de empeñarse en legitimar con toda clase de imposturas sus crímenes, que quizá representa el aspecto más nauseabundo aparte de la intención propiamente aniquiladora de la cultura islámica para apoderarse del continente indómito que se resiste a la hegemonía del imperio yanqui y de su riqueza...

 

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