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Venezuela :: 09/08/2017

¿La izquierda bolchevique contra la purga estalinista de Nicolás Maduro?

Iván Montero
El chavismo radical es una fuerza crucial de las luchas de clases en América Latina. No reconocerlo es obnubilar el sentido real de la lucha por la emancipación

Desde la izquierda se han hecho comentarios críticos hacia el gobierno venezolano, eso no debe sorprender. La cuestión es que mientras más se crispa el conflicto, la izquierda ultraradical comienza a tomar partido y termina por descartar al chavismo como una fuerza anticapitalista.

Al respecto, en un artículo reciente, Zibechi ha criticado al gobierno venezolano [1], pero sin aportar las pruebas necesarias que requiere la teoría crítica.

De su lectura se puede desprender sin dificultad que en el ejecutivo se encuentra una burocracia procapitalista recubierta con retórica socialista. Con esta deducción en la mano, fácilmente se puede pasar a estigmatizar el proceso bolivariano como una vertiente propia del totalitarismo y, con ello, lograr un argumento de autoridad para que la izquierda ultra radical (algunos trotskismos, marxismos, anticolonialismos, etc.) pueda reducir aquel proceso a uno de dimensiones meramente “geoestratégicas” entre potencias capitalistas, (haciendo un paréntesis, quien construyó este estigma no fue la izquierda crítica, sino la misma ideología imperialista que interesadamente viene imponiendo a las clases dominadas la idea de que cualquier intento por construir una sociedad anticapitalista es imposible y quien así lo intentara no tendrá más fin que el totalitarismo estalinista.)

Con esta operación analítica se logra extirpar cualquier contenido socialista de las contradicciones principales en Venezuela. Es decir, si existiesen propuestas anticapitalistas y socialistas en aquel país, estas serían determinaciones secundarias que enturbian las determinaciones principales del conflicto, como nuevamente Zibechi parece indicar en otra de sus intervenciones [2].

Así, las contradicciones principales, hacia el exterior, estarían inscritas en la lucha por los recursos energéticos, el petróleo venezolano, lo cual no es un asunto cualquiera. En donde Estados Unidos ha perdido el control debido a que la crisis estructural del capital ha permitido colocar a las potencias emergentes (como Rusia y China) como contrapesos, forzando el capitalismo contemporáneo a una multipolaridad geoeconómico-política. Y hacia el interior, en una lucha intestina entre una burguesía “nacionalista” en formación (la boliburguesía) y una burguesía tradicionalmente neoliberal, ambas por supuesto capitalistas.

La teoría crítica socialista no puede desconocer estos hechos. Sin embargo, reducir el chavismo radical a un instrumento ideológico-retórico de la boliburguesía, significa dejar en el limbo explicativo cómo es que éste ha puesto en el espectro político e ideológico mundial el viejo “fantasma del socialismo” y con ello la alternativa anticapitalista.

¿Será que la inocencia política de la burguesía ha regresado al siglo XXI y esta podría invocar su espectro sin temor a desatar sus fuerzas efectivas? ¿Las burguesías usarán arbitrariamente está ideología socialista como demagogia para engañar al pueblo en su apetencia de cambio? ¿Le jugarán al aprendiz de mago?

Preguntas como estas tendrían que ser resueltas, no sin lidiar con la experiencia histórica de la revolución soviética de 1917 en donde la burguesía mundial por primera vez en su historia avizoró aterrorizada el hundimiento del capitalismo y desde entonces han intentado enterrar por todos los medios y en todos los reductos las propuestas, aunque sólo sean ideológicas, que apunten más allá del capital.
De no resolver esto, una interpretación así resultaría ser un absurdo que sólo podrían sostener teorías reduccionistas como las instrumentalistas del ayer o las del complot de hoy.

Es por ello que negar el contenido radical presente en el socialismo chavista y reducirlo a bravatas retóricas es alejarse del movimiento histórico real y, con ello, remar para el otro lado.

Sin embargo, siendo un poco condescendientes con esta interpretación, suponiendo que hay una buena voluntad en ella, podemos pedir prestados algunos argumentos: se trataría de un régimen burocrático cuya clase social emergente precisa de una “industrialización forzada” y la retórica socialista amolda para su dominación. (Este argumento, vertido en las interpretaciones del estalinismo, puede verse desarrollado por Carlos Pérez Soto en Para una crítica del poder burocrático [3]).

Así, si el estalinismo creó una retórica “comunista” como cemento ideológico para constituir un régimen de capitalismo burocrático o capitalismo de Estado, fue porque se elevó a cierta conciencia histórica de su propia clase (una clase burocrática). El “pequeño” problema fue que pudo recurrir a esta retórica porque detrás de sí había tendido un proceso real de emancipación humana en el que se pudo montar simbólicamente. Es decir, la historia muestra que por muy “inteligente” o “torpe” que sea una figura política, un gabinete, un grupo social o una clase, la retórica dominante no se puede sostener en el aire, solo por la voluntad de sus voceros. Cuando es así, está no se sostiene y los mecanismos de dominación ideológica tienen que legitimase y compensarse por otros medios.

Por ello, desdeñar el proceso bolivariano y atribuirle a la ideología del engaño el peso de la espada de Damocles es igual de mítico como la leyenda.

Si la boliburguesía recurre simbólicamente al chavismo es porque existe un proceso de lucha de clases y un proyecto emancipador que le subyace. De lo contrario, el chavismo sería insostenible a nivel discursivo, sobre todo teniendo en cuenta el monumental ataque mediático internacional [4].

Pero si le subyace, quiere decir que está vivo y hasta el día de hoy no se conocen en Venezuela las “purgas antibolcheviques” que lo entierren, a menos que se considere a los terroristas Henrique Capriles como el Trotsky venezolano, a Leopoldo López, Julio Borges o Ramos Allup como los héroes bolcheviques martirizados por Maduro, el aprendiz estalinista.

Si algunas “izquierdas” quieren sepultar prematuramente al chavismo por no encajar en sus gustos autonomistas, localistas o no ser suficientemente dogmático para derrocar al Estado burgués e instalar los soviets obrero-campesinos, entonces nuestras alternativas se van reduciendo a esperar –como los quiliastas– la resurrección de Lenin o que un localismo davítico detenga con piedritas anti-poder la dominación goliática del imperialismo del capital.

El chavismo radical es una fuerza crucial de las luchas de clases y populares en América Latina. No reconocerlo es obnubilar el sentido real de la lucha por la emancipación.

7 de agosto de 2017

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Notas:

[1] Zibechi, Raúl, Cuando la izquierda es el problema, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225420

[2] Zibechi, Raúl, La mirada de China sobre Venezuela, http://www.jornada.com.mx/2017/08/04/opinion/017a1pol

[3] Pérez Soto, Carlos, Para una crítica del poder burocrático, https://www.cperezs.org/cps2/wp-content/uploads/2014/11/poder_burocratico.pdf

[4] Boron, Atilio, La canalla mediática y la violencia, http://www.atilioboron.com.ar/2017/07/la-canalla-mediatica-y-la-violencia.html; Roitman Rosenmann, Marcos, Venezuela: sumisión, guerra y periodismo de encubrimiento, http://www.jornada.unam.mx/2017/08/05/opinion/022a1mun.

Centro de Estudios, Documentación y Análisis Materialista (CEDAM). http://cdamcheguevara.wordpress.com

 

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