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Argentina :: 09/07/2021

¡Me c… en las elecciones! Los costos del escepticismo

Daniel Campione
Con miras a las próximas elecciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio tienen al menos un problema en común: Cómo atraer la atención de los votantes

La primera dificultad en ese campo es el prolongado agobio sanitario y económico, que se agrava con la profunda alteración de la vida cotidiana.

Tiempos difíciles

La macabra estadística de fallecimientos marcha sin freno hacia las 100 mil víctimas. El avance de la vacunación no alcanza para eludir la amenaza de la “tercera ola” a caballo de la variante Delta. La posibilidad de que el sistema de salud vuelva a exhibir sus huecos parece aproximarse una vez más. Lo peor es que ante la alternativa planteada en los inicios de la pandemia, de “salud vs, economía”, la resultante parece ser que ni una ni la otra.

Los salarios han perdido, según estimaciones difundidas estos últimos días, el 22% de su poder adquisitivo, desde 2018 al primer trimestre de 2021. Un deterioro inusitado y extendido en el tiempo. La nueva pauta salarial de incrementos en paritarias por arriba del 40%, celebrada por el presidente Alberto Fernández en una reunión del sindicato bancario, no compensa ni de lejos las pérdidas acumuladas. Un “detalle” que da una noción acabada de la magnitud de la crisis, es que en el tercio de trabajadores de salarios más bajos, el deterioro es aún mayor, superior al 27%. Y estas cifras empeoran cuando se refieren a trabajadores “no registrados”.

Nótese que esa ronda descendente del salario real es “transversal”; abarca tanto a la presidencia de Mauricio Macri como a lo transcurrido hasta ahora de la presidencia de Fernández.

El rosario de desgracias no termina en los asalariados. Las restricciones y cierres desatados por la pandemia han perjudicado, y mucho, a pequeños comerciantes y cuentapropistas en general. La magnitud de cobertura del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) el año pasado, que orilló los diez millones de “beneficiarios”, da una idea de la profundidad de la crisis. El hecho de que el IFE haya sido suprimido este año, proporciona a su vez una noción acerca del agravamiento de la situación.

Los comicios y su dudoso atractivo.

¿Cómo entusiasmarse, o siquiera interesarse, por las elecciones, en estas abrumadoras circunstancias? Encuestadores de opinión pública, estudiosos del marketing, asesores de imagen y demás grandes mercaderes del negocio electoral, coinciden. Hay un clima general de escepticismo y desaliento, escasos deseos de involucrarse en discusiones políticas, desconfianza hacia cualquiera de los partidos y candidatos. La cifra de “indecisos”,indicador de la indiferencia política de una masa fluctuante, alcanza cotas muy altas, por encima del 20%.

Las dos coaliciones ya ensayan tácticas para atraer futuros votantes llenos de reticencias. El comportamiento principal tiene semejanzas entre ambas: Apuntan al desprestigio absoluto del adversario. Resaltan los fracasos respectivos; los del pasado gobierno de Mauricio Macri y los de la actual presidencia de Fernández. “Si el kirchnerismo gana se termina la democracia y vamos hacia Venezuela o Cuba” se grazna en una dirección. “Si perdemos se abre el retorno del neoliberalismo que destruyó al país” se afirma desde la vereda contraria.

“¡Corruptos!” Gritan al unísono en dirección al bando contrario. Algunes ensayan diferenciarse como moderados, en otra forma de transmitir el mensaje de que no se pretende ningún cambio importante.

El hecho es que sólo estamos frente a unos comicios legislativos. Los cargos más importantes que están en juego son la mitad de las bancas de diputados nacionales y sólo un tercio de los senadores. Las únicas posiciones en juego en poderes ejecutivos, son la de gobernador en Santiago del Estero y Corrientes, “desenganchadas” del calendario general. A partir de esa confrontación tan limitada, y a la luz de la situación que ya describimos, parece lógico que el grueso de la ciudadanía sea más bien indiferente frente a las cercanas votaciones de septiembre y noviembre.

Es muy probable que esa desgana se atenúe cuando las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y las elecciones generales estén más cerca. De allí a que se desemboque en involucramiento y fervor hay mucha distancia. Los esfuerzos de unos y otros para convencer a los futuros votantes de que ocurrirá algo decisivo para sus vidas según gane o pierda una u otra lista, tienen un sendero difícil por recorrer.

Un factor adicional lo da la peculiaridad de estas elecciones, en medio del temor al contagio, el tapabocas generalizado y la escasez en materia de provisión de vacunas. La tendencia de larga data a disminuir el peso de actos públicos, compensada con la propensión a hacer campaña en los medios masivos, se profundizará, de acuerdo a todos los indicios. Las redes sociales, de influencia creciente, tal vez ocupen un rol fundamental. El encierro continuado quitará motivación a la hora de ir a votar.

Lo más importante queda afuera

La gran ausencia es la discusión de temas fundamentales para la mayoría de la población, en particular les trabajadores y otros sectores populares. ¿Qué respuesta se ofrece frente a una pobreza por encima del 40% y en crecimiento? ¿Qué hay, más allá de generalidades y abstracciones, en materia de creación del empleo frente a una desocupación de dos dígitos a la que se suman los desalentados que ya no buscan trabajo? ¿Cuál es la propuesta para revertir la precariedad laboral, que no sea suprimir derechos y facilitar despidos?

El capitalismo y su correlato de “libre mercado” e “iniciativa privada” siguen incuestionados, por acción u omisión. Las dos alianzas coinciden en la centralidad de “atraer inversiones”. Se trata del pregón, en el caso de JXC; y la aceptación implícita por parte del FdT, de que sólo la búsqueda de ganancias por el gran capital puede ser el motor de la producción. Y la garantía de un supuesto progreso social.

¿Está en juego una agenda ambiental? ¿Se señala lo suficiente la influencia destructiva del patriarcalismo más allá del tardío lamento por femicidios o abusos sexuales? ¿Se pone en cuestión, de modo serio y concreto, la conversión de la salud y los medicamentos en uno de los negocios empresarios más brillantes, en pleno apogeo de la pandemia? ¿Se debaten las propuestas educativas, por encima de la controversia en torno al modo virtual o presencial de la enseñanza (que últimamente tampoco se discute)?

La respuesta no puede ser sino negativa, en todos los casos. Chicanas, memes, descalificaciones insultantes constituyen el ominoso reemplazo de la contraposición de proyectos políticos realmente diferentes. Por momentos se nota demasiado que sólo se contiende por espacios de poder, por acceso a cargos que permitan servir mejor a intereses egoístas o de pequeño grupo. Incluso nociones de la tradición liberal-democrática, como el servicio al “bien común” o a los “intereses generales” quedan neutralizadas. Como no sea en enunciados genéricos que rayan en la parodia.

Democracia ¿cuál democracia?

Merecen una brevísima mención las prácticas en el interior de cada una de las alianzas. Negociaciones entre cuatro paredes, desprecio hacia cualquier mecanismo de decisión colectiva o consulta a las bases. Campea la intriga permanente por quién tendrá la “lapicera” a la hora de definir candidaturas. Parece estar claro; el concepto de “democracia” aplicado en la práctica es el que se reduce al momento de la emisión del voto. A la opción entre “paquetes” cerrados, sin más capacidad de decisión que el que se tiene en una góndola de supermercado.

¿Alternativas más allá de las propuestas “bicoalicionistas”? Por la derecha ya se sabe, los “libertarios” como José Luis Espert, Javier Milei o Ricardo López Murphy. Oscilan entre ingresar como “ala dura” de JxC o formar lista propia, a riesgo de contribuir de modo indirecto al triunfo del oficialismo. En todo caso le resultan útiles al gran capital a la hora de radicalizar el debate en dirección a los intereses de la gran empresa.

Desde la izquierda, asoman el Frente de Izquierda-Unidad (FITU) y agrupaciones más pequeñas, como el Nuevo Mas, que hoy discuten alguna instancia de unidad . Hay que valorar en ellos el esfuerzo de denuncia del orden capitalista y del poder de las patronales, la obstinada participación en variadas luchas sociales y culturales. Lo poco auspicioso es que las actitudes cuestionadoras y combativas no fructifican en una interpelación efectiva de la mayoría de la sociedad. No se perciben propósitos de avance hacia alianzas más amplias. A lo sumo la dada por la convergencia de distintas corrientes del trotskismo.

En esas condiciones, lo más probable es que, pese a sus enormes insuficiencias y a su falta de identificación con los intereses populares; oficialismo y oposición de derecha mantengan su condición de mayorías. Al punto de captar el 80% o más del electorado. Ante esas circunstancias la respuesta epidérmica podría ser una irritación sin destino concreto. O la aceptación resignada de una situación indeseable, sin visos de modificación.

Una contestación más fecunda es continuar con la militancia; territorial, sindical, ambiental, feminista, estudiantil, etc., al tiempo que se procura delinear propuestas de impugnación de todo el orden de desigualdad e injusticia. No sólo de sus “excesos”, de sus manifestaciones más crueles e indefendibles.

El sentido común más destructivo es el que descree de que pueda haber modificaciones sociales de fondo. Que percibe los términos “revolución” o “socialismo” como utopías irrealizables, en el mejor de los casos; o como amenazas “totalitarias” en la peor de las opciones.

Se trata de revalorizar la democracia, en las mejores referencias que el término contiene: Soberanía popular, debate político amplio, decidido a contrarrestar a los poderes existentes. Y de levantar una y otra vez la idea que los poderosos quieren convertir en tabú: La lucha central es contra el sistema en sí; la supresión del capitalismo es un horizonte indispensable, la mejor forma de realismo que podemos ejercer, contra las creencias en contrario a las que tratan de inducirnos.

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