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Mundo, Medio Oriente :: 21/06/2011

¡Recordemos las incubadoras kuwaitíes!

Patrick Cockburn
Las "atrocidades" en Libia: ¿resisten un análisis?

En la guerra, los informes sobre atrocidades deben ser tratados con escepticismo. Al revisar un campo de batalla en el que había combatido, el gran general confederado Stonewall Jackson se volvió hacia un ayudante y preguntó: “¿Pensó alguna vez, señor, qué oportunidades ofrece un campo de batalla a los mentirosos?”

Quería decir que en la guerra, la gente, motivada por el frío, su propio interés o un simple deseo de encontrar algún sentido en una situación confusa y aterradora, inventa cosas. En medio de un conflicto en rápido movimiento es más difícil que probar que se equivoca que en circunstancias normales.

En el primer conflicto del Golfo de 1990-91 dos actos tristemente célebres de propaganda y desinformación ayudaron considerablemente a sumar apoyo para la guerra ya que parecían demostrar el salvajismo y la duplicidad del gobierno iraquí. El primero fue la aparición de una muchacha kuwaití de 15 años ante un comité del Congreso de EE.UU. para testificar cómo ella, enfermera hospitalaria voluntaria, había visto a soldados iraquíes que arrancaban bebés de las incubadoras y los dejaban muriendo en el suelo. Su informe fue recibido con indignación hasta que – un cierto tiempo después, se reveló que la niña era la hija bien adoctrinada del embajador de Kuwait en Washington, quien nunca había abandonado EE.UU. durante la invasión de Kuwait por Iraq. [El coeditor de CounterPunch, Alexander Cockburn fue el primero en cuestionar la historia de las incubadoras, por obvias patrañas sobre el hospital y la realización de la supuesta masacre. Editores]

La segunda historia tuvo lugar unos meses después, durante el bombardeo y los ataques con misiles contra Bagdad. Peter Arnett de CNN informó que EE.UU. había destruido una fábrica de leche para infantes en los suburbios occidentales de Bagdad, mientras el Pentágono sostenía que la instalación producía armas biológicas. Visité la planta el mismo día que Arnett y recuerdo haber leído cartas sobre el negocio de la leche para bebés que encontré en escritorios demolidos en la oficina de la fábrica. Muchas eran sobre esfuerzos infructuosos de salvar la fábrica de la bancarrota, evidencia convincente que las autoridades iraquíes no podrían haber fabricado de un día al otro.

Los gobiernos no se han convertido en más honestos en los 20 años entre la guerra en Iraq en 1991 y en Libia en 2011. La historia que ilustra de modo más irresistible la naturaleza maligna de Muamar Gadadfi en la actualidad es la afirmación de que ordenó a sus soldados que violaran mujeres que se le opusieran y de que compró medicinas del tipo Viagra para alentarlos a hacerlo. Este cuento ha estado circulando desde hace algún tiempo, pero ganó credibilidad cuando el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno-Ocampo, dijo que tiene evidencia de que el líder libio ordenó personalmente violaciones masivas. Esta semana, la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, dijo que está “profundamente preocupada” por las informaciones de que soldados de Gadadfi están involucrados en violaciones generalizadas como arma de guerra.

Sin duda ha habido violaciones individuales. La más famosa fue cuando Iman al-Obeidi irrumpió en un hotel con periodistas extranjeros en Trípoli el 26 de marzo y presentó un relato verosímil sobre cómo había sido violada por hombres de la seguridad favorables a Gadadfi, antes de que se la llevaran precipitadamente. Pero a pesar de las afirmaciones de la CPI, hasta ahora Amnistía Internacional y Human Rights Watch no han encontrado evidencia de semejantes violaciones masivas ordenadas por el gobierno a pesar de amplias investigaciones. Diana Eltahawy, experta en Libia de Amnistía Internacional, me dijo que investigadores de Amnistía en Libia no habían encontrado evidencia de una política semejante.

¿Podría ser que mujeres guardaran silencio sobre lo que les había ocurrido por motivos de vergüenza o temor a ser muertas para preservar el “honor familiar”? La señora Eltahawy dijo: “Hablamos con mujeres sin que nadie más estuviera presente, en toda Libia, incluida Misrata y en la frontera entre Túnez y Libia. Ninguna de ellas sabía de alguna que hubiera sido violada. También hablamos con muchos doctores y psicólogos con el mismo resultado.” Liesel Gerntholtz, jefa de derechos de las mujeres en Human Rights Watch, que también ha investigado las acusaciones de violaciones en masa, dice: “No hemos podido encontrar evidencia. No hemos podido verificarlo.” Subrayó que las investigaciones de su grupo continúan.

La única pieza de evidencia sustantiva de violación en masa llegó el pasado mes en la forma de un estudio de la doctora Seham Sergewa, una psicóloga infantil que ha estado trabajando con niños traumatizados por los combates. Distribuyó 70.000 cuestionarios a libios en campos de refugiados y recibió 59.000 respuestas.

Dice. “Encontramos a 10.000 personas con PTSD (desorden de estrés post traumático), 4.000 niños que sufren problemas psicológicos y 259 mujeres violadas”. Dijeron que habían sido violadas por milicianos de Gadadfi, a veces frente a sus familias. La doctora Sergewa dice que entrevistó a 140 mujeres que habían sido violadas. Pero, dice la señora Eltahawy, que cuando Amnistía Internacional le preguntó si podía encontrar a alguna de ellas, la doctora Sergewa respondió “que había perdido contacto con ellas y ella fue la única que dijo que había estado en contacto directo con víctimas”. En vista de la declaración de Amnistía Internacional de que no ha podido encontrar evidencia de violaciones en masa, parece que la organización no considera que las investigaciones de la doctora Sergewa sean fidedignas.

Algunos soldados pro Gadadfi capturados, que afirmaban que sabían de violaciones como política oficial han aparecido en televisión. Pero Amnistía descubrió que cuando un investigador que habla árabe visitó las instalaciones de detención sin que hubiera un control oficial en la habitación, no repitieron la afirmación.

Como en Iraq, los periodistas han sido demasiado crédulos y los gobiernos occidentales demasiado interesados en producir historias de atrocidades sobre el gobierno libio sin que importe si existe o no alguna evidencia al respecto. Otra historia de Libia, creída universalmente por los rebeldes, es que muchos de los combatientes en las unidades favorables a Gadadfi son mercenarios de África central u occidental. La señora Eltahawy dice que Amnistía no ha encontrado evidencia al respecto. La única masacre por el régimen de Gadadfi, con cientos de víctimas, que está muy bien autenticada es la de las muertes en la prisión Abu Salim en Trípoli en 1996, cuando murieron hasta 1.200 prisioneros, según un testigo creíble que sobrevivió.

Los frentes de batalla están siempre repletos de rumores sobre inminentes masacres o violaciones que se propagan rápidamente entre personas aterrorizadas que podrían ser las futuras víctimas. Es bastante comprensible que no quieran esperar hasta descubrir cuán verídicas son esas historias. Antes en este año estuve en Ajdabiyah, una ciudad en el frente a una hora y media en coche al sur de Bengasi, y vi coches repletos de refugiados en pánico que huían por la carretera. Solo habían escuchado un informe totalmente falso a través de Al-Jazeera en árabe de que fuerzas pro Gadadfi se habían abierto paso.

De la misma manera, Al-Jazeera presentaba informes no corroborados sobre ataques contra hospitales, bancos de sangre destruidos, mujeres violadas y heridos ejecutados.

La verificación de atrocidades es tan importante porque si se espera que la gente las detenga, tiene que estar segura de que lo que se le dice es verdad y no propaganda. Un impacto tóxico de las mentiras antialemanas difundidas por los propagandistas de la Primera Guerra Mundial fue que cuando, 20 años después, los nazis se lanzaron a matanzas masivas, la evidencia de sus crímenes fue tratada primero con extremo escepticismo.

CounterPunch. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

 

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