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Medio Oriente :: 16/05/2009

Israel sabe que la paz no es rentable

Amira Hass
[Traducido del inglés por Felisa Sastre] Desde 1993, los sucesivos gobiernos israelíes sabían lo que estaban haciendo al no apresurarse a firmar la paz con los palestinos.

Como representantes de la sociedad israelí, comprendían que la paz supondría graves pérdidas para sus intereses nacionales.

Daños económicos

[En Israel] la industria de seguridad constituye un importante sector de la exportación: armas, municiones y novedades bélicas que se experimentan diariamente en Gaza y Cisjordania. El Proceso de Oslo- unas negociaciones que nunca se pensó que tuvieran final- permitieron a Israel desentenderse de su condición de potencia ocupante (obligada a velar por el bienestar del pueblo ocupado) y tratar a los territorios palestinos como si fueran entidades independientes. Es decir, utilizar armas y municiones en unas cantidades que Israel no habría podido de otra forma usar contra los palestinos a partir de 1967. La protección de las colonias requiere un constante desarrollo de los sistemas de seguridad, vigilancia, cámaras y robots, que están a la vanguardia del mundo desarrollado, utilizados por bancos, empresas y barrios residenciales de la clase alta cercanos a barrios de chabolas y enclaves étnicos a suprimir.

La creatividad colectiva israelí se ve abonada por una situación de fricciones constantes entre la mayoría de los israelíes y una población que consideran hostil. Un estado de lucha de baja intensidad, y a veces de altísima, mezcla a israelíes de diversas características: rambos, genios electrónicos, gentes muy dotadas manualmente, inventores. Si hubiera paz, sus oportunidades de desarrollarse se verían en gran medida reducidas.

Daños a las carreras [profesionales]

El mantenimiento de la ocupación y de una situación bélica da empleo a centenares de miles de israelíes. En la industria de seguridad trabajan una 70.000 personas. Anualmente, decenas de miles terminan su servicio militar con una formación especializada o unas buenas salidas. Para miles de ellas se convierte en su carrera principal: soldados profesionales; miembros del Shin Bet [servicios de espionaje], consultores extranjeros, mercenarios, traficantes de armas. Por ello, la paz pone en peligro las carreras y el futuro profesional de una importante y prestigiosa parte de la sociedad israelí, un estrato que tiene la mayor influencia en el Gobierno.

Daños en la calidad de vida

Un acuerdo de paz requeriría una distribución igualitaria del agua en todo el país (desde el río hasta el mar) entre judíos y palestinos, con independencia de que fuera agua del mar desalinizada, o procedente de técnicas de depuración. Incluso ahora, para los israelíes les resulta duro acostumbrarse a ahorrar agua debido a la sequía. No resulta difícil imaginar lo traumático que resultaría un recorte del consumo de agua para equilibrar su distribución.

Daños en el bienestar

Como se ha demostrado en los últimos 30 años, las colonias florecen mientras el estado del bienestar se reduce. En ellas se les ofrece al ciudadano lo que sus salarios no les permitirían tener en un Estado de Israel con sus fronteras del 4 de junio de 1967: tierras baratas, casas amplias, subvenciones y exenciones, grandes espacios abiertos, vistas, una red de carreteras magnífica y educación de calidad. Incluso para los israelíes que no se han trasladado a las colonias, éstas se les presentan en el horizonte como una posibilidad de mejora social y económica. Y esa opción es más real que la vaga promesa de mejoras en la paz, situación desconocida para ellos.

La paz reduciría, en caso de no hacerla desaparecer por completo, el pretexto de la seguridad para discriminar a los palestinos israelíes- en la distribución de la tierra, en el desarrollo de los recursos, educación, empleos en la sanidad y derechos civiles (como el matrimonio y la ciudadanía). La gente que se ha aprovechado de los privilegios de un sistema basado en la discriminación considera su desaparición una amenaza para su bienestar.

ZNet, 13 de mayo de 2009

 

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