La amenaza de la paz
El uso de la idea de 'paz justa', habitualmente utilizado por Ucrania para designar la paz en sus términos, indica el intento de Zelensky de lograr concesiones a un acuerdo inaceptable para Kiev
Despejada la incertidumbre de si el plan de Steve Witkoff filtrado a medios como Axios y que ya han publicado en su integridad era una iniciativa personal del enviado de Trump para Rusia en colaboración con Kiril Dimitrev, el plan de 28 puntos de la Casa Blanca es ahora mismo el centro del debate político en Ucrania y la Unión Europea. "Ucrania se enfrenta a una mayor presión por parte de Washington para que acepte el marco de un acuerdo de paz con Rusia mediado por EEUU, incluyendo amenazas de cesar el suministro de inteligencia y armas", denunciaba ayer Reuters, uno de los muchos medios que analizan la propuesta estadounidense, la forma en la que se ha gestionado y la rapidez en la respuesta que se exige a Kiev.
Trump, que sigue afirmando falsamente haber resuelto ocho guerras, quiere desvincularse completamente de una situación, la guerra en Europa, que no le interesa en absoluto, y dejar resuelta la situación antes de Acción de Gracias, es decir, el próximo jueves.
Esta semana, que comenzaba con un enorme escándalo de corrupción que amenazaba con derribar al gabinete de Zelensky y a su mano derecha Andriy Ermak y continuaba con una gira de reafirmación del apoyo europeo al presidente/dictador de Ucrania, ha terminado con una presión política externa completamente inesperada. El martes, se hablaba de la llegada a Kiev de altos representantes del Pentágono, liderados por el secretario del Ejército estadounidense, Daniel Driscoll, que reemplaza n las preferencias de Trump a Pete Hegseth, el secretario de Guerra que siempre ha rechazado visitar Ucrania. En ese momento, los medios daban por hecho que esa presencia estadounidense en Kiev era una muestra de compromiso estadounidense con el desarrollo militar ucraniano, especialmente la colaboración en el sector de la producción de drones.
Sin embargo, según se ha publicado, una de las misiones de esa representación era la entrega oficial del plan Witkoff que el régimen ucraniano anunciaba oficialmente haber recibido el jueves por la noche. La visita a Estambul, que Zelensky pretendía utilizar para presentar las exigencias ucranianas en su reunión con el presidente y con Steve Witkoff e insistir en la necesidad de presionar más a Rusia, resultó también un espectáculo fallido y el líder ucraniano regresó a Kiev entre la espada de Damocles de una diplomacia bajo presión extrema de su enemigo, que avanza imparable en el frente y sigue sin colapsar económicamente, y su aliado, que le exige rapidez en la aceptación del plan.
"El presidente de Ucrania ha recibido oficialmente de la parte estadounidense un borrador de plan que, según la valoración de EEUU, podría ayudar a revitalizar la diplomacia. El Presidente de Ucrania expuso los principios fundamentales que importan a nuestro pueblo, y tras la reunión de hoy, las partes acordaron trabajar en las disposiciones del plan de manera que se logre un fin justo a la guerra. Desde los primeros segundos de la invasión rusa, Ucrania ha buscado la paz y apoyamos todas las propuestas sustantivas que puedan acercarnos a una paz genuina. Desde principios de este año, Ucrania ha apoyado las propuestas del presidente Trump destinadas a poner fin al derramamiento de sangre. Estamos dispuestos ahora, como antes, a trabajar de forma constructiva con EEUU, así como con nuestros socios en Europa y en todo el mundo, para que el resultado sea la paz. En los próximos días, el presidente de Ucrania espera discutir con el presidente Trump las oportunidades diplomáticas existentes y los puntos clave necesarios para lograr la paz", afirmaba el comunicado publicado por Ucrania para dar veracidad al plan de la Casa Blanca, pero tratar de revertirlo, de plan que aceptar o rechazar, a simple colección de ideas sobre las que iniciar algún tipo de negociación en la que Ucrania llevaría la voz cantante.
Horas antes, cuando Kiev aún sentía ingenuamente la confianza de quien ha creído la imagen de fortaleza propia y debilidad enemiga de su propaganda, Mijailo Podolyak, asesor de Andriy Ermak (jefe de la oficina presidencial), escribía que "Ucrania es diferente. Nos dedicamos a crear, construir, comerciar y prosperar junto con nuestros vecinos. Rusia, en cambio, existe como una plaga de langostas: viene, destruye y se lleva todo lo de valor. La frontera entre nosotros no solo está en el mapa, sino también en nuestros sistemas de valores. Por eso, la rusificación forzada no funcionará; al contrario, para que Rusia regrese a la comunidad de estados y naciones normales, los rusos tendrán que --por paradójico y extraño que parezca-- ucranizarse. O europeizarse. O desaparecer en su forma actual como una reliquia del pasado sin competitividad".
Sus palabras son un ejemplo claro de que Ucrania, en parte engañada por la actitud de defensa de la guerra hasta el final que realiza la Unión Europea, seguía convencida de que podría imponer las formas y el fondo de la resolución del conflicto.
El contraste entre esa seguridad y el discurso pronunciado ayer por Zelensky refleja el cambio que se ha producido esta semana. "Ahora mismo estamos viviendo uno de los momentos más difíciles de nuestra historia. En este momento, Ucrania puede enfrentarse a una elección muy difícil: o bien la pérdida de dignidad, o bien el riesgo de perder a un socio clave. O bien los difíciles 28 puntos, o bien un invierno extremadamente duro, el más duro, y más riesgoso. Una vida sin libertad, dignidad ni justicia, y creyendo a alguien que ya ha atacado dos veces. Esperan una respuesta por nuestra parte. En este momento, la presión sobre Ucrania es una de las más fuertes. Habrá una búsqueda constructiva de soluciones con los EEUU. Presentaré argumentos, persuadiré y propondré alternativas, pero no daremos al enemigo motivos para decir que es Ucrania la que no quiere la paz", afirmó Zelensky en un vídeo cuyo subtexto parece querer mostrar la decisión de luchar por la dignidad del país en condiciones imposibles, antes de verse obligado a aceptar unas condiciones que considera inaceptables. "Eso no sucederá", sentenció el presidente ucraniano, visiblemente preocupado.
"Si el régimen ucraniano aceptara el llamado plan de 28 puntos y renunciara a Donbass, podría arriesgarse a una grave ruptura en las relaciones cívico-militares. La situación militar actual 'no justifica la entrega de estos territorios' (sic), y tales concesiones casi con seguridad avivarían el sentimiento de traición dentro de las fuerzas armadas, lo que socavaría la confianza en el liderazgo civil de Ucrania", escribió el experto en guerra moderna Franz-Stefan Gady. La adopción de la idea de la puñalada por la espalda, mito utilizado por el nazismo en su ascenso en referencia a la I Guerra Mundial, ha sido uno de los mensajes que, junto a la enésima apelación a que los términos supondrían un Múnich moderno, se ha convertido rápidamente en el argumento de quienes exigen la retirada del plan.
De la misma manera han reaccionado medios afines a la causa de Kiev. "El plan estadounidense para poner fin a la invasión rusa es un documento notable. Recompensa la agresión y castiga a la víctima. Socava el principio más importante del derecho internacional, que establece que las fronteras soberanas no deben modificarse por la fuerza [excepto las palestinas]. Sugiere garantías de seguridad, pero no especifica cómo se aplicarían, y luego limita los medios con los que podrían hacerse cumplir", afirmaba ayer el editorial de Bloomberg, que califica el plan de "insultante" y proclama que "debería ser rechazado".
"Cuando se presenta un texto inaceptable en su forma actual, se proponen enmiendas en lugar de generar un gran revuelo. A riesgo de ofender, creo que la estructura de este texto refleja una visión realista de lo posible. Luego, se negocia", escribió en las redes sociales el exdiplomático francés Gerard Araud como respuesta a uno de los muchos ejemplos de reacción catastrofista exagerada que ha provocado la publicación íntegra de un documento que Ucrania intenta tomar como una serie de ideas sobre las que comenzar a negociar y no una propuesta final.
El plan de EEUU para Ucrania y Rusia
El análisis de los 28 puntos planteados por la Casa Blanca obliga a analizar las propuestas en seis bloques diferenciados: paz, garantías de seguridad, territorios, reconstrucción, aspectos geopolíticos y cuestiones socioculturales. El plan comienza reafirmando la soberanía ucraniana, algo que más adelante matiza para limitar el territorio sobre el que Kiev podrá ejercerla teniendo en cuenta la realidad del frente y, en el caso de Donbass, la apuesta por la idea de paz por territorios para detener el derramamiento de sangre.
"Se firmará un acuerdo de no agresión completo y exhaustivo entre Rusia, Ucrania y Europa. Se considerarán resueltas todas las ambigüedades de los últimos 30 años", sentencia, mostrando el intento de evitar cualquier futuro irredentismo y la aspiración a resolver, no solo la cuestión militar, sino el conflicto político más extenso que existe entre Kiev y Moscú.

En materia de seguridad, el texto proclama que "Ucrania acuerda introducir en su Constitución que no se adherirá a la OTAN y la OTAN acuerda incluir en sus estatutos una provisión de que Ucrania no será admitida en el futuro". Inaceptable de partida tanto para la OTAN, que desde 2008 insiste en el "irreversible camino de Ucrania a la Alianza" como para Kiev, que lo introdujo en el preámbulo de su Carta Magna, este punto cumpliría, a priori, la principal exigencia de Rusia, para quien detener la expansión de la Alianza a sus fronteras es una de sus líneas rojas.
La ambigüedad de los términos "en el futuro" y la posibilidad de modificar lo incluido en estatutos o legalidad no pueden esconder que se trataría del primer compromiso que Rusia obtendría de la alianza de la Guerra Fría de limitación de su expansión, algo prometido verbalmente a Mijaíl Gorbachov, pero que el entonces líder soviético no fue capaz de obtener por escrito. Por primera vez, un documento propuesto por EEUU proclama que "se espera" que "la OTAN no se expanda más allá".
En términos de garantías de seguridad por parte de Occidente, el documento prohíbe "estacionar tropas" de la OTAN en Ucrania, pero indica que habrá cazas europeos estacionados en Polonia y añade garantías de seguridad de EEUU, una exigencia básica de Ucrania que, hasta ahora, Trump había rechazado. Esas garantías, que no se detallan en el plan, sino en un documento aparte que merece su propio análisis, no son absolutas. Ucrania, que tendría que compensar a EEUU por ellas, perdería la protección en caso de lanzar misiles a Moscú o San Petersburgo o si invadiera Rusia.
Aunque se indica que "se espera que Rusia no invada países vecinos", se precisa que, "si Rusia invade Ucrania, además de una respuesta militar coordinada y decisiva, se reactivarán todas las sanciones y se revocarán el reconocimiento de los nuevos territorios y todos los demás beneficios. Siguiendo la estrategia de incentivos y amenazas, el plan prevé sanciones en caso de ataque al vecino y, en el caso de Rusia, una quizá vaga pero real amenaza militar en caso de ataque.
En uno de los puntos más comentados, el documento exige una reducción del ejército ucraniano: "La limitación de un ejército de 600.000 efectivos no constituye realmente una restricción. Antes de la invasión, Ucrania contaba con 250.000 soldados, y a lo largo de su historia --justo después de la independencia-- mantuvo fuerzas de entre 700.000 y 800.000 efectivos, según los estándares soviéticos. Hoy en día, Ucrania carece de los recursos y el personal necesarios para sostener un ejército de 600.000 efectivos, que sería uno de los más grandes del mundo. De hecho, este no es el tema central del plan de paz", explicó la analista militar brasileña Patricia Marins sobre uno de los temas que más reacciones está causando.
El motivo es la apariencia de imposición sobre Ucrania de una de las exigencias rusas de 2022: la desmilitarización. Ucrania, que aspira a ser convertida en lo que von der Leyen califica de puercoespín militar, un país fortificado, militarizado y armado hasta los dientes -Israel siempre ha sido el modelo soñado-, no pretende aceptar concesiones en este sentido. Sin embargo, los datos muestran que lo que se presenta como una concesión a Rusia es, en realidad, una falsa impresión en un país que quedaría mucho más militarizado que antes de la invasión rusa, cuando el peso del sector y la militarización de la sociedad eran ya notablemente superiores -y en el caso de los batallones nacionalistas, tremendamente peligroso- a lo que había acostumbrado en décadas anteriores.
"Tras acordar los futuros acuerdos territoriales, tanto la Federación de Rusia como Ucrania se comprometen a no modificar dichos acuerdos por la fuerza. Las garantías de seguridad no se aplicarán en caso de incumplimiento de este compromiso", afirma el plan para enlazar la cuestión de seguridad con la territorial, sin duda el aspecto más desfavorable para Ucrania, a la que se exigiría el repliegue del 14,5% de Donbass a punto de caer ante la presión militar rusa, pero aún en su poder.
"Las fuerzas ucranianas se retirarán de la parte de la región de Donetsk que controlan actualmente, y esta zona de retirada se considerará una zona buffer desmilitarizada neutral, reconocida internacionalmente como territorio perteneciente a la Federación de Rusia. Las fuerzas rusas no entrarán en esta zona desmilitarizada", se explica, añadiendo esa fórmula de desmilitarización para anticipar la negativa de Ucrania a abandonar un territorio bajo la premisa de que podría ser utilizado por la Federación Rusa como trampolín para un futuro ataque contra Kiev. Como se indica en otro punto, el reconocimiento mencionado sería de facto, no de iure.
A excepción de Donbass, el documento se ciñe a la actual línea de contacto como frontera de facto. Rusia entregaría a Ucrania los territorios que controla en otras regiones ucranianas (Járkov, Sumí y Dnipropetrovsk), pero mantendría aquellos bajo su control en Jersón y Zaporozhie, incluida la central nuclear de Energodar, que operaría bajo la tutela del Organismo Internacional de la Energía Atómica y suministraría energía por igual a Rusia y Ucrania.
Ucrania obtendría gran parte de las concesiones que prevé el documento en materia de reconstrucción, en la que participarían los países europeos, EEUU y el Banco Mundial y que estaría parcialmente financiada por los activos rusos retenidos en el extranjero. "Se invertirán 100.000 millones de dólares de los activos rusos congelados en iniciativas lideradas por EEUU para reconstruir e invertir en Ucrania. EEUU recibirá el 50% de los beneficios de esta iniciativa. Europa añadirá 100.000 millones de dólares para aumentar la cantidad de inversión disponible para la reconstrucción de Ucrania. Se descongelarán los fondos europeos congelados. El resto de los fondos rusos congelados se invertirán en un vehículo de inversión estadounidense-ruso independiente que llevará a cabo proyectos conjuntos en áreas específicas. Este fondo tendrá como objetivo fortalecer las relaciones y aumentar los intereses comunes para crear un fuerte incentivo para no volver al conflicto", afirma el plan.
Hace tiempo que Rusia dio por perdidos esos activos y, como publicó Reuters en primavera, filtró incluso su disponibilidad a que fueran utilizados para la reconstrucción de Ucrania siempre que se incluyera también a los territorios bajo su control. Esa propuesta filtrada cayó en saco roto y fue rápidamente olvidada fundamentalmente por la intención europea de castigar tanto a Rusia como a los territorios bajo su control y hacerse con los activos para que fueran utilizados para la guerra, no para la paz. El resto de activos serían utilizados en proyectos conjuntos con EEUU, que si Rusia lo acepta será el principal beneficiado económico de este plan.
En materia de sanciones, al igual que en la reconstrucción, los términos muestran un claro matiz colonial de tutela de EEUU y de actuación a su servicio. El plan prevé un levantamiento de las sanciones progresivo, condicionado y vigilado caso a caso, una forma de subordinación de Rusia a EEUU que sería inaceptable en caso de que el papel colonial corriera a cargo de los países de la UE. El argumento es el mismo para aceptar poner una parte de los fondos al servicio de la reconstrucción, una forma de pagar reparaciones de guerra, pero también de evitar que fueran utilizados en su contra o que quedaran en mano de los países europeos, cuyos intereses no son tenidos en cuenta.
Es más, en términos geopolíticos, Bruselas y Londres son los principales derrotados. "Se celebrará un diálogo entre Rusia y la OTAN, con la mediación de EEUU, para resolver todas las cuestiones de seguridad y crear las condiciones necesarias para la distensión, con el fin de garantizar la seguridad mundial y aumentar las oportunidades de cooperación y desarrollo económico futuro", expresa la propuesta, exigiendo a los países miembros de la Alianza un diálogo político con Rusia que han rechazado repetidamente. Obligados a aceptar unos términos en cuyo diseño no han participado, los países europeos tendrían que conceder aquello contra lo que han luchado, readmitir a Rusia en las relaciones internacionales e incluso en el G8, lo que supondría una derrota estratégica clara de quienes han tratado de utilizar la guerra de Ucrania como herramienta geopolítica contra un enemigo histórico.
Importantes también son los aspectos humanitarios de liberación de personas detenidas, intercambio de prisioneros y civiles, retorno de menores a sus familias y amnistía. Un alto funcionario estadounidense afirmó que Ucrania modificó significativamente uno de los 28 puntos de la versión que apareció en Internet. En una aparente maniobra para sacar a la luz la supuesta corrupción, el borrador exigía una auditoría de toda la ayuda internacional que había recibido Ucrania. El texto se modificó para indicar que todas las partes recibirían «amnistía total por sus acciones durante la guerra»", afirmaba ayer The Wall Street Journal, dando a entender un intento de proteger la corrupción de la guerra y un intento de garantizar la impunidad como método de evitar causas como la que actualmente acecha a Zelensky y a su círculo, entre ellos a Rustem Umerov.
Recogiendo otra de las reivindicaciones rusas, el documento incluye también la exigencia de otorgar a la lengua rusa el estatus de oficialidad, libertad de educación y prensa en ucraniano y ruso en ambos países -aspectos que, aunque prohibidos actualmente, formaban parte del programa electoral de Zelensky- y la prohibición y rechazo de "toda ideología y actividades nazis", una forma de responder a la exigencia rusa de desnazificación.
El punto final del documento insiste en que el acuerdo es "legalmente vinculante" y será "monitorizado y garantizado por el Consejo de Paz, dirigido por el presidente Trump. Se impondrán sanciones a las violaciones". La naturaleza colonial del acuerdo de paz para Oriente Medio se repite de nuevo en este plan, que da a Ucrania cien días para celebrar unas nuevas elecciones.
Aunque Rusia se comprometería a concesiones severas en términos económicos, de tutela y sanciones -aspecto en el que Trump ha confirmado que no se levantarían las medidas contra el petróleo ruso, competidor del estadounidense-, es Ucrania a quien se le exige cruzar prácticamente todas sus líneas rojas. Incluso a pesar de la ausencia de reconocimiento de iure del control ruso de los territorios de Crimea, Lugansk, Donetsk y partes importantes de Jersón y Zaporozhie, y la posibilidad de mantener la ficción de la posibilidad de una futura reunificación, Ucrania tendría que admitir pérdida de territorios, renuncia -aunque fuera temporal- a la OTAN, readmisión de Rusia en las relaciones internacionales como un país más y limitaciones a la legislación ultranacionalista que se ha aplicado durante la última década.
Aunque con la presión de la exigencia de aceptar el acuerdo en unos días, Ucrania lucha por hacer de este plan una lista de ideas que aún pueden ser notablemente modificadas.
"Logramos abordar muchos detalles de las propuestas de la parte estadounidense para poner fin a la guerra, y estamos trabajando para que el camino a seguir sea digno y verdaderamente efectivo para lograr una paz duradera. Agradezco la atención y la disposición a colaborar con nosotros y nuestros socios. Acordamos trabajar conjuntamente con EEUU y Europa a nivel de asesores de seguridad nacional para que el camino hacia la paz sea realmente factible. Ucrania siempre ha respetado y sigue respetando el deseo del presidente estadounidense Trump de poner fin al derramamiento de sangre, y vemos con buenos ojos toda propuesta realista. Acordamos mantener un contacto constante, y nuestros equipos están listos para trabajar las 24 horas del día, los 7 días de la semana", escribió Zelensky sobre su conversación con JD Vance.
El uso de la idea de paz justa, habitualmente utilizado por Ucrania para designar la paz en sus términos, indica el intento de Zelensky de lograr concesiones a un acuerdo inaceptable para Kiev y que choca de forma frontal con la imagen de fortaleza que el régimen ucraniano ha transmitido constantemente a su población. En esa labor, el presidente ucraniano tendrá el apoyo de los países europeos, que al igual que tras la cumbre de Alaska, se movilizan para acudir a Washington para impedir la puesta en marcha de este plan cuyo principal peligro no son las concesiones, la vaguedad de algunos de sus términos o lo inaceptable de otros, sino que se trata de la primera hoja de ruta sobre la que poder negociar un tratado de paz.







