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Argentina :: 20/02/2021

La democracia de Ali Babá. Tres días de duelo para el mayor vendepatria

Miguel Bonasso
En sus diez años como presidente de la república, Carlos Saúl Menem completó la desnacionalización de la economía argentina

La dignidad de las instituciones democráticas argentinas ha quedado limitada a la ciudad de Río Tercero, que se negó a cumplir los tres días de duelo que el presidente Alberto Fernández decretó por la muerte del procesado impune Carlos Saúl Menem. Tienen motivos muy honrosos y legítimos para desacatar la escandalosa decisión del Poder Ejecutivo. El próximo 21 de febrero el ex senador vitalicio y ex presidente debía sentarse en el banquillo de los acusados, en calidad de imputado, en la causa por el “presunto delito de estrago agravado” por la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero (Córdoba), en la que ya han sido condenados cuatro ex militares, en activo durante el gobierno menemista.

El 3 de noviembre de 1995 se produjeron tres grandes explosiones en la Fábrica Militar, que provocaron siete muertos y trescientos heridos. Después de muchas idas y vueltas y muchos años, la falacia de una explosión accidental, resultó desmentida con sólidas explicaciones técnicas que demostraron una verdad mafiosa y terrible: la explosión había sido deliberada y pretendía ocultar el faltante de municiones de la Fábrica, que habían sido enviadas clandestinamente a Ecuador y Croacia, en contra de las disposiciones de Naciones Unidas y la neutralidad a la que estaba obligada la República Argentina. El ex presidente, señalado como principal responsable de violar el embargo, logró esquivar esta acusación (igual que otras no menos graves de corrupción y entrega del patrimonio nacional) hasta refugiarse en la impunidad de una senaduría que fue mutando desde el menemismo puro y duro hasta su alianza inmoral con el Frente de Todos.

En un mensaje que le costará borrar de algunas memorias éticas, el presidente Alberto Fernández, levantó un homenaje emocionado al riojano, recordando sus reiterados (y ciertos, lamentablemente) triunfos electorales. Pero lo importante, como suele suceder, no es lo que dijo el primer mandatario, sino lo que ocultó bajo el pabellón democrático, que pretende legalizar la mercancía de contrabando.

Lo importante es lo que no dijo y no figura en el decreto de honores. Vamos a repasarlo someramente:

En sus diez años como presidente de la república, Carlos Saúl Menem completó la desnacionalización de la economía argentina, iniciada -entre otros- por el ministro de la dictadura militar José Alfredo Martínez de Hoz, cristalizando una franja de miseria superior a un tercio de la población. Millones de argentinos se “cayeron de su clase” para ingresar al sufrido batallón de los miserables, que sigue aumentando en el presente. Los datos puros y duros son elocuentes para demostrar como Menem completó la acción deletérea del dúo Videla-Martínez de Hoz, al terminar con la era económica de industrialización por sustitución de importaciones iniciada en el primer peronismo, para encallar en la de la valorización financiera que, en beneficio de los especuladores, desindustrializó y empobreció hasta el presente a la Republica Argentina:

• El 31 de diciembre del año 2000 la deuda pública y privada totalizaba 145.000 millones de dólares, de los cuales el 54,8 por ciento correspondía al gobierno de Menem y había sido contraída durante los ministerios de Domingo Felipe Cavallo (ex jefe político de Alberto Fernández) y el ex militante del Frente de Izquierda Popular (FIP) Roque Fernández. El servicio de esta deuda se triplicó entre 1993 y 2001, pasando del 1,6% del PBI al 3,6%.
• El país industrializado sucumbió tras diez años de “apertura económica”: las importaciones pasaron de 4.076 millones de dólares en 1990 a 25.242 millones en el 2000, con un pico de 31.377 millones en 1998. La avalancha de productos importados barrió con 1500 empresas textiles, 1200 fábricas de zapatos, 360 autopartistas y 150 empresas fabricantes de juguetes.
• La privatización dolosa de las grandes empresas del estado, como los puertos, EnTEl, Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, SEGBA, Obras Sanitarias, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro o YPF, compradas a precio vil, tanto por inversores extranjeros como por sus grandes socios locales, reconociendo el Estado, en los distintos casos, el valor nominal (100 por ciento) de bonos que apenas valían un 25 por ciento en el mercado.
• La reducción de la red de ferrocarriles a un 30 por ciento de su extensión territorial anterior, en beneficio del transporte automotor, mucho más caro y contaminante.
• El aumento drástico de la desocupación, que alcanzó el 18 por ciento en 1995 y seguiría en aumento, con las reducciones de personal operadas en las grandes empresas nacionales privatizadas, que llevaron a la formación de los “piquetes”, a partir de 1997.
• La destrucción del sistema nacional de Salud y el sistema nacional de Educación, so capa de un pretendido federalismo, que sólo sirvió para generar grandes desequilibrios entre las distintas jurisdicciones y un empobrecimiento generalizado de la infraestructura educacional y sanitaria.
• La sumisión total e indigna ante Estados Unidos, que el canciller menemista Guido Di Tella definió pornográficamente como “relaciones carnales” y llegó al indigno y ridículo extremo de enviar dos fragatas a la guerra del Golfo Pérsico.
• Los múltiples actos de corrupción, como el de la leche podrida de Vicco hasta las valijas de Amira Yoma, solapadas por su marido, el funcionario de la inteligencia siria Ibrahim Al Ibrahim, que a juicio del magistrado español Baltasar Garzón implicaban un nexo concreto con el narcotráfico.
• La más que negligente investigación del atentado a la AMIA, que produjo 85 muertes, numerosos heridos y grandes daños materiales.
• La inmoralidad de los sobresueldos de los funcionarios adictos reconocida en sede judicial por la propia María Julia Alsogaray.
• El gigantesco negociado del predio ocupado por la Sociedad Rural.
• La privatización de las jubilaciones
• La rebaja de las contribuciones patronales
• El colapso de la AFIP
• La expansión de la soja transgénica y el extractivismo minero.
• La flexibilización laboral
• Los sucesivos aumentos del IVA decretados por Domingo Cavallo hasta llegar al 21 por ciento.

Y, por supuesto, la inmoralidad suprema de los indultos a los genocidas, que intentó “compensar” con algunos perdones para ex guerrilleros, consagrando de ese modo la “teoría de los dos demonios” desplegada por su antecesor Alfonsín.

Todo esto en su ambiente de quilombo, de farándula, de posmodernismo negador de la historia, de apología de la viveza criolla y de la mentira como método (“si hubiera dicho de verdad lo que estaba por hacer no me hubieran votado”).

Por este adalid de la democracia hay tres días de duelo nacional y bandera a media asta.

 

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