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Mundo :: 27/12/2012

La música de Ravi Shankar: todo un mundo de diferencia con la cultura "hippy" que la adoptó

Tariq Ali
El enorme mérito de los Stones consiste en haber desafiado lo que constituye un tabú central del sistema social: la mención de la desigualdad social

Ravi Shankar era ya un virtuoso intérprete del sitar mucho antes de que se convirtiera en objeto de veneración para una generación “hippy” animada por las drogas que encontró en la exquisita música que le arrancaba a las cuerdas el acompañamiento perfecto para el consumo de marihuana y LSD. De haber sido la tecnología lo que hoy es, los oídos pegados a los auriculares le habrían escuchado a lo largo de toda la ruta entre Londres y Katmandú.

Los Beatles, que coquetearon con el misticismo indio durante un tiempo (lo que ocasionó algún delicioso comentario satírico de 'Private Eye' [revista de humor londinense, muy célebre en los 60 y 70], que llamaba al Maharishi “Veririchi Lotsamoney Yogi Bear” [algo así como “Muchoriqui Muchapasti Oso Yogui”]) quedaron seriamente fascinados por el sitar y George Harrison tomó lecciones de música clásica india. Los resultados fueron limitados, con 'Norwegian Wood' [del álbum 'Rubber Soul'] probablemente por encima de los demás. Para no quedarse atrás, Brian Jones [Rolling Stones] experimentó asimismo con el instrumento en 'Paint It Black'. La moda no duró demasiado. Los Beatles y los Stones pasaron a otras cosas. Como con Nusrah Fasteh Ali Khan en años posteriores, la "fusión" entre Oriente y Occidente tuvo sólo un éxito parcial. Pero no debería subestimarse lo positivo. La aventura de los Beatles con la música india ayudó a proyectarla a un público global. Rara vez quedaba un asiento libre en los conciertos de Shankar en los Estados Unidos y Europa.

Sus padres bengalíes les habían inculcado a sus hijos un amor por la música y la cultura mientras eran todavía muy pequeños. Uday Shankar, el hermano mayor, fue un refinado bailarín y coreógrafo clásico. Había bailado con Anna Pavlova en París durante los años 20 y rara vez comprometía su arte por agradar a públicos pocos familiarizados con las kathakali y otras danzas índias clásicas. El hermano más joven se conducía del mismo modo en su propio campo.

"Un raga", explicaba Ravi Shankar a sus ilustres seguidores de Occidente, "es una forma melódica científica, precisa, sutil y estética con un movimiento propio y peculiar ascendente y descendente que consiste en una octava completa de siete notas, o una serie de seis o cinco notas en una estructura de ascenso o caída llamada Arohana y Avarohana. Una sutil diferencia en el orden de las notas, la omisión de una nota disonante, el énfasis en una nota particular, el deslizarse de una nota a otra… es lo que delimita un raga respecto a otro".

No está registrada la respuesta de Harrison y Jones, pero aunque hubieran comprendido lo que estaba diciendo, no dejó rastro en su música o sus letras. Los raga no dominaron 'Sgt Pepper' y, tal como hizo notar Richard Merton, crítico musical de los 70, en una intervención sorprendente, nada menos que en 'New Left Review' [en el número de enero-febrero de 1968], la distinción de los Stones está en otra parte. Para él, 'Under My Thumb', 'Stupid Girl', 'Back Street Girl' o 'Yesterday's Papers' encaraban la explotación sexual: "El enorme mérito – y audacia – de los Stones consiste en haber desafiado de modo repetido y consistente lo que constituye un tabú central del sistema social: la mención de la desigualdad social. Lo han hecho del modo más radical e inaceptable posible: celebrándola". Todo lo que puede decirse en este frente es que hacer el amor escuchando 'Under My Thumb' puede haber sido más placentero para algunos hombres. Las mujeres sin duda habrían preferido el movimiento lento ascendente de la Arohana.

Fue el gran violinista de la tradición clásica occidental, Yehudi Menuhin, el que entendió inmediatamente a Shankar, cosa que demostró en una serie de conciertos conjuntos, en uno de los cuales estuve presente. La ocasión fue conmovedora y agradable. ¿Cómo no iba a serlo con estos dos virtuosos a cargo de la velada? Para mí no funcionó en el plano musical.

Los orígenes de la música india clásica, de modo no muy distinto a los de la occidental, se encuentran en los Vedas, las antiguas escrituras hindúes de hace dos mil años. La voz humana desplegada para recitar los Vedas y ayudar luego a los danzantes del templo fue de primordial importancia antes de que surgiera ningún instrumento. Durante el periodo medieval, la llegada del Islam al subcontinente trajo consigo la tradición persa de la poesía, la pintura y la música que se extendieron de Afganistán hacia el sur. Melodía y ritmo, más que armonía y contrapunto, dominaban la música oriental.

La tradición india siguió siendo oral, cada composición representaba un regalo del gurú a su pupilo, y las familias de herencia musical dominan todavía la música clásica en el sur de Asia. A Shankar le agradaba tanto como le divertía su repentino salto a la fama y su estatus de icono en Occidente. Sus colegas más puristas de la India se mostraron desdeñosos. Él, no. Comentó lo que le había agradado "la actitud receptiva, la voluntad de aprender y el sincero entusiasmo de los públicos occidentales". Lo decía de verdad, por supuesto, y era cierto. Pero sabía también que el conocimiento innato de los aficionados musicales del sur de Asia no se podía reproducir fácilmente en otros lugares. Un concierto al aire libre toda la noche en los exuberantes alrededores de Lahore o Delhi, Trivandrum o Dhaka en una noche de verano, con la voz de las divas compitiendo con los instrumentos y llegando al crescendo mientras entra la luz del amanecer y se combinan para alcanzar su final, no tiene equivalente en Occidente. Aquí las constricciones de tiempo y dinero determinan su duración.

La música india clásica nació cuando el tiempo apenas existía. Se desarrolló aún más en el seno de las estructuras de las cortes reales y de un sistema de patronazgo en el que el gobernante o el señor feudal lo determinaban todo. 'The Music Room' [Jalsaghar, de 1958], obra maestra del cine de Satyayit Ray, comunica el sabor y la obsesión de ese periodo. Mucho ha cambiado el sur de Asia, pero todavía sigue habiendo conciertos que duran toda la noche.

Cuando me presentaron a Ravi Shankar en Londres después de un concierto a principios de los 60, me miró preguntándome: "¿Y bien?"

"No es lo mismo que en nuestra parte del mundo", fue la única respuesta que me animé a dar.

Se rió con risa profunda y gutural: "Eso nunca lo será".

The Guardian, 12 de diciembre de 2012. Traducción para sinpermiso.info: Lucas Antón

 

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