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Argentina :: 13/11/2014

La policía en el crimen organizado: caja chica y control social

CORREPI
Reclutando pibes para robar para ellos, demostrando todo el tiempo quién es el que manda en los barrios, en la calle

Esta semana se conocieron varias noticias “delictivas” (siempre recordando los aspectos valorativos, clasistas e ideológicos que subyacen al concepto de “delito” tal como lo conocemos) en las cuales integrantes de las fuerzas de seguridad tienen un papel estelar, que actúa en muchos casos como condición de posibilidad del hecho mismo.

Veamos: por un lado, policías ladrones y secuestradores de Tres de Febrero y de Gral. Rodríguez, pertenecientes a un grupo organizado, descubiertos por sus colegas luego de una denuncia al 911, en Moreno; por el otro, un sargento de la Comisaría 27ª cae como líder en Bajo Flores de una banda de narcotraficantes. Y la agencia Telam nos informa que, en Santa Fe, un hombre fue encontrado con un arma, detenido y llevado a la comisaría 7ª.

Allí, dos oficiales lo dejaron en libertad con el compromiso de que regresara a los 45 minutos con $2.000 pesos. El hombre reunió $1.300 pesos y acordó que volvería con el resto, pero antes hizo la denuncia en la fiscalía. Se realizó una entrega “controlada” del saldo, con dinero marcado, con lo que se pudo acreditar el delito. Claro que los extorsionadores no están presos. Apenas si en disponibilidad, cobrando algo menos de sueldo y sin trabajar.

La semana pasada también comentábamos un caso, y, si nos remontáramos hacia atrás, boletín por boletín y de forma indefinida, encontraríamos cientos o miles. Ahora bien, este no es el mayor problema; lo peor es que si nos “remontamos” hacia el futuro, también los vamos a encontrar.

La policía no sólo tiene el crimen “enquistado en la Institución”, tal como se suele decir eufemísticamente en la prensa; la policía posibilita, fomenta y perpetra el crimen organizado, es el crimen organizado, y no por una mera devaluación moral o corporativa, sino también por la premisa institucional de recaudar y controlar.

Que agentes de las fuerzas de seguridad aparezcan implicados en asuntos de drogas o secuestros extorsivos ya no sorprende a nadie, al menos en cierto sentido: son chorros que en cualquier jugada que pague bien se anotan, entre otras cosas porque, merced a su función formal, saben de todas esas jugadas.

Ahora bien, esto no se agota en lo económico ni se puede analizar desde el reduccionismo del tipo: “y claro…tienen para elegir si son chorros o policías, pero es lo mismo”. Por el contrario, este tipo de acciones también evidencian otras formas del control social que las fuerzas de seguridad en tanto instituciones llevan a cabo.

En una sociedad donde el delito y la transgresión a la ley es gerenciada desde el propio Estado que la dictó para abajo, en la cual lo que se llama corrupción o llana delincuencia es un hecho impuesto y extendido, casi una lógica (desde la coima exigida para obtener un registro hasta la delincuencia legalizada de tantos comerciantes), la policía va a tomar su tajada.

Pero no únicamente en términos monetarios sino también organizando el delito, reclutando pibes para robar para ellos, cobrando sumas para permitir actividades prohibidas, demostrando todo el tiempo (siempre en barrios pobres, generalmente frente a “peces flacos”, en niveles superficiales si se quiere, de “chiquitaje” si se considera la perspectiva general de actividades ilegales) quién es el que manda en los barrios, en la calle; quién es el que manda siempre (si no es evitando el delito tal como se le pide, pues lo será participando de él), quien controla todo, sea ese todo legal, ilegal o una bandada de bellos gorriones “diamantes de Gould”.

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