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Brasil :: 04/09/2008

La lucha por la reducción de la jornada de trabajo

Ricardo Antunes
Una lucha de semejante envergadura no se da a través de una mera negociación con el Parlamento de la conservación y mucho menos a través de negociaciones de cúpula, cediendo aquí para conseguir algo allá

La lucha por la reducción de la jornada semanal de trabajo, sin reducción del salario, volvió a la escena del movimiento sindical en Brasil. Con el nivel tecnológico alcanzado por el capitalismo, este embate se hace más vital aún. Pero es preciso recordar que a lo largo de la historia del trabajo esta ha sido una de las más importantes reivindicaciones de la clase trabajadora: desde el advenimiento de la Revolución Industrial la reducción de la jornada se presenta como condición preliminar para una vida emancipada, según escribió Marx, en 1866, al Congreso Internacional de los Trabajadores en Ginebra.

En estos días, la formulación gana más concreción aún, porque la reducción de la jornada de trabajo es, desde luego, un mecanismo importante para disminuir el desempleo estructural que afecta a un conjunto enorme de trabajadores y trabajadoras a escala global. Pero además de este primer significado, la reducción de la jornada es un punto de partida decisivo para el desencadenamiento de una acción (y reflexión) sobre los significados del tiempo de vida en el trabajo y del tiempo de vida fuera del trabajo . Y permite, si está concebida con un horizonte societal anticapitalista, articular tanto la lucha contra la explotación en el trabajo, como también la lucha contra la alienación fuera del mundo productivo, en la esfera del consumo.

Esto es así porque una vida llena de sentido fuera del trabajo supone una vida dotada de sentido dentro del trabajo, dado que no es posible compatibilizar trabajo asalariado y alienación y tiempo verdaderamente libre. Una vida plena de sentido en todas las esferas del ser social solamente podrá efectivizarse a través de la demolición de las barreras existentes entre tiempo de trabajo y tiempo de no trabajo, de manera que, a partir de una actividad vital llena de sentido, autodeterminada, más allá de la división jerárquica que subordina el trabajo al capital hoy vigente y por lo tanto sobre bases completamente nuevas, pueda desarrollarse una nueva sociabilidad erigida por trabajadores y trabajadoras libremente asociados, donde libertad y necesidad se realicen mutuamente.

Cuando el trabajo se torne dotado de sentido, será también a través del arte, de la poesía, de la pintura, de la literatura, de la música, del tiempo libre, que el ser social podrá humanizarse y emanciparse en el sentido más profundo. Fuera de las limitaciones hoy impuestas por el capital.

Por lo tanto, la lucha por la reducción de la jornada (o del tiempo) de trabajo hoy debe estar en el centro de las acciones del mundo del trabajo, a escala mundial. Luchar por la reducción del trabajo significa, en el plano más inmediato, combatir el brutal desempleo estructural es resultante de la lógica destructiva del capital a escala global, para que no se expanda aún más la sociedad de los proletarizados y de los desempleados.

Pero a la justa bandera de los trabajadores -trabajar menos, para que todos trabajen- debe sumarse otra cuestión también vital: ¿qué debe producir esta sociedad? ¿Y para quién? Haciendo esta pregunta, se ataca frontalmente la lógica del sistema de metabolismo social del capital, orientado exclusivamente al enriquecimiento de las clases dominantes.

Pero hay además otro punto decisivo a enfatizar: la lucha por la reducción de la jornada de trabajo, sin reducción de salario, debe estar íntimamente articulada a la lucha por el derecho al trabajo para todos y todas, creando los pilares para la construcción de otro ordenamiento societal (autosustentado y anticapitalista) estructurado a partir del tiempo disponible (Marx).

De tal modo, las actual lucha por la reducción de la jornada de trabajo y la lucha por el derecho al trabajo, en lugar de ser excluyentes se hacen necesariamente complementarias y permiten acercar dos polos decisivos de la clase trabajadora: los que están trabajando mucho, durante un tiempo intenso y extenuante y aquellos que se encuentran vivenciando el flagelo del desempleo.

Estas dos puntas de la clase trabajadora se sueldan entonces en una acción solidaria, decisiva y colectiva para la totalidad de la clase trabajadora. No hace falta decir que todo eso es muy distinto a la defensa de "flexibilizar la jornada" mediante el nefasto "banco de horas" que subordina el tiempo de los trabajadores a la lógica del capital y de su mercado destructivo.

Pero es preciso, además, no hacerse ilusiones: una lucha de semejante envergadura no se da a través de una mera negociación con el Parlamento de la conservación y mucho menos a través de negociaciones de cúpula, cediendo aquí para conseguir algo allá. La lucha por la reducción de la jornada (o del tiempo) de trabajo depende decisivamente de la organización de los trabajadores en la fábrica, los campos, las empresas, los barrios, los asentamientos, en suma, en el espacio productivo del trabajo y en el espacio territorial de los que quieren trabajar y están sin trabajo.

Exigiendo una reivindicación vital para la humanidad en este comienzo del siglo XXI, que el capital tuvo siempre el máximo de reluctancia en ceder.

Ricardo Antunes es profesor de sociología del trabajo en Unicamp (Brasil) y autor, entre otros libros, de “Los sentidos del trabajo” (Herramienta ediciones y TEL) y coordinador de la colección “Trabalho e Emancipaçao” (Ed. Expressao Popular).

arío Vive

 

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