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Cuba :: 03/02/2019

Los modelos de socialismo

Mario Valdés Navia
En la Cuba actual crece lentamente la tendencia a luchar por arrimar nuestro proyecto socialista a un modelo más afín al régimen de “productores libres”

La reciente conmemoración del 40 aniversario del inicio de las reformas en la República Popular China que dieron lugar al llamado socialismo con características chinas, puso nuevamente en el orden del día el tema de los modelos de socialismo. La discusión es tan vieja como la aparición del ideal socialista y ya José Martí, quien incluía en ese concepto a todo el pensamiento defensor de los intereses de la clase obrera y el establecimiento de una nueva sociedad, advertía: “Socialismo.- Lo primero que hay que saber es de qué clase de socialismo se trata”.[1]

Cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia no implantaron el socialismo al que aspiraban, sino el que pudieron, marcado por las condiciones de vida o muerte que les imponían la guerra civil, la invasión de 17 ejércitos extranjeros y el bloqueo total de los estados burgueses. Fue llamado Comunismo de Guerra (1918-1921) y desde entonces se discute si fue un modelo para construir la nueva sociedad, o un conjunto de medidas desesperadas para defender el poder obrero ante sus numerosos enemigos internos y externos.

Lograda la victoria y ante la necesidad de resanar las heridas dejadas por el gigantesco esfuerzo de guerra, se instauró la Nueva Política Económica (NEP), modelo que reabrió cauces a la existencia de la producción mercantil, el interés material, la propiedad privada y las inversiones extranjeras en la URSS. Con claridad meridiana, Lenin la llamaba capitalismo de Estado y consideraba que ideológicamente era un retroceso necesario y transitorio hacia un Estado de economía mixta.

Luego de la muerte de Lenin, y consolidada la hegemonía burocrática con la conquista por Stalin del poder absoluto (1928), este decidió sustituir la NEP por la industrialización acelerada y la colectivización forzosa. Surgió así el modelo del socialismo estatizado al que los estalinistas, para defenderse de sus críticos internos y externos, denominaron triunfalistamente socialismo real. El espíritu del nombre era similar al del estribillo de aquel hit del Médico de la Salsa que proclamaba: “somos lo que hay, somos lo máximo”; es decir: lo tomas o lo dejas, me copias o no tienes derecho a existir como socialismo.

Tras la victoria en la guerra mundial, el modelo fue injertado a los países ocupados por el Ejército Rojo y luego asumido por las revoluciones china, vietnamita y cubana, con más o menos reticencia. De ahí que haya sido verdaderamente histórico el paso dado por los comunistas chinos en 1978, cuando decidieron abandonar aquel patrón y establecer una forma radical de socialismo de mercado que los ha llevado a alcanzar indiscutibles éxitos.

Pocos años después, en 1986, los gobiernos comunistas de Vietnam y Laos decidieron adoptar sus respectivos proyectos de socialismo de mercado. El primero lo inició cuando el VI Congreso del Partido Comunista de Vietnam abandonó el modelo estatista y adoptó reformas conocidas como Doi Moi (Renovación). Con ellas se promovió la propiedad privada en el campo y la industria, se abrieron las puertas a la inversión extranjera directa, al tiempo que el monopolio político del PC se mantenía incólume. El resultado ha sido tan exitoso que hoy la economía vietnamita es la de más rápido crecimiento en el mundo.

Los comunistas laosianos del Pathet Lao aplicaron un “nuevo mecanismo económico” con el fin de introducir reformas destinadas a estimular el sector privado, la regulación mercantil y la descentralización de las empresas. No obstante, el atraso de sus fuerzas productivas no les ha permitido despegar y la agricultura de subsistencia sigue siendo la rama principal de su economía que solo ha logrado acelerar su crecimiento en el nuevo milenio.

En el ínterin, todos los países de la otrora poderosa comunidad socialista europea renunciaron al socialismo y retornaron al capitalismo en procesos más o menos traumáticos. Hoy por hoy, solo dos países: la República Popular Democrática de Corea -con su Idea Zuche, de vieja raíz estalinista- y Cuba, conservan vigente el modelo de socialismo estatizado y centralmente planificado. Hasta el momento Cuba no ha roto los cabos que la atan a ese modelo históricamente descartado, ni con el Proceso de Actualización, los Lineamientos, el Plan 2030 y la nueva constitución del 2019.

De los modelos de socialismo, mi favorito es el cuasi ideal autogestionario y participativo, basado en la economía social. Su único antecedente histórico fue la República Federal Socialista de Yugoslavia (1946-1991), creada por Yosif Broz Tito, quien fuera baluarte de la resistencia socialista ante el pretendido hegemonismo de Stalin. Este modelo, donde los colectivos laborales asumieron la administración de sus respectivas empresas, se concretó en un estado descentralizado territorialmente, fundador del no alineamiento a la geopolítica bipolar de entonces.

Cuando se autodestruyó el bloque socialista europeo, la orgullosa Yugoslavia socialista se tornó inadmisible para el capitalismo unipolar, que propició su cruel desmembramiento mediante la exacerbación de los nacionalismos internos que condujeron a las sangrientas guerras yugoslavas (1991-2001)las cuales asolaron la rica y vigorosa federación y la fracturaron en siete países independientes.

Hoy, los preceptos de la autogestión socialista están latentes de alguna manera en procesos del llamado Socialismo del siglo XXI (Venezuela, Bolivia) donde la economía mixta, el fomento de las propiedades cooperativa y comunal y las formas de participación política directa otorgan un contenido más democrático y libertario a las relaciones socialistas.

En la Cuba actual crece lentamente la tendencia a luchar por arrimar nuestro proyecto socialista a este modelo, más afín al régimen de “productores libres” al que aspiraron Marx, Engels y casi todos los verdaderos socialistas que en el mundo han sido. En esta hora de reformas vitales al proyecto cubano habrá que bregar incesantemente por introducir estos elementos en nuestro modelo como parte del proceso de creación heroica del socialismo latinoamericano.

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[1] “Cuaderno de Apuntes” No 18. OC. T21, p. 386.

La Joven Cuba

 

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