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Medio Oriente :: 21/11/2013

Lucha de intereses en torno a Siria

Ernesto Gómez Abascal
No sólo Turquía se sintió abandonada ante la decisión de Washington de no lanzar, al menos por el momento, la guerra abierta contra Siria. También Arabia Saudita y Qatar

Confieso que en las últimas semanas he pasado especial trabajo para tratar de interpretar correctamente los movimientos que se producen en torno al conflicto que envuelve la región, que como objetivo central trata de liquidar el gobierno que preside Bashar al Asaad en Damasco.

Tengo la impresión que después del forcejeo ruso, las cosas se han movido y cambios importantes se perciben en la región.

Es evidente que permanece en la política estadounidense la decisión de cambiar al gobierno de Damasco y en esto coinciden con otros miembros de la OTAN, especialmente con Turquía, país que por tener una larga frontera con el agredido, han venido utilizando ampliamente. Sin embargo, el gobierno turco también tiene intereses particulares que no necesariamente tienen coincidencia con los planes de Washington.

El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), es religioso y aunque no lo proclame como tal, viene a ser como la Hermandad Musulmana turca y esto condiciona en cierta medida su actuación. Antes de la guerra ya venían trabajando para estimular y crear en Siria un partido sunnita y estaban arriesgando mucho, incluso sus importantes relaciones con Rusia e Irán, sus principales suministradores de energía y grandes socios comerciales. Las aspiraciones eran ¿o todavía son? aplicando el pensamiento neo-otomanista, tomar a Siria como país subordinado o como protectorado. En esto influye especialmente el interés por dominar las futuras rutas de importantes gasoductos y oleoductos, interés que está en la base oculta de esta guerra. En ello yace en parte, lo que decía Martí, “lo real está en lo que no se ve”.

La reacción de disgusto turco fue tal, que llegó a acordar la compra con la República Popular China de un sistema de defensa coheteril, que está fuera de las normas de la OTAN.

No sólo Turquía se sintió casi abandonada ante la decisión de Washington de no lanzar, al menos por el momento, la guerra abierta contra Siria. También Arabia Saudita y Qatar, financieros decisivos de esta guerra sucia, asumieron el hecho casi como una traición, pues a partir del desalojo de los mercenarios y “yihadistas” de la ciudad de Al Qusair, casi en la frontera libanesa y puerta de entrada para hombres y pertrechos militares, que supuestamente crearían en las cercanas ciudades de Homs y Hama, la capital de la “oposición siria”, quedó demostrado que sin una fuerte campaña aérea de la OTAN, como ocurrió en Libia, sería imposible derrotar las fuerzas del gobierno sirio.

Desde entonces se ha producido un viraje en el teatro de operaciones militares y el ejército sirio y las milicias populares que lo apoyan han venido recuperando terreno sin cesar e incluso el gobierno parece haber ganado más apoyo. Las organizaciones que se le enfrentan, aparecen cada vez más divididas e incluso luchan entre sí.

Por otra parte, en Washington y en capitales europeas, se asustaron, ante el auge que venían tomando las milicias afiliadas a Al Qaeda y de tendencias similares, integradas por mercenarios que según se ha afirmado ya habrían llegado desde más de cincuenta países. La posibilidad de que las acciones militares de EE.UU. y la OTAN le facilitaran a estas hordas de terroristas fanáticos la llegada al poder en Damasco, y crearan allí un califato, preocupaba también a “Israel”. La crueldad de estos extremistas había llegado al límite de difundir ellos mismos, como muestra de “su meritoria fe”, videos donde aparecían decapitando a sangre fría a sus prisioneros, que no eran necesariamente combatientes enemigos, sino simplemente miembros de una secta diferente, aunque también fueran islámicos. Para presenciar el terrible espectáculo, alineaban en primera fila a los niños de la aldea.

En el Congreso comenzaron a levantarse voces acusando a Obama de apoyar el mismo terrorismo que había atacado a Estados Unidos y este no ha tenido otra alternativa que mostrar su preocupación y comenzar a dar pasos al menos para aparentar que actúa para corregirlo. Por ello dispuso el recorrido urgente de su Secretario de Estado John Kerry por la zona, quien a pesar de declarar en Riad que las relaciones se mantenían normalmente, no pudo evitar que trascendiera el evidente malestar saudita. En esto ha jugado un importante papel los primeros contactos establecidos por Washington con el nuevo presidente iraní.

Sin embargo, las relaciones sauditas-estadounidenses están cimentadas en intereses mutuos, pues los del Golfo conocen que dependen para su defensa exterior de la protección yanqui. En Washington están igualmente conscientes de que el dinero y el petróleo saudita, son vitales para el funcionamiento del complejo militar industrial, que se mantiene en buena parte gracias a las enormes compras que regularmente le hacen. Existe un acuerdo normando esto desde los primeros años de la década del cuarenta del siglo pasado.

El golpe militar en Egipto, es otro hecho que ha movido el escenario medioriental. El gobierno turco no ocultó su decepción y enorme disgusto, pues la Hermandad Musulmana instalada allí después de ganar las elecciones, la consideraba como parte de una alianza que presidida por Ankara, incluía también al gobierno islámico de Túnez y a la cual pretendían incorporar a Libia después de estabilizarla; a Hamas como fuerza política predominante en Palestina; y a un gobierno sunita moderado que debía tomar el poder en Damasco. Qatar formaría también parte de este esquema, que serviría de contrapeso a otros dos centros de poder regional: Irán y la Casa de Saud.

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