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Asia :: 14/08/2009

Más carne de cañón para Afganistán

prccanarias
El máximo responsable militar del régimen de EE.UU. en Afganistán, Stanley McChrystal, ha reconocido abiertamente que la resistencia nacional afgana está ganando la guerra

Y no solo retiene el control sobre sus tradicionales zonas de influencia al sur y este del territorio afgano sino que ha logrado avanzar posiciones por todo el país. Sin embargo, en sus declaraciones del pasado martes a The Wall Street Journal, McChrystal insiste en desplegar un mayor número de tropas en zonas densamente pobladas como Kandahar, a pesar del más que previsible aumento de bajas ocupantes en combates urbanos.

El nuevo secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, ya había anunciado el jueves de la semana pasada en Kabul una “mayor presencia militar” de la alianza militar imperialista en Afganistán. También pregonó “conversaciones con un número de grupos dentro de la sociedad afgana”, esto es, con sectores talibanes “moderados”, a los que comprar con dinero. Eso sí, subrayando que ” un requisito previo es que el gobierno afgano pueda conducir las conversaciones y negociaciones desde una posición de resistencia. No hay alternativa a continuar y potenciar los esfuerzos militares”. Siguiendo la estrategia que se intenta desarrollar en Irak, Rasmussen indicó que quiere que las “fuerzas afganas” (el ejército colaboracionista) asuman la responsabilidad de la “seguridad” en el país dentro de los próximos cinco años.

Desde el equipo del general McChrystal adelantan para este otoño una petición de refuerzos de 10.000 soldados ocupantes más. Con las fuerzas adicionales ya ordenadas por Obama, Estados Unidos terminará este año con un contingente de 68.000 militares en Afganistán, que se suman a los 30.000 soldados aportados por la OTAN y otros países satélites.

La realidad es que tanto la OTAN como EEUU se muestran cada vez más impotentes para combatir la resistencia nacional afgana que manifiesta una capacidad de combate y de crecimiento muy desmoralizadoras para las fuerzas invasoras. Y para su montaje de las elecciones presidenciales del próximo 20 de agosto, organizadas para intentar suministrar renovados argumentos a la ocupación extranjera.

De hecho, julio fue el mes de más bajas para las tropas de los Estados Unidos y Gran Bretaña durante esta guerra de agresión, y en el que al menos 69 militares ocupantes murieron, cifra que excede las pérdidas totales de cada uno de los ejércitos expedicionarios en los primeros cuatro años de guerra. Las bajas de EE.UU. sumaron 39 muertos en julio, superando fácilmente la última gran cifra de 26 en septiembre del 2008. Gran Bretaña ha sufrido su peor cantidad de muertos en combate desde la Guerra de las Malvinas: los 22 soldados británicos que perecieron el pasado mes elevan las pérdidas totales en Afganistán a 191, 10 más que las bajas en la guerra iraquí. En porcentaje, las bajas británicas, con una presencia militar en el país de 9.000 hombres, son superiores a las sufridas por Estados Unidos, que han perdido 732 hombres de un total de 50.000 efectivos desplegados en Afganistán.

Los invasores se vieron en graves apuros en la reciente ofensiva en la sureña provincia de Helmand. Ofensiva que se inició con gran alarde de titulares en los medios de comunicación de los países imperialistas y que ha terminado en agua de borrajas. Tanto Helmand como Kandahar siguen siendo bastiones talibanes inexpugnables, mientras la resistencia se extiende cada vez más, con una gran operatividad en el 72 por ciento del país, según la agencia estadounidense Reuters.

Es creciente el convencimiento de que, a la larga, la resistencia vencerá y los ocupantes deberán salir de Afganistán. Los planes anunciados por Rasmussen de enviar más efectivos hacia Kabul, incluidas tropas hasta ahora estacionadas en Irak, solo presagian un incremento de la intensidad de los combates y de las bajas invasoras. En los mismos ejércitos ocupantes es cada vez mayor el número de voces que se pronuncian por negociaciones amplias para poner fin a los combates. Por el contrario, para los sectores más belicistas, como el general británico Richard Dannatt, lo mejor es “asegurar nuestro éxito en la actual campaña, porque establecerá una agenda para el futuro.”

Por si fuera poco, el gobierno marioneta de Karzai, además de en los invasores, se apoya en las tropas de los caudillos militares de unas tribus y en las tropas de seguridad poco entrenadas y mal equipadas. A los ojos del pueblo afgano, el gobierno marioneta es pura ficción, con un Karzai colocado por los ocupantes. Precisamente por eso, los afganos no confían en el gobierno títere sino, bien al contrario, en el Talibán.

Más allá de su “buen rollito”, la administración Obama apuesta por una victoria en Afganistán a toda costa y la por la estabilización de Pakistán, país que aparece como la más dura “baja colateral” de la estrategia imperialista en la zona. Los aviones no tripulados del “pacifista” Obama bombardean a diario el Waziristán paquistaní. De entrar como sheriffs prepotentes en Afganistán, EEUU ha pasado a tener cada vez más graves problemas para mantener Pakistán bajo control.

Es el caso paradigmático de “tener al tigre cogido por la cola”: ni se puede seguir agarrando el rabo al tigre, ni se le puede soltar. Tanto EEUU como Europa buscan una salida de Afganistán que no suponga un desastre total. Mientras el “milagro” no ocurra, seguirán enviando sus propias tropas a la muerte, alimentando la caldera de la guerra. Con tal de aparecer como los más simpáticos lacayos del imperialismo, el gobierno “socialista” –es un decir– se ha apuntado a seguir mandando al matadero a soldados del Estado español.

Lo explicaba Zapatero en una reciente entrevista en The New York Times: «la cuestión no es qué puede hacer Obama por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por Obama». Sí bwana, lo que bwana ordene.

 

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