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Mundo :: 20/05/2025

Mujica: El guerrillero funcional al sistema

Samuel Blixen
Las fronteras de lo deseable eran oscilantes, pero siempre constreñibles a lo posible, y por eso la justicia social se redujo, básicamente, a retoques. Su lema era "un capitalismo como la gente"

La muerte embellece, dicen, mejora, idealiza. Porque en esa circunstancia opera un sentimiento de piedad y un compromiso con el buen gusto. Es impropio mencionar las manchas oscuras de un personaje que acaba de fallecer. Así, perduran y se asientan las virtudes, cuando existen, y el tiempo las amplifica, las santifica. Solo cuando las aberraciones son inocultables, como pasa con Venancio Flores, con Harry S. Truman o como pasará con Netanyahu, la revisión histórica blande el cortafierro para eliminar la gruesa capa de mampostería. Pero eso, en todo caso, ocurre cuando la distancia entre la realidad y la idealización es notoriamente obscena.

En general, con la mayoría de los personajes relevantes, especialmente los políticos, se produce un inacabable contrapunto entre lo impúdico y lo recatado, entre lo ruin y lo noble, entre lo aplaudible y lo condenable, entre lo cierto y lo falso. El resultado es una colección de sosías, una oferta derivada de collages que, por supuesto, no nacen de la nada ni por ósmosis, sino que son la síntesis de los debates en vida entre los seguidores y los antagonistas, algunos mezclados con prejuicios y malas intenciones.

Ese será, seguramente, el escenario de los próximos días, semanas, ahora que José Mujica siguió el muy anunciado destino de todos los mortales: el proceso se irá ajustando en degradé, a partir de la inevitable hipérbole, pero es posible que nunca desande hasta la matriz.

Resultará interesante detectar en qué medida el personaje se impondrá sobre el hombre, porque desde hace un tiempo ambos coexisten y se entrelazan. Aquel militante, ahora brumoso, saltó de ciertas raíces blancas [por el Partido Nacional, también conocido como Partido Blanco, derecha] al movimiento prochino, a la clandestinidad y a la lucha armada.

Combatió, fue herido, encarcelado y fugado; acompañó la determinación de Raúl Sendic de rechazar la rendición incondicional en las horas críticas de la derrota militar; acordó un pacto de silencio con los Tenientes de Artigas, cuya logia estaba bien representada en el cuartel Florida; sobrevivió al ensañamiento degradante, inhumano, como rehén de la dictadura; colaboró en la reconstrucción del Movimiento de Liberación Nacional; no secundó el esfuerzo quijotesco de retomar la vieja y olvidada consigna de tierra para quien la trabaje; pactó con los militares tras la muerte de Sendic y cuando los tupas comenzaron a levantar el andamiaje de las estructuras políticas en democracia, fue de los dirigentes que sabiamente se abstuvieron de encabezar las listas parlamentarias… al inicio.

La arcilla del personaje comenzó a ser moldeada cuando el diputado de moto y casco se convirtió de buenas a primeras en un articulador, un componedor, lanzadera en corredores revestidos de maderas nobles. Viejos zorros de la política advirtieron la ventaja de no confrontar con el tupa, de no ridiculizar aquella figura, de darle un espacio, acaso prohijarlo y alabar la humildad de su forma de vida. Estaba prohibido mofarse de un lenguaje seudocanario [habitante de la ciudad de Canelones] que acentuaba desprolijidades gramaticales.

El personaje creció casi inadvertidamente para la mayoría de los dirigentes frenteamplistas, algunos de los cuales eran incapaces de disimular un rechazo casi visceral por lo tupamaro. Y de hecho se consolidó cuando los desmanes verbales de Lacalle Herrera fueron condenados por sus propios pares: el personaje fue definitivamente aceptado en el reducido mundo de la política profesional y su extravagancia, alimentada como prueba de diversidad. La vida parlamentaria fue desdibujando todo vestigio de un pasado radical, aunque ello supuso el alejamiento de viejos compañeros que no soportaban ciertas presencias (militares torturadores, terratenientes y empresarios de tenebrosa fama...) en el despacho del Palacio y muy poco después en el Ministerio de Ganadería.

El Pepe se despidió de la barra mucho antes de asumir como presidente. Su elección como candidato fue una paradoja mayúscula porque sugería dos extremos: que el Uruguay era capaz de encumbrar a un exguerrillero y que el exguerrillero era funcional al sistema que alguna vez prometió destruir. O el sistema había cambiado o había cambiado el individuo. El secreto estaba en un axioma que la izquierda posdictadura había instalado con éxito y que el personaje desarrollaba con esmero: el límite es lo posible, el tranco es lento.

Las fronteras de lo deseable eran oscilantes, pero siempre constreñibles a lo posible, y por eso la justicia social se redujo, básicamente, a una cierta recuperación real del salario, a una mejora de las jubilaciones, a retoques sistémicos en la salud, en la enseñanza, en la estructura tributaria. Los objetivos del Frente Amplio de 1971 resultaron ser utópicos; válidos para romper el bipartidismo, pero inconducentes para ganar el gobierno.

El personaje asumió las limitaciones de una izquierda sensata en el universo del capitalismo caníbal. Descubrió su vocación: administrar el capitalismo con un sesgo telúrico y una filosofía bucólica, a tono con la imagen mundial de un mandatario que vive en una casa humilde con costumbres frugales. Su lema era "un capitalismo como la gente".

El sano consejo de combatir el consumismo es aplaudido en los foros internacionales, aunque no inquieta a las trasnacionales. Mientras, la desigualdad social se ahonda, la distribución de la riqueza incrementa la explotación, las inversiones extranjeras directas aterrizan sin condiciones y la extranjerización de la propiedad de la tierra va de la mano con un desaforado proceso de concentración como nunca se ha visto.

Cuánto de todo esto es responsabilidad del hombre, no del personaje, es materia de cálculos a futuro. Para no hablar de su postura personal sobre la defensa de los asesinos y los violadores de uniforme a costa de las víctimas de la dictadura, entre ellos compañeros cercanos de su militancia definitivamente desaparecidos.

Que la trayectoria del Pepe es una suma de luces y sombras, un compendio de matices, una sucesión de sumas y restas, por supuesto que sí. Para el balance fino habrá tiempo. Pero empezando por las responsabilidades básicas.

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