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Cuba, Cuba :: 01/05/2019

Ojos bien cerrados en Cuba

Alfredo Prieto
Los pastores evangélicos tienen una manifiesta empatía con Donald J. Trump y Jair Mesías Bolsonaro

Este nuevo destello contiene una irracionalidad galopante, igual o más profunda de la que puede verse en ciertas iglesias evangélicas y en algunas del protestantismo histórico, como la metodista.

Marianao no es un lugar propicio para las mangas largas, menos aún durante el verano. De acuerdo con el sitio web Weather Spark, en La Habana, a la que pertenece, en esa época del año la temperatura promedio es de unos de 32 grados celsius. Y carece de esa suave brisa que viene del mar, característica de otros municipios como Playa, Plaza, Centro Habana o Habana Vieja.

Hoy en Cuba hay pastores de iglesias que visten con mangas largas y, a veces, hasta con tirantes de pantalón a hombros. Uno de ellos es nuevo en esta plaza: responde al nombre de Adrián Pose y prácticamente acaba de fundar allá en Marianao una iglesia –Casa de Gloria–, lo cual alude a lo que viene después de la salvación y los milagros. Un interesante fenómeno dentro del panorama religioso nacional, caracterizado por la diversidad y ciertas especificidades.

Tal vez la principal consista en la expansión de formas carismáticas y pentecostales, lo cual ratifica que la pobreza se ha venido extendiendo como un gato por todo el tejido social, dato que los sociólogos apoyan con el comportamiento del coeficiente Gini. Y también que la condición insular se ve permeada por la globalización y sus correlatos, una vez estudiados por Néstor García Canclini en un libro clásico. Para muchos académicos y pastores, incluyendo representantes del protestantismo histórico, el problema no consiste desde luego en la religiosidad misma, sino en la cola ultraconservadora que este cometa arrastra en todos los dominios de la actividad humana.

Pero este nuevo destello contiene una irracionalidad galopante, igual o más profunda de la que puede verse en ciertas iglesias evangélicas y en algunas del protestantismo histórico –digamos, por ejemplo, los metodistas, que desde los años 90 se han venido sumando a ese coro bajo la dirección del obispo Ricardo Pereira.

Y debe ser entendido como parte de un proceso de la mayor importancia: la lucha de sentidos que está teniendo lugar en Cuba hoy; una pulsión entre las narrativas históricas y los cambios de la realidad monda y lironda, lo que demasiado frecuentemente redunda en zonas de silencio en el plano de lo público, con excepción de ciertas parcelas de la literatura y el arte nacionales, igualmente importantes pero insuficientes para llenar esos vacíos que, como bien se sabe, siempre son cubiertos por algo o por alguien.

Es ese el contexto donde de pronto emerge un individuo de 27 años sin previa formación teológico-pastoral, como no sea haberse graduado –según afirma en su página de Facebook– de la University of Supernatural Ministry, institución con sede en Miami manejada por varios entendidos en la llamada “Experiencia Inmersiva Sobrenatural”, es decir, esos que ofrecen “un entrenamiento de dos semanas en el que recibirás una nueva impartición del Espíritu Santo, y serás entrenado y equipado para llevar tu ministerio a otro nivel”. Ello, desde luego, después de experimentar el toque del Espíritu Santo hace apenas tres años atrás, procedente, según declara, de una iglesia no identificada en Bauta, a 40 kilómetros de la capital.

El fenómeno se caracteriza, en síntesis, por cinco componentes fundamentales.

Primero, un pastor omnisciente, y por lo mismo portador de una única verdad absoluta. De acuerdo con una investigadora colombiana, en este tipo de iglesia el sujeto, antes de acudir a ella, es “un sujeto preso de la enfermedad, la pobreza y en general de los placeres que el mundo ofrece. Al llegar allí se libera, y para ser libre, tiene que vivir un ‘avivamiento’, el cual únicamente está en ese lugar: no hay otro donde las personas puedan experimentarlo”. Y el pastor o los pastores son sus únicos guardianes.

Segundo, una audiencia compuesta por feligreses que avalan la obra del pastor, usualmente después del arrepentimiento y/o la sanación. Se está aquí en presencia del mismo esquema universal, compuesto por curaciones de enfermos, ciegos que dejan de serlo, sordos que empiezan a oír, etcétera, aunque con sus correspondientes variantes marianenses. Dos de las más conspicuas consisten en la recarga de celulares por la acción del Espíritu Santo y el remplazo de viejos empastes de amalgama por otros de oro.

Por lo demás, business as usual. Fieles que dan brincos. Con ojos bien cerrados. Lágrimas y manos al cielo. Muchos gritos.

Dice el pastor acerca de la histeria: “En nuestros cultos la gente cae como muerta. Echan espuma por la boca, convulsionan. Es por la opresión y liberación de demonios. Hay muchos en este país”.

Tercero, una combinación de discurso bíblico (Sodoma y Gomorra) con machismo de puro monte. El pastor se autocongratula por haber hecho –hasta el momento– “un par de liberaciones a homosexuales”, individuos que según el esquema también clásico no son rechazados en su templo sino admitidos a condición de “introducirles el fuego de Dios y liberarlos de sus ataduras”.

La fórmula es simple: el exorcismo: “¡sal de ese cuerpo, demonio fornicador!”. Y asunto concluido, aunque no sin cierto espacio para testimonios rocambolescos. “Yo era jinetero” –le dijo uno de los conversos a la periodista Claudia Padrón Cueto, de Tremenda Nota—“porque necesitaba el dinero y porque me gustaba darle placer a otros hombres.
El pastor me salvó de toda esa perversión que había en mí. A él debo mi cambio y por eso lo sigo con los ojos cerrados”.

De ahí se sube de manera natural al segundo piso: una agresividad tan militante como emocional contra el matrimonio igualitario y la ideología de género, ambos temas recurrentes durante el proceso de discusión de la nueva Carta Magna. Es entonces la hora de montarse en una guagua en la que también van otros: “A mis hijos en la escuela no pueden enseñarles la idiotología de degeneración. ¿Cómo a un niño varón le van a decir que está bien sentirse hembra? Asquerosos”. Todo dentro de su correspondiente envoltura profética anticipando el fin del mundo si ese tipo de matrimonio llega a legalizarse en la Isla, a contrapelo de lo que ha ocurrido en los países donde hace rato es ya una realidad, y en los que la vida sigue igual.

El pastor de Marianao asegura, enfáticamente, que los demás son unos ignorantes: “No saben todas las consecuencias que tendrá eso”.

Cuarto, racismo desembozado, siguiendo la rima contra las religiones populares de origen africano, propia del gremio, lo que de pronto se mezcla con la negación al derecho de las mujeres a controlar su propio cuerpo –como se sabe, una postura característica de la agenda conservadora en este mundo cada vez menos ancho y ajeno. Se descubre entonces que los cubanos viven en una suerte de nueva Salem, esclava Tituba incluida: “Por culpa de los abortos y las religiones afrocubanas, la isla esta poseída”, sentenció el pastor. Pero solo para concluir con un clamor: “Los cristianos tenemos que luchar porque regulen el aborto en Cuba”.

Quinto, Teología de la Prosperidad: el éxito económico constituye el “resultado de un vínculo económico con Dios”. Nada nuevo bajo el sol. Hacerse rico o al menos tener mucho dinero es la tarea de choque. Jesucristo, que desalojó a los mercaderes del templo –acción consustancial con su nacimiento y la parábola sobre el camello, el rico y el Reino de los Cielos–, queda convenientemente confinado en las oscuras manos del olvido. Y el pastor casi concluye con otra mezcla, esta vez con sabor a milenarismo: “los idólatras, las políticas que han desplazado a Dios, los homosexuales y las mujeres que abortan, son culpables del tornado que atravesó La Habana el 27 de enero de 2019, las recurrentes inundaciones costeras y el meteorito que cayó en Viñales”.

Por último, pero no menos importante, una manifiesta empatía con Donald J. Trump y Jair Mesías Bolsonaro, adalides de las siempre entusiastas huestes evangélicas y una de las bases sociales que contribuyeron a instalarlos en el ejecutivo de sus respectivos países. Pero aun cuando en este punto uno crea que lo ha visto todo, el pastor declara que Donald Trump es “precursor de los valores cristianos”. Si el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define esta palabra diciendo que se trata de algo “que precede a otra persona o cosa, generalmente anunciándola o haciéndola posible”, no queda sino asumir que el mandatario norteamericano practicó esos valores… antes que el propio Jesucristo.

Pose ha transitado por muchas avenidas, y no precisamente ecuménicas. En una cosa sin dudas se puede coincidir con él, aunque por razones distintas: en Cuba, en efecto, hay muchos demonios…

Oncuba

 

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