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Brasil, Mundo :: 17/12/2012

Oscar Niemeyer: el arte de lo imposible

Martin Pawley y Jonathan Glancey
"Mi trabajo no se trata de la forma que sigue a la función, sino de la forma que sigue a la belleza o, todavía mejor, de la forma que sigue a lo femenino"

Hay una historia que contaba el alcalde de la ciudad de Niteroi, frente a la bahía de Río de Janeiro, que expresa perfectamente la estatura épica del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, quien ha muerto a los 104 años.

En la primavera de 1992, después de su primera visita al paseo marítimo escogido para el nuevo museo de arte contemporáneo de la ciudad, el alcalde Jorge Roberto Silveira llevó a comer al arquitecto y sus colegas a un restaurante. Durante la comida, Niemeyer describió su visión del museo “brotando del suelo, como una flor o un pájaro”.

Esto satisfizo a todos menos a Silveira, quien solicitó una idea más clara en forma de un dibujo, y le pidió a un mesero que le llevase papel a Niemeyer. El mesero se estaba acercando con una libreta cuando fue interceptado por otro compañero que había escuchado la conversación. “Muchacho”, le advirtió, “éste es el hombre que construyó Brasilia. Ve a buscar algo más grande”.

Así, los primeros bosquejos del Museo Niteroi de Arte Contemporáneo fueron hechos sobre un mantel. Pasarían otros cuatro años antes de que el disco de cemento elegante, voladizo, fuese inaugurado, en 1996, ante la aclamación universal. Como el Museo Guggenheim de Frank Gehry, en Bilbao, que se inauguró al año siguiente, el Niteroi marcó un éxito sorprendente para la arquitectura expresionista desenfrenada. Pero si bien Gehry empleó una aleación de titanio y una batería de computadoras, las cosas se hicieron de manera muy diferente en Niteroi. No sólo el proyecto de Niemeyer era mucho más pequeño (igual que su presupuesto), sino que sus materiales y métodos pertenecían a otra era. Mientras que la computación 3D en Bilbao permitió una precisión sin precedentes, el Niteroi, situado en un promontorio con el mar rodeándolo por tres costados, tenía trabajo de concreto de baja tecnología, vidrios que encajaban mal y balaustradas de policarbonato barato.

En términos de arquitectura atemporal, tales desventajas no tienen importancia, porque el Niteroi es un triunfo moderno, algo que merece ser considerado junto con edificios tan grandiosos como el Fallingwater de Frank Lloyd Wright, la capilla de Ronchamp de Le Corbusier y la casa Farnworth de Mies van der Rohe. Usando un material básico, más ingeniería estructural audaz, Niemeyer convirtió cemento colado pintado de blanco en una obra maestra expresionista.

Niemeyer, uno de los seis hijos de un artista gráfico, nació en el distrito Laranjeiras de Río de Janeiro. Fue criado por sus abuelos maternos -la familia de su padre era de descendencia alemana- y, a los 23 años de edad, se enroló en la Escola Nacional de Belas Artes, en Río, para estudiar arquitectura. Se graduó en 1934. Desde muy poco después de haber iniciado sus estudios, encontró trabajo sin remuneración en la oficina del arquitecto y planeador urbano Lúcio Costa, uno de los pocos modernistas que practicaba la profesión en Brasil en aquella época.

Casualmente, Costa había estado en el grupo de arquitectos brasileños que había invitado a Río al celebrado modernista suizo Le Corbusier, en 1929, y luego nuevamente en 1936. Para el momento de la segunda visita, Costa había ascendido a Niemeyer al equipo formado para diseñar un nuevo ministerio de educación. Como resultado, este último pasó mucho tiempo con Le Corbusier y fue influido permanentemente por su visión de una arquitectura nueva.

Niemeyer aprendió muy rápido a diseñar de acuerdo a los cinco principios de Le Corbusier: ventanas longitudinales, pilotes (columnas que suspenden a la construcción sobre el suelo), terraza-jardín, fachada libre, planta libre. La unión de estos principios y los métodos de construcción fueron hechos en el cielo. En el clima benigno de Brasil, las estructuras de concreto no requieren de junturas de expansión y no hay problemas de aislamiento o condensación. En todo caso, el hierro era demasiado caro en esa época.

A estas ventajas, Niemeyer añadió una explotación tremenda de la forma libre, mayor tal vez que la desplegada por el maestro mismo. Como observó Le Corbusier años después: “Niemeyer supo desde el principio cómo darle libertad total a los descubrimientos de la arquitectura moderna”.

Enviado por Costa a supervisar la construcción de su Pabellón Brasileño en la Feria Mundial de Nueva York de 1939, Niemeyer regresó para ponerse al frente del equipo de diseño del ministerio de Educación, donde permaneció hasta que se terminó el edificio, en 1943, un hito en la historia de la arquitectura moderna.

Trabajando sin remuneración y dependiendo de su familia, Niemeyer transformó el esquema de Le Corbusier en el edificio sereno que adorna a Río en la actualidad. Un monumento nacional que posteriormente cambió su nombre por el de Palacio Capanema. Aunque, para los estándares posteriores de Niemeyer es rígido, abunda en curvas en su interior; sus exteriores están decorados con azulejos románticos, mostrando conchas e hipocampos, protegidos por grandes persianas. Fotogénico, una fusión de arte convincente, ingeniería, artesanía, paisaje y arquitectura, el edificio fue aclamado.

Para el momento de su conclusión, Niemeyer ya estaba inmerso en el diseño de una serie de edificios recreativos y una iglesia alrededor de un lago artificial en un suburbio de Belo Horizonte. La plasticidad y originalidad de estas construcciones le dieron fama propia a Niemeyer. En 1944, fue la estrella de una exhibición y un libro del Museo de Arte Moderno de Nueva York titulados Brazil Builds, y posteriormente fue invitado a contribuir en el diseño del edificio de Naciones Unidas en Nueva York.

Mientras tanto, en Brasil, la carrera política de Kubitschek seguía su curso. Electo gobernador del estado de Minas Gerais en 1949, se dedicó a un programa de modernización que involucraba numerosas comisiones para Niemeyer. Escuelas y librerías fueron seguidas por dos edificios de departamentos de 32 pisos de dimensiones corbusianas, en Belo Horizonte, llamados Edificios Gobernador Kubitschek, pero hasta esto sería superado por otro planeado para la ciudad de Petrópolis que, si se hubiese construido, habría tenido 400 metros de largo, con 5 mil 700 departamentos, comercios, oficinas y hoteles.

Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, Avilés, España

La escala e inventiva de la obra de Niemeyer se expandió con el crecimiento de la economía brasileña, y cuando, en 1955, Kubitschek asumió el poder como presidente, gracias a los votos sindicales y a los del Partido Comunista, Niemeyer se descubrió a punto de recibir la comisión más grandiosa de su vida. El hecho fue la realización de un sueño contemplado en la Constitución de 1891: transferir la capital a un área en la planicie central, a unos 950 kilómetros al noroeste y a 120 metros sobre el nivel del mar. La nueva capital se llamaría Brasilia, y Kubitschek decretó que tendría una población de 500 mil habitantes y que sería construida en cuatro años, antes de que terminara su periodo de gobierno.

En 1956, Costa ganó la competencia para un plan maestro de la nueva capital, y Niemeyer fue comisionado para diseñar todos los principales edificios públicos. En dos años, la ciudad estaba empleando una fuerza de trabajo de 40 mil personas, y estaba en construcción una serie épica de modernos edificios públicos diseñados por Niemeyer. Estos incluían la Plaza de los Tres Poderes, el edificio del Congreso Nacional, la diáfana residencia del presidente a orillas del lago, la Corte Alta, el Teatro Nacional y el interminable rectángulo del hotel Brasilia Palace. Según Niemeyer, que vivía y trabajaba en una cabaña de troncos, arquitectos, ingenieros y hasta el presidente mismo en sus numerosas visitas a Brasilia “iban a los mismos bailes y bares que los trabajadores”.

“Ésta fue una época liberadora. Parecía como si estuviera naciendo una sociedad nueva, sin ninguna de las barreras tradicionales”. Imágenes de estas estructuras, a las que luego se les unieron el ministerio del Exterior y la catedral circular, fueron publicadas y admiradas en todo el mundo, y conservan hasta este día su impacto visual.

En sus memorias, Las curvas del tiempo, publicadas en 2000, Niemeyer declara: “No me siento atraído por los ángulos rectos o las líneas rectas, duras e inflexibles, creadas por el hombre. Me atraen las curvas sensuales que fluyen libremente. Las curvas que encuentro en las montañas de mi país, en lo sinuoso de sus ríos, en las olas del océano y en el cuerpo de la mujer amada. Las curvas forman el universo entero, el universo curvo de Einstein”. En una entrevista para la revista 'Architectural Record', dijo: “Mi trabajo no se trata de la forma que sigue a la función, sino de la forma que sigue a la belleza o, todavía mejor, de la forma que sigue a lo femenino”. Niemeyer hizo sensual y atractiva a la arquitectura, hasta en las grandes, rojizas y desérticas planicies de Brasilia, lejos del océano y las montañas.

Pero a medida que se acercaba el día de la transferencia de poder de Río a Brasilia, la inquietud por el estado incompleto de la obra y el costo del proyecto comenzó a extenderse por Brasil. Se pidieron préstamos masivos al extranjero para construir la capital y el resultado fue una inflación persistente. La transferencia se llevó a cabo el día señalado, en abril de 1960, pero la base de poder de Kubitschek quedó tan gravemente erosionada que no contendió en las elecciones ese mes de octubre y su contendiente asumió el poder con la mayoría más amplia jamás registrada en unas elecciones presidenciales.

Después de la campaña electoral, Niemeyer, agotado por el exceso de trabajo, resultó gravemente herido en un accidente de carretera. Estuvo en cama por varios meses y, cuando por fin pudo caminar de nuevo, se retiró a Israel para escapar a la cacería de chivos expiatorios que estaba en su apogeo bajo el nuevo régimen.

[NdeLH: Este exilio a un país que hacía poco más de 10 años había robado a sangre y fuego el territorio de los palestinos, hoy difícil de comprender, se explica porque buena parte de la izquierda, eurocentrista e influida por intelectuales judíos, consideraba a Israel como un país "socialista". Se hacía profusa propaganda de sus 'kibutz' o comunas agrícolas en las que las decisiones eran asamblearias y la vida comunal, pero no se mencionaba que esas tierras pertenecían a campesinos palestinos expulsados mediante actos terroristas. Además faltaba poco para que Argelia derrotara a Francia en la guerra de liberación nacional, y varios otros países árabes y africanos estaban también en guerras de liberación, por lo que la propaganda semi-racista contra todo lo árabe era intensa.]

Hasta su regreso a Brasil, en 1985, Niemeyer trabajó en Israel, Francia y el norte de África, diseñando, entre otros edificios, la Universidad de Haifa, en Monte Carmel; el campus de la Universidad Constantine, en Argelia; las oficinas del Partido Comunista Francés y su periódico, l'Humanité, en París; el ministerio de Relaciones Exteriores y la catedral en Brasilia. En todos estos edificios demostró que sus poderes no habían disminuido con la edad avanzada, sino que más bien expresaba su dominio épico del concreto con el mismo vigor y atrevimiento que había demostrado en Belo Horizonte, muchos años atrás.

Aunque semi-retirado, continuaba asistiendo a su oficina -con sus puros siempre a la mano- y diseñando, cuando llegaba ya a su primer siglo de vida. Dibujaba todas las mañanas y recibía visitantes de todo el mundo, una vez que su trabajo del día había concluido. Sus edificios del siglo XXI incluyen el Museo Oscar Niemeyer en Curitiba, Paraná (2002), la Biblioteca Nacional de Brasilia (2006), el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer en Avilés, España (2011), y la Torre Digital de TV de Brasilia (2012).

En 1987 Brasilia fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En 1988 Niemeyer recibió el Premio Pritzker. Diez años después le siguió la Medalla de Oro de la Arquitectura, el premio británico más prestigioso. En 2003 diseñó su primer edificio británico, el pabellón de verano de Serpentine Gallery, en Kensington Gardens, Londres.

Niemeyer se había unido al Partido Comunista en 1945 y, constante en su apoyo, fue su presidente de 1992 a 1996. Recibió el Premio Lenin de la Paz en 1963. Sus amigos cercanos incluían a Fidel Castro quien, en los últimos años, bromeaba: “Niemeyer y yo somos los últimos comunistas de este planeta”. Mientras que sus alianzas políticas llevaron al registro de sus oficinas en 1965, después del golpe de Estado que el año anterior puso a los militares en el poder bajo el general Castelo Branco, Niemeyer siguió siendo una figura bien conocida entre los brasileños ordinarios, para quienes siempre fue “Oscar”, y era adorado, aunque las generaciones más jóvenes de arquitectos brasileños se han sentido inevitablemente eclipsados por su sombra.

Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares, arquitecto, nació el 15 de diciembre de 1907; murió el 5 de diciembre de 2012.

The Guardian. Traducción para Milenio: Franco Cubello

 

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