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Cuba :: 31/08/2011

Pablo miamés contra Pablito Milanés

Carlos Tena
Por mucho que combata contra su pasado, Pablo Milanés no podrá borrar de su vida aquellos homenajes en forma de canción que dedicó a Fidel, a la Revolución y a sus héroes

Todo eso forma parte de su juventud, una enfermedad que se cura con el paso del tiempo, el implacable, ese que deja al cerebro (donde descansa, pero no duerme, la ética) abandonado a su suerte.

A los 68 años, millones de neuronas van dejando esta vida (si lo sabré yo), en tanto el autor va renunciando a todo aquello en lo que creyó.

El tiempo, el implacable

No me refiero al amor. Pablo sabe mucho de eso. Siete u ocho matrimonios son suficientes para conocer el inmenso bagaje sentimental del autor de joyas como “Yo pisaré las calles nuevamente” (que ya son de nuevo de los carabineros de Pinochet), ese tema que cantara feliz para Michelle Bachelet, otra sucialista al estilo Zapatero, que reinara unos años en la tierra de Neruda (genio que jamás renunció a sus ideales) para, tras su fracaso, dejarse ganar por un fascista como Piñera o Camilo José Cela, que tanto deleita a Pablito. Prefiero a Camilo Cienfuegos.

"Quien no vive como piensa, acaba pensando como vive", dijo Gabriel Marcel, aunque se cabreen los fans de San Ignacio de Loyola. Pablito vivía como millones de cubanos, pero los derechos de autor y su íntimo amigo Teddy Bautista, hoy procesado por varios delitos, le iba entregando semestralmente en Madrid miles de pesetas, hoy euros, donde Milanés tiene sus cuentas corrientes, como disfruta en la capital de su lujoso piso situado a unos metros del que ocupa Sabina. Y lo merece.

El autor de la música de “Burgueses” y “Tengo”, ambas de Nicolás Guillén, fue amasando una fortuna que sin duda le pertenece por buen artista. Olé sus canciones, su voz, sus poemas y su música. Lo malo es que una crisis ideológica siempre está acompañada de una personal, emocional y artística, con lo que Pablito fue metiéndose en un muladar donde las musas no quieren vivir, donde los versos se llenan de heces, donde la inspiración se convierte en estertor. Y ese vómito le cae encima a la única nación que, como él mismo confesó hace un par de años en el Malecón, es “anticapitalista”.

Y cómo no voy a defender su derecho a criticar a la Revolución cubana. Lo que lamento es que esa crítica no sea noble, ni rigurosa o siquiera amistosa. No es más que el grito de rabia de alguien que no se soporta a sí mismo viviendo como jamás pensó, lo que le ha llevado a acabar pensando como vive.

El autor de “Cuba va”, “Canción para Ángela Davis”, “Canción por la unidad latinoamericana”, “El breve espacio en que no está”, etc. y tantas otras, ha sufrido el síndrome que atacó a su colega venezolana Soledad Bravo, hoy furibunda enemiga de la revolución bolivariana y estupenda intérprete felizmente casada con un millonario escuálido. Nada nuevo bajo el sol.

Son pocos los artistas que desde esta trinchera renuncian a un mundo mejor posible. Y aunque la Revolución tenga mil defectos, la prefiero a los regímenes de EE.UU. o España, en los que la violencia de toda ralea es común denominador. Porque sabe ser Re-Evolución aunque se le ataque y se le bloquee desde hace más de medio siglo.

Hace 12 años escribí el libreto que acompaña a un doble CD recopilatorio de Pablo. No me arrepiento de ninguna de las líneas que allí dejé impresas. La última decía: “La belleza no puede ser derrotada”, aludiendo a aquellas obras que superan el paso del tiempo.

Me refería también a la belleza no solo de las obras de Pablo, sino de Silvio, de Ignacio Villa, de Aute, de Lennon, de Brassens, de Fabrizio de André, de Brel, de Pierangelo Bertoli, de Muguruza, de Lertxundi, de Laboa, de Llach, del Zurdo, de Coppini, de Morente, de Strummer, de Nicola, Amaury y un larguísimo etcétera.

También un día cercano escribí: “El éxito de Pablo Milanés es innegable. Lo que me resulta curioso es que sus canciones se adaptan perfectamente a esa mezcolanza rítmica que los yanquis llaman salsa. Las de Silvio, sin embargo, caben hasta a ritmo de rock and roll. Sin desdoro de aquella, prefiero lo último”. A Pablo le canta la gente madura. A Silvio, los raperos y jóvenes melenudos.

Silvio también critica los aspectos más discutibles y mejorables de la Revolución cubana. Pero no lo hace con rencor o rabia, sino con cariño, rigor y comprensión.

Mas una cosa son las obras y otra los autores. En Cuba se quiere y se admira a Pablito, pero muchas personas se lamentan sobre sus últimas declaraciones, en las que la sombra del rencor y la rabia no pueden ocultarse. Hoy Pablo Milanés mantiene un combate contra Pablito Miamés. Ninguno de los dos saldrá ganando.

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