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Cuba :: 30/11/2009

Peón Yoani cuatro rey: nueva movida de Washington

Enrique Ubieta Gómez
o es difícil demostrar que nada en ella es auténtico, ni su éxito como ?bloguera?, ni sus perfomances, ni su ?patriotismo?

¿Cuándo es falso un diálogo? ¿Cuándo la exigencia de libertad se convierte en ardid retórico para embaucar al lector? El que intente dialogar con Cuba tiene que despojarse de todo pre-juicio: sobre la mesa no se sentarían “el bueno” y “el malo”, el grande rico y el pequeño “necesitado”, el que debe cambiar y el que tiende la mano para que ocurran los cambios. El presidente Raúl ha reiterado, una y otra vez, el ofrecimiento del gobierno cubano para dialogar sin condiciones, pero ello significa que las convicciones ideológicas de una y otra parte tendrán que situarse en una carpeta cerrada, para abordar los temas de una agenda bilateral abierta. Quien se atreva a ofrecer una posibilidad de diálogo entre Cuba y Estados Unidos que contribuya a superar el medio siglo de hostilidades y agresiones militares y económicas, debe obviar su posición personal: la discusión no será sobre el significado y la perdurabilidad de la Revolución cubana, ni del imperialismo norteamericano.

Hay tantos puntos en disputa y tantos otros de posibles beneficios mutuos, como es lógico que sea si se tiene en cuenta que los involucrados son países vecinos, que tratar de convertir ese necesario reencuentro en actos de victoria o de derrota de uno u otro contendiente, es un crimen histórico. Cuba no se sentaría a negociar su socialismo, que es elección soberana de su pueblo, ni exigiría a su interlocutor que desista de su capitalismo. Es verdad que los grandes medios occidentales inculcan la imagen del “fracaso socialista” y que pese a todas las evidencias, escamotean el del capitalismo; pero una negociación entre dos estados soberanos, para arribar a una convivencia civilizada, no puede basarse en decretos mediáticos, ni en conclusiones ideológicas de parte y parte. Si se escogen las diferencias ideológicas como asunto central de discrepancia, entonces no hay, ni habrá acuerdo.

Cuando el presidente norteamericano elige, o acepta la elección que otros traman por él, como primer “interlocutor” a un soldado de su propio ejército, como es Yoani, evidentemente no está tendiendo puentes con el país. No es difícil demostrar que nada en ella es auténtico, ni su éxito como “bloguera”, ni sus perfomances, ni su “patriotismo”. Para cualquier analista serio e informado, Yoani es una construcción mediática a la que se sigue con el interés de una jugada ajedrecística de los “yanquis”; la política internacional se ha vuelto tan cínica, que muchos de los que aceptan esa evidencia, la pasan por alto.

En un juego de ajedrez, ¿recuerdan la famosa frase de Aznar, sobre “mover ficha”, y la aplastante respuesta de Fidel?, lo importante es ganar. Pero en un diálogo, si es auténtico, lo que importa es encontrar puntos comunes. Si se analizan los cuestionarios, supuestamente presentados a los presidentes de las dos naciones (una de ellas es la suya por nacimiento, la otra lo es por ideología y lealtad, sean cuales sean sus razones) las preguntas parten del punto de vista norteamericano, no del cubano. No se pregunta a Obama, por ejemplo, si está dispuesto a poner fin sin condiciones al bloqueo económico que mantiene sobre Cuba, reclamo explícito de 187 países en Naciones Unidas, ni sobre si tendría la voluntad de al menos conversar sobre la soberanía del territorio ocupado ilegalmente en Guantánamo.

Yoani no es otra cosa que una ficha de ajedrez, y su actual protagonismo tiene que ver únicamente con la inutilidad de las restantes fichas en el tablero: por muchas huelgas de “hambre” que Martha Beatriz Roque prepare para remontar la ventaja que la chiquilla le saca en el estrellato mediático, su nulidad política en el escenario cubano la hace prescindible. Lo mismo vale para los restantes peones.

Yoani no es un interlocutor serio, y la atención que le brinda el presidente norteamericano es solo eso: una jugada. Pero aún en ese contexto, las respuestas de Obama, o de las personas que en su nombre escribieron las respuestas, no permiten atisbar un verdadero interés por el diálogo.

Obama parte de un presupuesto inadecuado (y que manifiesta en el fondo una posición de fuerza): el gobierno cubano no representa el interés o la voluntad de su pueblo. Muchos cubanos pensamos lo mismo sobre el gobierno de Obama en relación con el pueblo estadounidense y tenemos un criterio diferente sobre la legitimidad del gobierno cubano. Pero, ¿es sobre eso que nos sentaremos a discutir? Cuando afirma que “lo que Estados Unidos apoya en Cuba es un mayor respeto a los derechos humanos y a las libertades políticas y económicas (a la libertad política de garantizar las libertades económicas de las trasnacionales) y se une a las esperanzas de que el gobierno responda a las aspiraciones de su gente de disfrutar de la democracia (¿al estilo hondureño?) y de poder determinar el futuro de Cuba libremente. Sólo los cubanos son capaces de promover un cambio positivo en Cuba, y esperamos que pronto puedan ejercer estas facultades de manera plena”, ¿está proponiendo una conversación seria entre estados soberanos? Obama se atrinchera en el lenguaje de la Guerra Fría, e ideologiza las relaciones internacionales.

Los cubanos, de forma mayoritaria, pensamos que nuestro sistema de vida es más democrático que el norteamericano, pero eso no nos otorga el derecho de exigir a su gobierno, como requisito para una normalización de relaciones, un cambio de sistema. Los cambios nuestros, claro que los haremos nosotros, pero no serán para desmantelar el socialismo. “En el caso de Cuba, dice el presidente de Estados Unidos, el uso de la diplomacia debería resultar en mayores oportunidades para promover nuestros intereses y las libertades del pueblo cubano". Cuba tiene entonces el derecho de invertir la afirmación, y promover una política que promueva “los intereses cubanos y las libertades del pueblo estadounidense”. No veo ninguna mano tendida en las respuestas de Obama, al menos no para estrecharla a la nuestra. Conversar, señor Obama, no significa dimitir; Cuba no necesita hacer explícita su victoria histórica, pero aquí estamos bajo el bloqueo más largo de la historia humana. Para nosotros la política auténtica, la revolucionaria, no es un juego de ajedrez, donde no importen los principios.

La Isla Desconocida

 

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