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Chile :: 16/11/2013

Posición frente a las elecciones del 17 de noviembre

Juventud Guevarista - Chile
Táctica electoral e izquierda revolucionaria en Chile

Presentamos un breve análisis de lo que estamos viendo en este momento en el marco nacional, y que nos interesa destacar de cara a las elecciones del 17 de noviembre:

Reconocemos la presencia de un sistema económico “saludable” para la clase dominante, y nefasto para la clase trabajadora. El capitalismo en Chile permite a los grandes grupos económicos y toda la gran burguesía elevar o mantener sus tasas de ganancia, reproduciendo cómodamente las condiciones de explotación sobre los trabajadores. El patrón de acumulación capitalista (en su fase neoliberal) experimenta una importante recuperación, respecto a las tasas de crecimiento alcanzadas bajo el gobierno de Bachelet. Hacia el año 2009 –último año de Bachelet- Chile desaceleró su crecimiento hasta un -1,8%, mientras que la administración de Piñera cierra su ciclo con un crecimiento promedio de 5,8%. Este crecimiento –extraordinario en tiempos de crisis económica mundial-, se desarrolla con un leve disminución del desempleo, pero manteniendo los brutales niveles de desigualdad estables (mismos niveles de desigualdad que viven las economías africanas) a costa de la pauperización y tercerización del trabajo. El capitalismo en Chile está firme y sano para la clase dominante, pero es la peor de las pesadillas para la clase trabajadora.

Pero junto con esto se observa un régimen político, controlado y vigilado celosamente por los dueños del poder y la riqueza, que poco a poco va perdiendo credibilidad en algunas de sus instituciones ante los ojos de las clases populares y la pequeña burguesía. Esto se manifiesta en una crisis de representatividad del sistema de partidos, de legitimidad de algunas instituciones propias de la democracia burguesa, como el parlamento, y de participación en el sistema eleccionario burgués. Hoy día no existe ningún sector político capaz de convencer al pueblo de forma amplia y contundente que su proyecto es el mejor de todos los proyectos posibles.

Y la presencia de un campo obrero y popular que no valida completamente el régimen político de los ricos y desconfía de los representantes políticos de la burguesía. Cuestiona de forma cada vez más profunda las relaciones de desigualdad social, sin llegar mayoritariamente hasta sus bases sistémicas, y entiende que las instituciones de la burguesía responden a los intereses del bloque dominante.

En consonancia, existe una tendencia ascendente (pero no lineal) a la movilización popular, porque se comprende y se comprueba que los límites restrictivos de la institucionalidad burguesa no permiten abrazar el conjunto de demandas básicas de los explotados y excluidos. El foco de movilización se va trasladando de forma irregular, principalmente entre los sectores que se demuestran más activos y pujantes: estudiantes secundarios y universitarios, pobladores sobre todo de zonas alejadas de los grandes centros urbanos, y trabajadores y organizaciones sindicales de áreas productivas con altos grados de flexibilización y pauperización laboral. La línea que atraviesa estos sectores en lucha es la exclusión y el abandono que provoca hacia los sectores sociales marginales el correcto funcionamiento del sistema político-económico. La cadena se rompe por el eslabón más débil.

Sin embargo, no presenta la disposición, en su mayoría, de generar cambios profundos a nivel del sistema político y económico. Y si se llegara a considerar que esto es necesario, en ningún caso se cree que sea posible. La clase trabajadora y el pueblo no se están planteando de ninguna forma el problema del poder, de ser actor y protagonista de las transformaciones que necesita como clase, y de controlarlas y conducirlas hasta su final. En una parte importante, la clase obrera todavía no termina siquiera de identificarse como tal. Perduran en gran medida las condiciones de fragmentación, descomposición y dominación del campo popular, inmerso en un estado de ignorancia, apatía e indiferencia hacia el acontecer político.

Pues bien, sobre la base de esta lectura, en relación con la presente coyuntura electoral y puntualmente con el problema del empleo de la táctica electoral desde la izquierda, nos interesa señalar:

Que desde nuestro punto de vista, situados en la izquierda revolucionaria, el debate central está en de qué forma el impulso o la adhesión a una candidatura presidencial (y también parlamentaria o regional), en estas elecciones, puede contribuir a acumular fuerza social revolucionaria enfrentada a nuestros enemigos de clase, los explotadores y opresores, el bloque dominante. El problema no se plantea en general, de si es o no legítimo en principio, como táctica, participar al interior de una elección con estas características (nosotros creemos que en principio sí lo es). La política es concreta, y nos interesa discutir acerca de cómo acumular, alterando la correlación de fuerzas a favor del campo obrero y popular.

En este sentido, rechazamos como Juventud Guevarista, en términos políticos, la idea de que la táctica electoral pueda ser actualmente, en estas elecciones, un medio a transitar para ir acumulando fuerza social revolucionaria. Reconocemos que existe el problema de la conciencia y la tarea de desarrollar la conciencia de clase, y que en este sentido cualquier medio que nos permita difundir y amplificar la propaganda revolucionaria reviste una utilidad. Pero el medio principal para caminar en dicha dirección, la cuestión táctica, radica en cómo los revolucionarios aportamos concretamente a que los trabajadores y el pueblo luchen cuando no lo están haciendo, y que cuando lo hacen, ganen.

Son fundamentales, además, los elementos del contenido programático: éste debe tener un carácter revolucionario y ser difundido permanentemente entre las masas. Pero el problema central hoy día, más allá de cuál es la demanda, la reivindicación o la transformación a realizarse de acuerdo con el contenido de un programa, es cómo hacer para que la clase trabajadora eleve su capacidad de lucha, de movilizarse y conquistar sus reivindicaciones con sus propias manos y bajo el mérito de su propia entrega y organización.

En realidad, una reivindicación o reforma no se hace más progresiva o revolucionaria por el cargo público que ocupe en el aparato político uno u otro vocero de dicha reivindicación, ni tampoco por que ésta se consagre en una u otra ley. El problema pasa por cómo las masas están dispuestas a luchar en función de sus necesidades de clase, y cómo están dispuestas también a mantener lo conquistado bajo su control, ejerciendo y elevando un poder de clase. Entonces, creemos que la táctica electoral pierde de vista la tarea principal y se aleja del camino que nos permitirá ir construyendo el poder de la clase explotada.

La exigencia central que debemos asumir los revolucionarios es insertarnos en las masas y desarrollar la política revolucionaria al interior de la clase. Quedarnos para aclarar objetivos y elementos programáticos, impulsar la lucha de masas colocando en primer plano la confrontación, fortalecer y extender las organizaciones naturales del pueblo y los trabajadores. Estas tareas son concretas e inmediatas, y tienen que ver con la inserción en el campo popular, en todos sus frentes sociales, por medio del impulso a sus luchas reivindicativas en confrontación con nuestros enemigos de clase, como desafío principal.

La burguesía busca consolidar su poder de clase. Los revolucionarios estamos determinados a construir el poder del pueblo y los trabajadores.

Jueves, 14 de noviembre de 2013
www.juventudguevarista.cl

 

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