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México :: 04/06/2011

Presentación del libro: La Línea: Relatos de la resistencia en San Salvador Atenco, México

Carolina S. Romero
Escrito por Griselda Sánchez Miguel y publicado por Ce-Acatl, el libro se presentó el 29 de mayo en la Casa Ejidal de Atenco.

La presentación de La Línea: Relatos de la resistencia en San Salvador Atenco, México, el domingo, 29 de mayo, en la Casa Ejidal de Atenco, no fue un evento para resumir datos, hacer observaciones secas y cerrar un capítulo en la historia de represión en el país. Por lo contrario, los comentarios llenos de emoción y reflexión sobre el libro escrito por Griselda Sánchez Miguel y publicado por Ce-Acatl destacaron los tremendos logros y los altos costos de esta lucha tan seminal en México.

Tan pronto como las compañeras del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) sentadas en la mesa empezaron a hablar de cómo vivieron el 3 y 4 de mayo del 2006, las lágrimas empezaron a fluir. Una por una, las mujeres contaron lo qué estaban haciendo el Día de la Santa Cruz y cómo dejaron todo para salir en defensa de los compañeros rodeados en una bodega en el mercado de Texcoco. En algunos casos fueron sus hijas e hijos mensajeros quienes dijeron: “Mamá, todos se están reuniendo. Vámonos”.

Las compañeras contaron de su LÍNEA de decisión, de pensar en el peligro para ellas y sus hijos si se sumaran a la defensa y en qué pasaría si se quedaran en casa, pasivas. Contaron su dolor y su coraje ––de cómo los policías entraron en las casas, golpeando a todos, destruyendo todo, llevándose a un hijo, a un sobrino.

––Tuvimos que escondernos. Ni siquiera pudimos quedarnos en el pueblo. No aguanté escuchar a mi pequeño hijo llorar porque quería dormir en su propia casa, en su propia cama.

––Lo peor fue cómo unos vecinos colgaron sus banderas blancas y nos señalaron. Los habían volteado contra nosotros a propósito. ¿Cómo es posible convertir a una persona sencilla en un ser despreciable?

––Después de que detuvieron a todos en Texcoco, no sabíamos cómo íbamos a seguir. Me pregunté: ¿Qué haría Nacho en esta situación? Él siempre decía que teníamos que organizarnos bien. Es lo que hacía falta.

––Teníamos mucho miedo pero no hubo vuelta de hoja.

––Lo que a mí me da coraje es que los que no trabajan tienen las armas.

––Mi dolor es muy grande. Pero mi coraje es aún más grande. Por eso estoy aquí hoy. Por eso estamos aquí.

En sus reflexiones, Trinidad Ramírez afirmó que el libro de Gris está impulsando algo que en buena medida ha estado “en espera” por una variedad de razones. “Hay muchos detalles que ni siquiera nos hemos contado entre nosotros, de cómo vivimos esos días. Apenas empezamos a hacerlo”. Ahora, dice Trini, una importante tarea es la recomposición del tejido social que fue destruido por el despiadado operativo militar que buscaba erradicar el espíritu rebelde de Atenco y encerrar a los líderes de por vida. “Pero no lo lograron. Aquí estamos. Y tenemos nuestras tierras”.

El único hombre sentado en la mesa, Damian Camacho del FPDT, habló de la admirable manera en que Gris cuenta la historia de Atenco, casi como una novela, que no sólo toma en cuenta la represión, sino que la pone en el contexto de los tremendos logros en defensa de las tierras contra el proyecto del aeropuerto ––una lucha que sigue. Destacó que este libro no es un proyecto comercial, sino que viene de una compañera de los medios libres, en este caso de la Ke Huelga Radio. Al escuchar esto, una compañera sentada detrás de mí comenta: “Sí, ella ha estado con nosotros desde el principio”.

Escrito en un estilo libre y creativo que combina testimonios, narración, diálogos y documentación, el libro empieza con una escena en el cuarto de baño de la familia Del Valle la mañana del 4 de mayo, 2006, cuando el pueblo es tomado por asalto en aquel draconiano operativo policial. Trinidad Ramírez, en un estado de shock, escucha los gritos de la Policía Federal Preventiva:

––¡Ahora sí, pinches macheteros, ya se los llevó la chingada!

––¡Mátenlos, mátenlos, que no quede ninguno!

Los policías se llevan a su hijo, César del Valle.

El libro La Línea tiene como su eje la experiencia de Trinidad Ramírez, quien se vio obligada a salir de su pueblo durante siete meses para luego regresar a una casa vacía ––su esposo Nacho y su hijo César en prisión, su hija América y su hijo Ulises en el exilio–– e incorporarse a la lucha para traerlos de regreso a casa, juntos con todos los otros compañeros y compañeras encarcelados y perseguidos.

El relato también tiene otras importantes voces, como la de Pedro Galicia, quien estaba somnoliento la mañana anterior, el 3 de mayo, cuando Ignacio del Valle le toca la puerta y le dice:

––Hermano, acompáñanos a apoyar a los floristas, ya hubo un diálogo, ya está todo arreglado con la gente de gobierno, nada más vamos a acompañarlos simbólicamente y regresamos.

––No me tardo. En cuanto se acabe eso, me regreso, -dice Pedro a su esposa-.

Dos horas después, los frentistas y los floristas son atacados por más de 600 policías municipales de Texcoco con gases lacrimógenos y palos. Se refugian en una bodega, y la gente de Atenco se moviliza para presionar a los oficiales del Estado de México a romper el cerco policial.

Narra Griselda que “Es entonces que la carretera Texcoco-Lechería, cerca de kilometro 27, es bloqueada en sus dos sentidos, con los mismos trailers y camiones que se quedaron varados se formó una valla para protegerse del avance policial, que a las 2 de la tarde trataba de liberar la carretera; la Policía Federal Preventiva y Estatal se encontró con una valla de campesinos con machetes, bombas molotovs y cohetones dispuestos a hacer uso de ellos para que dejaran en libertad a sus compañeros”.

Cuenta Hortensia Ramos: “Me subí a un bici taxi que me llevó a Atenco, llegué cuando estaba un enfrentamiento con la policía”. Durante varias horas la pasaron “entre que avanzaban y entre que se les replegaba”. El Frente llamó al diálogo una y otra vez.

El niño Javier Cortes Santiago fue asesinado “de un impacto de arma de fuego, calibre 38” por la policía que “había disparado varias veces en contra de los contingentes compuestos de campesinos, señoras y estudiantes que a esa hora salían de la escuela y nada tenían que ver con el enfrentamiento”.

Por la tarde, Bernardino informó:
––Ya detuvieron a Nacho y a todos los compañeros que se encontraban en la bodega.

Como muestra de su buena voluntad, los campesinos entregaron a los policías heridos en su comunidad.

América del Valle, quien estuvo en la Plaza de Tlatelolco toda la tarde en una reunión de La Otra Campaña con el Subcomandante Marcos del EZLN, se mantuvo al tanto de la situación en Atenco a través de llamadas con reporteros. “No podía concentrarme en otra cosa que no fuera mi pueblo”. Un reportero de confianza le habló para decirle que “que había mucho silencio, que eso le hacía más ruido, que parecía que todas las hileras de uniformados se los hubiera tragado la tierra y que eso no era buena señal….El compañero Marcos convocó a realizar acciones en todo el país”.

A las 6 de la mañana, narra Gris, “las campanas de la iglesia empiezan a sonar de manera alarmante”. Están para entrar en el pueblo unos tres mil agentes de la policía estatal y la PFP, fuertemente armados en el Operativo Rescate, “diseñada por mandos expertos del Centro de Investigación de Seguridad Nacional (CISEN)” y decidido por el Presidente Vicente Fox y el gobernador Enrique Peña Nieto, reunido con el jefe de la Agencia de Seguridad Estatal, Wilfrido Robledo; el director de la PFP Eduardo Medina Mora y el jefe de Estado Mayor de la PFP, Ardelio Vargas Fosado, entre otros.

Mariana Selvas, una de los integrantes de La Otra Campaña que estaban en Atenco para solidarizarse con el FPDT bajo ataque, junto con su papá, el doctor Guillermo Selvas, no podía ver por el gas. Recuerda que “En el momento en que van entrando al poblado, empiezan los golpes, consiguen hacernos para atrás, mientras unos de los policías me estaba golpeando veo como le disparan a quemarropa a Ollin Alexis, al ver que le disparan a un compañero, logro zafarme de un policía y corro hacia Ollin, él no logra caer, lo agarro y empiezo a gritar a mi papá que había caído un compa; como pudimos lo llevamos a una casa y logramos resguardarnos”.

Al detener más de 200 personas y subirlas al camión, los golpes continúan y la mayor parte de la tortura sexual ocurre en un viaje de 6 horas que normalmente dura sólo 2 horas. En este libro, los testimonios de Mariana, Edith Rosales e Italia Méndez descubren el horror que sus torturadores pretendieron ocultar, el horror que las 47 mujeres detenidas vivieron. De ellas, 26 reportaron que fueron torturadas sexualmente.

Mientras el camión avanzaba, Edith escuchaba los quejidos y lamentos de resistencia y también los gritos de los policías:

–– ¡Tráete a la güerita acá enfrente!
––¡También a esa perra tráetela!
––¡Siéntala enfrente!
––¡Ven a probar a esta perra, está buena la vieja, muy rica, muy sabrosa!

Sobre la tortura sexual Mariana Selvas dice: “Significa decirle al movimiento en este sistema patriarcal: violé a tus mujeres ¡ya te gané!, me hice del botín de guerra. Y por el otro lado: tú, mujer, que ya te estás levantando y tienes una participación, llego, te violo, y te quedas callada y humillada, ya no tienes identidad, y una persona que no es una persona ya no puede organizarse”.

Al llegar a la prisión Santiaguito los abusos continuaron, pero las presas y presos optaron por “seguir trabajando, tejiendo relaciones hacia afuera con sus contactos, contestar cartas, armar comunicados, hacer llamadas….”

El plantón levantado fuera de la prisión inmediatamente y mantenido durante cuatro años, primero en Santiaguito, luego en Molino de las Flores, fue un apoyo de lo más importante para los presos y presas.

Un año después, ya en la prisión Molino de las Flores, Edith Rosales dijo: “Empezamos a conocer a las internas y conocer los casos, muchos casos de injusticia, personas que son inocentes y que están purgando un proceso que puede tardar de 2 a 4 años”.

El 7 de junio la noticia de la muerte de Alexis Benhumea conmocionó a muchos. En un acto de cuerpo presente en la Facultad de Economía en la UNAM, cientos de personas coreaban:
––¡Alexis no murió, el gobierno lo mató!

Trinidad Ramírez reflexiona sobre su exilio forzado:
––En el exilio, vives incertidumbre, nada comparado con los que están encarcelados, pero tampoco eres libre, yo vivía la zozobra de que en cualquier momento fuera descubierta y detenida….

Martha Pineda Pérez, Ulises del Valle, David Pájaro, Jorge Flores, Bernardino Cruz, Adán Espinoza y América del Valle pasaron varios años de la misma manera, “ocultos en alguna casa que les ofreció asilo, temerosos de involucrar a las personas que les daban resguardo”.

Poco a poco los presos y presas empiezan a salir, pero luego vienen las largas sentencias de 67 años y medio para Ignacio del Valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo, “no para los eventos del día 3 de mayo, sino por el presunto secuestro de un funcionario del gobierno mexiquense el 8 de febrero de 2006”. Son recluidos en la prisión de máxima seguridad del Almoloya. El gobierno pretende enterrar a los líderes de la lucha y su abogado de por vida.

“Y la infamia parece no tener fin”. El 21 de agosto de 2008, 10 presos recluidos en Molino de Flores reciben sentencias de 31 años, mientras Ignacio del Valle recibe una sentencia adicional de 45 años por los delitos de secuestro y ataques a las vías de comunicación. Su sentencia total es 112 años y medio ––“de ese tamaño es su miedo”.

Felipe Álvarez escribe: “Desde este centro de destrucción social, perdón, de readaptación social, les decimos que el mal gobierno es un secuestrador porque retiene lo que es el pueblo….No estén llorando, no estamos pidiendo perdón, sabíamos que el defender la tierra, el defender a nuestros hermanos implicaba cárcel, llanto de nuestras familias, la pérdida de compañeros y compañeras que detrás de la lucha social, a través de la historia, han ofrecido su vida por un cambio social y una patria mejor”.

Desde Almoloya, Nacho del Valle también alienta a la gente con sus cartas. El Epílogo de La Línea cuenta que cuando por fin el movimiento logra la libertad de todos los presos después de 4 años, Nacho sale a bailar bajo la llovizna, machete en mano. Dice: “Esa forma de tortura cotidiana y velada nos reafirma que nuestra lucha tiene sentido, porque no queremos un país en donde el engaño y la falta de justicia en los derechos más elementales sea una cotidianidad. Ahí confirmamos que sí es necesario luchar, que vale la pena luchar por la libertad de nuestros pueblos. Si no luchamos por eso, viviremos sometidos al antojo de los que tienen el poder económico y político para arrebatarnos lo que nos pertenece, desde nuestras tierras hasta la voluntad que debe tener un ser humano para ser libre”.

Y la lucha de Atenco sigue. La lucha por las tierras contra nuevos embates del gobierno. La lucha por la justicia. Y las mujeres son figuras claves en esta lucha.

 

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