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Bolivia :: 01/02/2007

Primer año de gobierno de Evo Morales

Eduardo Molina
Cochabamba y El Alto muestran la tendencia de las masas, aunque mantienen expectativas en el Gobierno, a intervenir en la crisis política, a movilizarse para derrotar con sus propios métodos a la derecha, y por este camino chocan con la política conciliadora del MAS

El 22 de enero el MAS celebró su primer aniversario en el gobierno en medio de una larga confrontación política con la oposición burguesa. El gobierno busca consolidarse y destrabar la situación de crisis e incertidumbre, esforzándose por lograr un acuerdo con la derecha.

En consonancia con este intento, el largo informe presidencial ante el Congreso, de tono nacionalista e indigenista, tuvo un contenido muy moderado y no pudo presentar grandes medidas que abonen la consigna de la "revolución democrática y cultural".

Es que la proclamada nacionalización del gas terminó en un pacto con las transnacionales a través de los contratos petroleros que les garantizan "seguridad jurídica" y gruesas ganancias a cambio de mayores impuestos. Las promesas de reforma agraria se reducen a una simple reforma de la Ley INRA, que preserva la gran propiedad privada "productiva", sin que se haya expropiado una sola hectárea de tierra en todo el país.

La Asamblea Constituyente, empantanada desde hace medio año por la derecha, está cada vez más diluida y condicionada por las garantías que ofrece el MAS a la oposición: el vicepresidente García Linera reiteró el ofrecimiento de que todo se vote por 2/3 hasta el 2 de julio (sólo después se votaría por mayoría absoluta) y que el capítulo de autonomías se trate íntegramente por 2/3 sin límite de tiempo.

Los cambios en el gabinete parecen confirmar este sesgo conciliador: ministros irritantes para la derecha, como Alicia Muñoz (Gobierno) o el intelectual indigenista Félix Patzi (Educación) fueron reemplazados. Pese a la renuncia del empresario cruceño Salvador Ric (Obras Públicas) se buscaron figuras que "puedan tender puentes con el Oriente" (es decir, con las élites burguesas regionales) en varios puestos de primera y segunda línea. Así, el nuevo gabinete aparece menos indigenista y más reformista tradicional.

De esta forma el MAS, al mismo tiempo que mantiene una permanente pulseada y duros choques con la oposición, busca crear mejores condiciones para un acuerdo que destrabe la crisis.

La reacción proimperialista viene ejerciendo una fuerte presión, envalentonada por la política conciliadora del gobierno, lo que le ha permitido recuperar terreno y fortalecerse a nivel regional bajo la bandera autonomista ("rayando la cancha" ante las pretensiones reformistas del MAS), aunque sus expresiones partidarias (PODEMOS, MNR, UN) siguen siendo débiles y fragmentadas.

Esto ha llevado a una extrema polarización social y política, ante la cual desde diversos sectores de la prensa, la Iglesia y el "establishment" se alzan voces pidiendo sensatez y moderación al gobierno y la oposición: "la democracia está en riesgo y si se debilita, perdemos todos". Los hechos de Cochabamba les dan la razón, pues la pulseada entre el MAS y el prefecto derechista abrió una brecha para la intervención de masas en el escenario político que conmovió a todo el país.

El levantamiento en Cochabamba

El intento de Reyes Villa, el ex socio del masacrador Goni, de alinear a Cochabamba con el planteo autonomista de las oligarquías de la "media luna" (impulsando un referéndum autonomista departamental), provocó el levantamiento de los trabajadores, campesinos y el pueblo pobre, con bloqueos, poderosas movilizaciones y la toma de la prefectura el 12 de enero, mientras la policía, tras la represión inicial, quedaba paralizada por las diferencias entre el gobierno y el prefecto. La agresión de bandas de choque ultraderechistas derivó en un conato de guerra civil local con dos muertos y numerosos heridos.

El MAS alentó al principio la movilización para neutralizar el intento de Reyes Villa, pero se opuso frontalmente a que el mismo cayera bajo el embate de masas, pues eso afectaría su búsqueda de acuerdos con la derecha y al régimen político en su conjunto.

Por eso, traicionaron la lucha del pueblo cochabambino, sosteniendo a Reyes Villa (que había escapado) en su cargo con el argumento de "respetar la democracia", maniobrando el cabildo popular, llamando a desmovilizarse para esperar una futura "ley de referéndum revocatorio" de los mandatos nacionales, prefecturales o municipales a ser negociada en el Parlamento con la propia derecha.

Sin embargo, el MAS no pudo impedir que sectores de vanguardia desbordaran e intentaran continuar la lucha, presionando al Consejo Departamental para declarar un "gobierno prefectural revolucionario", fugaz intento que da cuenta de la profunda crisis, el vacío local de poder y de la radicalización de sectores avanzados.

El Alto en pie de lucha

La repercusión nacional fue muy grande, ganando simpatía en otros departamentos, como muestran la gran marcha de apoyo a la lucha de los hermanos "cochalas" convocada por la Central Obrera Departamental (COD) de Oruro con la participación de miles de mineros de Huanuni. Y sobre todo, alentó la lucha en La Paz contra el prefecto neoliberal José Luis Paredes (PODEMOS), encabezada por el pueblo trabajador de El Alto.

La presión de los dirigentes de base de las juntas vecinales alteñas arrancó a la dirección de Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) la convocatoria a un combativo cabildo. Evo Morales mandó un mensaje llamando a la calma y a no movilizarse "para no hacer el juego a la derecha" y los dirigentes se esforzaron en vano por impedir que se votaran medidas radicales. El clima era tal que se les contestó que "el gobierno debía respetar a los movimientos sociales y recordar que estaba allí gracias a Octubre" y se votó el llamado al paro cívico con movilización desde el lunes 22 y hasta que Paredes se vaya.

Edgar Patana, de la Central Obrera Regional (COR) y Nazario Ramírez, de FEJUVE, aliados al MAS, se volcaron a desactivar el proceso, armaron un nuevo "ampliado" burocrático entre gallos y medianoche para retomar el control, y redujeron el llamado a un paro parcial, garantizado sólo por sectores de vanguardia que impusieron bloqueos y otras acciones. Sin embargo, es un hecho sintomático que esto se produjera el mismo día en que Evo Morales cumplía su primer año de gobierno y pedía un clima de calma para celebrar "en democracia".

Primeras conclusiones

Cochabamba y El Alto muestran la tendencia de las masas, aunque mantienen expectativas en el Gobierno, a intervenir en la crisis política, a movilizarse para derrotar con sus propios métodos a la derecha, y por este camino chocan con la política conciliadora del MAS. A éste, pese a su influencia, le cuesta controlar a los sectores movilizados y a caballo de estas contradicciones, una vanguardia puede acelerar su experiencia política.

Sin embargo, el fracaso en expulsar a Reyes Villa y la "desactivación" temporal del proceso en El Alto muestran que con la combatividad y espontaneidad no alcanza, pues las decisiones quedan en manos de las cúpulas burocráticas, "correa de transmisión" de la política del MAS, lo que reafirma la necesidad de la independencia de las organizaciones sindicales frente al gobierno. La construcción de un polo o bloque que levante una política independiente del MAS sería un gran paso y permitiría desde allí, llamar a las organizaciones de masas que lo apoyan a no subordinarse a la política desmovilizadora y acuerdista del gobierno y confiar sólo en la fuerza de la movilización obrera, campesina, originaria y popular para derrotar a la reacción proimperialista, lo que ayudaría a acelerar la experiencia de masas y socavar las maniobras de la burocracia reformista.

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