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Mundo, Europa :: 26/09/2019

Propiedad social: Piketty debería igualmente inspirarse en Robert Castel

Frederic Farah
En su nuevo libro Thomas Piketty rehabilita la noción de propiedad social

Esto ya fue objeto de un teorización por el malogrado Robert Castel: defenderla, no implica solamente luchar contra las desigualdades, sino también contra la mercantilización del trabajo.

La nueva obra de Thomas Piketty es sin duda el acontecimiento editorial de la vuelta de setiembre. Como el precedente, El Capital en el siglo XXI, promete un gran éxito. Esta nueva obra está llena de nuevas propuestas y enriquece nuestra mirada sobre las desigualdades.

Más aun, sustituye en el centro del debate la noción de propiedad, después de un larguísimo eclipse. ¿Hay que recordar para los más olvidadizos, cómo esta cuestión fue vital en el socialismo? Pero esta doctrina desaparición del continente europeo a finales de los 70. De ella solo queda el nombre en los partidos convertidos con entusiasmo al mercado.

Pero el término, que desde luego no pertenece a nadie, ya ha sido objeto de una elaboración pretérita. Sus primeras apariciones se encuentran en la doctrina social de la III República entre personas como Alfred Fouillée, que el sociólogo Robert Casel supo desenterrar, precisar y renovar.

Recordemos las grandes aportaciones de la aportación de R. Castel. Este indica que, frente al individuo liberal del siglo XIX, cuya propiedad garantiza su seguridad económica, se encuentran pobres, trabajadores y proletarios que viven al día la jornada y cuyas condiciones son muy a menudo difíciles e indignas. En suma, fuera de la propiedad, no hay salvación. Karl Marx nos ha dejado reflexiones decisivas sobre el asunto.

Así, Castel se dedica a la génesis de la condición salarial en su obra maestra. Las metamorfosis de la cuestión social: una crónica del asalariado. Una historia que nos lleva desde la Edad Media hasta nuestros días. Amplia obra que nos recuerda que la condición de asalariado solo conoció cierta mejora entre los años 1950-1970.

Una sociedad asalariada en el transcurso de los Treinta Gloriosos, cuya alienación y explotación no desaparecieron sino que se vieron atenuadas por cierta forma de propiedad social, que Castel denomina “propiedad de no propietarios”. Sus primeras manifestaciones se remontan al fin del siglo XIX y puede definirse como un conjunto de derechos vinculados al trabajo: la protección social y el derecho laboral. Estos derechos basados en el trabajo, representan lo que Castel denomina los apoyos. El individuo para podes existir plenamente necesita insertarse en colectivos. En suma el “yo” necesita de un “nosotros”. Es, por tanto, afiliado.

El trabajo se convierte en este marco en un proyecto (seguros de desempleo, contrato indefinido, mensualización, representación sindical en la empresa, ley sobre el despido) y ya no una simple mercancía con de valor de uso y de cambio.

La propiedad social se inscribe más ampliamente en un proceso de socialización de las economías de posguerra y por ello en una desmercantilización de la economía. Karl Polanyi hablará de “reinserción” de lo económico y lo social. Pero como subraya Castel en sus numerosos trabajos desde comienzos del 2000, la sociedad asalariada es objeto de una desestabilización en el despertar de la crisis de 1970, que no era más que un cambio del régimen capitalista.

La remercantilización del mundo y por ello la liberación de las fuerzas de mercado han desestabilizado la propiedad social, asimilada a rigideces o tensiones corporativas. La flexibilización del mercado laboral, la reforma de las pensiones, la fragilización de la seguridad social son también nuestras del desmantelamiento de esta propiedad social.

Castel indica así la emergencia de la precariedad como signo tangible de la puesta en entredicho de esta propiedad social, situación duradera donde los individuos se ven alejados claramente del empleo o abonados a empleos inestables.

Piketty, cuya voz es actual, debería aprovechar su crítica de la propiedad capitalista, para defender la propiedad social en el sentido de Castel. Su desestabilización nutre las desigualdades y fomenta las tensiones sociales. Más profundamente, también nuestra democracia.

blogs.mediapart.fr/frederic-farah. Traducción: Ramón Sánchez Tabarés para Sinpermiso. Extractado por La Haine.

 

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