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Mundo :: 23/04/2010

Puerto Rico, de colonia española a colonia norteamericana

Luís Vitale
En diciembre de 1979, un comando de independentistas ultimó a 2 marinos norteamericanos, hiriendo a 10, en uno de los primeros atentados bajo la forma de emboscada

Ponencia al acto de Homenaje a los Cien Años de Lucha Independentista de PUERTO RICO. Santiago 15 de julio de 1998, Sala Ercilla, Biblioteca Nacional

Puerto Rico fue una de las primeras islas en ser colonizadas y una de las últimas en comenzar la lucha por su independencia política. Otra de sus especificidades fue estar sometida no sólo a la dependencia de España sino también de Estados Unidos, además de los intentos de conquista por parte de Inglaterra.

Sus aborígenes presentaron una fuerte resistencia a los españoles. Los caciques Agüeybana, Guarionez y Urayoán, de origen arawaco, al igual que sus hermanos de Cuba y la isla La Española, inflingieron serias derrotas a los conquistadores. El levantamiento general de 1511 fue una respuesta a la brutal explotación de las encomiendas, denunciada por Bartolome de Las Casas.

Exterminados los aborígenes, se hizo necesario importar esclavos negros para explotar los trapiches de azúcar. En función de las necesidades de la economía de plantación se desarrolló la ganadería, tanto para suministrar carne como animales de tiro para mover las ruedas de la empresa azucarera. Pero a mediados del siglo XVII entró en crisis la producción azucarera, obligando a los ganaderos a desviar su producción por la vía del contrabando. El activo comercio de esta región antillana había favorecido el contrabando porque los barcos negreros que iban hacia Cuba, Santo Domingo o México pasaban por Puerto Rico con el fin de comprar cueros, operación no autorizada por las autoridades coloniales.

Esta zona, centro de operaciones de piratas y filibusteros, permitió a Drake ocupar en 1535 el puerto de San Juan durante tres días. Tres años después, el almirante inglés Cumberland, al mando de 20 navíos, se apoderó de Puerto Rico con la intención de retenerla definitivamente, pero fue rechazado despues de haber padecido una terrible epidemia que diezmó sus tropas. En 1625, los holandeses dirigidos por el general Boduino Enrico invadieron la isla, pero tuvieron que desocuparla luego de 28 días de combate.

En el siglo XVIII comenzó la penetración norteamericana por vía comercial: "introdujeron harinas y negros esclavos que los isleños apreciaban mucho, en cambio se Ilevaban mieles y azúcar". 1 No obstante este relativo repunte de la economía, Puerto Rico seguía recibiendo el "situado" o ayuda de Nueva España. En 1765, el Mariscal de Campo, Alejandro O'Reilly, irlandés enviado por la corona española para hacer una inspección de la isla, manifestaba que se mantenía el situado de 80.000 pesos. Se quejaba de los escasos ingresos fiscales que apenas Ilegaban a los 18.000 pesos; hay "en esta isla -decía- 39.846 personas libres y 5.037 esclavos (...) en las llanuras hay bellísimas vegas, que de maíz, arroz, tabaco y los demás frutos, da dos y hasta tres cosechas al año". 2

En la segunda mitad del siglo XVIII, el café se constituyó en uno de los principales productos de exportación. Este lento desplazamiento de la ganadería por los productos agrícolas fue registrado en la primera historia de Puerto Rico escrita por fray Iñigo Abbad y la Sierra, quien en 1789 recomendaba al rey que se terminara con los hatos ganaderos para utilizar la tierra en cultivos más rentables.

La adquisición estratégica de Puerto Rico era tan importante que los ingleses quisieron cambiarla por Gibraltar. Ante la negativa de los españoles, en abril de 1779 los ingleses intentaron conquistarla al mando del general Abercromby, pero luego de 15 días de combate fueron rechazados.

Con el fin de mediatizar el proceso independentista, España hizo a Puerto Rico algunas pequeñas concesiones similares a las de Cuba, permitiendo a los criollos un comercio más libre con Estados Unidos.

De Colonia Española a Colonia Norteamericana

Puerto Rico, al igual que Cuba, fue la última colonia del imperio español en América Latina. Su especificidad consistió en haber pasado directamente de colonia española a cuasi colonia norteamericana.

El rígido control español sobre el comercio y el crédito fueron generando contradicciones con sectores de la burguesía nativa, especialmente a fines de la década de 1860, fenómeno que coincide con la Primera Guerra Cubana de Liberación. Al igual que en Cuba se dieron dos tendencias en la burguesía criolla: los autonomistas y los anexionistas.3 Un sector de hacendados se agrupó en el Partido Liberal Reformista -más tarde Autonomista- que agrupaba también profesionales y artesanos interesados en liberalizar el régimen de dominación colonial. No obstante, tenían intereses de clase contrapuestos, porque mientras los artesanos estaban preocupados por desarrollar el mercado interno, los hacendados sólo aspiraban a incrementar sus ventas al exterior; sus regímenes semiserviles de trabajo y el pago en vales deprimían la posibilidad de ensanchar el mercado interno.

También existían diferencias entre los hacendados del Partido Autonomista y los grandes comerciantes-terratenientes, incondicionales partidarios del régimen español. Por otra parte, estaban los plantadores extranjeros asentados en la zona de Ponce y Guayama, que no estaban dispuestos a arriesgarse en la lucha anticolonial, donde podían perder el mercado español del café, que hacia 1890 constituía los dos tercios de las exportaciones.

Parte de estos extranjeros habían llegado en dos oleadas migratorias: una, la de principios de siglo: “la Real Cédula de Gracia de 1815 sirvió para abrir las puertas de la Isla a todo extranjero blanco capaz de aportar capitales, conocimientos técnicos en la producción de azúcar y esclavos. Así llegó a Puerto Rico un considerable número de ingleses, irlandeses, franceses, holandeses, alemanes y españoles y criollos provenientes de colonias sudamericanas en la lucha por su Independencia”.4 La segunda ola de inmigrantes llegó a mediados de siglo, integrada especialmente por corsos y mallorquines. Esta migración se hizo también con el fin de “blanquear la población, compuesta hasta entonces por una mayoría negra y mestiza. La esclavitud fue abolida formalmente en 1873. En rigor, en Puerto Rico las relaciones esclavistas no fueron tan preponderantes como en Cuba. Según Quintero, en 1846 “la población esclava alcanzó no más del 11,5% de la población total”, 5 aunque en algunas regiones como Ponce fue mayoritaria.

Las rebeliones de esclavos eran frecuentes, especialmente las de las haciendas azucareras de Toa Baja, en 1843. Temeroso de que se siguiera el camino de los esclavos de Martinica, que se habían sublevado en esos años, el Gobernador de Puerto Rico promulgó en 1848 un Código Negro, que acentuó la represión.6 A medida que el régimen esclavista se hizo obsoleto, se generalizaron otras relaciones de producción. En primer lugar, creció una capa de pequeños propietarios de la tierra, llamdos gíbaros, que en 1841 fueron recreados en la novela El Gíbaro de Manuel Alonso, una de las mejores obras costumbristas de este escritor, partidario consecuente de la Independencia.

En las haciendas azucareras se encontraban las “casas grandes”, de los grandes propietarios, llamados señores de ingenio (...) “La ‘casa grande’ del amo estaba rodeada de planicies, o explanadas, donde se ponían a secar el café que después era llevado por los trabajadores a las máquinas despulpadoras o malacates para sacar grano. Este se enviaba en sacos y era transportado a lomo de mula y vendido a través de los comerciantes de las ciudades a los mercados de España y Europa”.7 La economía de subsistencia “fue reemplazada por una economía de haciendas basada en el cultivo de café, necesitada de mano de obra estable e impedida de emigrar a otras regiones”.8

Angel Quintero remarca el tránsito de la economía parcelaria de subsistencia a una economía de exportación, básicamente absorbida por Estados Unidos. Puerto Rico sufría por consiguiente una doble dependencia: por una parte, colonial respecto de España y por otra, económica en relación a Estados Unidos. Esta situación de doble dependencia generó corrientes políticas diversas en el seno de la burguesía criolla. Unos, estaban por el continuismo español y otros, por la anexión a los Estados Unidos. Sólo un sector minoritario era partidario de la Independencia política. En 1887 su fundó el Partido Autonomista, liderado por Ramón Baldorioty de Castro, que posteriormente será dirigido por Luis Muñoz Rivera. En 1897, España concedió la Carta Autonómica que daba a Puerto Rico posibilidades de tener gobierno propio.

La Segunda Guerra Cubana de Liberación (1895) contra España fue aprovechada por los Estados Unidos para intervenir en esa Isla y también en Puerto Rico. El tratado de Paz entre Estados Unidos y España otorgó al primero un control político sobre Puerto Rico en 1898.

La ocupación norteamericana, iniciada en 1898, permeó la vida del país no sólo en cuanto a la influencia sobre la burguesía, sino también en la captación de capas medias que de una u otra manera se vincularon al capital monópolico norteamericano, estructurando un partido anexionista, el Partido Republicano. Como contrapartida, el nacionalismo puertorriqueño generó el Partido Unión de Puerto Rico.

El proceso de apropiación norteamericano fue tan manifiesto que en 1930 controlaba el 44% de la tierra dedicada a la producción azucarera. La burguesía criolla tuvo entonces que enfrentarse a un enemigo distinto al español. Quintero señala que “como dueños de los medios de producción, los hacendados constituían la clase antagónica al interés imperialista en la inversión para la producción. Así, la política colonial durante los primeros años de la ocupación fue dirigida claramente a quebrar su hegemonía. Lo que había sido una ofensiva nacional frente a España se convirtió en una lucha defensiva frente a los Estados Unidos”.9

Al ser desplazados por los norteamericanos, los hacendados criollos comenzaron a idealizar al campesino del siglo XIX, al gíbaro, que por decenios habían menospreciado. Otros sectores burgueses se hicieron “pitiyanquis”, colaborando con los gobernadores norteamericanos de facto, los generales Miles, Brooke y Davis.10

Puerto Rico sufrió un proceso de colonización norteamericana más agudo que el cubano bajo la Enmienda Platt. Segun el Acta Foraker, el gobernador de Puerto Rico era nombrado por el Presidente de Estados Unidos, quien además designaba a los miembros de la Corte Suprema.

En relación a la dependencia respecto de Estados Unidos, se configuraron tres posiciones fundamentales: una, que planteaba la anexión de Puerto Rico como un estado más de Norteamérica, encabezada por el Partido Unionista. Su obsecuencia llegaba al extremo de querer convertir a toda América Latina en dominio norteamericano, al decir de una declaración de 1907: “Toca a Estados Unidos, respondiendo a sus magníficas tradiciones, crear a la sombra de su bandera, pueblos tan felices como el pueblo americano, presentándose así ante las repúblicas del sur como padres y sustentadores de la libertad en el nuevo continente y propendiendo así a que en el porvenir y en el presente sea más fácil y más justa su hegemonía moral y comercial sobre todo el hemisferio, desde el polo hasta los confines de la Patagonia”.11

Los unionistas o, mejor dicho, anexionistas, querían que junto con la ciudadanía norteamericana se diese a Puerto Rico el carácter de Estado de la Unión; por eso, protestaron cuando Taft comunicó que iba a otorgarse la ciudadanía, pero no la estadidad. El Partido Unionista, “a pesar de las altivas declaraciones en 1913 y 1914 rechazando la ciudadanía norteamericana si ésta no entrañaba la ulterior anexión irrevocable de Puerto Rico a Estados Unidos”,12 volvieron solapadamente a plantear la antigua solicitud. En definitiva, se impuso en 1917 la ciudadanía norteamericana para los puertorriqueños.

La otra tendencia planteaba que Puerto Rico fuera territorio autónomo bajo bandera norteamericana y con el derecho de escoger con el tiempo entre la independencia y la estadidad. Unos de sus principales líderes fue Luis Muñoz Rivera, fundador del Partido Unión de Puerto Rico.

La corriente independentista y contraria a la intervención norteamericana fue inicialmente encabezada por el pensador Eugenio María de Hostos, combatiente también por la libertad de Cuba y Antillas. Incansable viajero por Europa y América en busca de ayuda para la libertad antillana, se hizo tiempo para escribir ensayos sobre los mulatos -como el dedicado al poeta cubano Plácido- y los indígenas de su tierra Borinque que, como Bayoán, no creyeron que los españoles fueran inmortales.

Hostos no sólo combatió por la Independencia política de su tierra sino también por la liberación de los esclavos, posición libertaria que no era común entre los partidarios de la Independencia de Cuba y Puerto Rico, que eran independentistas pero no abolicionistas. Junto con Martí y Betances, estaba convencido de que la liberación de Cuba y Puerto Rico estaba indisolublemente ligada a la América Latina. Por eso, decía: “Yo creo, tan firmemente como quiero, que la Independencia de Cuba y Puerto Rico ha de servir, debe servir al porvenir de la América Latina”.13

Hostos conoció América por dentro, viajando por Chile, donde estuvo de 1889 a 1898, Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Venezuela y República Dominicana, en que residió varios años, hasta su muerte en 1903. En este país, en Puerto Plata, fundó el Semanario “Los Antillanos”. En 1876, había creado la Liga de los Independientes, organización que trató de consolidar en su tierra puertorriqueña, que pudo pisar por breve lapso en 1878. Este hombre de pensamiento y acción fue nombrado representante del Partido Revolucionario de Cuba y Puerto Rico en Chile. Combinaba su labor política y filosófica con la pedagogía, creando institutos pedagógicos en los diferentes países latinoamericanos que visitaba.

Su ideología, mezcla de Krausismo y positivismo, le impidió darse cuenta de la fase imperialista que comenzaba a transitar el capitalismo. Sin embargo tenía muy clara su estrategia anticolonialista: “No quiero la colonia ni con España ni con los Estados Unidos”. Para cumplir esta tarea fundó la Liga de los Patriotas Puertorriqueños que “no se plantea, como el Partido Revolucionario, la toma del poder revolucionario. Su propósito es más bien didáctico, esclarecedor, ilustrador”.14 Esta Liga, creada poco antes de la invasión norteamericana en 1898, tuvo filiales en suelo puertorriqueño, especialmente en Juan Díaz. Depositó cierta confianza en una eventual ayuda desinteresada de Estados Unidos por veinte años, que condujo a Hostos a una entrevista con el presidente norteamericano William Mackinl. Después de esta reunión, se convenció “de que los nuevos amos de Puerto Rico no abrigan propósitos de liberación alguna”.15

En la lucha por la independencia de Puerto Rico, le siguieron Ramón Emeterio Betances, estratega de la Confederación Antillana, la poetisa Lola Rodríguez de Tió (1843-1924), Rosendo Matienzo Cintrón y José de Diego, figura bastante controvertida.

Manuel Maldonado-Denis opina que José de Diego fue un “antiimperialista y anticolonialista (que) contribuye a crear las bases para una conciencia de nuestra verdadera problemática”.16

Otros, como Amílcar Tirado, estiman que José de Diego era un representante de la burguesía criolla asociada al capital monopólico y abogado de una de sus compañías: El Central Guánica, la mayor refinería de azúcar de Puerto Rico”.17

Rosendo Matienzo Cintrón tuvo un pensamiento social más de avanzada, especialmente de tipo agrarista. Desde 1908 trató de formar una Liga Agraria para defender a los cultivadores, siendo saboteado por el partido Unionista. Junto con Luis Lloréns Torres y Nemesio Canales procuró defender a los medianos cultivadores de caña y a los trabajadores endeudados con los latifundistas.18

En esa época, se produjo un acontecimiento político importante: la creación del Partido Socialista.19 Fundado el 21 de marzo de 1915, por decisión de la Federación Libre de Trabajadores, fue uno de los pocos partidos socialistas latinoamericanos surgidos, desde el inicio, con fuertes vínculos en la clase obrera. A los dos años de su fundación, el PS obtenía el 14% de los votos, dos parlamentarios y el triunfo en siete municipios: “diversos trabajadores a lo largo de la Isla entonaban himnos de alabanza al triunfo de la Revolución Bolchevique”.20 A nuestro juicio, ésta ha sido la más alta votación obtenida en aquella época por un partido socialista.

Sin embargo, no comprendió la necesidad de vincular la lucha antipatronal con la independencia política, subestimando las tareas de liberación nacional con el argumento de que sectores de la burguesía criolla, en aras del “patriotismo”, sacrificaban los intereses inmediatos de la clase trabajadora.

La Cuarta Convención del PS (1919) resolvió un claro viraje pro-norteamericano. En 1924, el Partido Socialista entró en contubernio con el partido de la oligarquía criolla anexionista, el Partido Republicano. Hacia 1920, se habían agudizado los roces entre los terratenientes criollos y el gobierno de los Estados Unidos a raíz de la disputa de la mano de obra, acelerada por la migración a Norteamérica de muchos trabajadores puertorriqueños. Paralelamente, se agudizaban los roces de esta burguesía con las empresas extranjeras que le arrebataban parte de sus tierras. “El nacionalismo puertorriqueño en las primeras tres décadas de este siglo debe entenderse a la luz del fenómeno recién descrito. La expresión política de este sector de la burguesía criolla sera el Partido Unión de Puerto Rico”.21

Las repercusiones de la crisis mundial de 1929 en Puerto Rico pusieron de manifiesto la dependencia estructural de la Isla, agravando la cesantía y provocando el surgimiento de un amplio movimiento de protesta social, dirigido por la pequeña burguesía nacionalista en alianza con sectores obreros. Se creó entonces un movimiento populista, encabezado por Luis Muñoz Marín, que logró canalizar el descontento por la vía reformista institucional. Muñoz Marín, que se había iniciado en la lucha social con una posición izquierdista, levantó un programa demagógico en la década de 1930, terminando posteriormente como el adalid del Estado Libre Asociado y el primer gobernador puertorriqueño.22

Mientras tanto, como expresión de la crisis del 29, circulaban los versos de Lamento Borincano de Rafael Hernández, y se creaba en 1930 el Partido Nacionalista, bajo el liderazgo de Pedro Albizu Campos.23 Este partido concurrió a las elecciones de 1932 con un programa de absoluta independencia política respecto a Estados Unidos, obteniendo 6.000 votos. Pronto inició la lucha insurreccional, siendo aplastado y sus dirigentes encarcelados y muertos en Ponce en 1937. En su campaña nacionalista, Albizu Campos hizo llamados “a desconocer la lucha de clases en virtud de la reconstrucción y regeneración nacional; la exaltación de una metaclasista identidad puertorriqueña; los recursos abstractos a la ‘raza’, la cultura latina y la religión católica”.24 Tras su derrota, en 1952 se impuso la tendencia proclive al Estado Libre Asociado.

Es un caso especial, pues a fines del siglo XX era Estado Libre Asociado de USA, una forma encubierta de ser institucionalmente colonia, cuya génesis hemos analizado en la primera parte de este tomo.

El paradigma del combate independentista continuó siendo Pedro Albizu Campos; encarcelado entre 1936 y 1943, vuelve a la lucha por la independencia y es apresado otra vez en 1950, hasta el día de su muerte.25

Mientras estaba preso varios de sus simpatizantes realizaron un atentado contra el presidente norteamericano Henrry Truman y el Congreso de Estados Unidos para atraer la atención mundial sobre sus demandas independentistas. Fueron encarcelados Lolita Lebrón, Rafael Cancel, Irwin Flores y Oscar Collazo. Al salir en libertad, después de 25 años de prisión, Lolita Lebrón y sus compañeros reafirmaron su decisión de seguir luchando por un Puerto Rico Libre y autónomo.26

En diciembre de 1979, un comando de independentistas ultimó a dos marinos norteamericanos, hiriendo a 10, en uno de los primeros atentados de este tipo, bajo la forma de emboscada. A la cabeza de la represión se puso una vez más el llamado Partido Popular Democrático (PPD) que, en nombre de los intereses norteamericanos, ha gobernado Puerto Rico desde 1940 hasta 1976, compartiendo el poder con el Partido Nuevo Progresista (PNP), siendo ambos anexionistas y “asimilacionistas”, partidarios de la “estadidad”, es decir Puerto Rico un Estado más de los Estados Unidos, aunque algunos pregonan el “estadolibrismo”.

En 1946, se fundó el Partido Independiente Puertorriqueño (PIP), que apoyado en sectores medios alcanzó el 15% en las elecciones de 1976, con un programa más progresista, acelerando la definición entre los que postulaban la independencia y los que se conformaban con la estadidad y el statu quo de Estado Libre Asociado.

Muestras elocuentes de solidaridad han sido los encuentros Internacionales de Venezuela y México, realizados en 1979 y 1980, donde se constituyeron comités por la Independencia de Puerto Rico.

Notas

1 EUGENIO FERNANDEZ MENDEZ: Viaje histórico de un pueblo. La evolución Puertorriqueña, p. 114, Troutman Press, 1972.
2 Ibid., Apéndice 357: Memorias de don Alexandro O’Reilly sobre la Isla de Puerto Rico.
3 LIDIO CRUZ MONCLOVA: Historia de Puerto Rico en el siglo XIX, Río Piedras, Ed.Universitaria, 1957.
4 JOSE LUIS GONZALEZ: Literatura e identidad nacional en Puerto Rico, en A. QUINTEROS y OTROS: Puerto Rico: Identidad nacional y lucha de clases, p.47, Ed.Huracán, Río Piedras, 1979.
5 A. QUINTERO: op. Cit., p. 16.
6 Una novela de la época, Bajo el vuelo de los alcatraces, de PEPITA CABALLERO DE BALSINO, describió el submundo de la vida concentracionaria esclavista. Desde otro angulo, también se aproximó al estudio de esta sociedad, GEORGE DAWSON FLINTER, con su libro Relaciones del estado actual de la Isla de Puerto Rico, editado en 1834 en Londres. ALEJANDRO TAPIA publicó en esos años Mis Memorias y La cuarterona, donde abordó el tema de la discriminación racial.
7 EMILIO FERNANDEZ MENDEZ: Viaje Histórico de un pueblo, p. 131, Troutman Press, 1972.
8 A. QUINTERO: op. cit., p. 51.
9 A. QUINTERO y otros: Puerto Rico: Identidad Nacional y Clases Sociales, p.22, Ed.Huracán, Río Piedras, Puerto Rico, 1979.
10 A. G. QUINTERO RIVERA: “El desrrollo de las clases sociales y los conflictos políticos en Puerto Rico”, en RAFAEL RAMIREZ y otros: Problemas de desigualdad social en Puerto Rico, Ed.Puerto, Río Piedras, 1972.
11 Citado por NESTOR RIGUAL: Incidencias Parlamentarias en Puerto Rico, p. 17 a 21, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1972.
12 RICARDO CAMPOS Y JUAN FLORES: Migración y Cultura Nacional Puertorriqueña, en A. QUINTERO: op. Cit., p. 91.
13 EUGENIO MARIA DE HOSTOS: Obras Completas, VII, 36, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1969.
14 MANUEL MALDONADO-DENIS:Introducción al pensamiento social de Eugenio María de Hostos, p. 56, Casa de las Américas, Nº124, Enero-Febrero, 1981.
15 Ibid., p. 57.
16 MANUEL MALDONADO-DENIS: Puerto Rico, una interpretación histórico-social, p. 105, Ed.Siglo XXI, México, 1971.
17 AMILCAR TIRADO: José de Diego en nuestra historia, Claridad, 25-6-1975.
18 LUIS LLORENS TORRES: Los odios del Sr. De Diego, en Juan Bobo, 19-8-1916.
19 BOLIVAR PAGAN: Historia de los partidos políticos puertorriqueños, Librería Campos, San Juan, 1959.
20 A. QUINTERO Y OTROS: Puerto Rico: Identidad Nacional y Clases Sociales, op. cit., p. 108.
21 MANUEL MALDONADO-DENIS: Colonialismo y socialismo: Hacia una interpretación marxista de la historia de Puerto Rico, en Rev. Cuadernos políticos, Nº 3, enero-marzo, 1975, México.
22 Ibid., p. 29.
23 MANUEL MALDONADO-DENIS: La conciencia nacional puertorriqueña: Pedro Albizu Campos, Ed.Siglo XXI, México, 1972.
24 R. CAMPOS y J. FLORES: Migración...., op. Cit., p. 128.
25 PEDRO ALBIZU CAMPOS: La Conciencia Nacional Puertorriqueña, Ed.siglo XXI, 4ª edición, México, 1979.
26 El Nacional, Caracas, 15-09-1979.

La rebeldía de los inmigrantes

 

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