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EE.UU. :: 17/11/2005

Puerto Rico: La independencia como necesidad histórica

Carlos Rivera Lugo
Cierta tendencia reformista del independentismo parecería dispuesto a transar, en lo inmediato, con una solución que no requiera la ruptura definitiva con el marco de subordinación política y económica representada por el llamado Estado Libre Asociado, lo que sería un grave error

La Propuesta

Hoy, más que nunca, nos apremia al movimiento independentista intentar tan siquiera diagnosticar lo que está pasando en el entorno nuestro, para imprimirle aquel cauce que deseemos conforme a las posibilidades reales que encierren las circunstancias. En ese sentido, una de las más lúcidas o mejor aún y dejándonos de chiquitas, la más lúcida lectura que se ha dado, en tiempos recientes, sobre esa interrelación dinámica entre nuestras circunstancias y el estado actual de nuestras conciencias individuales y colectivas en Puerto Rico, la hizo antes de morir el compañero Filiberto Ojeda Ríos, casi con un sentido providencial en ese entonces insospechado.

En el contexto de una amplia entrevista que le realizara durante el mes de agosto el Director de Noticias de la emisora ponceña WPAB, el compañero José Elías Torres, el líder Machetero desplegó un certero análisis de la coyuntura actual en Puerto Rico, y sobre todo de las debilidades y oportunidades que ésta encerraba en relación con el movimiento independentista. (Véase la reseña de dicha entrevista titulada "Cuando la trompeta suena es porque sueños trae: Habla Filiberto Ojeda Ríos", aparecida en Claridad, edición del 1 al 7 de septiembre de 2005, páginas 6 y 7.) Lamentablemente, en los días que siguieron, su propuesta pareció haberse recibido tímidamente, cuando no ignorada en su totalidad.

La crisis y el quiebre del capitalismo

En la entrevista, Filiberto Ojeda Ríos habló de la crisis que hoy vive el país y cómo ésta empieza a arrinconar al pueblo. Por encima de la dependencia y la enajenación que nos arropa por doquier, la crisis habrá de imponer inescapablemente su lógica desestabilizadora del statu quo. Habrá de golpear al puertorriqueño donde le duele a la conciencia: en el bolsillo, sobre todo ante su escandaloso endeudamiento. Entretanto, las pretendidas estrategias paliativas que se propone tomar el gobierno para enfrentar dicha crisis, sólo sirven para victimizar más al pueblo. Esa situación resulta insostenible.

El país anda a la deriva de orientaciones estratégicas nuevas, tanto en lo político como en lo económico, que nos salven de las nefastas consecuencias de las torcidas y estreñidas orientaciones de nuestros gobernantes insulares. El gobierno, pues, ha visto seriamente reducida no sólo su credibilidad y capacidad de convocatoria de antaño, es decir, su necesaria legitimidad, sino que también la posibilidad material de que pueda servir de gestor principal de la actividad económica del país en la actual coyuntura. Además, según el líder independentista, la crisis que se vive en Puerto Rico es el resultado de una crisis mayor, la del sistema capitalista.

Nuestra América ha estado dando testimonio elocuente en los últimos años de esta crisis estructural del capitalismo. El neoliberalismo ha provocado mayores desigualdades en la América Latina y una pérdida impresionante de sus fuerzas productivas propias. La tendencia a la profundización de las desigualdades ha contribuido, a su vez, a la inestabilidad política y a una seria crisis de gobernabilidad en la región.

Consecuentemente, las resistencias al modelo se han multiplicado por doquier y producto de ello, tanto el Estado como la economía se enfrentan hoy en nuestro medio al reto de redelimitar su naturaleza, estructuras y procesos para poder garantizar la tan ansiada gobernabilidad y poder relanzar nuestro desarrollo en beneficio del conjunto de nuestras respectivas sociedades.

Este contexto mundial y regional en el que está insertado Puerto Rico no le pasó desapercibido al compañero Filiberto Ojeda Ríos. Como bolivariano vio el futuro de la Isla como parte del proyecto de la Gran Patria Latinoamericana que postula el presidente venezolano Hugo Chávez Frías. Insistió en que pertenecemos, por derecho propio, a dicho proyecto continental. Por ahí transita el futuro de Puerto Rico y debemos romper todas las barreras para insertarnos activamente en ese proceso de integración y unidad continental. Por ahí, puntualizó, está la oportunidad para potenciar la verdadera descolonización de Puerto Rico.

La independencia como necesidad histórica

En efecto, toda crisis es a su vez una oportunidad. Pero ante los asomos de cierta tendencia reformista entre el independentismo que parecería dispuesto a transar, en lo inmediato, con una solución que no requiera la ruptura definitiva con el marco de subordinación política y económica representada por el llamado Estado Libre Asociado, Filiberto afirmó sin ambages que ello sería un grave error. Insistió en que la única solución a la crisis, dadas las características de ésta, es la independencia. No es capricho ni idealismo: la independencia se plantea hoy como una necesidad, tal y como la caracterizó el Maestro Hostos cuando expresó: "La independencia de Puerto Rico es un derecho de necesidad’.

Ahora bien, Filiberto subrayó que la viabilidad de esa independencia se ha potenciado a raíz de la Revolución Bolivariana de Chávez, las alianzas estratégicas establecidas por ésta con Brasil, Argentina y, particularmente Cuba, y la puesta en marcha de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA).

El líder Machetero insistió, pues, en la necesidad de una comprensión estratégica y global de la crisis y sus oportunidades. Las circunstancias nacionales e internacionales se están encargando, por un lado, de dictarle empíricamente al pueblo puertorriqueño su única opción para enfrentarse exitosamente tanto a su presente como a su futuro y, por otro lado, de ofrecerle unas nuevas oportunidades para reordenar su presente y futuro, esta vez como parte de la América Latina.

A construir una capacidad de decisión propia

Es por esta razón que Filiberto Ojeda Ríos manifiesta una gran preocupación con el reformismo y cierta condescendencia hacia los partidos coloniales: "Los independentistas no tenemos que salvar a los que han hundido al pueblo de Puerto Rico. No hay que tirarles la toalla al Partido Popular y al Partido Estadista", advierte. Dichas posiciones, asegura, sólo terminan por fortalecer al PPD o al PNP en su momento de mayor declive. Hay que tener cuidado con la continua manipulación del reformismo autonomista, sobre todo ante la ausencia de una definición de lo que concretamente proponen. De ahí que Filiberto insistiera en que el autonomismo ya no constituye una opción real y viable para el país, ni tan siquiera transitoria. Ante ello, lo que corresponde es recuperar la capacidad de decisión propia del independentismo.

No existe tarea más apremiante, según él, que la construcción de una oposición independentista efectiva en la actual coyuntura, pues la misma es hoy inexistente. Esta oposición radical debe ser una confluencia de distintas fuerzas, cada una luchando desde su particular trinchera, pero unida en torno al objetivo común. Las organizaciones independentistas deben estar insertadas activamente en el proceso actual por el que atraviesa el país y, sobre todo, deben desarrollar una gran campaña que eduque sobre la conveniencia y viabilidad de la independencia como solución.

Si bien Filiberto no creyó en la lucha electoral como medio principal para lograr la independencia de Puerto Rico, aun así reconoció que mediante la misma se pueden cosechar cosas beneficiosas para la lucha. En ese sentido, opinó que una organización independentista que cultive esa vía debe asegurarse de combinar la vía parlamentaria con la extraparlamentaria. Es algo así, añadiría yo, como una estrategia política que combina la formas propias de la campaña electoral, con la diversidad de formas de lo que los zapatistas llaman "la otra campaña", es decir, esa pluralidad de instrumentos y mecanismos de lucha cultivados, más allá de las campañas electorales, por la diversidad de movimientos, grupos y personas que forman parte de lo que se ha dado en llamar la sociedad civil y que Filiberto prefiere seguir llamando el pueblo. En cuanto a la lucha armada, éste la describía en estos momentos ocupando la retaguardia y vinculada estrechamente a las luchas del pueblo.

Convendría aquí profundizar un poco más en cuanto a la cuestión organizativa con respecto al independentismo y la construcción de algún espacio o movimiento nuevo al interior del mismo. A través de toda la región se vive una profunda desconfianza hacia la llamada clase política tradicional, incluyendo sus expresiones de izquierda. Pero, nos advierte el sociólogo argentino Atilio Boron (Actualidad del ¿Qué hacer?, Buenos Aires, 2005): "lo que sorprende en la coyuntura actual, no sólo de la América Latina sino también mundial, es que las fuerzas sociales que motorizan la resistencia al neoliberalismo parecen haberse conformado con proclamar la obsolescencia de aquellos formatos tradicionales de representación política (como, por ejemplo, el partido y el sindicato) desentendiéndose por completo de la necesidad de discutir el tema y buscar nuevas vías y modelos organizativos". Y agrega: "En su lugar ha ganado espacio una suerte de romanticismo político consistente en exaltar la combatividad de los nuevos sujetos contestatarios que sustituyen al moribundo proletariado clásico, elogiar la creatividad puesta de manifiesto en sus luchas y la originalidad de sus tácticas, y pregonar la caducidad de las concepciones teóricas preocupadas por las cuestiones del poder, el estado y los partidos. Las clase sociales se diluyen en los nebulosos contornos de la "multitud’."

El caso de Puerto Rico no es muy distinto a lo antes descrito. Y es nuestro deber acercarnos sin más dilaciones al tema con la seriedad y creatividad necesarias. De inmediato, habrá que reconocer cierto pesado desprestigio en la forma del partido, sobre todo en estos tiempos en que no es posible la construcción de un instrumento político monolítico y homogéneo a partir de la gran heterogeneidad que caracteriza a los sectores que se pretenden organizar y agrupar. Creo que la propia realidad nos va encaminando por la vía de la forma propia de los nuevos procesos de producción y de comunicación en estos tiempos: la red.

Cómo darle forma efectiva y pertinente a un movimiento integrado en la forma de una red interactiva de sus diversos componentes; cómo posibilitar la coordinación y organización de éstos en torno a propósitos comunes, más allá de sus intereses sectoriales; cómo hacerles ver los vínculos imprescindibles que existen entre nuestras respectivas ideas y aspiraciones; cómo lograr que vean la totalidad comprensiva más allá de la parte que representan: he ahí el gran reto. Ahora bien, de lo que sí estoy seguro es de que sólo a partir de formas organizativas respetuosas de la diferencia, como bien advirtió Filiberto, puede lograrse hoy constituir nuevos lugares comunes consensuados y coordinados en torno a unos fines comunes.

Unidad en la acción

En nuestro caso, ello nos lleva, por ejemplo, a examinar también la cuestión de la unidad independentista. Filiberto Ojeda Ríos le asignaba mucha importancia al tema y le veía muchas más posibilidades a ésta a partir de la acción y presión desde la base, y no a partir de decisiones voluntarias del liderato.

Francamente, la insistencia de algunas voces del independentismo a favor de una lucha ideológica previa, sólo puede tener cabida si es con el debido respeto y consideración a la diferencia que cada cual representa. En esto, Filiberto fue intransigente. Las diferencias no se deben estar ventilando como hasta ahora, pues ello sólo sirve para desmoralizar al independentismo y debilitar la lucha en su conjunto ante los ojos del pueblo. "Hay que respetar que todos son independentistas", concluye e insiste que la división actual es responsabilidad del liderato ya que "la base lo que quisiera es la unidad’.

La experiencia de la Coordinadora mayagüezana "Rompiendo el perímetro" da testimonio de lo antes expresado. Más allá de ésta, está la amplia evidencia de lo yerma que ha sido en el pasado cualquier vía unitaria que arranca atacando o criticando a sus compañeros de lucha que militan en otras organizaciones patrióticas que no son la suya. En fin, hay que aprender a tratar las contradicciones en el seno del independentismo de manera diferente a como tratamos las existentes con el imperialismo y el colonialismo; sólo con estos últimos podemos tener contradicciones antagónicas e insalvables.

Por otro lado, está la insistencia de algunos en la liquidación de organizaciones independentistas existentes como precondición para el surgimiento de algo nuevo. Francamente, en lo personal creo que el liquidacionismo sólo lleva al inmovilismo. De ello es testigo el liquidacionismo vivido bajo la Internacional Comunista, a raíz de la constitución de los Frentes Populares durante la Segunda Guerra Mundial. También la liquidación del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) constituye otro ejemplo de las consecuencias nefastas que tiene esa opción. Ello representó, en el balance, un retroceso en los niveles organizativos y la presencia militante del movimiento independentista en su conjunto, algo de lo cual aún forcejeamos por recuperarnos.

En fin, con el liquidacionismo estamos ante una visión maniquea de la realidad que deja de aquilatar las complejidades propias de toda lucha política, sobre todo su conformación a esa verdad inescapable de que la política es el arte de sumar fuerzas, no de liquidar las existentes para entonces inventar lo nuevo. Lo nuevo está también en lo viejo, aunque cualitativa y cuantitativamente aspire a superarlo. Esa oposición radical que represente una opción alternativa y viable a lo existente no puede darse, pues, a partir de la liquidación y desmovilización de lo existente. En todo caso, lo existente se supera, no por decreto o puro voluntarismo, sino porque lleve a ello la propia experiencia generada a partir de una serie de nuevas prácticas. La práctica es el criterio de la verdad, sentenció magistralmente Mao Tse Tung. Y es esa práctica la que se encargará de asignar la pertinencia de las ideas, teorías, estrategias y tácticas que confluyen en el seno del independentismo puertorriqueño.

Por otro lado, es indudable el intento por parte del FBI de pretender criminalizar nuevamente al independentismo a partir de los hechos de Hormigueros. Pero si hay algo de lo que se dio testimonio en los pasados días es de la legitimidad política que el independentismo se ha ganado en los ojos del pueblo, independientemente de las divisiones partidistas. Sobre ello tenemos que construir una nueva conciencia acerca, no sólo de la legitimidad de la independencia, sino también, de su pertinencia y viabilidad bajo las actuales circunstancias. En este contexto además se requiere la masificación de nuestra lucha. No podemos sucumbir a la siempre presente tentación de atrincherarnos en torno a lo existente para desde allí defendernos frente a cualquier nuevo intento por golpear al independentismo. Sólo habremos de avanzar rompiendo el perímetro que históricamente nos ha tendido el gobierno estadounidense en su pretensión por reducirnos a una fuerza marginal en el seno del pueblo puertorriqueño.

No empece las diferencias cualitativas que puedan existir con la lucha librada en Vieques, hay que retomar sus esenciales lecciones para su aplicación en el contexto actual. El crimen de Hormigueros ha desatado una lluvia de nuevas contradicciones entre el pueblo de Puerto Rico y el gobierno de Estados Unidos, con las que hay que trabajar, profundizar y llevarlas a su máxima expresión. No debemos perder de perspectiva quién es el enemigo principal en la actual coyuntura y centrar en éste, el gobierno de Estados Unidos y el FBI, nuestras acciones. De paso, hay que seguir emplazando al gobierno del ELA para que confronte sus propios monstruos y proceda al deslinde de responsabilidades en este caso y el encauzamiento de los responsables del asesinato y sus cómplices. A diferencia de Vieques, estamos ante una campaña política que puede tener unas consecuencias políticas más serias, además de que constituiría una nueva expresión de la diferenciación marcada por nuestro pueblo entre sus intereses y los del Imperio.

¿Qué hacer?

El reto lanzado por Filiberto Ojeda Ríos nos plantea la necesidad de constituir una Coordinadora Nacional del movimiento independentista, con la participación de todos sus integrantes, tanto los partidos, movimientos, frentes, organizaciones y militantes no afiliados. El objetivo de la Coordinadora será construir una capacidad de decisión propia del independentismo como opción inmediata y viable a la presente crisis de gobernabilidad y desgaste de las instituciones políticas y la economía coloniales. No se debe pretender con dicha Coordinadora sustituir a las organizaciones, movimientos e individuos participantes, sino realizar una labor de coordinación creciente de la lucha independentista, en la medida en que se vaya ganando la confianza de todos. Sólo se promoverá progresivamente una unidad de propósitos y una unidad en la acción en torno a asuntos y campañas consensuadas.

Por otro lado, se debe diseñar una amplia campaña educativa y de opinión pública sobre la pertinencia y viabilidad de la independencia en las actuales circunstancias. Si bien Claridad debe ser uno de los vehículos centrales para dicha campaña (mediante la publicación de artículos y suplementos que sirvan como cuadernos de educación popular, así como la celebración de foros, seminarios y tertulias), debe también coordinarse con otros medios de comunicación. Asimismo, debe usarse el Internet, por medio de las redes existentes, incluyendo el sitio de Claridad, el cual debe revaluarse si sólo se da acceso a éste por suscripción o si se deja al acceso libre y se mueve en la dirección de insertar enlaces en otros sitios informativos de la izquierda, tanto en Puerto Rico como latinoamericanos. Otra alternativa es crear un instituto, a modo de think-tank y foro educativo, en apoyo a la campaña educativa antes mencionada, sobre todo para la producción de materiales didácticos y el desarrollo de investigaciones y publicaciones.

La Coordinadora Nacional propuesta debe fortalecer y ampliar la red de apoyo y solidaridad con la independencia de Puerto Rico. Debe hacerse particular énfasis en las relaciones con Venezuela. Incluso, debe verse cómo el independentismo se convierte en interlocutor decisivo en la ampliación de las relaciones económicas entre Puerto Rico y Venezuela. Esto se puede articular en el marco de las ayudas y relaciones económicas que el gobierno de Chávez se ha ofrecido a desarrollar con comunidades en Estados Unidos o a través de organizaciones no-gubernamentales y de la sociedad civil.

En fin, de lo que se trata es de potenciar esa oposición radical y combativa de la que habló el compañero Filiberto Ojeda Ríos para insertarnos decisivamente como fuerza política alternativa frente a la crisis de gobernabilidad y el colapso creciente de las instituciones que sostienen la subordinación política y económica de nuestro país a Estados Unidos. Es la hora de poner la acción donde en días pasados, llenos de dolor e indignación por el vil crimen cometido, pusimos las palabras. Es la hora de potenciar la diversidad de voces y voluntades, y fundirlas armoniosamente como una sinfonía donde la diversidad de talentos e instrumentos no impidan el logro del objetivo común. Y en dicho esfuerzo orquestado estará siempre la trompeta de Filiberto anunciado la rentabilidad permanente de los sueños.

*El texto anterior es una versión abreviada de la ponencia presentada por el autor que sirvió como documento central de discusión del Seminario "Diagnóstico y cauces" celebrado por la Junta de Directores del periódico Claridad en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, el 15 de octubre de 2005.

 

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