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Medio Oriente :: 27/06/2021

Qué se puede esperar de Raisi, el nuevo presidente de la revolución iraní

Actualidad RT / La Haine
Un discurso anti-imperialista convencido, que no le impedirá negociar con sus vecinos y la OTAN una desescalada con las concesiones justas y nunca unilaterales

Como ya se veía venir desde hacía tiempo, las políticas de máxima presión por parte de Donald Trump y la inoperancia del gabinete de Biden, incapaz de revertir las políticas de su predecesor convertidas en políticas de Estado, han terminado por regalar el poder a la línea más progresista de la revolución islámica en Irán. Tras una sobrada victoria en las elecciones (61,9 % de los votos), Ebrahim Raisi será el nuevo presidente iraní; desplazando a los reformistas, manteniendo el rumbo pero abandonando las formas de Hasán Rohaní, que parecían ser las que querrían haber continuado muchos candidatos reformistas y centristas que no pudieron participar en la contienda electoral tras ser descalificados por el Consejo de los Guardianes, más afín a la línea del que pronto será el próximo presidente de Irán.

Raisi innegablemente goza de gran popularidad, sobre todo tras el resentimiento de la economía producto de la retirada norteamericana del acuerdo nuclear y las consecuentes sanciones, que son el principal símbolo del fracaso de los reformistas en su acercamiento hacia la UE y EEUU. Es la imagen de los luchadores, de la revolución islámica del 79. Habiendo sido presidente del poder judicial iraní y educado en Qom, es también el candidato favorito para suceder al líder supremo Alí Jamenei por su papel en el derrocamiento del Shá y la constitución y consolidación del nuevo Estado.

Ebrahim Raisi es un progresista, un devoto seguidor de la revolución islámica que ha participado en algunos de los capítulos más heroicos y violentos de la misma. Si el régimen de los EEUU se ha caracterizado siempre por un fanatismo cuasi religioso hacia una idea de democracia y libertad en abstracto, si bien es un país pseudomesiánico que se cree con la potestad de imponer su modelo social al mundo, los iraníes están caracterizados por un sentimiento de pragmatismo que los hace leer la situación de manera serena, haciendo que destaquen por su rápida adaptabilidad a las situaciones.

Ejemplo del pragmatismo de Raisi es que siendo presidente del poder judicial,  en 2019, como gesto de buena fe hacia la población llevó a cabo reformas que sirvieron para conmutar penas por dote, usura o tráfico de drogas, lo que redujo en un 6 % la población reclusa del país, salvando a algunos incluso de la pena de muerte.

Raisi ha ascendido gracias a las dinámicas internas de Irán. Sin embargo, aunque como presidente deba encontrar soluciones a los graves problemas económicos que atraviesa el país, su prioridad serán las relaciones internacionales en el plano global y regional. Es donde los asuntos judiciales no importan apenas para una diplomacia en la que los tratados y las promesas valen bien poco, como demostró Donald Trump durante su presidencia sin ningún tipo de pudor.

Rohaní supo presentarse como alguien amable y dispuesto a dialogar, y así no pudo evitar la agresión salvaje contra Irán. Raisi ya empieza con muchas críticas de los grandes medios y de organismos útiles a narrativas imperialistas como Amnistía Internacional, y con sanciones impuestas por EEUU, lo que favorece la demonización de Irán en colectivo y complica cualquier tipo de concesión y diálogo por parte de los abanderados de la democracia y la hipocresía.

El pragmatismo de Ebrahim Raisi lleva a pensar que Irán seguirá a favor de negociar la recuperación de algo similar a lo que fue el Acuerdo nuclear, aunque con una posición más inflexible que la del gobierno anterior, que con sus concesiones no consiguió nada. Ejemplo de ello no es que Raisi se haya mostrado dispuesto a mantener conversaciones indirectas para recuperar el Acuerdo nuclear y ha logrado aparcar las diferencias del pasado reciente decidiendo continuar con el plan bilateral de normalización con la dictadura de Arabia Saudí. Los Saud han entendido, a la fuerza, que la paz regional les interesa mucho más que acatar con resignación la doctrina de turno a miles de kilómetros de Riad.

Ahora bien, ¿estarán Biden y todos los que gobiernan a su sombra dispuestos a reconocer a alguien dentro de su ilegítima lista de sancionados como interlocutor legítimo? ¿Estará Biden dispuesto a gobernar para su pueblo, anteponiendo los intereses de los norteamericanos (y de rebote europeos) frente a los israelíes (ahora que tienen un gobierno mucho más extremista y más anti-iraní, con Naftalí Bennett a la cabeza)? Y estas preguntas son determinantes, porque EEUU debe decidir si prefiere un Irán dispuesto a todo para sobrevivir, o un Irán con la capacidad de recuperar sus activos económicos en el exterior y dinamizar la economía de modo que no dependa tanto de sus socios regionales para garantizar la seguridad del país.

La revolución iraní se dio en un contexto en el que el Shá había vendido por monedas el país a Washington y Londres, en el que la desigualdad era enorme y donde los sectores rurales veían amenazado su modo de vida. La revolución iraní, pues, se dio como una reacción a lo que había impuesto Occidente, para recuperar su identidad, su soberanía y sobre todo su petróleo.

Teniendo eso en cuenta y viendo a Raisi como un revolucionario, convencido seguidor de la doctrina popular de Jomeini, es fácil hacerse una idea de lo que se puede esperar de la política exterior iraní para los próximos cuatro años: un discurso anti-imperialista convencido, que no le impedirá negociar con sus vecinos y la OTAN una desescalada –con las concesiones justas y nunca unilaterales– para intentar salvar la economía y preservar Irán. A cualquier precio.

 

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