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Colombia :: 11/05/2025

Reflexiones necesarias entre la dignidad y la tragedia

Diego Ferrari
En el 4to aniversario del “así llamado” Estallido Social en Colombia

Las rebeliones populares son acontecimientos que marcan profundamente la historia de los pueblos. Son llamadas de distintas maneras en cada territorio, escondiendo sus elementos comunes mas allá de las fronteras, y ya sean entendidas como gestas heroicas o como jornadas traumáticas, el hecho es que desde el comienzo del siglo abundan los ejemplos de rebeliones generalizadas que se inscriben como acontecimientos en la historia de nuestros países.

Durante estos episodios, que (por ahora, sólo) afectan a territorios nacionales, emergen las contradicciones sociales que permanecían ocultas en el velo de la dinámica cotidiana. Son la forma en que se manifiesta la continuidad de la lucha de clases. Cada evento le otorga sentido a los eventos anteriores y al mismo tiempo se instalan como referencia obligatoria en el por venir, generando una disputa sobre sus sentidos por bastante tiempo.

Las efemérides nos sirven de excusa para elaborar aprendizajes sobre nuestras experiencias, y desde Colombia, mirando mas de cerca, podemos destacar varios aprendizajes. Este país Nuestramericano, además de su impresionante belleza y diversidad natural y cultural, tiene una importancia geopolítica estratégica. Es un territorio plagado de potencias, rebeldías, genocidios, masacres y frustraciones, donde la vida pulsa con memoria activa y se vuelve apasionante.

Su historia marca una profunda diferencia con el resto de la región por la dinámica del conflicto armado interno que atraviesa varias generaciones. En relación al llamado "estallido social", existe ya una tremenda cantidad de producciones, sistematizaciones y análisis de diversos tipos: académicas, militantes de izquierda y derecha, periodísticas, documentos judiciales, de organismos internacionales, oficiales, artísticos, etc. Estas abundantes producciones abordan y registran al detalle los hechos de aquellos meses en diversas ciudades del país. Por eso, en esta nota evitaremos una descripción detallada de los acontecimientos y nos permitimos acercar algunas reflexiones a los debates necesarios que se generan a partir del acontecimiento y en torno a su sentido. El 28 de abril de 2021 la sociedad colombiana retomó un nuevo capítulo de luchas callejeras que aquí fue llamado como "estallido social". Si bien es imposible de ser planificada en las dimensiones que acontece, la rebelión no estalla en el vacío sino que se apoya en el acumulo de experiencias históricas protagonizadas por la misma generación.

Esta generación de colombianos, con luchas callejeras a partir de la segunda década de este siglo va superando progresivamente el terrorismo de estado impuesto por el uribismo y el "Plan Colombia"; hasta conquistar los acuerdos de paz en 2016 y las calles como espacio de expresión masiva en 2019. Al calor de las rebeliones expresadas en Chile y Ecuador, en Colombia empieza una nueva forma de expresión callejera que va mas allá del paro organizado en unidad por un importante conjunto de organizaciones reunidas en el Comité Nacional del Paro (CNP)1 que elaboró un pliego de reivindicaciones al gobierno de ultra derecha de Duque.

Frente a una sangrienta represión, la lucha se intensificó y sólo se detuvo durante la pandemia. En ese período se mantuvo latente fortaleciendo lazos solidarios en un pueblo que resistía al aumento del hambre2. Muestras de continuidad se dieron en las manifestaciones de septiembre de 2020 con la juventud retomando las calles que volvieron a ser fuertemente reprimidas. Hasta que en la fecha que conmemoramos a partir de una nueva convocatoria el CNP renovaba y ampliaba el pliego de reivindicaciones que habían quedado pendientes. Las calles se inundaron de gente que rompía el aislamiento y le puso límite a la hipocresía deliberada típica del gobierno de extrema derecha que se atrevía a impulsar una reforma que entre otras barbaridades provocaba un aumento en los alimentos.

La espontaneidad se expresa con fuerza en el espacio público cuando se trata de supervivencia. Después de 4 días de movilizaciones que resistieron la represión, el gobierno derechista retiró la propuesta de reforma. Pero el paro ya se había transformado en rebelión. El proceso duró meses y asumió características diversas en cada ciudad, teniendo como aspecto común el repudio y la resistencia frente a la brutal represión, la disputa de elementos simbólicos y la negociación de cuestiones locales que iban mas allá del pliego de reivindicaciones nacionales.

El ejemplo que se destaca por su singularidad podemos encontrarlo en el valle interandino del río Cauca, en la ciudad de Cali. Considerada "la capital de la resistencia" por la compleja dinámica del conflicto, en ella se encuentra una totalidad de elementos fundamentales para entender las rebeliones populares de nuestro tiempo: por las organizaciones constituidas al calor de la lucha, los estratégicos bloqueos en los "puntos de resistencia", el heroísmo de sus "primeras líneas", la visibilidad de las "tareas de cuidado", la disputa del simbolismo histórico derribando estatuas y renombrando espacios de la ciudad. Allí durante largos meses que interrumpieron el cotidiano, se ve la participación de todos los sectores de la sociedad en los enfrentamientos, expresando cada uno su particularidad; se destaca la aberración deshumana del accionar policial y militar, la complicidad criminal de grandes empresarios y el odio de clase con sus expresiones estructurales y coyunturales, su impacto nacional en la continuidad del conflicto, la intervención de organismos internacionales; las formas asumió la negociación y la mediación con artilugios democráticos de cooptación, el desarrollo de ciertas políticas empresariales de compensación paternalista, el ejercicio de memoria que se siente en sus espacios, la consolidación de líderes y liderezas populares a nivel nacional, y al mismo tiempo la expresión del "poder local" en la elección posterior con triunfos de candidaturas derechistas en la alcadía y la gobernación.

Cali fue sin duda, el bastión insurrecto de la resistencia, pero también la demostración más cabal de la fuerza y la impunidad del poder, organizado para una permanente disputa del sentido hacia donde avanza la historia, mas allá de los acontecimientos. La bella "ciudad diosa", Cali "sucursal del cielo", nos ofrece una cantidad de factores de análisis que debemos tomar de conjunto y no sacar conclusiones engañosas como hacen, con honestidad emocional, ciertos "entusiastas de la revuelta" que traducen directamente la expresión callejeras en votos, simplificando la ecuación.

La amplitud de individuos movilizados, y la diversidad de causas manifestadas eran expresión contundente del deseo de revertir todo el paquete legislativo de contrarreformas que han afectado las condiciones de vida de los trabajadores y las mayorías populares desde hace mas de 30 años por gobiernos neoliberales administrando intereses imperialistas. A su vez, lo que estalló fue la desigualdad, la idea de "no-futuro" para los sectores marginalizados, la desesperación. La radicalidad de las acciones, el hecho de poner el cuerpo durante tantos días en el espacio público creando lazos, articulando políticas de cuidado y autodefensa para permanecer manifestándose en sitios estratégicos, no fue posible motivada por la esperanza, sino por la desesperación de una juventud sin alternativas para la vida.

Cuatro años después del acontecimiento nacional, destacamos dos evidencias innegables de su complejidad y de la necesidad de profundizar nuestros debates: Por un lado suele destacarse la dignidad de este acontecimiento que cambió el curso de la historia, dado el avance de las luchas sociales en la década que lo antecede, y que alcanza su máxima expresión en la conquista del gobierno del "Pacto Histórico", una coalición progresista consagrada en la dupla compuesta por una mujer vicepresidenta, afrodescendiente referente de los movimientos sociales, y un hombre presidente ex guerrillero del M-19 ya con larga carrera institucional.

Por otro lado, se trata de una tragedia, que dejó el saldo dramático de como mínimo: 80 muertes, 1200 herides, 103 lesiones oculares, 1380 detenidos, 129 personas desaparecidas y 28 agresiones sexuales a mujeres activistas. Mas allá de las conquistas obtenidas por el movimiento, el poder todavía se viste con ropas de impunidad, encubre y consagra los crímenes cometidos por "las fuerzas del orden" del Estado colombiano, que en más de un caso fueron acompañados por personas de civil (que vestidas de blanco se hacían llamar "gente de bien") en el ejercicio de las violencias.

Al acompañar los efectos de varias rebeliones populares, se torna evidente que la historia no surge de una linealidad entre causas y consecuencias. Y también podemos afirmar que los tiempos de la institucionalidad son muy diferentes a los tiempos del territorio.

A 4 años del estallido existen muchas manifestaciones para alimentar la memoria. Por un lado, una agenda muy importante de las familias de víctimas exigiendo la creación de una comisión de la verdad que pueda desafiar a la impunidad consagrada.

Por otro, algunas centrales sindicales y personajes del propio gobierno agitan impunemente el fantasma de "un nuevo estallido social", como si ese acontecimiento fuera algo posible de ser organizado, sin medir las consecuencias que la blasfemia de una anuncio de medidas masivas y radicales puede generarle políticamente frente a la imposibilidad real de garantizarlas.

A nivel nacional, es evidente que la traducción política del estallido se expresó en una maravillosa campaña y elección del gobierno del Pacto Histórico. Es algo tan contundente e innegable como el debilitamiento de las fuerzas populares en el transcurso del ejercicio de su gobierno. Aparentemente, en el ejercicio del poder gubernamental, los cuadros nacionales han ido perdiendo la efectividad pedagógica que obtuvieron en las manifestaciones callejeras de resistencia. Este punto también requiere un análisis completo de estos años de gobiernos, con sus aciertos, sus dificultades, sus "errores no-forzados" y sobre todo: la indefinición estratégica generada por la amplitud de sus alianzas que lo torna por momentos inoperante.3

En la coyuntura de este nuevo aniversario, el gobierno progresista, que pretende continuar encarnando la traducción política del "estallido", se juega sus cartas mas importantes a través de las calles y la participación masiva en la "Consulta Popular" para conseguir destrabar reformas con las que pretenden revertir en buena medida los avances neoliberales de los últimos 40 años. Frente al acecho permanente de una derecha con múltiples opciones de renovación, el presidente Petro lanza la iniciativa de la Consulta Popular, desafiando los fantasmas de consultas anteriores (como el plebiscito por la paz) y apelando a la participación popular con la misma pasión con la que se puso el cuerpo durante "el estallido".

En fin, la Consulta Popular es de suma importancia. El eje está colocado en la reforma del trabajo, con 12 preguntas a las que se militará la campaña por el "Sí a todo". El desafío es grande, si la iniciativa tiene éxito, la reforma impactará profundamente con importantes conquistas para el mundo del trabajo formal en Colombia, abriendo mayores alternativas para la atención de las situaciones referidas al trabajo informal y una mejora de la calidad de vida en general. Pero no será fácil, la propuesta debe primero pasar en el congreso que rechazó sistemáticamente las iniciativas de reformas; y después exige la participación activa y positiva de un porcentaje muy alto de la población. El 1 de mayo convoca a una importante movilización que legitime su presentación en el congreso.

Los deseos nos impulsan a afirmar ciertos destellos de posibilidad, pero la realidad es que no se trata de la misma expresión popular que la que se vivió durante "el estallido". Hace 4 años con el cuerpo en las calles miles de individuos tejiendo lazos de solidaridad con el apoyo de organizaciones y resistiendo a la represión le puso un límite a la barbarie de extrema derecha con el grito de un gran "NO", fruto de la creatividad espontánea que emerge de la desesperación.

Para la utilización del instrumento institucional de la "Consulta Popular", el movimiento es otro, diferente: en la expresión "SI a todo" se necesita de la una masiva participación popular de otro carácter, que radica en la esperanza organizada.

Se realizará el esfuerzo militante, sin dudas y con determinación, más allá de las contradicciones, pero siendo honesto, no puedo más que expresarlo en forma de deseo. Ojalá que sea posible avanzar en esa organización necesaria. Que permita evitar el retorno de la ultra-derecha que aparece como tendencia, y para hacerlo es fundamental no sólo ampliar sino profundizar. Considero necesario profundizar el debate sobre la sociedad que queremos y las formas que debe asumir la transición es el tema principal y concreto. No creo que se trate de "acercar las calles a las iniciativas del gobierno", sino diluir el gobierno en el poder que radica en las calles. Hay un proceso abierto, que exige esfuerzos duraderos pero que también tiene el desafío de entusiasmar mucho mas que lo efímero de la revuelta. Ojalá los balances sinceros, puedan generar lo que el M-19 llamaba de "atracción apasionada", que convoque a la población a una nueva melodía para Colombia.

Para ir cerrando, me atrevo a sugerir que esta efeméride de la rebelión nos provoque a pensar y debatir colectivamente con sinceridad y sin miedo a la auto-crítica, para aprender de nuestras experiencias en la región. Para apoyarnos en la rebelión como principio educativo y no seguir alimentando ciclos de renovación del capital resulta necesario organizarse hacia un horizonte estratégico común que pueda romper esos ciclos.

La compañerada "entusiasta de la revuelta", apoyada en la pulsión de vida que emerge con creatividad en la desesperación, nos motiva a confiar en los procesos organizativos instantáneos, con fidelidad a las emociones mas que al movimiento de la realidad. Ingenuamente se confía en la traducción directa entre la calle y las urnas y se milita con abnegación y valentía en ese proceso generando cíclicamente frustraciones que dejan trauma cada generación, mientras el capitalismo se retoma su ciclo de barbarie con mayor crueldad. Por otro lado, la permanencia de importantísimas organizaciones que van mas allá de las modas de turno, organizaciones ancestrales y estratégicas de nuestra clase nos enseñan a permanecer en el horizonte emancipador, aunque precisen también renovarse en varios aspectos, actualizar su comunicación y las formas organizativas para masificar su presencia en sectores estratégicos de nuestra sociedad.

A cuatro años del estallido, algunas conquistas son fundamentales, no estamos en la misma situación. Entre la dignidad y la tragedia... me atrevo a presentar una pregunta que me resuena en cada estudio que realizo en torno al sentido que le damos como humanidad a las rebeliones populares: ¿Avanzamos en el sentido de liberarnos definitivamente de las contradicciones que generaron la rebelión, o de alguna manera, fortalecemos el ciclo de renovación capitalista que después de un período nos presenta las mismas contradicciones con mayor intensidad?

Tal vez por la falta de elaboración colectiva sincera y auto-crítica sobre nuestras experiencias frustradas, o por negar las derrotas en vez de aprender a partir de ellas, acabamos confiando en el pensamiento mágico de que el programa de transición será construido en el calor de las rebeliones. Me atrevo a decir que debemos reconocer la necesidad del internacionalismo y la organización con horizonte claro en relación a la transición hacia una nueva sociedad, o por el contrario, nos mantenemos "a merced de la espontaneidad" amenazando con "estallidos sociales", reclamando que "no nos dejaron gobernar", que se hizo "lo posible", etc. Y a la hora de nuevas rebeliones inevitables, caracterizamos con entusiasmo "jornadas heroicas de dignidad", cuando en realidad son 'trágicas jornadas" donde nosotros ponemos el cuerpo y los muertos, y ellos asesinos, se visten con ropas de verdadera impunidad.

Creo que en la pedagogía de las rebeliones populares, precisamos aprender que las traducciones entre la calle y los gobiernos asumen mediaciones fundamentales, a través de las cuales se le otorgan nuevos sentidos. En esas mediaciones es que interviene la fuerza y las acciones (en tácticas y estrategias) de nuestras organizaciones populares. y nos toca construir con integridad las organizaciones que sean capaces de orientar esas mediaciones en un sentido revolucionario, que no será una opción, sino una necesidad.

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Notas

1 Central Unitaria Trabajadores (CUT); la Confederación Nacional del Trabajo (CGT); la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC); la Confederación de Pensionados de Colombia (CPC); la Confederación Democrática de los Pensionados (CDP); la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE); Dignidad Agropecuaria, y la Cruzada Camionera. También, autoridades étnicas recogidas en el CRIC y plataformas políticas como Congreso de los pueblos; gremiales diversos (estudiantes, pensionados), campesinas (Dignidad Agropecuaria) y otros sectores.

2 De acuerdo con el Dane entre 2018 y 2021 la pobreza extrema saltó del 3,9 % al 7,9 % en Colombia.

3 Actualmente, a cuatro años del así llamado "estallido social", el Gobierno que encabeza Petro atraviesa una profunda crisis en la que se fortalecen referentes conservadores como Armando Benedeti (político tradicional que participó incluso en el uribismo) o Laura Sarabia, y se debilitan figuras icónicas de la rebelión popular como la Vicepresidenta Francia Márquez o Susana Muhamad..

Puerto Nariño, Amazonas Colombiano.

 

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