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Asia :: 20/03/2006

Restablecimiento del capitalismo en China

Greg Oxley
De la misma forma que el restablecimiento del capitalismo en el campo chino ha creado una masa cada vez más numerosa de vagabundos hambrientos, la contracción de la producción industrial echaría a la calle a los trabajadores que ya no necesitaría el capitalismo. Ya mismo, el desplazamiento de decenas de millones de personas conmociona las relaciones sociales tanto en la ciudad como en el campo, y modifica profundamente la psicología de las masas

El restablecimiento del capitalismo en China y su emergencia como participante importante en el mercado internacional han tenido importantes consecuencias para la economía mundial. Después de la caída de la URSS y la restitución del capitalismo en Europa del Este y la ex-Yugoslavia, los estrategas del imperialismo occidental veían en la apertura del mercado chino una posible solución al estancamiento económico en sus respectivos países. Este nuevo mercado, pensaban, permitiría la salida a la superproducción de las economías norteamericana y europeas, e inauguraría así una nueva era de super-beneficios y de crecimiento económico sostenido. Al mismo tiempo, el restablecimiento del capitalismo en China ha proporcionado un argumento más a los que quieren ver en él un nuevo "fracaso del socialismo".

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El marxismo explica que la fuerza motriz de la historia reside en el desarrollo de las fuerzas productivas. En cuanto una forma de sociedad agota su capacidad para desarrollar las fuerzas de producción y elevar la productividad del trabajo humano, esa sociedad está condenada a desaparecer. Durante los años 70 y 80 la burocracia china, a la par con la de la URSS, empezaba a agotar su papel progresista en ese sentido. De ser un freno relativo al desarrollo económico - es decir relativamente a lo que hubiera sido posible sobre la base de una planificación democrática- se tornó en un freno absoluto. Teniendo en cuenta el inmenso prestigio personal de Mao, las tendencias pro-capitalistas dentro de la burocracia no podían tener un pleno desarrollo mientras él viviera. Pero afloraron bruscamente al día siguiente de su muerte. De hecho es muy posible que eso es lo que pueda pasar en Cuba tras la muerte de Fidel Castro.

La manifestación de masas en la Plaza Tiananmen en 1989 daba fe del callejón sin salida en el que se encontraba China, debido al peso aplastante del burocratismo y su aislamiento económico. Un sector cada vez más importante de la burocracia, representado por Deng Xiaoping, se orientaba hacia la privatización de una parte de la economía. Había forzosamente que romper con la camisa de fuerza de la autarquía. La "banda de los cuatro", que se disponía a iniciar una nueva purga sangrienta, fue apartada del poder. Deng Xiaoping procedió a llevar a cabo una apertura parcial de la economía a los capitales extranjeros. Pero el proceso fue más allá de lo que él pensaba en un principio. Su idea era que el Estado debía conservar el control de todas las palancas esenciales de la economía. Pero la necesidad de atraer capitales extranjeros lo llevó a hacer cada vez más concesiones, hasta la incorporación dentro de las "zonas francas" a prácticamente toda la costa oriental del país, así como los alrededores de Pekín.

En 1978, el 79% de los asalariados chinos trabajaban en el sector nacionalizado. En 1985, era el 70%. Durante el XIV Congreso del Partido Comunista Chino, en 1992, la burocracia -cuyo partido sólo era el instrumento político- abandonó oficialmente la hegemonía del sector público para lanzar un programa de privatizaciones a gran escala. El escalafón superior de la burocracia se transformó en capitalista. Las empresas del Estado fueron sistemáticamente saqueadas. En el año 2000 sólo quedaba el 12% de los asalariados en el sector público. En el año 2001, todo lo que quedaba de las empresas públicas pequeñas y medianas se había privatizado.

En el 2005, el sector público ya sólo representaba el 10% del comercio interno. Las tierras más rentables fueron privatizadas, y las que aún se denominan "colectivas" están, en la práctica, bajo control de terratenientes. El Partido Comunista de China está hoy en día controlado por la nueva clase capitalista, compuesta en su gran mayoría por los miembros más importantes de la antigua "nomenklatura" burocrática. El desmantelamiento de la economía planificada en China no es un fracaso del "socialismo", sino el de una dictadura burocrática y corrupta que se ha mostrado incapaz de desarrollar los medios de producción más allá de un cierto límite.

La integración en la economía mundial de un país que cuenta con una quinta parte de la población mundial - frente al 1% que representa la población francesa - ha tenido importantes consecuencias. En el año 2005, el volumen de los intercambios comerciales mundiales se ha incrementado en un 5% −pero el 60% de ese incremento es debido a los intercambios comerciales con China−. Desde hace algunos años, la apertura de China al mercado mundial ha permitido sostener las economías occidentales. Sin eso, las fases de crecimiento de los ciclos económicos, en EEUU y en Europa, hubieran sido más débiles, y las fases de ralentización y de recesión más agudas.

Pero la incorporación de China es un fenómeno de doble filo para las grandes potencias occidentales. Por un lado China constituye una inmensa salida en la que poder colocar sus excedentes de producción, con más o menos éxito. Pero, por otra parte, China también se ha convertido en un país productor de primera línea y, por consiguiente, un competidor tremendamente potente en los mercados internos de Europa y EEUU. De un factor que permitía aliviar la saturación de los mercados, China se ha convertido en un factor de empeoramiento extremo de esa misma saturación. De un factor de estabilidad económica, se ha transformado en una nueva fuente de mayor inestabilidad.

Aunque es imposible ahora prever cuando sucederá esa contracción económica, el hecho es que es inevitable. La menor demanda de China es incapaz de absorber el fuerte crecimiento de su producción y la capacidad de absorción de los mercados internacionales tampoco es ilimitada. El flujo de mercancías chinas altamente competitivas en los mercados europeos y norteamericanos significa la destrucción de industrias nacionales en esos sectores. En el año 2004 China se ha convertido en el primer exportador de bienes de alta tecnología −con 180 mil millones de dólares en exportaciones− dejando a EEUU en el segundo puesto (149 mil millones de dólares en el año 2004).

Los sectores de mercado conquistados por los productos chinos han sido en detrimento de las potencias occidentales. En el año 2005, el déficit comercial de EEUU con China se incrementó en más de 200 mil millones de dólares, frente a los 162 mil millones de 2004, y sigue creciendo de un año a otro. El conjunto de los factores apuntan en una sola y única dirección: China camina hacia una grave crisis de sobreproducción. Y teniendo en cuenta su importancia dentro de la economía mundial, la contracción de la economía china no dejará de arrastrar a otros países en su caída, empezando por EEUU.

El desarrollo espectacular de la industria china ha llevado consigo el impresionante incremento de la clase trabajadora urbana. Cada año, unos 20 millones de hombres, mujeres y niños huyen de la miseria rural hacia las ciudades en busca de empleo. Este fenómeno recuerda −en un mayor grado− la incorporación masiva de campesinos empobrecidos a la joven clase trabajadora de Petrogrado y de Moscú, a la víspera de las revoluciones rusas de 1905 y 1917. Igual que en la época zarista, los trabajadores chinos recién llegados del campo se encuentran envueltos en la maquinaria de la explotación brutal y de la disciplina casi militar que caracteriza el capitalismo chino.

Se estima que para absorber la mano de obra llegada de ese éxodo rural masivo la economía china tiene que crecer un 8%. Por esa razón, una ralentización significativa de la expansión económica supondría un estallido de la desocupación laboral y sumiría una gran parte de la población en la miseria. De la misma forma que el restablecimiento del capitalismo en el campo ha creado una masa cada vez más numerosa de vagabundos hambrientos, la contracción de la producción industrial echaría a la calle a los trabajadores que ya no necesitaría el capitalismo. Ya mismo, el desplazamiento de decenas de millones de personas conmociona las relaciones sociales tanto en la ciudad como en el campo, y modifica profundamente la psicología de las masas.

Este amplio proceso molecular, que mezcla elementos de un material altamente inflamable, está creando una situación social particularmente explosiva. Así, la contrarrevolución llevará tarde o temprano a una nueva era revolucionaria, que pondrá en movimiento lo que es ahora la clase trabajadora más numerosa, la más concentrada, la más potente, pero también una de las más explotadas del mundo.

El Militante

 

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