lahaine.org
Europa :: 18/07/2009

Rusia: fábulas para adultos

Boris Kagarlitsky
La declaración pública de Rusia sobre su renuencia a adherirse a la OCM iguala a la supuesta incertidumbre sobre los principios del libre comercio

El Presidente ruso Dmitry Medvedev visitó África. Dirigiéndose a la audiencia autóctona, dijo que Europa estaba en deuda con el continente negro, al que había colonizado en el siglo XIX. Al mismo tiempo Dmitry Medvedev remarcó que en el caso de Rusia no debía saldar ninguna deuda porque nunca había sido un poder colonial.

Después se quejó de los precios del petróleo, y dijo que el proceso era obscuro y poco apropiado para los intereses de Rusia. Aunque extraños, tales sentimientos aparecen entre los dirigentes rusos cada vez que los precios del petróleo bajan, y sin decir agua va desaparecen cuando los precios suben.

De hecho el presidente ruso está en lo cierto: los precios del petróleo son un ejemplo habitual de la ineficiencia e irracionalidad del mercado mundial. El comercio especulativo desestabiliza la producción, los precios excesivos frenan el avance del desarrollo económico mundial, y aún el desplome de los precios causan el pánico y la desorganización financieros en los Estados cuyos presupuestos dependen de las exportaciones de gas y petróleo. Sin embargo, precisamente este sistema irracional y no relacionado con la demanda real del gas satisface los requerimientos del mercado. Así, debe elegirse una opción: o el declarado compromiso del Kremlin con los principios del libre comercio o la reivindicación de reformas, pero en ningún caso las dos a la vez.

Los dirigentes del Kremlin aún creen que deben hacerse reformas estructurales que no cambien nada, creen que es posible librarse de la dependencia y los altibajos del mercado, funcionar con sus reglas, cargar al Estado con la responsabilidad de la eficiencia de la industria, sin nacionalización, bajar los precios de los supermercados, y todo ello sin emprender ninguna reforma en las esferas social y económica.

El aspecto más portentoso es que la experiencia de estos dirigentes parece confirmar su juicio. Una vez el Primer Ministro Vladimir Putin visitó algún supermercado privado y dirigió una adusta mirada al director… y el precio del cerdo se redujo como por arte de magia. En otra ocasión hizo un viaje a las empresas en bancarrota Pikalevo que estaban cerradas, y empezaron a funcionar de nuevo, a la vez que los propietarios pagaron los salarios atrasados aunque hasta aquel momento no disponían de dinero para este menester.

Este mundo de cuento de hadas va más allá de las fronteras de Rusia. A diferencia de Vladimir Putin, que dedicó los primeros años de su presidencia principalmente a realizar viajes al extranjero, Medvedev no viaja demasiado, pero alberga importantes huéspedes en este país (los ciudadanos de Yekaterinburgo aún no han superado el shock de la cumbre de la Shanghai Cooperation Organization que se convirtió en una reunión de los líderes del BRIC, una asociación virtual de Brasil, Rusia, India y China, fantaseada por los periodistas extranjeros). Según los cánones del género del cuento de hadas, este encantamiento que probablemente viene de la palabra inglesa brick (ladrillo), se incardinó en la realidad política, porque los mismos dirigentes de estos Estados creyeron en el poder transformador de este vocablo. O lo fingieron creer, cosa que es equivalente en política.

Los presidentes de Rusia y Brasil platicaron sobre el sabor de la barbacoa, con la que Medvedev fue obsequiado en Río de Janeiro; mientras que sus homólogos de la India y China se entretuvieron fantaseando sobre la creación de una moneda mundial. El único resultado positivo de la cumbre de Yekaterinburgo fue la decisión rusa de adherirse a la OCM como miembro de la Unión Aduanera con Bielorusia y Kazajstán. Pero el hechizo no funcionó en esta ocasión porque los procedimientos de ingreso a la OCM no admiten esta posibilidad tan fantástica. Ciertamente, los procedimientos pueden elaborarse. Pero los resultados serán completamente insospechados. Funcionarios confusos de la OCM anunciaron que este proceso prolongará la entrada de Rusia a la OCM aproximadamente 10 años. Pero la OCM aún existirá y cómo serán entonces las reglas es algo que está por ver.

Mientras tanto es obvio que se cometió un error intencionado durante la gestación del hechizo. Que las autoridades rusas se comporten de manera extraña, cuando la entrada en la OCM está en juego, es bastante racional; porque proviene no de la lógica del sentido común sino de la lógica de la política y de la ideología que, desgraciadamente, no es la misma. Por una parte, paso a paso Moscú empieza a percatarse que la entrada en la OCM supone el suicidio económico; no podemos hacerlo, especialmente ahora en medio de la crisis, cuando la industria doméstica difícilmente puede sobrevivir. Por otra parte, es imposible admitir que montones de tiempo y de esfuerzo empleados en las negociaciones con los funcionarios de la OCM se desperdician en realidad en un asunto deliberadamente sin sentido o incluso perjudicial. En lo que respecta a la ideología, la declaración pública de Rusia sobre su renuencia a adherirse a la OCM iguala a la incertidumbre de los principios del libre comercio. Todo ello es tan difícil de admitir por el Kremlin de hoy en día, como lo fue para el Politburó titubear acerca de las ideas del marxismo-leninismo.

En ambos casos ni un solo representante de la elite política cree en las ideas proclamadas, pero nadie puede admitir la situación. Los círculos gobernantes no pueden abandonar su ideología, sin que su autoridad se vea erosionada.

En tanto que el establishment político en Rusia esté formado por gente razonable y adulta, es difícil imaginar que lleguen a creer en decisiones mágicas y de cuentos de hadas para responder a la crisis. Sin embargo, en el corto plazo no tienen otra elección. El esfuerzo real para reducir la influencia de la crisis tiene que ser, en resumidas cuentas, una lucha contra ellos mismos, cosa que, hemos de admitir, no entra en los planes de ningún gobierno o clase dirigente.

Mientras tanto, en la perspectiva del corto plazo, la situación no es tan terrible. Al igual que Yemelya, el personaje de la fábula rusa, nuestros héroes aún pueden desplazarse sentados sobre la hornilla mágica. A diferencia de la vida fabulada, el precio de tales comportamientos en la vida real es otro cantar. Pero en todo caso es bastante obvio: nadie puede recorrer mucho camino sentado sobre una hornilla.

Pero aún queda un largo camino por recorrer.


Boris Kagarlitsky es investigador asociado de Transnational Institute y director del Instituto de Globalización y Movimientos Sociales de Moscú.

www.eurasianhome.org, 3 julio 2009. Traducción para sinpermiso.info: Daniel Raventós

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal