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Argentina :: 12/08/2010

Tres referencias para un diagnóstico del kirchnerismo

Guillermo Cieza
Nos encontremos con militantes de la izquierda más aguerrida que decían en 2004: ?Kirchner es igual a Menem? y años después visten trajes de funcionarios oficialistas

Sin lugar a dudas el kirchnerismo es un fenómeno político original, difícil de valorar desde definiciones políticas muy cuadradas. Peor aún, estas definiciones son tan frágiles que puede ocurrir que las cabezas de cubo den una vuelta completa y nos encontremos con historias de militantes de la izquierda más aguerrida que nos decían en 2004 que “Kirchner es igual a Menem” y años después visten trajes de funcionarios oficialistas.

Para quienes intentamos caracterizar con un poco mas de precisión es necesario reconocer que el gobierno ejecutaba y ejecuta algunos gestos y medidas progresistas. Y que estos gestos y medidas progresistas inciden en el debate político popular.

Hay menos acuerdo cuando se trato de precisar el origen de esas medidas y allí las interpretaciones se bifurcaron entre quienes sostuvieron que fueron producto de un gobierno con vocación progresista limitado por los corsets que imponen las corporaciones y los bastiones políticos del poder reaccionario, y por otro lado quienes hemos sostenido que fueron producto de una búsqueda de recuperar consensos políticos de una institucionalidad fuertemente golpeada por las luchas populares que eclosionaron en diciembre de 2001. En otras palabras la discusión fue si trataba de un gobierno progre, pero limitado, o si se trataba de un gobierno bombero.

Esta discusión esta puesta en términos pasados y esto no es una ocurrencia gramatical. Pasados seis años, el kirchnerismo empieza a explicarse menos por los condicionantes progresistas o reaccionarios que encontró en el momento de asumir, y mucho mas por la naturaleza de su proyecto político. En otras palabras se revela insuficiente explicar al kirchnerismo como los que quieren pero no pueden, o como los que vinieron a apagar el incendio.

Pensando en la naturaleza del proyecto kirchnerista se me ocurren tres definiciones que apelan a referencias históricas:

- Es un peronismo al revés

- Es un PRI argentino.

- Es un vandorismo aggiornado.

Cada una de estas definiciones apunta a un rasgo distintivo del kirchnerismo, por lo tanto trato de desarrollarlas por separado.

1- El peronismo al revés

Cuando menciono al peronismo me limito a hablar del período 45-55, a lo que se suele denominar como primer peronismo.

El kirchnerismo tiene rasgos parecidos al peronismo del 45 en tanto ambos fueron precedidos por grandes movilizaciones populares con epicentro en Buenos Aires, gobernaron en un periodo con condiciones favorables para el crecimiento económico, tuvieron un lenguaje de apelación a sentimientos populares y antiimperialistas, y tuvieron una gran preocupación por subordinar las organizaciones populares al gobierno y al Estado. Estos rasgos son insuficientes para sostener un paralelismo o una continuidad entre los dos proyectos. Sin duda el peronismo del 45 fue un gobierno popular; es mucho más difícil decir lo mismo del kirchnerismo. Sin embargo de alguna forma puede decirse que el kirchnerismo es un peronismo al revés.

1-1 Una estructura diferente

El antecedente del kirchnerismo son las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, el del primer peronismo el 17 de octubre de 1945. En los dos casos estas grandes movilizaciones generaron grandes temores en el conjunto de las clases propietarias y fueron capitalizadas por vía electoral, por una fracción desplazada de esas clases (en el caso del peronismo por el ejército y la incipiente burguesía industrial).

Sin embargo la caracterización de clases propietarias no es un sinónimo de clases dominantes. La incipiente burguesía industrial y nacional representada por Miranda, no era parte de las clases dominantes de su tiempo. Su producción estaba ligada al mercado interno y por lo tanto por motivos políticos y económicos establece una relación con la clase trabajadora que modela un proyecto de país que favorece la distribución de la riqueza (no solo de los ingresos) y promueve el pleno empleo.

La burguesía “productiva” con un fuerte sesgo exportador, en que se apoya el proyecto kirchnerista era una clase dominante, aunque estaba desplazada en tiempos de la convertibilidad por la burguesía financiera (o mejor dicho las inversiones financieras eran mas rentables que las “productivas”) pero está fuertemente concentrada (es decir tiene inversiones diversificadas) y ha dejado de ser nacional para convertirse en local (es decir, es [depende de] multinacional con intereses locales).

En términos económicos esta burguesía exportadora contempla a la clase trabajadora, mas en términos de costo laboral que de potenciales consumidores, por lo tanto no esta dispuesta a hacer concesiones salariales o a fortalecer el empleo.

El gobierno, justo es decirlo, denomina al modelo vigente “proyecto argentino” y no “proyecto nacional”.

El Modelo Productivo

El modelo productivo del primer peronismo era un modelo de desarrollo industrial apuntado al mercado interno, con gran injerencia del Estado (control del mercado externo, fortalecimiento de empresas estatales). Para hacerlo posible se capturaba ingresos de la exportación de bienes primarios. En ese modelo el trabajador industrial asumía el carácter de proveedor de mano de obra y consumidor, lo que suponía pleno empleo, sueldos relativamente altos, lo que daba un marco favorable para que esos trabajadores se pusieran como sujetos.

Este modelo que empieza a desarrollarse por necesidad durante la segunda guerra con la sustitución de importaciones y por convicción política por el primer peronismo y las fuerzas sociales que lo sustentaban, fue defendido por el sujeto clase trabajadora industrial, durante mas de veinte años, hasta que fue quebrado definitivamente por el golpe militar del 76.

El modelo productivo que impulsa la dictadura se va instalando en etapas que acompañan los posteriores gobiernos democráticos: endeudamiento del Estado y liquidación de la estructura industrial dirigida al mercado interno, desguace del Estado, proyecto extractivo exportador que convalida el pago de la Deuda Externa y centra su actividad en el saqueo de los bienes naturales.

El kirchnerismo no inventó esta secuencia pero la ha continuado y profundizado, apoyándose en una burguesía local que se ha monopolizado e internacionalizado al punto que todas las terminales de los grandes rubros de exportación, sean mineros, de agronegocios, o automotrices son multinacionales. En esta producción de exportación la gran estrella es la soja que suma 7.000 millones de dólares de los 8.300 millones que aportan las exportaciones agropecuarias en concepto de retenciones.

Es interesante apuntar que los grandes ganadores de este negocio ya no son los dueños de la tierra que en conjunto reciben ingresos similares por 100 millones de Ha. agrícolas, a los que recibían hace algunas décadas por 50 millones de Ha. Y que la diferencia no se la quedó el Estado como dicen los ruralistas, sino las multinacionales proveedoras de insumos, la industria y los intermediarios ligados a la exportación. En el caso de las mineras el panorama se agrava porque no pagan impuestos y todo el producto del saqueo se deriva hacia el exterior (descontados algunas coimas [sobornos] que alimentan a los caudillos provinciales).

Volviendo a la comparación entre el kirchnerismo y el primer peronismo es interesante comparar otros datos económicos.

Distribución del Ingreso

1945-1955: para los trabajadores 50%; para el capital 50%
2005-2010: para los trabajadores 35%, para el capital 65%

Carga Impositiva- Impuestos al consumo y a las ganancias

1950: al consumo 15%, ganancias 18%
2009: al consumo 40,5%, ganancias 15,7 %

El actual sistema impositivo argentino es uno de los más regresivos del mundo.

Transferencia de ingresos por vía de aumentos de salarios

El primer peronismo fue parte de un período de crecimiento económico producido por la coyuntura de la segunda guerra mundial, y en su gestión profundiza la transferencia de ingresos a los trabajadores. Esta transferencia de ingresos se expresa en la mejora de los ingresos salariales que para todo el período (1940-1950) fue del 58%. Aún contemplando una declinación de los salarios con posterioridad a los años '50, para los 10 años de gobierno el aumento salarial no fue inferior al 40%.

El kirchnerismo también ha sido parte de un período de crecimiento económico, sin embargo los salarios todavía están un 15% por debajo de los años '90. El gobierno ha salido a exhibir algunas cifras que hablan de una recuperación de los salarios en relación al período anterior. Pero se refiere a trabajadores formales (sin incluir a los estatales), con la inflación medida por el INDEC. Desde esa medición de la inflación muy cuestionada, aún los estatales y los trabajadores informales están un 20% por debajo.

La distinción de trabajador formal es importante porque hace referencia a solo el 40% en una fuerza laboral que en un 38% trabaja en negro, como parte de los precarizados que en total alcanzan el 60%.

Es interesante señalar que todos estos datos no se corresponden al perfil de un país empobrecido.

La relación entre lo que produce anualmente en bienes y servicios y la cantidad de habitantes permiten ubicar a la Argentina como un país moderadamente rico. La presencia de grandes bolsones de hambre y la indigencia, no son producto de la falta de generación de recursos sino que denuncian la perversidad del sistema, y la complicidad del gobierno.

El PBI per capita en la Argentina es de 12.400 dólares, similar al de México. Es mayor al de Brasil que llega a 10.200 dólares, tres veces el de Bolivia que es de 4.500 y 10 veces el de Haití que es de 1.300

Sobre la base de estos datos podemos decir que dos gobiernos que han compartidos ciclos de crecimiento económico, formulan proyectos diferentes, donde lo mas saliente tiene que ver con la distribución de los ingresos, calidad del empleo y valorización de los salarios.

Si prestamos atención a estos datos es insostenible afirmar que el kirchnerismo es un gobierno popular.

1.2 Superestructura

Si ponemos el punto de atención en algunos rasgos superestructurales como las características del discurso político y la calidad del funcionariado, advertimos también una diferencia, pero ahora a favor del kirchnerismo.

El primer peronismo fue un gobierno popular mal propagandizado, con dirigentes sospechados (algunos con fundamento) de ser simpatizantes del fascismo, con una gestión limitada por la falta de selección inherente a los procesos aluvionales, y enfrentada a las clases medias ilustradas.

Apenas un puñado de intelectuales que aportó Forja, defendían en desventaja a un gobierno asediado por la crítica despiadada que tenía sus bastiones en la Universidad y la gran prensa.

Un funcionariado mediocre, donde a los honorables y patriotas les costaba compensar las prácticas de arribistas, fachos y obsecuentes, agudizó innecesariamente las contradicciones con las clases medias.

El kirchnerismo, por el contrario ha promovido un funcionariado reclutado en una militancia de origen de izquierda que fue institucionalizando y devaluando su vocación original a la mera gestión de lo existente en trayectorias que algunos inician con Menem, otros con el Frepaso y otros con la Alianza o Duhalde.

Este funcionariado tiene un discurso progresista, una gran experiencia política y conocimiento de cómo funcionan y se articulan los bastiones de resistencia opositora por izquierda, de cuales son sus limitaciones y carencias.

La obsesión por el control

Quizás el punto de contacto mas fuerte entre el primer peronismo y el kirchnerismo ha sido la obsesión de construir poder subordinando los actores políticos emergentes al gobierno y al Estado. El primer peronismo consiguió subordinar a la clase trabajadora que había hecho el 17 de octubre y desarrollado un pico de luchas salariales entre 1946 y 1948, con la institucionalización de la CGT, donde se promociona la dirigencia oficialista. Lo mismo hizo con el parlamento al punto en que en el segundo período todas las iniciativas legislativas surgieron del ejecutivo. En lo partidario ahogó iniciativas como la del Partido Laboralista, con la creación del Partido Justicialista dirigido por Perón.

Al asumir el kirchnerismo hizo una prolija lista de los opositores políticos por izquierda con algún prestigio social y los convocó a sumarse a su proyecto. Ofreció apoyo para proyectos puntuales (planes laborales, de vivienda, de emprendimientos productivos), subsidios no retornables y cargos en el gobierno a todos aquellos que aceptaran desmovilizarse. Quienes no aceptaron subordinarse al gobierno fueron aislados y demonizados.

Algunos opinadores sostienen que el gobierno de Cristina [segunda presidencia del matrimonio Kirchner] incorporó un cambio político promocionando el consenso sobre el control. La idea es por lo menos discutible. El gobierno quedo muy debilitado después del conflicto con "el campo" y ha tratado de recomponerse electoralmente centrando sus esfuerzos en impulsar proyectos que los llevaron a confrontar con las AFJP, las corporaciones mediáticas, o las cúpulas eclesiásticas, batallas que diluyen la división entre encuadrados e independientes.

Sin embargo cuando tuvo iniciativa volvió a jerarquizar a quienes se subordinan al gobierno y al Estado, tal como demostraron con el plan Argentina Trabaja, objetivo que no pudieron cumplir totalmente por el recrudecimiento de las luchas de los movimientos de desocupados. Las políticas de captación y fragmentación ejercida sobre los organismos de Derechos Humanos, sobre los movimientos piqueteros, sobre los movimientos campesinos y sobre la CTA [Central de Trabajadores Argentinos, agrupamiento de sindicatos por fuera de la central oficial], denotan esta voluntad de subordinación, que ha contribuido a la desmovilización popular y no ha fortalecido la supuesta vocación de cambio del gobierno.

Las lecciones de historias enseñan que la construcción de poder sustentada en el control y la subordinación de las organizaciones populares, nunca llevó a buen puerto. En sucesivas dictaduras los militares supusieron que no había organización u opinión por fuera de su control y no pudieron sostenerse en el gobierno; cuando Perón consiguió disciplinar a las fuerzas sociales que lo impulsaron a la presidencia, quedo a merced del golpe de 1955.

2 - EL PRI argentino

La idea de un gobierno que combina un discurso progresista con un modelo económico-social funcional a los intereses de los grupos burgueses locales, tiene un antecedente muy fuerte en las últimas gestiones del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se mantuvo en el poder entre 1929 y 2000 [en México]. Actualmente sigue siendo la primera fuerza política de su país y gran candidato a retornar al gobierno en las próximas elecciones presidenciales.

Este partido fue fundado como Partido Nacional Revolucionario en 1928 por el presidente Plutarco Elías Calles, aliado de Francisco Madero, y opositor a las tendencias revolucionarias de la revolución mejicana encarnadas por Flores Magon y Emiliano Zapata.

Calles encarnaba la tendencia “institucionalista” (nacional burguesa para ser mas precisos) que trato de encauzar la revolución mejicana en la dirección de una democracia electoral con estabilidad social, opción que alineó a una parte de los veteranos del movimiento de 1910.

Esta institucionalización de las fuerzas populares se extenderá posteriormente a los trabajadores que en 1936 crean la Confederación de Trabajadores de México, dos años después la Confederación Nacional Campesina (CNC) y en 1943 la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), dándole al partido de gobierno una estructura representativa de los sectores obrero, campesino y popular.

En 1938 el Presidente Lázaro Cárdenas incluyó a otras centrales obreras y lo denominó Partido de la Revolución Mexicana. En 1946 fue rebautizado como Partido Revolucionario Institucional (PRI)

Los últimos gobiernos del PRI comparten con el kirchnerismo apoyarse en un partido fundado desde el gobierno y el Estado y en movimientos sociales institucionalizados como son las centrales sindicales. Quizás por esa génesis los dos partidos se han aferrado a su madre sobreprotectora, al principio con vocación nacional, después por pura vocación estatista y burguesa.

Compartiendo antecedentes partidarios de gobiernos populares como el de Lázaro Cárdenas y el de Perón, dos gobiernos que promovieron el desarrollo estatal de la industria petrolera y reformas sociales, pueden apelar a un imaginario que los ubica como partidos populares y nacionalistas.

Si los gobiernos peronistas y del PRI tuvieron puntos de contacto tanto en su origen como en la devaluación posterior de su proyecto, seguramente es el kirchnerismo quien mas ha aportado para asemejarse a la última generación de políticos priistas.

Y esto es así porque compartiendo sustentarse en las burguesías locales (multinacionales), con la colaboración de una sórdida burocracia sindical y el apoyo de un desarrollado aparato clientelar dominado por caudillos locales (del conurbano [de Buenos Aires] y en las provincias), que incursionan en negocios turbios de distinta índole, el kirchnerismo también incorpora un nuevo actor social que le da lustre y cobertura intelectual a sus políticas: la universidad, y buena parte de la intelectualidad progresista.

La universidad y los intelectuales´progresistas

Los gobiernos del PRI durante años vendieron una imagen antiimperialista. Los insumos que propagandizaban esta imagen eran el discurso antiyanqui de sus presidentes, algunos gestos como negarse a bloquear a Cuba y dar asilo a revolucionarios centroamericanos y sudamericanos bajo el solo compromiso de no involucrarse en la política de su país.

Pero en ese mismo país las inversiones norteamericanas obtenían ganancias extraordinarias en las maquilas, y los monopolios yanquis estaban asociados a todos los grandes negocios económicos y negociados del gobierno. En sus decisiones gruesas, era uno de los países mas dependiente de las políticas del Departamento de Estado Norteamericano. La irrupción zapatista desnudó que en enero de 1994 entraba en vigencia el Tratado de Libre Comercio (TLC o NAFTA) que incluía Canadá, Estados Unidos y México. Un antecedente del ALCA.

Los gobernantes del PRI se presentaban como herederos de las civilizaciones originarias, mantenían sus templos y lucían sus mejores reliquias en los museos. Pero en México el racismo contra el indio era uno de los mas feroces en América Latina.

La revolución campesina vivía en los homenajes y las ceremonias, pero los trabajadores rurales rebeldes o los campesinos que se negaban a ser desplazados de sus tierras eran asesinados, sin juicio ni castigo, por las guardias blancas de los terratenientes. En la universidad se estudiaba marxismo y se reivindicaba el feminismo, nunca faltaron los homenajes a Trotsky o Frida Kahlo, pero en muchas fabricas se explotaba a trabajadores como esclavos, y México ostentaba el dudoso privilegio de encabezar estadísticas de violencia domestica y discriminación contra las mujeres.

Finalmente la identificación de un intelectual como “de izquierda” o “progresista” no resultaba revulsiva, por el contrario podía ser una contraseña de acceso al funcionariado. Siempre y cuando no se involucrara en las luchas y la política de los de abajo.

¿Como pudo construirse esa ficción, sin una enorme responsabilidad de las Universidades y los intelectuales progresistas?

Hay un texto de Bourdieu que dice algo así como "En casi todos los países del mundo el hijo de un negro y una blanca (o al revés) es un mulato. Salvo en Estados Unidos. En ese país, es un negro. Construir y mantener este disparate racista solo puede concebirse con la complicidad de varias generaciones de intelectuales y del aparato cultural dominante."

El kirchnerismo aprendió de las lecciones del PRI (hay varios funcionarios, e intelectuales de apoyo que durante la dictadura [de 1976 a 1983] estuvieron exilados en México) y ha impulsado una decidida política de cooptación de la Universidad y la intelectualidad progresista, aplicando lo que bien saben sus compinches mejicanos. No hay mejor incentivo para la intelectualidad universitaria que los buenos sueldos y la figuración pública. Sobre el punto propongo comparar los aumentos de sueldos de los docentes universitarios con otros empleados del Estado, en el periodo 2004-2010.

La obsesión por el poder

José Luis Manzano dijo alguna vez que entre los políticos (como él, por supuesto) hay que diferenciar entre los que hacen política para robar, y los que roban para hacer política. Frente a esa disyuntiva, creo que sería mas adecuado ubicar a los Kirchner en el segundo grupo.

El kirchnerismo llegó sorpresivamente al gobierno, pero no está pensado como un proyecto de corto plazo. Los Kirchner no solo han multiplicado su capital familiar, sino que han realizado a través de sus amigos y testaferros inversiones estratégicas en la industria petrolera, en medios de comunicación, en propiedades inmobiliarias, en empresas de servicios, en el negocio de pasiones populares como el fútbol o el juego.

En las disputas con Cobos [vicepresidente de Cristina] surgió a la luz un proyecto de continuidad con un sector del radicalismo, pensado como una alternancia en el gobierno de un mismo proyecto político que no se agotaba en el 2011.

La reina Cristina aspira a vivir como reina (sin duda), pero lo que es peor, aspira a prolongar el reinado de la dinastía familiar. Y otra vez vuelven a parecerse al PRI.

El partido mejicano se asumió como heredero de la revolución, pero además como gobernante “natural” de ese país. La decisión interna del PRI que definía quien sería su candidato era mas importante que las presidenciales. Y el presidente podía gobernar como un príncipe azteca, con el único reparo de garantizar la continuidad de la dinastía (en este caso del Partido).

La experiencia en el manejo de decisiones de Estado da una extraordinaria capacidad para resolver en el corto plazo. No hay margen para delirar, hacer la plancha, confundir realidades con deseos, etc. Cuando esa capacidad se combina con un proyecto político a largo plazo, el desafío es temible. Los Kirchner lo están demostrando, desnudando todas las carencias de la oposición por derecha y por izquierda.

3- Un vandorismo aggiornado

Con posterioridad al golpe de 1955 se inició una resistencia popular a un gobierno que avanzó sobre las conquistas obreras, intervino los sindicatos y tomó medidas que apuntaban a desnacionalizar la economía.

El golpe [intentona abortada] de Valle el 9 de junio de 1956, clausura las últimas esperanzas de que una rebelión cívico militar pudiera tumbar a la denominada Revolución Libertadora.

Pero la resistencia siguió con epicentro en las fabricas y los cordones industriales, conducida por una nueva generación de dirigentes de base, ya que la mayoría de dirigentes mas importantes de la CGT se habían borrado de la lucha.

Hacia 1957 los principales protagonistas de la resistencia eran agrupaciones sindicales que combinaban la lucha por la defensa de las conquistas gremiales, con los esfuerzos por recuperar los sindicatos.

Frondizi llegó al gobierno con la consigna Integración y Desarrollo. Lo de Integración se refería al peronismo proscrito que lo había apoyado electoralmente, pero muy especialmente a las nuevas dirigencias sindicales.

En una de sus primeras medidas de gobierno, Frondizi cumplió sus promesas preelectorales y devolvió los sindicatos a los trabajadores: La mayoría de las agrupaciones sindicales se convirtieron en comisiones directivas de los gremios, comisiones internas, cuerpos de delegados. La resistencia obrera se institucionalizó y ante la doble tarea de sostener la agrupación y la comisión directiva, la mayoría optó por disolver la agrupación, o la sostuvieron solo con fines electorales.

La recuperación de los sindicatos dio lugar a la formación de dos grandes vertientes entre los sindicatos argentino. Sus diferencias no se corresponden tanto con los antecedentes de los dirigentes (eran todos combativos), sino mas bien con sus desniveles de formación política e ideológica y su mayor o menor vulnerabilidad frente a la seducción de las políticas integracionistas.

Decimos sindicatos y no corrientes en el seno del movimiento obrero, porque este es un asunto más complejo: el sindicalismo de liberación o combativo, y la burocracia sindical liderada por Vandor. El sindicalismo de liberación tuvo su punto de inflexión en 1968 con la CGT de los Argentinos liderada por dirigentes como Tosco, Di Pascuale, Ongaro y Benito Romano. Solo restos de ese sindicalismo (Tosco y Di Pascuale son una excepción) llega a participar de las interfabriles de los años 74-75.

El vandorismo mantuvo su vigencia hasta el golpe del 76, sin embargo hoy hay prácticas sindicales que recogen esa herencia como es el caso de Moyano [oficialista líder de la CGT].

El kirchnerismo no tiene origen sindical combativo, sino que expresa el reciclaje de una camada de militantes con distintos grados de participación política en la década del 70, con participación en la gestión en los gobiernos neoliberales de las décadas del 80 y el 90. Su vinculación con el vandorismo tiene que ver con el manejo de un discurso político masivo, una ajustada comprensión de la coyuntura, un gran conocimiento de la militancia y de las debilidades del proyecto popular.

Se suele asociar el vandorismo a la patota sindical, pero durante sus primeros años la naciente burocracia tenía capacidad política y antecedentes combativos suficientes para ganar las asambleas obreras sin apelar a una represión abierta. Esta capacidad estaba acompañada por una represión selectiva cuyos principales instrumentos eran el macarthismo y la elaboración de listas negras de los activistas mas consecuentes, que las patronales transformaban en despidos.

Esta decisión de no reprimir abiertamente, no estaba asociada a la decisión de impulsar el protagonismo de las bases. A finales de los 50 la represión era “gorila”, se asociaba a la “Libertadora”, de la misma forma que ahora se asocia a la dictadura de Videla.

Otro instrumento decisivo que utiliza el vandorismo es el corporativismo, que se exacerbaba promoviendo las diferencias entre gremios. Apelando al corporativismo que se expresaba en identidades como “petroleros”, “obreros de la carne”, “bancarios”, “textiles”, el vandorismo consiguió dividir los principales conflictos de principios de los años '60 que fueron inexorablemente derrotados. Para conseguir ese resultado el vandorismo había sembrado la idea entre los trabajadores de que había posibilidad de una negociación favorable a sus reclamos, si las luchas no se vinculaban.

Esta táctica política de fragmentación se complementa con al chantaje sobre el mantenimiento de la reciente legalidad institucional. El reconocimiento o la no cesación de las personerías gremiales, fueron moneda de cambio en las negociaciones con el gobierno. Y las burocracias sindicales estaban dispuestas a ceder todo menos las personerías. La frase de Raimundo Ongaro ilustra algunos debates de aquellos tiempos “preferimos honra sin sindicatos, que sindicatos sin honra”. Demás está decir que quedó en minoría entre los sindicalistas.

Finalmente la nueva burocracia sindical presentó su política sindical “como lo posible y más beneficioso para las mayorías” denunciando a las propuestas por izquierda como cómplices de un eventual retorno de los interventores militares.

Haciendo un repaso de las distintas estrategias utilizadas por el kirchnerismo para fragmentar el movimiento popular vemos reiterarse viejas prácticas vandoristas: El macarthismo, la represión selectiva, el impulso al corporativismo, el chantaje institucional y la agitación del fantasma del retorno de la derecha.

Finalmente habría que comentar que, con las limitaciones de la época, el vandorismo también apeló a intelectuales que intentaran darle un barniz progresista, asociándolo al laborismo ingles. Eduardo Duhalde, actual Secretario de Derechos Humanos de la Nación, es el nombre que se repite como intelectual orgánico del vandorismo en los 60 y como intelectual orgánico del kirchnerismo en la década del 2000.

Algunas reflexiones finales

Cerrando algunas conclusiones considero que el kirchnerismo no es un gobierno de transición hacia cambios mas profundos hacia la izquierda.

Sin embargo es indudable que ha planteado un desafío enorme a las distintas fuerzas populares, desnudando sus limitaciones y carencias.

Y esto es así porque fue capaz de capitalizar la crisis de 2001, provocada por una rebelión popular en la que no participo, pero además por lo actuado en 6 años de gobierno. Ha sido capaz de cooptar, fragmentar y hasta sodomizar a fuerzas populares que se han visto arrasadas, o conducidas a posiciones que lindan con el ridículo.

Demasiado adversario para los chamuyos [camelos] flacos.

La propia naturaleza de su proyecto aporta a la creación de un clima político con aristas progresistas que no es necesariamente antagónico con el crecimiento de un maduro proyecto de poder desde el seno de las clases populares.

Aún es temprano para evaluar las consecuencias de semejante huracán político. A lo mejor dentro de algunos años caracterizaremos que el kirchnerismo aportó, involuntariamente, a apurar la muerte de lo viejo y hacer madurar lo nuevo.

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