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Europa :: 27/04/2006

Tres etapas en la revuelta francesa

Rémy Herrera
Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre :: Tras la terrible represión a los jóvenes de los suburbios en noviembre, miles de manifestantes contra el CPE han sido interrogados. Se han dictado centenares de condenas de prisión de hasta 8 meses... ¿Son esas las opciones que deja el gobierno francés a los jóvenes: la precariedad o la cárcel?

El impacto del voto negativo: mayo de 2005

Por un 55%, el electorado francés rechazó la propuesta de Constitución Europea en el referéndum del 29 de mayo de 2005 (1). El proyecto pretendía convertir en ley constitucional la política económica neoliberal que durante años han defendido los libertarios de la derecha, incluso en Estados Unidos. Su sueño era dotar a Europa con una Constitución que, al establecer unas instituciones supranacionales dóciles, despojara a los estados nacionales de la parte esencial de su soberanía y, a su vez, reforzara el dominio del gran capital.

El proyecto fue promovido con entusiasmo por los monopolios transnacionales, cuyos dirigentes franceses pidieron a la gente que votara "sí, a una Europa próspera," Entre ellos, se encuentran la empresa petrolera TOTAL con sus 10.900 millones de dólares de beneficios en 2004, los mayores jamás obtenido por una firma francesa, que está despidiendo obreros en el territorio nacional; la empresa de cosmética L"Oreal, cuyo presidente es el mejor pagado en Francia con 7.900.000 dólares anuales y su propietaria "la mujer más rica de Francia" con una fortuna de 13.700 millones de dólares, mientras que uno de cada seis obreros percibe el salario mínimo y 7 millones de franceses viven en la pobreza. Está también Schneider (máquinas herramientas), los dividendos de cuyos accionistas han experimentado el mayor aumento ( más del 64 por ciento) y que está trasladando su producción al exterior; y la empresa de armamento Dassault que acaba de comprar algunos de medios de información. Esta última bombardeó a la opinión pública con slóganes pidiendo el "sí" y tratando de manipularla y de martillearla con mentiras.

Pero los franceses dijeron "no", en una votación de clase. Fue un recordatorio a las elites de que el pueblo todavía está ahí, de que las clases populares resisten, y de que el mundo del trabajo puede movilizarse. El "no" recogió el voto del 80 por ciento de los obreros, el 70 por ciento del sufragio de los pequeños agricultores, el 67 por ciento de los empleados, el 64 por ciento de los funcionarios públicos, más del 50 por ciento de los artesanos, de los pequeños comerciantes y de los profesionales intermedios. Obtuvo el 66 por ciento de los hogares con ingresos mensuales de menos de 1.800 dólares; el 75 por ciento de gentes sin graduación académica, y el 71 por ciento de los parados. El resultado fue producto de la conciencia, resistencia y unidad de las clases populares. Fue su primera aplastante victoria en un enfrentamiento con el neoliberalismo desde las grandes huelgas de 1995.

El "no" fue el rechazo de quienes, bien sea desde los partidos de derecha bien sea desde la neo-liberalizada "izquierda", han entregado el país durante los últimos 20 años al pillaje de los especuladores. El pueblo francés sabe todo lo que ha perdido con la destrucción de los servicios sociales llevada a cabo por los partidos de derechas en el poder ( la "reforma" de las pensiones con el gobierno del primer ministro Jean-Pierre Raffarin); pero no ha olvidado tampoco que fueron los "socialistas", el presidente Mitterand y el primer ministro Laurent Fabius, quienes introdujeron el neoliberalismo en Francia en 1984, aunque sería más exacto decir de ellos que son miembros del partido socialista (PS) en lugar de auténticos socialistas. La alternancia de gobierno entre el PS y la derecha, ambos gestionando un programa neoliberal, no ha supuesto una auténtica alternativa sino pequeñas diferencias de carácter retórico. Para la clase dirigente resultaba esencial que las fuerzas social-demócratas adoptaran el neoliberalismo y llevaran a cabo el desmantelamiento de las conquistas sociales de los trabajadores, que el gobierno socialista impuso a los paralizados sindicatos.

Cada vez son más los franceses conscientes de que existe una estrecha relación entre el neoliberalismo, que puede definirse como el dominio de las finanzas, y la hegemonía estadounidense. La mayoría de los capitales dominantes a escala mundial residen en Estados Unidos. La "globalización" se impuso, desde Estados Unidos, en especial a partir de que la Reserva federal estadounidense, de forma unilateral, aumentara los tipos de interés en 1979. La Europa que se está construyendo, sin contar con sus ciudadanos, está prevista para servir a los intereses de los grandes capitales europeos occidentales, que desde la caída del Muro de Berlín en 1989, están convirtiendo las economías de los países europeos del Este en filiales serviles.. Partidarias del libre mercado y orientados hacia EE.UU. desde el principio, las fuerzas dominantes europeas han limitado sus ambiciones, tras el colapso de la URSS, a una prudente defensa de sus intereses, subordinados al capital financiero estadounidense, a su estrategia bélica-neoliberal y a los instrumentos de los que se sirven para imponer su hegemonía: la OTAN para su dominio militar; el FMI-Banco Mundial y la OMC para el económico.

Los europeos no han opuesto ninguna significativa resistencia- salvo algunos discursos en el Consejo de Seguridad de la ONU- a los delitos y pillaje perpetrados por el capital financiero, cuyo instrumento es el gobierno Bush. En Francia, gracias al consenso entre el PS y los partidos de derecha, se adoptó el Tratado de Maastricht, un modelo de regionalización neoliberal, entre los países del Mercado Común; y quienes asimismo decidieron entrar en guerra contra Yugoslavia en 1999, otra sumisión a la estrategia a de Estados Unidos o al atlantismo. La alianza entre las clases dominantes de Europa y las de Estados Unidos (con lo que Japón está asociado) está básicamente dirigida contra los pueblos del sur (incluida China). Lo justifican en la ideología de la clase dirigente y en los valores "democráticos" de los que se vanaglorian.

Tal como su actividad después del referéndum indica, sin embargo, la democracia burguesa, de la forma que funciona en Francia, es algo ficticio. Casi la totalidad de los políticos franceses tradicionales apoyaban la Constitución europea. Y todos han sufrido el golpe. Pero todavía siguen en el poder: Jacques Chirac continúa como presidente, con sólo un 24 por ciento de aceptación en junio de 2005 según las encuestas de opinión; Nicholas Sarkozy, sigue como presidente del partido derechista en el poder (UPM); Francois Hollande como secretario general del PS (con un índice de popularidad del 35 por ciento a mediados de 2005, más bajo que el de los líderes de los partidos comunista y troskista) (2).

Si, para la gran mayoría del pueblo francés la democracia ha quedado reducida a un pequeño paseo silencioso hacia las urnas un domingo cada 18 meses; a esperar (en silencio) en la cola para votar; a asentir con la cabeza (en silencio) cuando se le llama por su nombre; a deslizar un sobre en la urna (en silencio) y en volver a casa (en silencio), sin que nada cambie, entonces esta democracia es mucha parafernalia para nada. La burguesía detenta en el poder y no tiene intención de abandonarlo.
Un lector no avezado en la política francesa podría pensar que el nombramiento de Dominique de Villepin como primer ministro el 31 de mayo de 2005, tras la victoria del "no" en el referéndum, suponía un cambio de rumbo en las relaciones entre París y Washington. ¿No es éste el líder político que sólo unos meses antes en el Consejo de Seguridad de la ONU se plantó ante la administración de Bush y se opuso a la guerra contra Iraq? ¿No había establecido como su primera prioridad la lucha contra el paro? (3) Villepin se limitó a hacer uso de los viejos y falsos slóganes de la campaña de Chirac (de quien es un ferviente partidario): reducir "la fractura social". Pero es desmantelando las leyes laborales y la seguridad social como pretende crear puestos de trabajo y reforzar la cohesión social, es decir, mediante las mismas políticas neoliberales que se encuentran en la raíz de los problemas que afirma va a resolver.

Esta perspectiva del Gobierno no sólo es más neoliberalismo sino también, a pesar de las apariencias, más atlantismo. De entrada, el pueblo francés se enteró con sorpresa de que una base militar conjunta había estado funcionando durante casi cuatro años en París, donde los agentes del servicio secreto y la CIA trabajaban juntos. Uno puede imaginarse que aquellos colegas estaban juntos siguiendo en televisión el famoso enfrentamiento entre Francia y Estados Unidos en la ONU. Además, el hombre fuerte del actual gobierno Villepin, el rival de Chirac, Nicholas Sarkozy, ministro del Interior y líder del primer partido de la derecha, apoyado por los miembros de la mayoría parlamentaria, es pro-estadounidense (4) Es casi innecesario añadir que también está a favor de una línea neoliberal dura, exactamente igual que su hermano, quien hasta hace poco era el número dos de la patronal francesa. Finalmente, la amistad entre los capitalistas franceses y los estadounidenses se ha reforzado con el nombramiento de los ministros de Economía, Presupuestos y Comercio que son pro-EE.UU.

La entrada en acción del dúo Villepin-Sarkozy supuso un poco más de lo mismo. A la espera del final del periodo presidencial que termina en 2007, De Villepin confiaba en atraerse votos de la izquierda al prometer más empleo, mientras Sarkozy se dirigía a la derecha sirviéndose de los temas de seguridad y de la lucha contra la inmigración, que son las prioridades del ultraderechista Jean Marie Le Pen(5). A partir de julio de 2005, Villepin anunció nuevas privatizaciones y Sarkozy nuevas deportaciones de trabajadores indocumentados.

¿Qué lecciones podría sacar la izquierda progresista de la victoria del "no? Primero, que la vigilancia de las bases sobre los sindicatos y los partidos obreristas es esencial para imponer una política democrática en sus dirigentes, influenciados por las presiones neoliberales de la burguesía. Es lo que ocurrió con los militantes de la Confederación General del Trabajo (CGT), el sindicato mayoritario de los trabajadores franceses, cercano a los comunistas. Su movilización cambió la postura de la dirección desde el "sí" al "no" en el referéndum. La segunda lección es que cuando la dirección de un sindicato o de un partido obrerista se convierte de nuevo en lo que nunca debió dejar de ser, es decir, en líderes combativos de organizaciones de clase, pueden recuperar rápidamente la confianza y el apoyo de sus bases. Al reasumir la defensa de los intereses de la clase obrera y al oponerse al programa derechista de los socialdemócratas, los dirigentes del partido comunista francés (PCF) hicieron la elección acertada de apoyar el "no". El resultado: les siguieron el 98 por ciento de sus afiliados en el voto del referéndum, el mayor porcentaje de todos los partidos.

En la situación francesa, el PCF fue el centro organizativo decisivo del voto de izquierdas al "no" durante la campaña. Sin la logística local y material prestada por el PCF a los otros partidarios progresistas del "no", la victoria no cabe duda que no hubiera sido posible. Quizás, por primera vez en Francia, se ha abierto una oportunidad histórica para la unión de la izquierda con el apoyo popular. Es necesario no desaprovechar esta oportunidad, en especial, por la crítica excesiva o por las alianzas regresivas. Ejemplos de estas últimas serían las alianza electorales con la dirección del PS, favorable al "sí" ( y pro-estadounidense)- que es la actual estrategia del PCF- y con los neoliberales-fabiusianos (N.T. partidarios del ex primer ministro Laurent Fabius) que preconizaron el "no", también pro-estadounidenses ,de la dirección del mismo PS- , estrategia del LCR (Liga Comunista Revolucionaria). No existe seguridad de que las fuerzas de izquierda vayan a evitar esas trampas con vistas a las elecciones presidenciales de 2007.

La insurrección en las "cités" de los suburbios: octubre-noviembre de 2005

Se han escrito muchas cosas en Francia y en el extranjero que desvirtúan los sucesos que los medios de comunicación calificaron de "insurrección de los suburbios" o "guerrilla urbana" que tuvo lugar en 2005, desde finales de octubre (tras la muerte en circunstancias sospechosas de dos jóvenes perseguidos por la policía en Clichy-sous-Bois, cerca de París) hasta finales de noviembre (después de que el Gobierno ampliara el estado de emergencia durante tres meses) (6). Esta distorsión alcanzó un nivel ridículo cuando las embajadas de varios países extranjeros hicieron públicas normas de seguridad para sus compatriotas residentes en territorio francés. Francia no estaba en llamas. Los desórdenes tuvieron lugar sólo en, o cerca de, las "cités" o distritos de los suburbios donde las familias más pobres están aparcadas en torres y muros de hormigón (7).

Los jóvenes que se revolvieron contra el orden establecido centraron sus ataques en bienes materiales, quemando miles de coches, contra comisarías de policía, centros comerciales, bancos, etc. pero no contra la gente - con excepción de las fuerzas policiales. Aunque sin aceptar las formas de violencia gratuita que adoptaron- en especial cuando afectaron a bienes públicos (escuelas, transportes públicos, etc.)-, la mayoría de los franceses comprendió la revuelta y la consideró totalmente inevitable. Todos sabemos que la sociedad capitalista de la que formamos parte no ofrece nada a esa juventud: ni viviendas decentes, ni una educación que les proporcione un empleo estable, ni esperanza en progresar socialmente, ni un reconocimiento satisfactorio; ni siquiera les escucha. La relación más tangible que esos jóvenes mantienen con el Estado (capitalista) es que la policía los detenga, interrogue e investigue, en ocasiones de forma brutal y siempre intimidatoria y humillante.

Muchos observadores han hablado claro, y con razón también, contra la represión centrada en los jóvenes, pero lo han hecho generalmente concentrando sus críticas en el ministro del Interior, Sarkozy, candidato a las elecciones de 2007. Es obvio que su simple dimisión no hubiera resuelto los problemas de los suburbios. Las provocaciones de Sarkozy, quien ha declarado querer "limpiar con mangueras de alta presión" las cités de la "chusma" que "las contamina", fueron recibidas por los habitantes de esos distritos como los insultos que pretendían ser pero también como una manifestación del odio hacia los pobres en general. La clase obrera como un todo, todos aquellos que sufren y se oponen a la destructiva ofensiva del neoliberalismo, han sentido que ellos eran su objetivo.

Los observadores que interpretaron la revuelta exclusivamente a través del contexto de la raza y de la religión han olvidado que esta revuelta plantea en sus raíces un problema de clase. Fue la rebelión de los hijos del pueblo llano, cuyas condiciones de vida son inciertas y que están aprendiendo qué es la lucha de clases a través de los golpes que un Estado represivo les propina: una (in)justicia expeditiva con sentencias dictadas de inmediato en el tribunal de primera instancia, a veces la misma noche de la detención, con castigos desproporcionados- un año de prisión por quemar contenedores de basura o la deportación de los poseedores de permisos de residencia detenidos durante los disturbios-; o el restablecimiento de la doble pena, la de prisión seguida de deportación.

A partir del 8 de noviembre de 2005, los rebeldes se han enfrentado al estado de emergencia en las "zonas sensibles". Sus leyes permiten a las autoridades administrativas prescindir del principio de legalidad que normalmente condiciona sus actuaciones, y extender sus poderes en forma de limitaciones al movimiento de las gentes, arrestos domiciliarios de personas cuya actividad indique que es peligrosa para el orden público; cierre de espacios comunitarios y prohibición de reuniones previstas para la continuidad de los desórdenes; registro de los domicilios a cualquier hora del día o de la noche; controles de la prensa, de la publicaciones, radios y cines, y la autorización de que tribunales militares juzguen a las gentes por delitos y faltas previstas en las leyes civiles (8). El gobierno francés había recurrido con anterioridad a esas leyes sólo contra los argelinos (1955) y los Kanaks (1985) pero no hizo uso de ellas en el territorio metropolitano, ni tan siquiera en 1968 (9).

La represión ejercida contra esos jóvenes es una represión de clase, dirigida contra esa clase urbano desfavorecida, con independencia de que fueran hijos de padres franceses, de inmigrantes o de extranjeros. El que gran número de ellos sean de origen extranjero (especialmente del Norte de África y de la región subsahariana) no empequeñece el hecho de que el común denominador de quienes se rebelaron es la pobreza. Esta represión de clase, agravada por el odio racial de la miope elite francesa, puede ser explicada, entre otras razones, por un hecho con frecuencia ocultado.

Mediante su lucha, incluso con la misma furia de los sucesos, esos jóvenes- que ya forman parte del pueblo francés y que en su inmensa mayoría son "gentes normales"- son quienes ofrecen una alternativa a la sociedad actual. Este alternativa ni es teórica ni está conceptualizada, ni siquiera está clara, pero se pone en práctica en la dura realidad de las cités- fracaso escolar, discriminación, paro, viviendas ruidosas y deterioradas, con malos y caros transportes públicos, y con muy escasas infraestructuras sociales y culturales. Es la antítesis de la segregación social, urbana y racial pregonada en los programas xenófobos y reaccionarios de derechas de las elites francesas: el mantener a sectores enteros de la gente en el paro y la pobreza, en el pillaje imperialista del Sur(10). La alternativa que se empieza a construir hoy en esos suburbios pobres, y por la que esos jóvenes están en la vanguardia de la lucha, es la de una Francia étnicamente mezclada, abierta al mundo- en especial al Tercer Mundo-, una Francia fuerte y orgullosa de su diversidad, cada vez más plural. La gran mayoría de los jóvenes que se ha levantado son franceses y no tienen necesidad de "ser integrados". Necesitan que se les reconozca por lo que son y por lo que hacen: son franceses y están construyendo la Francia del mañana, una sociedad de respeto mutuo, mestiza, cosmopolita y abierta.

Estamos muy lejos del estereotipo de un pueblo francés racista que presentan los medios de información dominantes, representado por el Frente Nacional. En los distritos pobres, la abrumadora mayoría de la gente común han elegido: con coraje, tolerancia y respeto mutuo se aceptan unos a otros y construyen una vida juntos. Son esas gentes de los suburbios, que soportan el peso de los desastres sociales causados por las políticas neoliberales, quienes se enfrentan a Le Pen- y a sus "moderados" representantes de la derecha a través de los cuales ejerce su influencia. Le Pen se basa en el nauseabundo abono de la historia de la burguesía francesa- la de la esclavitud, el colonialismo, la colaboración con el nazismo y el actual imperialismo. Ha corrompido a quienes el neoliberalismo ha empobrecido. Su peso político en el presente no se debe al supuesto racismo del pueblo francés sino a la reacción de las fracciones extremistas de la burguesía francesa, a los que se inclinaron por enfrentarse al apartheid ya experimentado por los jóvenes de los suburbios. Y las victorias obtenidas contra él en 2002, en la que esta juventud multicolor también tomó parte, es la misma que sabe lo suficiente para movilizarse y decir "no" a la Constitución europea, y resulta decisiva para la defensa de los valores de la república.

Muchos jóvenes hoy están totalmente desconectados de las luchas por la emancipación del movimiento obrero francés. En las escuelas no se les enseña la historia de esta lucha, y menos aún la de los pueblos del Sur, ni los partidos de los obreros ni los sindicatos los instruyen. Sin embargo, lo que todavía es más grave es que muchos militantes progresistas no son conscientes de la historia y de la nueva resistencia surgida en los suburbios y en los inmigrantes en Francia, incluso desde el desencadenamiento de la crisis de los años 70, en las regiones de París y Lyón. Estos movimientos efervescentes, perturbadores y dispersos son la expresión auto organizada de grupos de población, en las que se mezclan los pobres franceses y los de origen extranjero, que avanzan codo con codo para conseguir transformaciones sociales.

Lo que no quiere decir que esos jóvenes sean los herederos de un proletariado de corto aliento en los centros capitalistas, o el intenso reflejo de la agitación en las periferias del Sur. No se trata de negar que mucha de esa gente joven sólo aspira a obtener un lugar en la sociedad de consumo y a mejorar su nivel social en la sociedad capitalista. Ni se trata de ocultar el hecho de que algunos de ellos no tienen otro objetivo que la destrucción, el devolver golpe por golpe a esta inicua y represiva sociedad que los excluye o rechaza. Tampoco se trata de idealizar las reivindicaciones de esas revueltas- cuando existen- ni muchos menos de justificar cualquier clase de violencia. Pero incluso si esos jóvenes rebeldes no crean partidos y provocan desconfianza y auténtica preocupación en el resto del país, la izquierda debe verlos como aliados para la transformación necesariamente radical, social y democrática de Francia y no sólo como una reserva de votos para las próximas elecciones.

Ha llegado el momento de que la izquierda francesa exprese su solidaridad hacia este sub-proletariado super explotado. La juventud desfavorecida de los suburbios, sin duda, no constituye la totalidad de la base social de la izquierda, pero sin ella, la izquierda nunca será verdaderamente popular, es decir, del pueblo. Lo que está en juego en relación con esta solidaridad es la coordinación de las luchas tradicionales de los obreros en Francia con la de aquellos de otros sectores de las clases populares: los desfavorecidos económicamente, los parados, los sin hogar, los indocumentados, los que no tienen derechos... Para la izquierda progresista francesa, sin duda, es una oportunidad histórica de reconstruir posiciones de clase claras, modernas, de restablecer el espíritu revolucionario y el internacionalismo.(1)

Emergiendo sin cesar desde las cités, alimentadas por las terribles condiciones de vida y (falta) de trabajo, explotando tras cada uno de los excesos policiales, esas luchas esperan que se las organice, que se las estructure, que se las vincule, aunque hayan tenido sus energías dispersas, o incluso debilitadas por las ofensivas para absorberlos- con frecuencia organizadas desde las poltronas del PS, que neutralizan los movimientos juveniles de las cités y promueven una "beurgeoisy" (11) en el seno de su maquinaria electoral. Esos movimientos todavía están activos a la búsqueda de la autonomía y participación de la gente, y estudiando cómo resistirse a la alineación capitalista, cómo liberar a la juventud de su odio y de sus deseos relacionados con la sociedad de consumo; cómo reunir a quienes en los suburbios luchan contra la discriminación, los ataques racistas, la violencia de la policía, la expulsión de los extranjeros, y por la vivienda, el empleo, la libertad de religión, para que la gente pueda controlar su futuro, pero también para formular una estrategia de actuación y representación políticas (12). Propuestas que deben formularse de una forma lo suficientemente amplia para permitir su articulación con las exigencias de otros movimientos que surgieron en los años 90 (13). Conseguir que las reivindicaciones de esos movimientos tan distintos converjan no resulta sencillo pero los puntos de convergencia son muchos: por ejemplo, el empleo.

La movilización contra el CPE: febrero-abril de 2006

El "CPE" (contrat première embauche o contrato de primer empleo) constituye una de las "reformas" del mercado de trabajo recientemente adoptadas por el gobierno derechista en Francia. Reservado a los jóvenes, trata de sustituir los contratos de duración indefinida (CDI, o contrats à durée indéterminée) por empleos precarios en empresas de más de 20 trabajadores. A las empresas que recurran a este tipo de contratos se las exime de las cotizaciones a la Seguridad Social. El siguiente en la familia, el CNE (contrat nouvelle embauche), que afecta a todos lo trabajadores en pequeñas y medianas empresas de menos de 20 empleados, sin limitación de edad, todavía está vigente. Desde agosto pasado, se han firmado cerca de 300.000 CNE. Ofrecido a los empresarios en nombre del dogma de "reducir los costes laborales", este regalo ha demostrado su ineficacia para crear empleos estables. Sólo ha servido para aumentar el déficit público y para reducir la demanda lo que produce nuevas presiones en el aumento del paro, ya que éste no se debe a los excesivamente altos costes laborales sino al sometimiento de las empresas a las imposiciones de sus accionistas de obtener rentabilidad financiera.

El (difunto) CPE es un contrato que permite a los empresarios, durante dos años, despedir a los jóvenes sin procedimiento alguno, ni justificación, sin permitir el menor recurso legal. Este contrato precario, de incierta duración, de hecho es peor que el contrato temporal (CDD, contrat à durée déterminée) ya que mantiene a los jóvenes en la incertidumbre de lo que pueda pasar el día siguiente, impidiéndoles cimentar una vida digna: crear una familia y tener seguridades básicas, buscar una vivienda decente, obtener créditos para la compra de bienes de consumo duraderos... Mientras una serie de contratos temporales puede desembocar en una propuesta de contrato indefinido, el contrato de primer empleo puede prorrogarse, uno tras otro, sin ningún tipo de límite. A partir de ese periodo de dos años, un empresario que haya contratado a una persona joven con el CPE, podría tras los tres meses exigidos, volver a contratarla en las mismas condiciones. Lo que se podía esperar como lo más probable es que los empresarios despidieran a trabajadores con contratos indefinidos para reemplazarlos con jóvenes en régimen de contrato de primer empleo.

Se comprende que los objetivos encubiertos del CPE son exacerbar la competencia entre los trabajadores, precarizar el trabajo de los jóvenes y servirse de ellos para desmantelar por completo los derechos de los asalariados de contrato indefinido y acabar con una de las conquistas de las leyes laborales: la de imponer límites a la lógica del capital ( conseguida por las luchas obreras), en lo relativo a la protección frente al despido arbitrario- es decir, la obligación que tienen los empresarios de presentar motivos para el despido, y el derecho que tienen los trabajadores de presentar un recurso en el supuesto de que los motivos aducidos sean injustos, así como con el derecho de los obreros a enfrentarse al poder absoluto de los capitalistas. Este procedimiento se ha venido desmantelado durante el proceso generalizado de flexibilización del mercado laboral francés, recomendado por los defensores del neoliberalismo (supresión del salario mínimo, establecimiento de un único contrato de trabajo flexible) que desde hace mucho tiempo aspiran a terminar con la "excepción francesa".

¿Cómo han reaccionado los jóvenes franceses, apoyados por la unidad de los sindicatos? Se han movilizado, han organizado asambleas generales, se han informado e instruido sobre las actuales reformas- de la misma manera que durante la campaña contra la Constitución europea, y han paralizado las universidades, los institutos (además de las calles, las estaciones y los aeropuertos). Han tomado la calle de forma masiva para mostrar su resistencia a esta guerra social: 500.000 el 7 de febrero, 1.000.000 el 7 de marzo, millón y medio el 18 del mismo mes, entre dos y tres millones el 28 de marzo, y más de tres millones el 4 de abril...

Contrariamente a las apariencias el dúo Villepin-Sarkozy funciona bastante "bien": el primero se dedica a destruir las leyes laborales mientras el segundo intenta romper la resistencia intimidando a los jóvenes. Tras la terrible represión a los jóvenes de los suburbios en noviembre, miles de manifestantes contra el CPE ( quizás más de 4.000) han sido interrogados en todo el territorio nacional. Se han dictado centenares de condenas de prisión de hasta 8 meses, generalmente en juzgados de primera instancia, contra jóvenes que han participado en los enfrentamientos con las fuerzas policiales en las calles... ¿Son esas las opciones que deja el gobierno francés a los jóvenes: la precariedad o la cárcel?

Imaginen los edificios de la Universidad de la Sorbona, en el Barrio Latino de París, rodeadas por dos hileras de furgones de policía, y la misma plaza de la Sorbona rodeada de vallas de acero anti disturbios a través de las cuales se podían distinguir un gran número de vehículos policiales: furgonetas, camiones antidisturbios...y un significativo número de "CRS" en uniforme de campaña (14). Pero este despliegue de fuerza no hizo que los estudiantes perdieran el sentido del humor. En las vallas antidisturbios que rodeaban la Sorbona, se podía leer: "no den de comer a los CRS, por favor" (advertencia utilizada en el zoo para los animales) o "debido al riesgo de contagio de la gripe aviar, no se acerquen a los pollos" (en el argot francés a los policías se les llama "chicken")...

Tras casi tres meses de crisis, dos huelgas generales ( que algunos observadores calificaron de "interprofesionales") y una serie de manifestaciones que reunieron a cerca de 10 millones de personas, el presidente Chirac y el primer ministro Villepin anunciaron el 10 de abril, un día antes de la convocatoria de una nueva multitudinaria manifestación, la "sustitución" del artículo de la ley en el que se establecía el CPE (denominado "sobre la igualdad de oportunidades") por un programa "que favorezca la inserción profesional de los jóvenes con dificultades"- dotado con 150 millones de euros párale año 2006, frente a los 23.000 millones que se concedían a los empresarios en el borrador previo del CPE. Villepin declaró: "He querido ofrecer una solución definitiva pero no todos lo han entendido, lo siento".

Las organizaciones contrarias al CPE han celebrado la decisión pero esperan conocer el contenido de la nueva propuesta de ley. El sindicato principal de estudiantes (UNEF) mantuvo el 11 de abril como nuevo día de acción, si bien reconoció que la retirada del CPE constituía "una primera y decisiva victoria". La CGT consideró "la retirada del CPE" como un "éxito de las acciones conjuntas de los obreros, estudiantes, alumnos de secundaria y de la unidad de los sindicatos". El 13 de abril, 16 universidades "sufrieron graves disturbios ocasionados por los huelguistas", otras tres cerraron (Toulouse, Montpellier y Aix-Marseille), y la de Rennes, punta de lanza de la movilización contra el CPE, fue clausurada de nuevo debido al "clima levantisco". El 18 de abril, muchos estudiantes votaron a favor de una "reorganización y una nueva movilización" hasta la retirada completa del CNE y de la ley de igualdad de oportunidades" (incluida la disposición por lo que se introducía la figura del aprendiz a los 14 años y se restauraba el derecho a trabajar a partir de los 15), así como la derogación de las leyes contra los inmigrantes y el cese de la represión. El 19 de abril se votó la vuelta al trabajo. ¿Cuál será el próximo paso?

* Rémy Herrera es investigador en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y profesor de la Université de Paris 1, Panteón-Sorbonne. Su dirección electrónica es herrera1@univ-paris1.fr.


Notas:

(1) Rémy Herrera, "Impact of the Freench "no" in the US", Workers World Newspaper, junio de 1005; y "No Way!: French Workers Reject EU Constitution", Political Affairs, 84, nº. 9 (2005).
(2) El Partido Socialista, la simulación de los procedimientos democráticos y la manipulación de los militantes, han sido un fracaso: en votación interna, y por la presión de sus dirigentes, el partido votó "sí" en un 55 por ciento y "no" en un 59 por ciento en el referéndum, cuando las votaciones son libres.
(3) Durante 20 años, en Francia ha habido un 10 por ciento de paro. Hoy, 7,5 millones de personas se ven afectadas por la falta de empleo o por el subempleo: 3 millones de parados de todas las categorías laborales, 1 millón de parados no registrados, 1,5 millones con contratos temporales o de duración limitada, 2 millones con contratos a tiempo parcial. El índice de paro en 2005 es del 22,8 por ciento entre los jóvenes entre 15-24 años (unos 618.000) y de más del 50 por ciento entre los de origen africano.
(4) Se dice que recibiría que es el favorito de Washington.
(5) Jean-Marie Le Pen es el líder del Frente Nacional, movimiento de extrema derecha. En 2002 disputó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales contra Jacques Chirac, quien finalmente venció con el 82 por ciento del voto.
(6) Samir Amin y Rémy Herrera, " A propósito de las revueltas de los barrios periféricos en Francia", Revista del Observatorio social de América Latina 8, no. 18 (2005).
(7) Las « cités » son complejos de viviendas protegidas. Las « banlieues » son los suburbios de las clases trabajadoras que rodean las ciudades en Francia. Sus equivalentes estadounidenses serían las viviendas de los cinturones industriales de las ciudades del interior.
(8) Salvo algunos funcionarios del PS que se declararon satisfechos con el estado de emergencia, la izquierda ha condenado como un todo esta escalada represiva. Pero las reacciones del PS fueron muy moderadas : su primer secretario, Holland, dijo que « la aplicación de la ley de 1955 tiene que ser limitada en tiempo y espacio » y que su ampliación era « una mala señal. » En 2001, su mujer, Ségolène Royal, entonces ministra en el gobierno de Lionel Jospin, declaró : « la expresión "toque de queda" es inadmisible, es un término bélico. » El presidente del grupo socialista en la Asamblea Nacional proclamaba : « En semejantes circunstancias, las formaciones demócratas deben saber llegar a un pacto de no agresión .» De esta manera, la realidad de una « palabra inadmisible » se puede convertir en admisible.
(9) Los argelinos ganaron una larga guerra de liberación en 1962. La lucha por la autodeterminación en Nanaky (Nueva Caledonia), territorio francés en el sur del Pacífico, quedó sofocada a partir de 1985.
(10) Una paradoja de esta revuelta es que esos jóvenes están completamente impregnados del estilo consumista de vida estadounidense (en la forma de vestir, comida, juegos, argot y referencias culturales); pero con su antirracismo, rechazan la violencia estadounidense de la segregación interna y de sus guerras exteriores. Y, aunque la mayoría de esos jóvenes alborotadores no están politizados, sus acciones son políticas.
(11) "Beurs" en argot es como se denomina a las gentes de origen norteafricano. "Beurgesoisy" es un juego de palabras.
(12)Un ejemplo es el Mouvement de l'Ínmigration et des Banlieues (Movimiento de la inmigración y de los suburbios).
(13) Como el DAL (Derecho a la vivienda), una asociación creada en 1990 cuando las familias desalojadas ocuparon edificios en el distrito XX de París; el CDSL (Comité de los Sin Techo), creado en 1993 para ayudar a los ancianos en dificultades y a los pobres sin amigos ni familia; DD! (¡Los derechos, ante todo!), aparecido en 1994; AC! (¡Actúa contra el paro!); el GISTI (Grupo de apoyo a los inmigrantes); la llamada de los "Sin" (lanzada el 20 de diciembre de 1995 durante las grandes huelgas obreras); la Asociación para el empleo, la inserción y la solidaridad (APEIS)...
(14) La "CRS": (Compañía Republicana de Seguridad) forma parte de la fuerzas responsables del mantenimiento del orden.


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