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Medio Oriente :: 29/02/2008

Tribunal internacional de conciencia condena a Israel en Bruselas por crímenes contra el pueblo de Líbano

Miguel Urbano Rodrigues
Un Tribunal Internacional de Conciencia se reunió en Bruselas del 22 al 24 de febrero, bajo la presidencia de la jueza colombiana profesora Dra. Lilia Solano, para valorar los crímenes cometidos por el Estado de Israel contra el pueblo de Líbano.

La escritora y periodista libanesa Leila Ghanem, a nombre de la organización del evento, tuvo a su cargo la apertura. En su discurso expuso entonces los objetivos de la iniciativa y saludó a las delegaciones participantes, provenientes de países de Asia, Europa, África y América.

Se presentó a continuación una declaración del profesor belga Jean Bricmont, y la lectura, por John Catalinotto, de los Estados Unidos, de un documento del International Action Center --de Ramsey Clark, ex Procurador General de la República de los Estados Unidos-- sobre la complicidad del imperialismo norteamericano en la agresión al pueblo de Líbano.

Los miembros del jurado, magistrados de prestigio internacional como Lilia Solana (Colombia), Adolfo Abascal (Cuba-Bélgica), Claudio Moffa (Italia) y Rajindar Sachar (India), abrieron la audiencia con breves declaraciones acerca de las normas procesales que serian adoptadas por el Tribunal.

La sentencia, que publicaremos en los próximos días, condenó al Estado sionista de Israel por crímenes contra la humanidad, genocidio y otros, todos penados por el derecho internacional.

La cadena televisiva Al Jazeera transmitió íntegramente los trabajos del Tribunal a los países de lengua árabe. La llamada gran prensa europea ignoró el acontecimiento; los diarios belgas también.

A ese silencio contribuyeron las presiones de la Embajada de los Estados Unidos en Bruselas y, sobre todo, las de la Embajada de Israel, que llevó a cabo una intensa actividad en la intención de evitar que el tribunal se pudiera reunir en la capital belga.

El lugar inicialmente previsto para la realización de la audiencia tuvo que ser cambiado a consecuencia de maniobras de intimidación. Presiones israelíes hicieron también inevitable cambiar el hotel originariamente previsto para el alojamiento de las delegaciones extranjeras.

Miembros destacados de la comisión organizadora recibieron repetidas amenazas telefónicas. Fue transparente que elementos de la Mossad, servicio de inteligencia israelita, estuvieron muy activos antes y durante el acontecimiento.

Cabe aún esclarecer la negación de visados que impidió la presencia de abogados y magistrados que debieron haber participado en el Tribunal. Pese a todo, las tentativas de sabotaje no lograron frenar que el Tribunal cumpliera su misión con éxito.

El día 23 fue dedicado a la presentación de cargos por parte de victimas de la agresión del Estado sionista, y de intervenciones de especialistas en armamentos prohibidos y en cuestiones relacionadas con el medioambiente.

Abogados, procedentes también de diferentes países, interrogaron a los testimoniantes y los peritos. El tiempo reservado a la defensa no fue utilizado. La embajada de Israel se negó a contacto alguno con la organización.

La presentación de videos y diapositivas sobre las atrocidades israelitas contribuyó a que se instalara una atmósfera de intensa emoción que envolvió la audiencia. Una onda de cálida solidaridad inundó el gran salón de la Casa de las Asociaciones Internacionales de Bruselas donde funcionó el Tribunal.

Raramente, en acontecimientos similares, he sentido como allí la transformación en solidaridad colectiva de los sentimientos de indignación y dolor suscitados por la revelación de crímenes tan monstruosos como los cometidos en Líbano por la barbarie neonazi israelí.

¿Por qué tal revelación si los hechos son conocidos?

Vivimos en una época tan deshumanizada, bajo un bombardeo de un sistema mediático de tamaña perversidad, que hasta militantes veteranos de las luchas antiimperialistas tienen dificultad para captar todo el horror de crímenes como los infligidos al pueblo de Líbano.

Oír a las personas que han perdidos hijos o el país, algunas toda la familia, recordar en conmovedores testimonios las trágicas horas del verano de 2007 –a veces con la ayuda de imágenes- es diferente a acompañar lo que allí ocurre desde la prensa y la televisión.

Madres cuyos hijos nacieron deformados por los efectos del uranio empobrecido, campesinos cuyos familiares quedaron con brazos o piernas cercenadas por armas monstruosas, o el hígado o el páncreas destruidos por minúsculas partículas de bombas de fragmentación casi desconocidas, desfilaron frente a la tribuna como testigos y víctimas de acciones de barbarie concebidas y ejecutadas por las fuerzas armadas de un estado neonazi que se presenta como democrático y que cuenta con el apoyo irrestricto de Washington.

El Tribunal escuchó a médicos y autarcas de las ciudades del sur de Líbano, destruidas por la metralla israelita, evocar el escenario de horrores de las semanas de la agresión. Tomó conocimiento de las consecuencias de la marea negra provocada por Israel, el flagelo que cubrió de petróleo más de 100 kilómetros del litoral de un pequeño país, cuya superficie equivale a la del distrito de Beja en el sur de Portugal. Miles de pescadores fueron lanzados a la miseria por la destrucción, que durará muchos años, de la vida animal y vegetal en esas aguas ahora envenenadas. El turismo en las playas libanesas se ha vuelto imposible también para mucho tiempo en lo adelante.

¿Cómo evaluar el sufrimiento de los que, entre ruinas aún hirvientes, encontraron los cuerpos de hijos degollados por la soldadesca israelita? Porque el objetivo de la violencia irracional no fue solamente destruir aldeas y matar civiles desarmados. El Estado sionista, al sembrar un terror apocalíptico en el sur de Líbano, pretendía también que pobladores y pobladoras del lugar abandonaran para siempre las regiones fronterizas. ¡No lo logró!

De 12 de julio al 24 de agosto, plazo para el cese del fuego tardíamente impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU, el pueblo de Líbano fue blanco de una monstruosa agresión. La heroica resistencia de los combatientes de Hezbollah, y de los que a su lado se batieron contra los invasores, transformó en derrota militar –la primera infligida al Estado sionista-- aquello que Tel Aviv y Washington habían concedido como prólogo de una estrategia más ambiciosa para el Medio Oriente.

Los sufrimientos del pueblo libanés no son cuantificables. Los perjuicios materiales deben rondar los 2800 millones de dólares.

La lectura de la sentencia fue precedida de una Mesa redonda de intelectuales revolucionarios de Europa y América, entre los cuales Georges Labica y John Catalinotto hicieron una apología de una solidaridad internacionalista militante contra la barbarie imperialista y sionista.

Identificado con ambos, recordé una evidencia trágica: el rumbo de una comunidad religiosa perseguida durante siglos, la judaica, blanco del genocidio nazi y que, en un plazo de décadas, se ha transformado, en metamorfosis dramática, de víctima a agresora asumiendo en el Estado de Israel contornos neonazis.

La solidaridad contra los crímenes de ese estado monstruoso -- instrumento del imperialismo estadounidense en el Medio Oriente—se ha convertido en deber de la humanidad progresista.

Serpa, 27 de febrero de 2008
Traducio por Marla Muñoz para odiario.info

 

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