Trump, Europa y el mantenimiento de la guerra


"Vamos a enviar más armas a Ucrania. Tenemos que hacerlo. Tienen que poder defenderse", afirmó Trump el lunes por la noche, durante la recepción al genocida Benjamín Netanyahu. Era el cambio que esperaba Ucrania para recuperar la esperanza de que el suministro de armamento estadounidense para la guerra no solo no descienda, sino que aumente. Sin embargo, las palabras de Trump, como sus promesas de hace dos semanas, a las que sucedió la suspensión de entrega de cierto material, son ambiguas y no aclaran si se trata la reanudación de todo el suministro temporalmente paralizado, de entregas puntuales del material que Trump considere que Kiev necesite o incluso de las palabras vacías de una persona conocida por sus rápidos cambios públicos de opinión.
"Siguiendo las instrucciones del presidente Trump, el Departamento de Defensa está enviando armas defensivas adicionales a Ucrania para garantizar que los ucranianos puedan defenderse mientras trabajamos para garantizar una paz duradera y garantizar que se detenga la matanza. Nuestro marco para que el presidente de los EEUU evalúe los envíos militares en todo el mundo sigue vigente y es parte integral de nuestras prioridades de defensa America First", afirma el escueto comunicado publicado por Sean Parnell, portavoz del Pentágono.
Entre líneas puede intuirse que la política de suspensión de la entrega de ciertas armas a Ucrania para la priorización de la seguridad y reposición de los arsenales propios y de los de los aliados -concretamente Israel, que recientemente ha casi vaciado su defensa aérea y la estadounidense para tratar, sin éxito como empieza a verse en la prensa occidental, de derribar los misiles iraníes - procedía, como se especuló inicialmente del Pentágono y no de la Casa Blanca. En otras palabras, nunca se trató del tan temido temor europeo a que Trump, por sus supuestas simpatías prorrusas o favoritismo hacia Vladimir Putin, abandonara a Ucrania, sino a una simple política de inventario.
Aunque no hay ninguna especificación sobre la cantidad de armas que EEUU enviará a Ucrania o si simplemente se trata de recuperar las entregas suspendidas, como parece evidente teniendo en cuenta que no hay planes de buscar más financiación del Congreso, la noticia ha supuesto la desaparición inmediata del nerviosismo ucraniano y la reanudación de las alabanzas a Trump por la correcta decisión tomada que, además, será enormemente beneficiosa para Washington. Esa hipérbole simplista es la base del actual discurso ucraniano, centrado en celebrar lo conseguido, continuar exigiendo más y justificarlo ante la enorme importancia de Ucrania en el tablero mundial como garante de la paz y de la civilización occidental, de la que vuelve a autoproclamarse frontera exterior.
"La decisión del presidente Trump de continuar y ampliar la ayuda militar a Ucrania, en el contexto de una productiva comunicación personal con el presidente Zelensky, era esperada, ya que se alinea con los principales intereses estratégicos de EEUU. Representa una inyección directa y a gran escala de fondos en el corazón de la industria estadounidense. Las fábricas en docenas de Estados están ahora desbordadas de pedidos, se están creando empleos y se están modernizando los arsenales nacionales", escribió Mijailo Podolyak (asesor del presidente/dictador), resumiendo en pocas palabras la arrogancia ucraniana de quien es consciente de que a base de presión va a seguir consiguiendo sus objetivos y la desesperación de quien no tiene reparos en presentar la desgracia de su pueblo como una oportunidad de lucro económico para su principal proveedor.
La guerra no es solo el laboratorio de pruebas con el que habrían soñado los soldados de salón de la Guerra Fría, un escenario de enfrentamiento de alta intensidad en el que testar el rendimiento de las armas estadounidenses contra las rusas, sino una forma de hacer avanzar la economía America First a base de contratos de producción y venta para el enorme complejo militar industrial estadounidense, con el que Ucrania quiere aliarse para convertirse en el gran Israel al que Zelensky aspira a parecerse.
"El beneficio más significativo también reside en la reducción de la probabilidad de agresión rusa contra otras naciones europeas. Al detener a Putin en Ucrania hoy, la Casa Blanca evita los enormes costos futuros que implicaría defender a los aliados de la OTAN mañana", añadió Podolyak para no renunciar al argumento de la seguridad y preparar el terreno para continuar explotando tanto un peligro exagerado en el caso de Europa y absolutamente imaginario en el de EEUU como el ego exagerado de Trump, que disfruta de sentirse fuerte.
"Esta demostración de fuerza se observa en todo el mundo. Europa respira aliviada, al ver la oportunidad de reformar su propio marco de seguridad. China observa de cerca, Corea del Norte claramente está jugando con cerillas, e Irán está asimilando una dura lección. Cada victoria ucraniana lograda con armas estadounidenses aumenta la influencia de EEUU en la mesa de negociaciones, abriendo la puerta a acuerdos comerciales y de seguridad favorables. La lógica es absolutamente clara", sentenció mencionando a tres oponentes habituales con los que Ucrania intenta crear un eje cuya inexistencia queda evidenciado con la actuación de Rusia y China durante los doce días en los que Washington y Tel Aviv bombardearon Irán -y recibieron una dura respuesta que obligó a Netanyahu a pedir una tregua-, supuestamente miembro de ese bloque autoritario antioccidental que lucha a nivel global contra el "orden internacional basado en reglas" (occidentales).
Pese al optimismo de Ucrania, tan planificado como la preocupación de los días posteriores al anuncio de la suspensión de entrega de armas, la situación no ha cambiado en exceso y transita hacia donde siempre fue evidente que desembocaría la cuestión: en la exigencia de aumento del suministro a los países europeos. Generalmente poseedor de buenas fuentes en la Casa Blanca, Axios escribía ayer en referencia a la última conversación entre el presidente de EEUU y su homólogo ucraniano que "según dos fuentes informadas de la llamada telefónica, Trump expresó a Zelensky que quiere ayudar a las defensas aéreas de Ucrania, pero subrayó que EEUU tuvo que pausar el último envío de armas para revisar el estado de sus propios arsenales".
En ese sentido, The Guardian añadía que "EEUU sólo tiene alrededor del 25% de misiles interceptores Patriot que necesita para todos los planes militares del Pentágono después de agotar sus reservas en Oriente Próximo en los últimos meses", en las batallas irresueltas contra Yemén e Irán y en la defensa del régimen sionista.
Según las dos fuentes de Axios, "Trump prometió enviar inmediatamente 10 interceptores Patriot -menos de los que se habían previsto en el envío en pausa- y ayudar a encontrar otros medios de suministro". Es ahí donde reaparecen los aliados europeos, uno de los cuales, Friedrich Merz, ya había conversado con Trump para 'exigir' la reanudación de las entregas de los misiles para la defensa aérea intervenidos y redirigidos cuando viajaban hacia Polonia para ser transferidos a Ucrania.
Según las tres fuentes de Axios, Trump "sugirió a Alemania que vendiera una de sus baterías Patriot a Ucrania. Dijeron que EEUU y los aliados europeos se repartirían el coste de la compra. Trump y Merz no llegaron a un acuerdo, pero los funcionarios dicen que la discusión está en curso. Los funcionarios alemanes sostienen que Alemania ha dado un porcentaje muy alto de sus Patriots a Ucrania - incluso más que EEUU en términos relativos".
La parte estadounidense de esa compra correría a cargo de la financiación ya comprometida por Biden y no comportaría una reducción de los arsenales estadounidenses, mientras que Trump exige a los aliados europeos una adquisición añadida y a costa de unas reservas que, en el caso de la defensa aérea, son mucho más reducidas. Esa exigencia de aumento del flujo militar se une a los compromisos europeos de financiación de Ucrania, que también siguen en alza.
En la división inicial del trabajo en 2022, cuando la Unión Europea decidió que la guerra de Ucrania era existencial y su alianza con EEUU se tradujo en la sumisión a Washington que se observa a diario actualmente, los países europeos quedaron fundamentalmente encargados del sostenimiento del Estado, mientras que la Casa Blanca se encargaría del grueso del suministro militar. Con el tiempo, la aportación europea se ha consolidado en términos de aportaciones para mantener a flote al Estado y sus instituciones, mientras que ha aumentado también su peso en el flujo de armamento.
Mucho antes de la llegada al poder de Trump -con el que las exigencias de una mayor participación económica de la Unión Europea se han hecho más presentes, como lo han hecho también las falsedades sobre las cantidades que han aportado hasta ahora Washington y los países europeos-, la UE superaba ya a EEUU como principal espónsor de Ucrania. Esas diferencias son cada vez más marcadas teniendo en cuenta que Trump no ha solicitado más financiación para la guerra, mientras que los países europeos continúan suministrando nuevos fondos.
"Existe una creciente preocupación por el año que viene y muchas partes interesadas que contaban con un acuerdo de alto el fuego este año están teniendo que recalcular sus gastos y se están dando cuenta de que existe un déficit, independientemente de cómo intenten recortarlo", escribía ayer, citando a un alto cargo de la UE, Financial Times. Ucrania no solo precisa de un alto el fuego para poder detener el imparable avance ruso y reagruparse, sino para evitar las "tensiones fiscales" que implican el conflicto activo y su dependencia de la asistencia extranjera.
De ahí que, como explica el medio económico, Bruselas esté "explorando urgentemente formas de cubrir un déficit de hasta 19.000 millones de dólares en el presupuesto de Ucrania para el próximo año". Al final, todo se reduce a que los países europeos corran con los gastos de mantener el Estado y suministrar la guerra.
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