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Argentina :: 30/11/2018

Una 'intelligentsia' digital

Edgardo Álvarez
Sobre los candidatos "nacionales y populares" (peronistas) a las próximas elecciones presidenciales en Argentina

Al calor de la pequeña catástrofe civilizatoria que se avecina en el más que cercano Brasil -tras la victoria de Bolsonaro sobre el “candidato de Lula”- se imponen algunas líneas de reflexión, ante el estado de incertidumbre generalizado.

Suponer que la historia “va hacia algún lado” no es el mejor de los puntos de partida para las problemáticas sociales. Pretender intuir hacia dónde es que se dirigen las fuerzas sociales es de una pedantería considerable. Considerar además que se conoce con certeza ese recorrido, que el mismo se realizará para donde el/la enunciante indique y que encima el resultado final será venturoso es de un egocentrismo peligroso, además de un optimismo estúpido (cuando no suicida).

Similar al que Benajmin o Gramsci fustigaron cuando pensaron los trágicos errores de la social-democracia europea, previos a la Primera Guerra Mundial. Aquellos que pensaban que la Revolución se iba a hacer sola, a puro paso de tiempo y progreso….

Las fuerzas vivas de nuestro progresismo nacional ilustrado -estas sí bastantes porteño-céntricas y blanquitas[1]- gustan de preparar escenarios de esta índole.

Si la victoria no es de lxs candidatxs “nacionales y populares” allí estará la larga lista de excusas a esgrimir, que nunca impliquen ni una autocrítica ni, mucho menos, un indagar sobre que fibras sensibles pueden estar tocando las interpelaciones conservadoras en pleno siglo XXI.

Perder el contacto con el sentir popular y refugiarse en el posteo indignado y circular del núcleo de pertenencia (para terminar afirmando que las sociedades se han vuelto fascistas y sacarse un foto con cara de enojadx y la biblioteca detrás) parece ser un vicio muy acorde a los tiempos digitales que corren.

Recuperar la potencia vital para los cuerpos mancillados por el capitalismo versión 2.0 es resignarse a no perder la calle y mucho menos el aprendizaje que puede extraerse de ella. Van estas líneas como recomendación fervorosa para las columnas con que Diego Valeriano nos sumerge en el universo anti moral de lxs pibxs silvestres (“siempre es más peligroso incendiar un patrullero que pensar”) desde lobo suelto.com.

Pero comprendiendo rápidamente que para el autor de dichas “pastillas” el objetivo no es hacer lazo ni tender puentes, sino más bien festejar la disolución de los mismos (lo cual representa una auténtica y sugestiva novedad), volvamos al mundo de la política careta, para intentar pensar que carajo (es lo que nos) está pasando por arriba…

Lecciones que nos da Brasil.

El único destino de los líderes es dejar de serlo.

Una máxima tan obvia como esta no parece haber sido aprehendida por el progresismo argentino, que hace fuerza por la candidatura de CF para dentro de un año.

La lógica del líder es la fuerza más que la representación. Hace rato que CF aparece con el “caballo cansado”. Y no solamente por su edad (que está claro que la tiene) sino además por una trayectoria más que extensa como dirigente política, que incluyó 8 años como Presidente.

¿Es que acaso no va a pensarse en otra figura para la elección del 2019?

El seguimiento ciego e incondicional del líder (¿pos-mesiánico?) solo genera adhesiones de tipo emocional (que obturan las posibilidades de crítica de lo existente tanto como el crecimiento de opciones alternativas al interior del movimiento), que se confirman a sí mismas, a fuerza del empeño puesto en “ver solo lo que se quiere ver”[2].

Supongamos que realmente exista esa nueva tecnología de saber que llaman “posverdad” y que la misma explique todas las calamidades que ocurren alrededor de nuestro universo de influencia. Convengamos en que la creencia en dicho paradigma debería obligar aún con más ahínco y esfuerzo a buscar novedades en cuanto a las figuras y a las interpelaciones. Y sin embargo…

Pretender responderle a un presente adverso -que se denuncia como ajeno a nuestra responsabilidad- con las recetas (y las figuras) con que se ha perdido en el pasado no parece la solución más inteligente.

La terca postura de las variantes mas extremas del kirchnerismo, de seguir culpando a la izquierda partidaria por el llamado a votar en blanco en aquel ballotage –dinamitado desde adentro por la cámpora, valga recordar- en lugar de entender que la sola diferencia de votos en Córdoba (decisivo bastión electoral abandonado por la gestión de CFK) sobraron para explicar la derrota del peor candidato que se podía poner (una causa interna más de la derrota imposible)[3] es un ejemplo digno de mencionarse.

Haber optado por Insfran (Formosa), Gioja (San Juan) o Capitanich (Chaco) como aliados estratégicos y descuidado las provincias de Córdoba o Santa Fé a la hora de las alianzas políticas no parece ser la quinta esencia de la lucidez. Y está claro, con la sola mención de los apellidos supongo, que no se trata de una cuestión de virtudes republicanas, cívicas y ni siquiera personales, la justificación de la elección realizada.

Pedirle una autocrítica electoral al peronismo se asemeja a una tarea tan adversa como esperar el reconocimiento de la masacre de Rincón Bomba-Las Lomitas como genocidio (matanza estatal cometida durante la primera presidencia de Perón en 1947) o la admisión oficial de que la Triple A fue puesta en funcionamiento por Perón[4]. Pero más allá de pedirle peras al olmo, sería interesante anotar las lecciones que el mundo nos está dejando ver.

Las elecciones vienen cayendo para el lado del campo enemigo, y en porciones que nos son indigeribles. Las explicaciones que intentemos dar de ello darán cuenta tanto de las perspectivas que se abran como de las chances de volver a seducir electorados masivos díscolos y cercanos a la derecha política. Nadie gana una elección solamente recitando lo malos que son los otros….

Algunas lecciones, propias de la realpolitik pueden ser enunciadas:

La primera es la más contundente de todas, y , sin embargo, casi nunca es mencionada: la fuerza política a la que pertenece la ex presidente no gana una elección desde 2011. Habiendo perdido las elecciones legislativas de 2013, las presidenciales de 2015 y las legislativas de 2017, va siendo hora de terminar con las excusas…La llamada batalla cultural NUNCA se ganó. Todo razonamiento que no parta de esa dramática premisa está condenado a seguir repitiendo consignas vacías o reproduciendo prácticas estériles. Lo que equivale a decir, sirviendo solamente para ser escuchado por el propio campo.No haber ensayado ni siquiera una explicación respecto de las múltiples denuncias de corrupción es auténticamente “hacerle el juego a la derecha”. Si “los buenos” se portan mal, no resulta tan extraño que las sociedades elijan a “los malos”.Suponer que “se puede volver” de la mano de un Moyano o de un Bergoglio, sobre todo de cara al masivo y novedosos movimiento feminista -del cual no parece haberse tomado la debida nota- debería generar un cierto escozor por parte de quienes lo predican.Falta de calle y curiosidad para indagar las lógicas de los sectores populares. Los timbreos de Cambiemos son una fantasía cuasi pueril[5], pero no dejan de poner en escena una forma novedosa de encarar la interpelación subjetiva.

Siendo el dispositivo tan claramente armado, sorprende la inoperancia a la hora de diagramar alguno de similares características. Una política del tipo institucionalista, que aspire a luchar por el manejo directo del poder debería tomar este aspecto seriamente.

Quedarse en el discurso vacuo de que Duran Barba es un genio y que en ello radica la fórmula del éxito es, por un lado subestimar la tropa ajena y, por el otro, demostrar que no se puede tener un Duran Barba propio.

No haber resistido seriamente los embates de la gestión actual ni tampoco haber preparado una figura de recambio, teniendo 4 años (de los cuales ya se evaporaron 3) para ello confirman que en el epicentro de la operación solo aparece la ambición de poder de la ex-presidente y su séquito de aplaudidores (ahora sin cadena).

Si la cuestión solo se trata de rejuntar todo lo que ande dando vueltas por ahí para ir contra Macri, sin cuestionamientos de ninguna índole sobre los roles jugados previamente y para llevar como candidato (en este caso candidata) a quien mejor mida en las encuestas, estaremos en presencia de un nuevo acto de peronismo explícito.

Es más, se arriesga que si hubiera que despejar el campo popular de cómplices de la llegada de MM al poder hace 3 años, habría que empezar por la que aparece ahora como la principal figura a enfrentarlo electoralmente dentro de un año….

Ahora bien, convendría tener claro (sobre todo para no auto-engañarse con tanta mística impostada) que tomarse los 10 segundos obligatorios para meter un pedazo de papel en una urna –y más bajo estas condiciones- no aparece como un gesto que permita algo parecido a un cambio social profundo.

Y por las dudas, y a modo de cierre, sería conveniente recordar que MM no aceptó juntarse con Massa para las elecciones del 2015… y las ganó.

Contra el sentir indignado.

Hay un viejo concepto acuñado por vaya a saber uno quién, caro a los sentires de los sectores conservadores (sí, compañerxs: hay una sensibilidad de derecha, no somos lxs únicos portadores del sentir afectado) que reza aquello de “la mayoría silenciosa”, para intentar dar cuenta de aquellos sectores sociales que -a primera vista- surgen como una incógnita por su inactividad política, pero que sin duda mueven el amperímetro a la hora de las elecciones.

Esxs que prefieren una baldosa antes que un derecho laboral, esxs que piensan que a los chorros hay que meterles bala, esxs que están convencidos de que la escuela privada es mejor que la pública, esxs que creen que la jerarquía social es inamovible o que los pobres son pobres porque son vagos.

Y no hay juicio de valor moral al respecto, se aclara. Ni tampoco explicación estructural del porqué de tales ideologías.

Se ensaya la idea de que tal vez se produjo una especie de hastío, de tinte conservador pero a la vez anclado de modo transversal en la sociedad (o sea no atribuible directamente a lo que podríamos encorsetar dentro de la anticuada noción de lucha de clases) por un cierto uso de los modos y formas que terminó irritando un cierto sentido común ¿mayoritario?

Se acuñó hace poco, para pensar tal hastío como causa de la irrupción de gobiernos reaccionarios -que vinieron a reemplazar otros más progresistas que ellos a través del voto popular- el concepto de “dictadura de lo políticamente correcto”. Como si las sociedades hubieran deseado darle rienda suelta a sus más bajos instintos…

De donde proceden estos sentires crueles, xenófobos, racistas, jerárquicos, etc no es materia de este texto. Me declaro ignorante al respecto. Pero está claro que dichas ideas encarnan cuerpos a granel y que indagan y atraviesan pequeñas multitudes inorgánicas.

Abordar los modos de un acercamiento sensible a tales subjetividades se nos presenta como tarea urgente. NO vaya a ser cosa de que Macri termine siendo el freno al ascenso de un Bolsonaro argentino….

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Notas

[1] Rasgos físicos en general atribuidos a las supuestas fuerzas de la reacción, que como bien ha podido apreciarse -sobre todo en los últimos años- se distribuyen a lo largo y a lo ancho de la geografía nacional

[2] El empeño de las fuerzas del PT brasileño en insistir con la candidatura de Lula, en lugar de haber trabajado tempranamente una alianza con Ciro Gomez, para apuntalar la figura de Hadad es ejemplo de dicha postura.

[3] Por enésima vez, Macri le ganó a Scioli por casi 700.000 votos. Los votos en blanco y nulos fueron poco más de 600.000 y la diferencia que la alianza Cambiemos obtuvo en la provincia de Córdoba (por mencionar la más significativa) fue de 900.000 votos.

[4] Entre la profusa bibliografía al respecto puede consultarse “Un enemigo para la Nación” de Marina Franco o bien “Lucha de clases, guerra civil y genocidio en Argentina:1973-83”, compilado por Inés Izaguirre

[5] Además del insólito grado de egocentrismo que ostentan: el alto funcionario me toca el timbre de mi casa para escuchar mis problemas y ponerse de mi lado, cuando convengamos debería estar ocupado en asuntos más importantes. La vecinalización de la alta política es uno de los tantos factores novedosos con que la alianza Cambiemos ha innovado, bajo el mando de los tiempos que corren.

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