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Mundo :: 09/01/2018

Uruguay: La desmemoria impune

Samuel Blixen
Elocuencias de la investigadora sobre espionaje militar

 

 

“El pasado no deja de existir porque vos lo ignoréis”, puso en boca del emperador romano Juliano II, llamado “el apóstata”, el escritor estadounidense Gore Vidal

La frase calza como un guante (o una bota) para describir las lagunas mentales que exhibieron civiles y militares en la investigación parlamentaria del espionaje en democracia

La comisión parlamentaria que investiga el espionaje militar en democracia contra organizaciones políticas y sociales ha recolectado, durante el año que sesionó, a lo largo de 2017, un volumen tal de información documental y de testimonios que permite anunciar, ya, la elaboración de un informe con elementos probatorios de delitos continuados que amerita, además de su aprobación por el plenario de Diputados, el pase a la justicia penal.

Sin embargo, según el diputado frenteamplista Luis Puig, es necesario, en el escaso tiempo que resta –la investigación termina indefectiblemente el 30 de junio–, completar las citaciones a ex presidentes bajo cuyos mandatos se confirmaron sistemáticas y continuas acciones de espionaje, y a los militares responsables directos de ese espionaje. Puig sostiene que entre marzo y junio la comisión deberá completar las evidencias de los delitos continuados perpetrados por organismos de defensa, de modo que el informe pueda ser discutido por los diputados antes de que comience el análisis de la rendición de cuentas.

Por la comisión desfiló la mayoría de los ministros de Defensa Nacional y del Interior de los seis primeros gobiernos desde la restauración institucional (de la lista queda excluido el actual gobierno de Tabaré Vázquez, puesto que la documentación analizada abarca desde 1985 hasta 2011); también los respectivos jefes de los organismos de inteligencia militar –SID, SIFFAA, DGID, DINACIE, y algunos de la inteligencia policial (DNII) –. Los cuatro primeros oficiales citados, Juan A Zerpa, Daniel Legnani, Mario Aguerrondo y Francisco Wins, no concurrieron.

Zerpa, jefe de la inteligencia desde 1986 a 1990, fue comandante del Batallón 13 de Infantería en 1975, cuando el cuartel se convirtió en un centro de interrogatorios y torturas. Aguerrondo, también comandante del 13 de Infantería, y antes responsable de la represión del 9 de julio de 1973, fue jefe de la inteligencia militar entre 1993 y 1995, cuando el secuestro y desaparición del ex agente chileno Eugenio Berríos. Asimismo fue responsable de un operativo de espionaje con micrófonos ocultos en el despacho del general Fernán Amado. Legnani, jefe de la inteligencia entre 1990 y 1992, también estuvo involucrado en el episodio de los micrófonos; y Wins, jefe de la inteligencia entre 1998 y 2000, participó –estando en comisión en el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) – en la represión de 1975.

El plenario de la Cámara consideró por unanimidad que fue una actitud coordinada y, en una declaración, condenaron a los cuatro oficiales por “desconocer al Parlamento y el cometido encomendado, queriendo amputar la posibilidad de que el pueblo uruguayo conozca las razones de por qué se desarrolló espionaje militar en democracia”; la negativa a concurrir “muestra el desinterés en contribuir a la transparencia y el conocimiento de los hechos, sus responsables y ejecutores”. Dicha declaración impulsó a los restantes invitados, jefes de la inteligencia militar (contralmirante Óscar Otero, vicealmirante Carlos Magliocca, vicealmirante Carlos Gianni, brigadier José Mayo, contralmirante Manuel Burgos, general Juan Villagrán) a concurrir y ofrecer su testimonio ante los miembros de la investigadora.

Salvo el vicealmirante Otero, que admitió la práctica de seguimientos durante su jefatura en la Dirección General de Información (DGID), los restantes militares adujeron ignorancia sobre lo que habían hecho sus subalternos, a la luz de los documentos oficiales que probaban el espionaje en sus respectivos períodos de mando en la inteligencia. A juicio de Puig, tal desconocimiento los dejó mal parados, porque evidencia ausencia de jerarquía. Sin embargo, ninguno de ellos desmintió el espionaje; simplemente dijeron desconocerlo.

Un caso particular fue el del vicealmirante Magliocca, un marino de profundas convicciones ideológicas [derechistas], militante del Opus Dei y admirador del dictador Francisco Franco, cuya monografía de fin de cursos versó sobre “El nuevo orden político”, en la que avalaba la teoría del dictador Juan María Bordaberry, “en el sentido de que las democracias, con las estructuras de partidos políticos, no servían para los países de la América Latina”.

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