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Venezuela :: 30/05/2022

Volver a Chávez

Reinaldo Iturriza
Despachar el imperativo de comenzar de nuevo por nostálgico o anacrónico es un gesto profundamente reaccionario

Unos contenidos programáticos o principios estratégicos solo pueden y deben ser actualizados si nos sirven para pensar y actuar en el presente. Caso contrario, simplemente se prescinde de ellos y se procede a construir o definir otros que permitan trazar un nuevo horizonte. De igual forma, si es preciso redescubrirlos, es porque existen fuerzas que han tenido un éxito parcial en su esfuerzo por ocultarlos, ignorarlos o silenciarlos.

De lo anterior se desprende que volver a Chávez no tiene nada que ver con querer retornar, para vivir para siempre en él, a ese pasado en el que éramos felices y nadábamos, despreocupados e irresponsables, en un tranquilo océano de petróleo, según el relato de la derecha y de alguna izquierda. Tiene que ver, en cambio, y para decirlo con Mark Fisher, con asumir que “el pasado todavía no ha ocurrido” y, por tanto, con la necesidad de volver a narrarlo, porque “el objetivo político de los relatos reaccionarios es sofocar los potenciales que aún esperan en él, listos para ser despertados otra vez”. Volver a Chávez es reencontrarnos con nuestros “futuros perdidos”.

Dicho de otra manera, despachar el imperativo de comenzar de nuevo por nostálgico o anacrónico es un gesto profundamente reaccionario, que persigue el propósito de sofocar los potenciales contenidos en ese tiempo pasado en que, por ejemplo, Chávez no solo se planteaba el problema de la transición al socialismo, sino que además conducía un esfuerzo de gobierno que debía distinguirse por su “calidad revolucionaria”, esto es: debía partirse del principio de que la experiencia –interrumpida– de la transición tenía que resultar gratificante para las clases populares, como repetía el mismo Chávez una y otra vez.

Anacrónica es la conseja, que presume de novedosa y oportuna, según la cual lo conveniente es no regresar a Chávez, porque “la gente” desea un “cambio”, y lo que corresponde es ubicarse en un improbable centro político en lugar de extraviarse en dirección a la izquierda.

No hace falta ser un Saint Just para saber que el mentado centro es el lugar que ocupan desde siempre quienes prefieren el congelamiento de las revoluciones a las peligrosas calenturas populares...

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